Columnas / POLÍTICA

La importancia de las ideologías


Miércoles, 22 de agosto de 2018
Wilson Sandoval

El informe Latinobarómetro del 2017 muestra que la confianza en los partidos políticos a nivel latinoamericano por parte de la ciudadanía es del 22 % y en El Salvador específicamente es solo del 8 %. Esto, sin duda alguna, deja entrever un desgaste y una descomposición de los partidos que ha llevado a un desencanto con la política en la población y un declive en el apoyo y satisfacción con la democracia. Abonado a ello, existen otros elementos como la ausencia de una renovación dentro de las cúpulas de los partidos y una amplia desconexión con los problemas de la ciudadanía.

La respuesta al contexto de desconfianza ha sido variada. Por una parte, surgen nuevos partidos que alegan estar distanciados de la forma tradicional de hacer política y que actualmente luchan por formar su propia identidad ideológica y la captación de militantes. Con el tiempo se podrá confirmar si efectivamente estos partidos son el principio de algo diferente.

Sin embargo, de la descomposición de los partidos surgen algunas opciones alarmantes; como los caudillismos expresados generalmente en lo que la teoría encuadra como “republicanismo populista” modelo democrático contemporáneo que tiene como principio el impulso y guía de un líder carismático, en donde la participación de la masa popular se da siguiendo las directrices de este “guía- caudillo” manipulada por fuertes y continuas campañas de propaganda que se basan en discursos cargados de demagogia.

Pero ¿cuál es la amenaza que representa el republicanismo populista? La principal es el posible desbordamiento de los límites del régimen democrático, es decir, que una vez estos caudillos alcanzan mediante las elecciones su objetivo, buscan transgredir de forma sistemática los principios democráticos con la finalidad de perpetuarse en el poder. Así, bajo este modelo populista se procura alcanzar un poder político unificado, subrogándose sobre el resto instituciones democráticas. Algunos casos recientes de este republicanismo populista han sido Fujimori en Perú, Chávez en Venezuela, Haider en Austria y Berlusconi en Italia. En estos ejemplos los principios y la ideología parecieron verse ausentes, dándose incluso lugar a una concentración personalista de los poderes del Estado.

Esta forma radical de visualizar o alcanzar el poder, no está lejos de la coyuntura electoral salvadoreña y los rasgos acá descritos son fáciles de encontrar en ciertos candidatos que plantean proyectos o iniciativas carentes de un fundamento ideológico. Pero ¿es importante la ideología? De hecho, en materia de políticas públicas, un requisito sine qua non es contar con un fundamento ideológico bajo el cual configurar la visión de desarrollo de un país. Sin tal fundamento solo queda una personificación caudillista del poder bajo el cual se predisponen acciones e intenciones carentes de valores y principios. Así, la ideología entendida como pensamientos, valores o creencias que animan la acción política, establecen límites o frenos que encausan las decisiones de los partidos tanto a nivel interno como en la misma administración pública una vez que estos alcanzan el poder.

Pero la ausencia de la ideología se ha vuelto un factor común en todos los partidos y es fácil visualizarlo cuando surgen pactos entre derecha e izquierda con la única finalidad de salvaguardar intereses partidarios, como es el caso de la elección de los magistrados de la Sala de lo Constitucional o la aceptación de candidatos que parten de un extremo ideológico para culminar en otro totalmente opuesto como es el caso de Bukele. De esta forma los partidos no solo son los principales creadores de la amenaza al mismo sistema democrático gracias a su descomposición, sino que se han convertido en el espacio que da lugar a personajes asociados a sospechas de corrupción, carentes de probidad y una completa falta de meritocracia. Bajo esta situación, a la ciudadanía sólo le queda elegir mediante su voto entre una oferta que lleva la consigna de “lo tomas o lo dejas”, estando así ante un contexto de opciones reducidas.

Lo que resta entonces en el corto plazo ante dicho panorama, es realizar el ejercicio ciudadano de distinguir entre la demagogia y lo racional, una tarea difícil pero viable a partir del esfuerzo de informarse más allá de la propaganda electoral, sobre de todo por parte de aquellos que no somos militantes y nos encontramos desencantados con la política. Fomentar el sano debate a nivel familiar, académico o incluso en el círculo de las amistades, puede ser una forma responsable y básica que lleve a la reflexión y/o deliberación sobre la oferta electoral y sí esta supone realmente una opción racional o simplemente es más demagogia dirigida a la obtención del poder sin escatimar ideologías o principios.

* Wilson Sandoval es becario de la Agencia de Cooperación Chilena para el Desarrollo (AGCID). Estudiante de la Maestría en Dirección Pública por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, maestro en Ciencia Política por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) y abogado por la Universidad de El Salvador. Trabajó junto a diferentes comunidades en El Salvador como director general de la organización TECHO.

Wilson Sandoval es coordinador del Centro de Asesoría Legal Anticorrupción (ALAC) de la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE). Es candidato a la Maestría en Dirección Pública por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Maestro en Ciencia Política por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) y abogado por la Universidad de El Salvador.
Wilson Sandoval es coordinador del Centro de Asesoría Legal Anticorrupción (ALAC) de la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE). Es candidato a la Maestría en Dirección Pública por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Maestro en Ciencia Política por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) y abogado por la Universidad de El Salvador.

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