El Salvador / Cultura
La odisea de un salvadoreño en Moscú para ver al mejor jugador del mundo

Ver un partido de fútbol de la Copa Mundial de la FIFA puede resultar toda una aventura. Incluso cuando ya se está en Rusia. Carlos López Salamanca, un salvadoreño que vive en Inglaterra, tenía un par de entradas reservadas para el Alemania-México, pero estando en Moscú creyó que, si tenía que elegir, prefería el debut de la Argentina de Lionel Messi ante Islandia. Al final lo logró, pero no resultó sencillo. Esta es su historia.


Fecha inválida
Carlos López Salamanca

Estudiar en Inglaterra el mismo año en que el Mundial se celebra en Rusia facilitó todo. Cumplí 30 años de edad dos días antes de la inauguración, como Coutinho, y la mejor forma que se nos ocurrió para celebrarlo fue una escapada fugaz, con mi esposa la Flaca, a Moscú, capital mundial del fútbol en estas semanas.

Desde la Gran Bretaña, el único partido para el que habíamos logrado boletos era el Alemania-México. Los campeones del mundo son apuesta segura, y no veía a México desde que les ganamos 2-1 en el Estadio Cuscatlán en 2009. Pero el sábado jugaba Argentina también en Moscú. Me parecía una contradicción futbolística estar en la misma ciudad que Messi y no hacer todo lo posible para ver el partido en la cancha. Soy de los que cree que, con el permiso del mejor Ronaldinho, Messi es el mejor jugador del siglo.

Lionel Messi durante el partido Foto Wang Yuguo (Xinhua).
Lionel Messi durante el partido Foto Wang Yuguo (Xinhua).

Pasamos la noche conectándonos al sitio de la FIFA porque por momentos se liberaban entradas. Pero nada. ¿Era el bendito sistema el que nos engañaba o alguien tecleaba más rápido que yo? Así, el viernes nos dormimos sin las ansiadas entradas para ver la Argentina de Messi.

Sábado 16 de junio. Despertamos y vamos al ticket center de la FIFA para imprimir nuestros boletos del Alemania-México. Llegamos a las 12:15. Hay una fila de unas 150 personas y otra de unos 200. Resulta que sí vendían entradas en el centro y no sólo en línea. Hubiéramos venido temprano, pensé. El sitio web de la FIFA sigue liberando entradas en categoría 3 y categoría 1, a 420 dólares estas últimas. No tiene sentido gastar tanto, ¿o lo tiene?

Son las 12:20 del mediodía y ya estamos en la fila correcta. Hay hinchas de todos los equipos. Priman los argentinos y mexicanos. Sus equipos juegan sábado y domingo. Yo no soy argentino y quiero ganarle un boleto a los sudamericanos que no tienen. La cola avanza. Llegamos a la parte techada. Sale una chica rusa con megáfono y dice que hay entradas para varios partidos pero no para el de Argentina. Me desanimo. Pero sé que igual es una gran experiencia y veremos al campeón del mundo. A ese equipazo que hizo que cuestionen a Messi como uno de los mejores o el mejor, sólo porque Higuaín falló y Gotze no.

1:30 p.m. Estamos a cinco personas para ingresar en el ticket center y ya me perdí el partido de Francia. Faltan dos horas y media para el de Argentina. Entramos. Veo que todos los de la fila tienen su pasaporte en mano pero nosotros los dejamos en el Airbnb, guardados por ese sentido de inseguridad al que la realidad salvadoreña nos ha acostumbrado. Aprendimos que si podemos evitarlo, no nos exponemos.

Llegamos a la ventanilla y nos piden el pasaporte. ¡Primer susto! Rogamos a la chica que acepte solo el Fan ID, la identificación oficial. Hemos estado 90 minutos de cola, Francia-Australia están en el entretiempo, y no nos iremos sin nuestras entradas. La chica nos dice que no, que es prohibido. Pero luego nos dice que hay una máquina de autoservicio al otro lado, y que ahí podemos imprimirlas si tenemos la misma tarjeta con la que adquirimos los boletos. ¡Uf!

Nos vamos a la máquina y yo sigo conectado en el sitio de la FIFA porque estoy convencido de que aún hay entradas para Argentina. Llegamos a la máquina y en ese momento se ofrecen entradas en el sistema. La Flaca se encarga de imprimirlas porque yo intento nuevamente comprar y nada. El código para proceder al pago no funciona. Es la 1:50 y en poco más de dos horas arranca el partido.

Estamos en la máquina y quiero esperar a que se refresque el sitio de la FIFA antes de salir del edificio. Pienso que tendré éxito en el siguiente intento y podremos imprimir las entradas de un solo y veremos ambos partidazos. En eso, pasan dos argentinos preguntando por entradas para ver a su país. Los voluntarios FIFA les dicen que ya no hay, pero al mismo tiempo pasa una hincha rusa o islandesa o de cualquier país que no es Argentina y dice en perfecto inglés: “Yo hice la cola y acabo de pasar a ventanilla y compré un ticket para hoy. Sí hay entradas”. ¿Cómo fue posible?

Los dos argentinos son muy argentinos y ya que están adentro deciden preguntar en la ventanilla. ¿Habrán hecho fila? Creo que no, pero sugiero a la Flaca que los sigamos. Si el sitio web no me da tregua, acá sí podremos. Los argentinos están en la cola de la ventanilla 1; nosotros, en la de la 2. En la ventanilla 1 también está Daniela, una mexicana que quiere entrada para cualquier partido de su país y está en las mismas. Yo le digo en broma que si compra dos para el Argentina-Islandia se las cambio por las nuestras. ¿Sería un buen cambio? Yo estoy seguro de que lo es. Messi es mucho Messi.

Fachada del ticket center de la FIFA en Moscú, Rusia. Foto Stephanie Martinez.
Fachada del ticket center de la FIFA en Moscú, Rusia. Foto Stephanie Martinez.

Entra un tercer argentino. Dice que lo estafaron afuera y que sigue sin ticket. Compró a alguien dos páginas bond impresas en blanco y negro que decían que tenía derecho a dos entradas sin logo FIFA. Claramente son falsas. La pasión futbolera le jugó en contra y el estafado pecó de ingenuo. Se pone detrás de nosotros en la cola y ya son las 2:15.

Los dos argentinos insisten y reinsisten. Dicen a la rusa de la ventanilla que vieron cómo vendió entradas a otra gente. Que revise, que revise en el sistema. Insisten y siguen insistiendo. Se abren entradas en el sitio de la FIFA otra vez. Yo sigo intentando ahí porque el tipo de mi ventanilla no entiende lo que significa pasión por el fútbol y claramente no me va ayudar. El estafado pide a los dos argentinos que si les venden pidan tres. Que le hagan un favor a un compatriota. Ellos dicen que sí, que por supuesto. Yo intento en línea y no lo logro.

El sistema de entradas sigue diciendo que hay en categoría 3 y la rusa de la ventanilla se lo confirma a los dos argentinos. Ellos las compran. Yo asumo que las merecen porque ellos son argentinos, han volado desde mucho más lejos que yo y… ¿¡cómo que tienen más derecho!?

Ya son las 2:30 p.m. y los argentinos están comprando sus entradas. Les dan tres. El estafado parece feliz, pero cuando los dos amigos reciben sus tres entradas, cambian las reglas. Ahora le dicen que tienen otro amigo fuera y que lo sienten. Es la segunda estafa del día para el estafado, que parece más desanimado que nunca.

Daniela la mexicana y su esposo siguen insistiendo para cualquier entrada de cualquier partido de México; ya habían conseguido dos para ver el México-Suecia, pero siguen sin suerte para el de Alemania. Yo digo a la Flaca que esperemos hasta las 2:45 y luego nos vamos a desayunar/almorzar. El Mundial nos ha hecho sólo comer un chocolate en todo el día. La Flaca, a quien yo le digo que me conoce mejor de lo que yo me conozco, sabe que no me quiero ir y dice que esperemos porque vamos a salir con entradas. Yo le creo.

2:50 p.m. El doble estafado está desanimado y se va. Lo traicionó algún extranjero, y también lo traicionaron sus compatriotas. Pero llega otro fan a la fila, uno malencarado, cuando falta poco más de una hora para el partido y el estadio está a 40 minutos en metro. El malencarado quiere entradas. Sabe que en el sistema se abren y no le importa que Daniela, el esposo, la Flaca y yo estamos antes en la fila.

El malencarado es argentino también. Nos quiere quitar el puesto que hemos monopolizado en las dos ventanillas por más de 45 minutos.

Son las 2:56 p.m., llevamos casi tres horas acá, y el sitio de la FIFA anuncia que hay nuevas entradas disponibles para el Argentina-Islandia. ¿Por qué el propio día del partido se han liberado tantas? ¿Acaso la gente está revendiendo o la FIFA guardó para el final un último manojo? Yo sigo sin poder reservar en línea pero la chica de la ventanilla dice en un inglés masticado que logró reservar dos entradas para la Flaca. ¡¡¡Vamos a ver a Argentina!!!

El malencarado, sin embargo, las pide para él. Primero dice que llegó primero aunque sabe que es mentira. Luego dice a la Flaca que pida una más y nos las paga. Pero sólo hay dos. Su último intento es la carta patriótica. Déjennos a los argentinos ver a nuestro país, reclama. La Flaca y Daniela dicen que no. La chica de la ventanilla confirma que ha reservado las entradas. Son dos en categoría 3. La chica de la ventanilla pide nuestros Fan ID... ¡y nuestros pasaportes!

Nosotros le explicamos que no andamos el pasaporte y las razones por las que está en un maletín en un depa a 14 kilómetros de distancia. Yo sé que ella no necesita el pasaporte. El fan ID tiene el número de pasaporte. Queda una hora para el partido y queremos ver a Argentina sí o sí. Le rogamos y le enseño mi celular con la foto de los pasaportes. Los tenemos en digital ahí podes ver el número. ¡Dale! La chica accede.

El Estadio Spartak, minutos antes del juego entre Argentina e Islandia. Foto Carlos López Salamanca.
El Estadio Spartak, minutos antes del juego entre Argentina e Islandia. Foto Carlos López Salamanca.

El malencarado no tiene entradas y ahora está más enojado. La chica de la ventanilla accede a nuestra petición y nos muestra nuestros asientos. Accedemos y es momento de pagar. Son 210 dólares y damos nuestra tarjeta. ¡Denegada! Damos otra e igual. ¿Qué pasa con los sistemas electrónicos? El malencarado ve una nueva oportunidad. “¿Ves que no le pasa? Vendémelas a mí”, le dice a la chica de la ventanilla.

Las tarjetas no pasan pero tenemos nuestros asientos, y entonces el destino conspira. Daniela la mexicana se ofrece a pagarlas y nos las cambiará por las de México-Alemania. Sin pensarlo, le digo que sí. Ella paga. La chica de la ventanilla no entiende español y cuestiona por qué ella paga si no va a ir. Daniela y la Flaca dicen que son amigas y que están juntas. Le dan el recibo, vamos a la máquina e imprimimos. Intercambiamos entradas, les agradecemos y nos damos nuestros número de teléfono. Les deseamos suerte para el día siguiente y nos despedimos con un abrazo.

A veces pienso que ese gen cooperativo es un activo de los latinoamericanos. Me cuestiono si en nuestro lugar hubieran sido unos belgas y unos polacos. Yo tengo la impresión de que no hubiera sido igual.

Salimos del ticket center y son las 3:10. En 50 minutos juega Argentina. Corremos a la estación, tomamos metro y vamos al Spartak Stadium. Llegamos al estadio a las 3:50. Corremos al bloque 7 y buscamos la fila 24. Nos sentamos en los asientos 7 y 8. Estamos viendo al mejor del mundo, quizá al mejor de la historia. La camisola que vistió Maradona, el equipo que entrenó el gran Marcelo Bielsa aunque el fútbol no le hizo justicia en 2002. El país que saca la mejor publicidad, porque los ingleses inventaron el fútbol, pero los argentinos la pasión por el fútbol. Estamos en zona islandesa pero no importa. Veremos el canto vikingo de cerca. Son las 4:00 p.m. y empieza el Mundial para Argentina. En nuestra fila contamos fácilmente diez asientos vacíos. No entiendo cómo funciona la logística de FIFA. Minuto 10 del partido y se sienta a dos asientos nuestros el malencarado, quien nos saluda amablemente. Del estafado ninguna señal.

52 minutos después, el mejor del mundo fallará un penal, pero no importa. Estamos ahí en la tribuna, en una Copa Mundial de la FIFA viendo a Argentina, y no importa que no seamos argentinos. Se siente como una victoria y ya el resultado final es lo de menos. ¡Qué viva el fútbol!

En un sector de mayoría de islandeses tocó ver el partido de Argentina. Foto Carlos López Salamanca.
En un sector de mayoría de islandeses tocó ver el partido de Argentina. Foto Carlos López Salamanca.

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