Columnas / Política

Que se quiten la peluca


Domingo, 19 de noviembre de 2017
Willian Carballo

La política es un espectáculo y Simán, Calleja, Gerson y compañía lo saben. El video del primero, con peluca de Aniceto Porsisoca, nariz de Pennywise y habano de asilado en Nicaragua en mano, así lo demuestra.

La pieza publicitaria, que nos guste o no nos guste –como diría el del habano– acabará colgada en el museo de la transgresión, recurre a una estética que bien pudo rematarse con un “Digicel, be the future”. En él aparece el precandidato a la presidencia por ARENA hablándole a la cámara, o sea, a nosotros. Este, con un fondo blanco como Morgan Freeman interpretando a Dios en “Bruce Almighty”, recurre a utilería y vestuario minimalista para hacernos reír primero y, supuestamente, pensar después acerca de su autenticidad. Hay muchos cortes, como si Little Viejo lo hubiera editado. Y la guitarrita eléctrica de fondo bien pudiera ser cortina para ir a comerciales en Warner Channel.

Casi de inmediato, su contrincante interno, Carlos Calleja, respondió con un video en el que se fue al otro extremo: el drama. El también empresario se disfrazó de un Rocky millonario y silvestre y empezó a trotar por entre verdes senderos como si mañana Apollo Creed lo esperara sobre la arena del ring, que no es lo mismo que el ring de ARENA, aunque se parezca. Igual que a Simán, a él tampoco nos lo visten como precandidato. Los hábilmente escogidos ángulos pretenden, más bien, pintar un héroe atlético inmune al asma de la corrupción y capaz de noquear a la violencia. Y en efecto, no negaré que, cuando habla español, algo de Stallone se escucha en su voz.

Meses atrás, el también arenero Velásquez Parker había apostado por algo parecido. Con una estética de novela de Televisa al estilo de “La Dueña” que a mí me recordó más al video de “Barato” de la Raza Band, el diputado y nuevamente aspirante a ese puesto se vendía como un hombre trabajador, madrugador y campechano. Él tampoco actúa en la pieza audiovisual como un político. Parece más bien un actor de reparto en una parodia de Clint Eastwood, un vaquero criollo, un personaje de un espectáculo de televisión ochentero.

Que hay una tendencia a convertir a la política en eso, un espectáculo, lo han dicho muchos con anterioridad. Autores como Guy Debord, hace unas décadas, y otros más recientemente, como Omar Rincón y el escritor Mario Vargas Llosa, así lo han explicado. El político actual “huye de los programas de debate, no le interesa la opinión, no quiere ser noticia por lo que hace como gobernante sino como ´entretenedor´: el que baila, el que monta a caballo, el que habla con humor, el que regaña, el que va al coctel”, los retrata Rincón. ¿Le suena? Caballos, pelucas, el que baila...

A la puerta de una campaña –si no es que ya entramos hasta la cocina hace semanas– resulta evidente que hacia ahí vamos. No esperemos propuestas ni debates de altura. No soñemos soluciones. Lo que se viene es show. Lo que está por venir no es lo mejor, como dijo otro maestro del poli-espectáculo, si no un cómic de personajes con poderes extraordinarios que van a salvarnos de los villanos tatuados de Marvel. Lo que se viene es Gerson, virtual candidato del FMLN, guiando cual botarga de Mickey en Disney a los asistentes al parque del Principito e inaugurándolo dos o tres veces más, en la medida que Nayib haga lo mismo con las plazas del centro. Quizás carnavales migueleños con agrupaciones musicales gratuitas, que no es lo mismo que “de choto”, como decía otra celebridad de este “star-system” político local. Y quién quita: quizás hasta el primer “reality” vía Facebook en el mundo para elegir al compañero de fórmula de un candidato a presidente.

Mientras tanto, nosotros, los electores, bien gracias. Riéndonos un rato por cortesía de sus narices rojas o tomándoles fotos a nuestros hijos –yo ya lo hice– a los pies de la serpiente que se comió un elefante y parecía sombrero. Tan ciegos que no vemos lo esencial. Tan embelesados por las luces del show político que mejor optamos por resignarnos a ser espectadores. Después de todo, perdón por la desidia, una vez en la silla presidencial, en el curul o con la vara edilicia en manos, ya sabemos que seguirán llevando el cabello del mismo lado, hacia la izquierda o hacia la derecha, según les convenga. Y que, por ende, poco o nada importará que nosotros queramos que se peinen diferente; o que, por lo menos, se quiten la peluca.

Willian Carballo ( @WillianConN )  es investigador, catedrático y consultor especializado en medios, cultura popular, jóvenes y violencia. Coordinador de investigación en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera.
Willian Carballo ( @WillianConN )  es investigador, catedrático y consultor especializado en medios, cultura popular, jóvenes y violencia. Coordinador de investigación en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera.

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