Columnas / Migración

Una de Serrat para nuestros migrantes


Martes, 28 de noviembre de 2017
Roberto Cañas

En la Asamblea Legislativa hay un día para todo; con los diputados no hay miseria. Por decreto legislativo existe el Día del Agente Aduanero, que se celebra el 27 de noviembre; el Día del Locutor, el 1° de noviembre; el Día del Artista Circense, 17 de noviembre... El Día Nacional de los Salvadoreños en el Exterior fue aprobado para que se celebre cada 26 de noviembre, desde que entró en marcha el decreto legislativo 825, aprobado hace 12 años.

Hablar de los salvadoreños en el exterior me recuerda a Pueblo Blanco, la canción que compuso Serrat para dejar testimonio de la transformación de un país:

Escapad gente tierna
Que esta tierra está enferma
Y no esperes mañana
Lo que no os dio ayer
Que no hay nada que hacer

La propagación de salvadoreños por distintos lugares del mundo es enorme. La diáspora cuscatleca está en Belice, Estados Unidos, Canadá, Suecia, Australia, España, Italia... La pregunta que hay que hacerse es ¿dónde no hay salvadoreños?

La migración es el fenómeno social más importante del siglo XXI, y no se refiere solo al desplazamiento de personas de un país a otro. El motor detrás de las migraciones, de nuestros migrantes, es un cúmulo de factores, en el que destacan las causas económicas o sociales, pero también el anhelo por encontrar las oportunidades que el país les niega.

Los salvadoreños se van al exterior con el fin de obtener un empleo que les permita enviar remesas a sus familiares que se quedan sumidos en la pobreza en los pueblos. Ahora también, como ocurrió antes por la guerra, buscan refugio de la violencia.

Los salvadoreños en el exterior viven con un profundo dolor del que poco se habla. Es la pena que se lleva a cuestas, y en silencio, por el desarraigo. Cuando nuestros compatriotas se van, dejan atrás el lugar que les vio nacer, los territorios que construyen los recuerdos de toda una vida; dejan atrás sus costumbres, sus tradiciones, su cultura; abandonan la familia, amigos, a personas muy queridas. Dejan atrás todo esto, sabiendo que pasará mucho tiempo hasta que puedan volver.

Lo mejor para El Salvador sería que sus habitantes no se vieran obligados a irse, pero es una realidad que en nuestro país no hay oportunidades de trabajo decente ni condiciones de seguridad para desarrollar un proyecto de vida. Por eso muchos prefieren oportunidades en cualquier otro lado que la pobreza que subyace en el terruño; la seguridad y la protección por el miedo y el peligro; la salud por la enfermedad; la desigualdad como ciudadanos de tercerca categoría (porque enfrentarse a la xenofobia no es fácil) por la desigualdad social en su propia tierra.

Hoy el futuro de los salvadoreños en los Estados Unidos es incierto. La única posibilidad que tienen los “dreamers” para evitar ser deportados y poder trabajar legalmente, hoy que ya no gozan del beneficio temporal, es que el Congreso apruebe una ley que les conceda protección permanente.

No nos engañemos: vienen más detenciones y deportaciones. Las condiciones en que se producirán estas detenciones y deportaciones tendrán siempre un riesgo de vulneración de derechos. Hay impactos claramente nocivos para los que se acogieron al TPS y han vivido varios años en los Estados Unidos y hoy enfrentan la posibilidad de ser repatriados. La zozobra de los que se acogieron al TPS es enorme. Tienen los días contados.

Para el país se acercan nuevos retos. La migración, que no es un delito, ha beneficiado a este país desde hace más de tres décadas. La ganancia producto del trabajo de los compatriotas en el exterior representa la actividad económica más importante que dinamiza la economía nacional. La presencia de salvadoreños en el exterior también afecta nuestra cultura e identidad, que se ven alteradas de manera importante como consecuencia de los flujos migratorios.

Por la importancia en lo económico, en lo social, en lo político y en lo cultural, deberíamos contribuir a la construcción de una estrategia de ayuda a nuestros connacionales en el exterior, que es al mismo tiempo una ayuda para El Salvador. Es necesaria una propuesta nacional que tenga como eje articulador el derecho a no migrar: esto implica hacer crecer la economía, crear más empleo y mejores condiciones de vida para que las personas no se vean obligadas a irse del país, a perder sus raíces, que es “quizá la más importante y menos reconocida de las necesidades del alma humana”, según Simone Weil.

Roberto Cañas es docente-investigador universitario, excomandante del FMLN y firmante de los Acuerdos de Paz. Consultor en temas de violencia y seguridad, especialista en análisis de riesgo político y negociaciones y resolución de conflictos, es miembro de Red de Seguridad Triangulo Norte. 
Roberto Cañas es docente-investigador universitario, excomandante del FMLN y firmante de los Acuerdos de Paz. Consultor en temas de violencia y seguridad, especialista en análisis de riesgo político y negociaciones y resolución de conflictos, es miembro de Red de Seguridad Triangulo Norte. 

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