El Salvador / Violencia

Tamales contra el estigma en San Pedro Perulapán

San Pedro Perulapán sigue siendo una de las ciudades más violentas de El Salvador, aunque hayan remitido algo las escandalosas cifras de asesinatos del trienio 2014-2016. En lo que va de 2018, cada semana han asesinado a un sampedrano, pero esta realidad no impide al nuevo alcalde –el coronel Sibrián Miranda– y al nuevo jefe del CAM –el sargento Beltrán Vásquez– tener fe en el potencial turístico del municipio y apostar a eventos como el festival del tamal.


Miércoles, 29 de agosto de 2018
Roberto Valencia

Uno de los platos fuertes en el programa del IV Festival del Tamal de San Pedro Perulapán fue el comelón de tamales: comer diez tamales en menos de cinco minutos. El concurso lo ganó Estela Ayala (sentada frente a la cámara, comiendo), y con ello se quedó con el premio de 30 dólares. Foto Roberto Valencia (El Faro).
Uno de los platos fuertes en el programa del IV Festival del Tamal de San Pedro Perulapán fue el comelón de tamales: comer diez tamales en menos de cinco minutos. El concurso lo ganó Estela Ayala (sentada frente a la cámara, comiendo), y con ello se quedó con el premio de 30 dólares. Foto Roberto Valencia (El Faro).

Hoy es un día especial para el sargento Beltrán Vásquez. Perulapaneco desde la cuna, este domingo 26 de agosto se celebra una edición más del Festival del Tamal, y el sargento Beltrán Vásquez, desde mayo jefe del Cuerpo de Agentes Metropolitanos (CAM), es el responsable de la tranquilidad del evento, el responsable de que tenga sentido la frase final de la convocatoria de prensa que la alcaldía envió a mitad de semana: “Garantizamos la seguridad de toda la población que nos visite”.

Tratándose de San Pedro Perulapán (Cuscatlán), la ciudad salvadoreña que más ha sufrido por la violencia homicida en el último lustro, un compromiso así puede sonar altanero, incluso temerario.

El CAM de San Pedro Perulapán lo integran seis agentes, regados ahora por las cuadras del barrio El Centro; los seis visten uniformes impecables y botas relucientes, como si estuvieran de estreno. El sargento Beltrán Vásquez ha optado por venir de civil: zapatos bien lustrados, jeans y una camisa oscura con el escudo municipal en el pecho, bordado sobre el lema ‘Cultura y Paz’.

Sobre el tramo final de la hoy cerrada al tráfico avenida Morazán acaba de celebrarse el comelón de tamales –la explicitud del nombre invita a no dar explicaciones–, uno de los platos fuertes del festival. Faltan minutos para las 11 de la mañana, y el sargento Beltrán Vásquez aprovecha para subir al montículo del campanario, uno de los rincones más fotografiados del pueblo, contiguo a la plaza. Intercambia pareceres con el agente ahí apostado. Todo parece en orden.

—Antes, en estas bancas, los muchachos se la pasaban fumando y tomando –me dice.

Miguel Beltrán Vásquez (1963, 1 de julio) nació y vive en el cantón La Loma de San Pedro Perulapán. La Loma es uno de esos cantones contranatura en los que vive más gente que en su centro urbano. Cuando uno va de San Salvador a San Miguel por la carretera Panamericana, apenas se deja atrás San Martín, hay una larga curva con un desvío al norte en el que siempre hay movimiento, junto a una gasolinera Texaco. Todo ese reguero de casas, negocios e iglesias que hay a ambos lados de la carretera es el cantón La Loma.

Pero el festival es en el centro, a tres kilómetros de la Panamericana. Es un casco digno, paseable, bonito. “Uno de los propósitos de la nueva administración es dar vuelta al rostro que San Pedro tiene; que deje de ser catalogado como un municipio violento y que ahora sea conocido como un municipio turístico”, dice el sargento Beltrán Vásquez.

Tener el estigma de municipio violento dentro el país más violento del hemisferio amerita algunos datos que dimensionen. En la década 2008-2017, la Policía Nacional Civil (PNC) contabilizó 548 cadáveres en San Pedro Perulapán, cuya población en 2018 se estima en unas 54 000 personas. En 2017 hubo 42 asesinatos. En 2016, 97. En 2015, 143 perulapanecos fueron asesinados. Cifras todas de homicidios, sin la variable de los desaparecidos.

Lo ocurrido en 2015 –cuando se celebró el primer Festival del Tamal, por cierto– es casi apocalíptico. Aquel año, el mediático listado de las ciudades más violentas del mundo que cada año elabora una oenegé mexicana lo encabezó Caracas, Venezuela, con una tasa de 120 homicidios por cada 100 000 habitantes. La tasa de San Pedro Perulapán fue 276, invisibilizada porque la oenegé sólo tiene en cuenta las áreas metropolitanas arriba de 300 000 pobladores.

La violencia homicida batió récords en San Pedro Perulapán en 2015, con 143 asesinatos. En la imagen, tomada el 5 de agosto de aquel año, soldados custodian el bus en el que supuestos pandilleros masacraron con armas largas a cuatro personas e hirieron a otras diez en el cantón El Rodeo, en un viaje de la ruta 144-C. Foto Marvin Recinos (AFP).
La violencia homicida batió récords en San Pedro Perulapán en 2015, con 143 asesinatos. En la imagen, tomada el 5 de agosto de aquel año, soldados custodian el bus en el que supuestos pandilleros masacraron con armas largas a cuatro personas e hirieron a otras diez en el cantón El Rodeo, en un viaje de la ruta 144-C. Foto Marvin Recinos (AFP).

En los 17 cantones y 117 caseríos que conforman San Pedro Perulapán se creó en 2015 la tormenta perfecta: una guerra abierta entre la MS-13, las dos facciones de la 18, la PNC y la Fuerza Armada y clanes familiares. ‘El pueblo de las masacres’ fue el titular elegido para un reportaje publicado en La Prensa Gráfica a finales de aquel año.

La tormenta ha amainado desde entonces, pero aún llueve.

Apostado en el pórtico de la alcaldía durante este festival, las palabras de Jesús Flores, un empobrecido artesano de 72 años –vecino del cantón La Cruz desde su adolescencia– que se dedica a elaborar vistosos canastos con tiras de bambú, resumen mejor que mil cuadros estadísticos: “Estaba más peor hace dos o tres años, pero siempre hay que tener cuidado”.

El sargento Beltrán Vásquez lo sabe. Lo vive. Es también líder comunitario en el cantón La Loma. Casi toda su vida la ha pasado armado: sargento en la Fuerza Armada durante la guerra civil, luego sargento en la extinta Policía Nacional, luego guardia de seguridad de un banco en los noventa, luego integrado en la División de Protección a Personalidades Importantes (PPI) de la PNC. Antes de la Tregua, se libró de un atentado en su contra; unos pandilleros llegados de fuera lo agarraron a balazos en su propio cantón, pero salió ileso.

—En La Loma comenzó a complicarse la cosa a partir de 2003 –dice.

—¿Por qué, sargento? ¿Por qué se descontroló tanto este tema de las pandillas?

—La cuestión social que vive El Salvador tiene muchos factores: las pocas oportunidades de empleo, los hogares desintegrados, la migración, y que el joven ha ido perdiendo valores porque los padres tal vez no supieron dar una buena enseñanza a los hijos. Todo eso viene a fomentar este problema de las maras. Ahí en La Loma bien seguido asesinan...

Mañana, lunes 27 de agosto, la PNC matará a un presunto pandillero de la 18 en el caserío El Tamarindo del cantón La Loma.

“Los muchachos de La Loma saben perfectamente quién soy yo; lo que quizá me ayuda a mí es que los conozco desde que gateaban, y como que me tienen cierto respeto. Y también –se arranca el sargento Beltrán Vásquez en un arrebato de sinceridad– que uno tiene que saber vivir la vida. Si ellos un día están por ahí, y yo paso por ahí y me dicen: ‘Nos queremos tomar una soda, ¿no lleva una cora?’ Si llevo, les doy el dólar; y si no llevo, les digo que hoy no llevo y ahí queda todo. Pero ahí van, así, hay que saberlos tratar también”.

Quizá sea lo poco que lleva al frente del CAM, pero el sargento Beltrán Vásquez transmite optimismo sobre el futuro a medio e incluso a corto plazo de San Pedro Perulapán. Se ve en 2021, al final de la administración, al frente de un grupo de unos 30 agentes, que puedan patrullar en bicicleta al menos la calle desde el casco urbano a La Loma. “Ahora a los cantones no salimos porque eso le compete a la PNC y al Ejército”, dice.

Para lograrlo, cree en el potencial del turismo y eventos como este IV Festival del Tamal los siente claves para la desestigmatización. Es una réplica del discurso de la persona ante la que se cuadra, el alcalde Oswald Sibrián Miranda, un coronel de la Fuerza Armada que desde el 1º de mayo está al frente de la municipalidad, bajo la coalición ARENA-PCN.

—¡San Pedro tiene las condiciones para convertirse en un municipio turístico! –dice el coronel Sibrián Miranda desde la tarima montada por el festival.

Recién llegados a la alcaldía, no faltan planes ni buenas intenciones, sobre todo con un micrófono delante. Quieren reubicar la unidad de salud para botar el edificio e integrar los parquecitos que hay frente a la alcaldía y frente a la iglesia de San Pedro Apóstol. Quieren crear miradores turísticos en los cerros El Güegüecho y Tecomatepe, y promover las caminatas. Quieren pavimentar la calle hasta el cantón San Agustín, en el lago de Ilopango. Quieren potenciar los festivales y las festividades. Quieren levantar un vistoso arco que dé la bienvenida a San Pedro Perualpán en el desvío de La Loma. Quieren…

—¡Y decirles que San Pedro es un pueblo seguro! ¡Es un pueblo seguro! –grita el coronel Sibrián Miranda.

El Plan El Salvador Seguro, la principal apuesta gubernamental en materia de seguridad, los incluyó entre los municipios prioritarios. Arrancaron en diciembre de 2016, con un ambicioso y completo plan local redactado en algún despacho de San Salvador.

Ese plan habla de seguridad en los cantones, de comités de prevención, de oportunidades educativas y de inserción productiva, de impulsar las artes y el deporte, de dinamizar los espacios públicos, de servicios ampliados en las comunidades, hasta de atención a víctimas. Son 12 páginas con reminiscencias de carta de Santaclós redactadas con “el apoyo técnico y financiero” del Banco Mundial y del PNUD.

Pero el sargento Beltrán Vásquez apenas alcanza a enumerar los patrullajes de policías y militares cuando le pregunto qué beneficios ha sentido como perulapaneco primero, y ahora como jefe del CAM, en los casi dos años en los que el Plan El Salvador Seguro está aplicándose en el municipio.

El año 2018 no ha arrancado bien. Lejos de las oscuranas de 2015, pero hasta el 31 de julio la PNC reporta 27 asesinatos. A ese ritmo, el año terminaría con cuatro o cinco homicidios más que 2017, con lo que se pondría fin a los dos años de fuertes descensos en la tasa de homicidios. Aunque hoy y en este festival todo parece ir sobre ruedas, falta mucho por hacer en San Pedro Perulapán.

“El sábado 22 de septiembre tenemos un concurso nacional de bandas de paz, con premios de hasta 500 dólares, y en la noche un concierto de La Auténtica Banda L.L –dice entusiasta el coronel Sibrián Miranda–. Y el día 25, aniversario de la batalla de San Pedro Perulapán, vamos a tener un desfile militar al estilo de San Salvador, con Fuerza Aérea, infantería, artillerías, caballerías, ingenieros… ¡Un desfile increíble, algo nunca visto aquí, en San Pedro!”.

—El 25 lo esperamos acá –me dice el sargento Beltrán Vásquez a modo de despedida–. Va a estar bueno el desfile.

Desde el 1º de mayo de 2018 Miguel Beltrán Vásquez es el jefe del Cuerpo de Agentes Metropolitanos de San Pedro Perulapán. Beltrán está convencido del potencial turístico y cree es posible revertir la estigmatización de su ciudad. Foto Roberto Valencia.
Desde el 1º de mayo de 2018 Miguel Beltrán Vásquez es el jefe del Cuerpo de Agentes Metropolitanos de San Pedro Perulapán. Beltrán está convencido del potencial turístico y cree es posible revertir la estigmatización de su ciudad. Foto Roberto Valencia.

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