Columnas / Cultura

Lo que falló en Tacuscalco, lo que falla en El Salvador


Lunes, 16 de abril de 2018
Fabricio Valdivieso

Tacuscalco, muchos lo saben ya, es uno de los sitios arqueológicos más importantes de El Salvador. Con apenas (quizá) un 3 % estudiado, hoy es un sitio más en proceso de destrucción. Se sabe que antes de haberse iniciado cualquier construcción en la zona, los propietarios de terrenos incluidos en el área protegida de Tacuscalco debieron apegarse a las resoluciones emitidas en 1997 por el entonces Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (CONCULTURA), hoy Secretaria de Cultura (SECULTURA), conservando el sitio intacto. Tal protección debió darse hasta la actualidad; o al menos la misma institución debió encontrar el mecanismo adecuado para revertir a tiempo cualquier eventualidad que fuese en detrimento del patrimonio. Entonces, ¿qué ha fallado en este sitio?

Muy bien se ha dicho a través de medios informativos, foros y redes sociales, y sobre todo mediante los recursos académicos y científicos relacionados a la arqueología salvadoreña, que Tacuscalco representa un trascendental legado el cual excede los 2,500 años hacia el pasado. Pero, además, su valor patrimonial se encuentra vinculado a uno de los episodios más notables de la conquista mesoamericana. Como en Acajutla, Tacuscalco fue escenario de una de las batallas más conocidas en la conquista española protagonizadas por Pedro de Alvarado, junto a millares de indígenas tlaxcaltecas y cachiqueles, descritas en su segunda carta de relación en 1524. Por ello, su destrucción nos resulta más bien una serie de páginas cortadas en la interpretación científica de lo que debió haber sido nuestro pasado arqueológico e histórico, y la privación de este patrimonio para las generaciones futuras.

Bajo el montículo hay una construcción de origen Pipil. Los historiadores del MUNA relatan, que según escritos del mismo Pedro de Alvarado, él llegó herido de una pierna a Tacuscalco, en la batalla de Acajutla. Cuenta la historia que el conquistador español parado sobre una de las estructuras observó la batalla.
Bajo el montículo hay una construcción de origen Pipil. Los historiadores del MUNA relatan, que según escritos del mismo Pedro de Alvarado, él llegó herido de una pierna a Tacuscalco, en la batalla de Acajutla. Cuenta la historia que el conquistador español parado sobre una de las estructuras observó la batalla.

Haciendo de lado la historia arqueológica y de conquista, Tacuscalco, como muchos otros sitios patrimoniales, debió ser visto como un espacio de oportunidades para la sociedad actual, pese a encontrase aparentemente ajeno del desarrollo que siempre le ha merecido: un posible parque arqueológico y una alternativa en donde estudiantes, artesanos, propietarios de restaurantes, hoteles y comercio en general pudiesen beneficiarse en torno al tema cultural, detonando una opción comercial, turística y educativa.

Ahora bien, se sabe públicamente que el área legalmente protegida consta de 45 manzanas focalizadas al contorno del núcleo central de la antigua ciudad prehispánica. El sector protegido, y posiblemente su periferia, incluye montículos de regular tamaño y estructuras bajas, plataformas, entierros prehispánicos y rasgos relacionados a la vida doméstica de la antigua población, lo cual ocurrió en un lapso temporal largo, desde el 1,000 A.C. hasta el siglo XVI. Eso se conocía hasta hace algunos meses, previo a la intervención de tractores en el área periférica del sitio. Desconocemos hasta el momento y con precisión los daños causados a los rasgos prehispánicos y posibles estructuras arqueológicas contenidas.

Dejaremos que las autoridades resuelvan este episodio, sin embargo, tendremos a bien juzgar por la pérdida irreversible de este y muchos otros sitios arqueológicos en los últimos años. Hemos de recordar que todos los sitios arqueológicos se encuentran a su suerte en cuanto a la conservación de los mismos, ya sea expuestos al vandalismo y abandono; la depredación del mismo medio; la agricultura intensiva y, sobre todo, la mayoría se expone a la creciente demanda de la construcción, siendo este último la mayor y más súbita de todas las probabilidades de destrucción del patrimonio. Por lo tanto, la conservación y desarrollo de los sitios arqueológicos depende mucho de las leyes, el poder del Estado en cuanto a la supervisión e injerencia en sitios arqueológicos a nivel nacional, y en la capacidad de gestión académica para la ejecución de proyectos investigativos y posterior divulgación de resultados. No obstante, la realidad de los sitios arqueológicos en el interior del país difiere de lo que realmente acontece en el entorno institucional y sus presupuestos para protegerlos y desarrollarlos, sumado a la demanda creciente de zonas habitables y otros factores económicos dentro de la vida actual. Lamentablemente, para muchos, un sitio arqueológico sin desarrollo o sin mayor utilidad es un espacio que estorba. El encuentro con lo que supone algo no productivo es precisamente el mayor inconveniente dentro de un país que se transforma al mundo moderno.

Sin embargo, aunque solamente sean protegidos por una “simple legalidad”, y se perciban a su vez sin ninguna posibilidad cercana de desarrollo, los sitios arqueológicos deben de conservarse porque son recursos no renovables y espacios de oportunidades para generaciones futuras. De hecho, el modo de conservarlos es también parte del desarrollo de una nación, para lo cual se crean modelos consensuados para el manejo, cuido, usos de suelo y protección del legado, sumado a mecanismos institucionales y herramientas legales afines a la realidad. Para todo esto último hace falta dar un repaso a aquello que involucra, en términos generales, la protección de un sitio arqueológico o cualquier otro legado patrimonial.

La protección de un sitio depende de tres elementos básicos, de los cuales, si más de uno falla, el sitio se expone a ser destruido: El respaldo jurídico es el primero de estos elementos. Esto incluye las declaratorias patrimoniales y apego a los convenios internacionales y leyes locales. Así, en El Salvador, las resoluciones jurídicas para construir en sectores con potencial arqueológico son otorgadas por la SECULTURA a través de la Dirección Nacional de Patrimonio Cultural, esta última bajo el aval técnico del Departamento de Arqueología, luego de haber realizado inspectoría. Es un procedimiento apegado a la Ley, el cual, de no darse esta atención, el hecho puede ser tomado como negligente. Ese es el rol de la institución en cuanto a la protección de los sitios arqueológicos en El Salvador.

El segundo elemento para la protección de los sitios depende de la alcaldía local, quienes remiten la responsabilidad de construcción a la referida SECULTURA, mediante la cual se verifica la ausencia o presencia de evidencias culturales que deberán conservarse. De este modo, el aparato estatal es clave para el cuido del patrimonio. SECULTURA es una institución cuyo manejo del patrimonio se da bajo un modelo institucional centralizado, con sede en San Salvador. De este modo, esta institución extiende su accionar a través de otras instancias, como las alcaldías o el Ministerio del Medio Ambiente, quienes sirven a su vez de informantes de los proyectos constructivos y la posible presencia de sitios en el interior del país. Es responsabilidad de todas las instancias de gobierno velar por la conservación del patrimonio, y SECULTURA es en este sentido una institución dependiente de otras instancias para poder actuar.

Imagen cortesía del autor. 
Imagen cortesía del autor. 

El manejo institucional de SECULTURA también se debe a una situación histórica adquirida, siendo esta la heredera de un aparato institucional concebido por la extinta CONCULTURA, el cual a su vez adoptaba medidas creadas por instituciones anteriores conforme a realidades pasadas. En este sentido, el funcionamiento de la actual institución demanda su propia reinvención de acuerdo al nuevo entorno, en donde se incluye la actualización de leyes y la adopción de nuevos mecanismos operativos apegado a escenarios contemporáneos, y la adquisición constante de nueva tecnología para la aplicación rápida de procedimientos, divulgación, gestión, monitoreo de sitios e investigación. De no darse dicha reinvención institucional, los sitios arqueológicos serán presa de su suerte. A mi parecer, la descentralización y autonomía de una institución garante de la cultura es una prioridad en nuestros tiempos.

El tercer elemento, y el más importante para la protección de un sitio arqueológico, depende de la sociedad, de la denuncia ciudadana, el sentido de pertenencia hacia el patrimonio como un legado común, y el involucramiento académico para su protección y desarrollo. La conciencia colectiva para el cuido del patrimonio cultural depende en gran parte de los gobiernos y sociedad organizada, quienes deberán crear los mecanismos mediante el trabajo social y sensibilización, y la inclusión del mensaje del patrimonio a través de los textos educativos, conferencias, capacitaciones y talleres locales, entre otros.

Por el momento, dos lecciones claras han sido vistas desde la perspectiva ciudadana con respecto a la destrucción o intervención irregular de un sitio arqueológico. Por un lado, las redes sociales han asentado su puesto para la conservación del patrimonio y vigilancia del mismo, concediendo una crítica oportuna tras la alteración eventual de un sitio arqueológico, convirtiéndose en la voz popular y tribunal social. Este ha sido de hecho un fenómeno latente en el caso de Tacuscalco y, anteriormente, Cihuatán y El Cambio. También vimos la denuncia ciudadana en el caso del hurto de una escultura de cabeza de Jaguar en Santa Ana, potencializando con ello un posible delito en contra del patrimonio, en donde se demandaron acciones inmediatas. Tacuscalco, no obstante, es sin duda un hecho de singular relevancia, en donde vemos por primera vez en nuestro país a una comunidad levantada en protesta por la destrucción de un sitio arqueológico. En otras partes, por el contrario, las comunidades han permitido la destrucción de su legado, sin pronunciamiento alguno. Llámese “desconocimiento” o “falta de interés”, quizás ambos, o quizás ninguno de los anteriores. El hecho es que en Tacuscalco se ha comenzado a entender la necesidad de proteger el patrimonio local, una acción que se esperaría fuese replicada en otras localidades para exigir el cumplimiento de la protección del legado por parte del Estado.

Niños que habitan en la comunidad La Bolsona, junto a sus familiares y vecinos, protestaban por la contaminación del río Ceniza, debido a la construcción del proyecto
Niños que habitan en la comunidad La Bolsona, junto a sus familiares y vecinos, protestaban por la contaminación del río Ceniza, debido a la construcción del proyecto 'Acrópoli Sonsonate'. Foto de El Faro, por Víctor Peña.

Ahora bien, por el contrario, también se ha puesto de manifiesto una vez más el estado de negligencia existente dentro de algunas empresas y firmas constructoras, dejando en evidencia el divorcio conveniente con las instituciones estatales. Y quizás también la corrupción de algunos sectores involucrados. Lo anterior es visto pese a la existencia de leyes y procedimientos institucionales para la preservación del patrimonio local. De este modo, si bien es de aplaudir la actitud de la población local en el caso de Tacuscalco, al manifestar su descontento por la destrucción de un sitio patrimonial, también habrá que señalar la necesidad de educar a los “más educados” en cuanto a los beneficios que hay al conservar y proteger el patrimonio arqueológico. Su importancia y conservación debería incluirse como parte del sistema educativo básico; o más aun y en mayor rigor, dentro del pénsum universitario, en carreras claves como ingeniería, arquitectura y posiblemente diseño, y sobre todo en las escuelas humanistas. A su vez, podría ser un tópico de agenda en la academia, dentro de la maestría con énfasis en desarrollo, ciencias sociales y medio ambiente.

El cuido del patrimonio también podría ser tema de interés para organizaciones, empresas, o todo aquello vinculado o en contacto con las comunidades y su entorno, para evitar su destrucción y las consecuencias que esto mismo puede conllevar. La tendencia nos dice que es en las comunidades rurales donde tarde o temprano caerá todo el peso del desarrollo, el comercio exterior y la globalización, lo cual viene sin duda acompañado del progreso basado en proyectos de construcción a gran escala. En otras palabras, si bien las construcciones son necesarias, estas mismas no pueden andar como un gigante torpe destruyendo todo a su paso en el horizonte. Se camina de puntitas donde hay y ha habido humanos. Por ello, la protección de los sitios arqueológicos deberá verse sujeta a programas de divulgación en cuanto a los usos y beneficios de los recursos patrimoniales y el porqué de su existencia y preservación. De hecho, muchas veces el mismo sitio, restaurado o no, se convierte en valor agregado dentro de un proyecto constructivo, en la forma de ventana arqueológica o área de interés para la atracción de público u ornamentación, con rótulos explicativos y museos.

Según el Lienzo de Tlaxcala y las cartas de relación de Pedro de Alvarado, en Tacuscalco se llevó a cabo la segunda batalla que los conquistadores españoles, junto a indígenas aliados, libraron contra los habitantes del lugar en 1524. Foto: Fred Ramos
Según el Lienzo de Tlaxcala y las cartas de relación de Pedro de Alvarado, en Tacuscalco se llevó a cabo la segunda batalla que los conquistadores españoles, junto a indígenas aliados, libraron contra los habitantes del lugar en 1524. Foto: Fred Ramos

Así, una vez más, entendemos y al mismo tiempo no entendemos lo que la destrucción de un sitio patrimonial significa para la nación. El daño no es sólo para la generación presente, sino más bien nuestra falla consiste en no haber cumplido con el compromiso ético, como sociedad moderna, de conservar estos legados para las futuras generaciones. Renunciamos, una vez más, a convertir nuestro patrimonio en extraordinarios parques culturales, generando progreso basado en la cultura, tal como lo hacen muchas otras naciones, en donde los polos educativos y turísticos resultan clave para la construcción de una sociedad arraigada a su patrimonio.

Ojalá que a partir de hoy, las instituciones de gobierno vean más allá del tradicional uso de la ley como blasón para proteger los sitios arqueológicos, sino más bien extender su accionar en diferentes sectores y círculos sociales con miras en educar en cuanto a la lógica de proteger estos legados, sus beneficios y potenciales usos. En otras palabras, la autoridad competente deberá dejar en claro una razón y un sentido a la existencia de estos sitios dentro de la sociedad actual. Algo muy urgente en un mundo de cambios acelerados, y a su vez muy carente en una sociedad desarraigada de su cultura.

Finalmente, la destrucción de una buena porción de Tacuscalco es un caso que deberá aclararse con la Fiscalía y otros medios. Sin embargo, es lamentable este retroceso a la época del descontrol percibido a través de estos incidentes, y un atropello hacia aquellos que han respetado las leyes en miras de la protección del patrimonio, incluyendo empresas constructoras honestas. Irónicamente, a veces el concepto de desarrollo percibido por unos parece padecer de una sorprendente ceguera hacia el futuro con respecto a su pasado.

Fabricio Valdivieso es Arqueólogo y posee maestría en estudios interdisciplinarios (MA) por parte de la Universidad de British Columbia, Canadá, con especialización en el desarrollo económico y social en base al patrimonio cultural. A su vez, ha obtenido cursos especializados en Estados Unidos y Japón con relación a su campo, habiendo dirigido más de una veintena de proyectos arqueológicos y culturales. En los últimos años ha publicado en destacadas revistas internacionales en países como México y España. Dirigió el Departamento de Arqueología de CONCULTURA entre los años 2002 y 2008, y actualmente se desempeña como consultor privado y miembro experto de ICAHM-ICOMOS para Latinoamérica.
Fabricio Valdivieso es Arqueólogo y posee maestría en estudios interdisciplinarios (MA) por parte de la Universidad de British Columbia, Canadá, con especialización en el desarrollo económico y social en base al patrimonio cultural. A su vez, ha obtenido cursos especializados en Estados Unidos y Japón con relación a su campo, habiendo dirigido más de una veintena de proyectos arqueológicos y culturales. En los últimos años ha publicado en destacadas revistas internacionales en países como México y España. Dirigió el Departamento de Arqueología de CONCULTURA entre los años 2002 y 2008, y actualmente se desempeña como consultor privado y miembro experto de ICAHM-ICOMOS para Latinoamérica.

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