El Salvador / Memoria Histórica

Opus Dei: “No era cierto lo que pensábamos sobre Romero”

El Opus Dei reconoce que la canonización de monseñor Romero ha permitido “descubrir” al verdadero personaje, no a aquel que la extrema derecha etiquetó durante su conflictivo arzobispado. Tres miembros de la congregacón, una de las más conservadoras de la Iglesia, confiesan que había “ideas preconcebidas” sobre el arzobispo mártir y redescubrirlo es una 'conversión'. Sobre Fernando Sáenz Lacalle, el sacerdote del Opus Dei que más poder tuvo en la curia, uno de los voceros dice que “quizá debió haber hablado más” para defender a Romero.


Sábado, 13 de octubre de 2018
Arysbell Arismendi y Nelson Rauda

Hablar del Opus Dei en El Salvador es hablar de una congregación conservadora vinculada a representantes de las élites. “La obra”, como le llaman sus miembros, no es nueva. Llegó al país en 1958, y para cuando monseñor Romero se convirtió en arzobispo, el Opus Dei ya se codeaba con representantes de los poderes económicos y politicos del país. La crítica vehemente de monseñor también los tocaba. Cosa curiosa, pese a las diferencias entre la iglesia de los pobres de Romero y la del Opus Dei, tuvieron cercanías y Romero hasta habló del movimiento en su Diario. Uno de sus amigos en el Opus, de hecho, fue monseñor Fernando Sáenz Lacalle, ex arzobispo de San Salvador entre 1995 y 2008.

En esta entrevista, Alfredo Vela Cuéllar, director de información de la cogregación; Mónica de Molina, integrante de la oficina de prensa y Fernando Armas, sacerdote numerario, confiesan que la canonización ha provocado una reflexión en torno al verdadero Romero, uno que se distancia del dibujo que hizo la extrema derecha salvadoreña. Ese redescubrimiento incluso ha logrado conversiones. “Ahora que leo sus homilías (...) me doy cuenta que no era cierto eso que algunos pensábamos: que su tema era siempre girando alrededor de la política”, dice Mónica de Molina. Sus interlocutores, aunque con otras palabras, comparten la reflexión.

El director de información del Opus Dei El Salvador, Alfredo Vela Cuéllar (izquierda), y sacerdote numerario del Opus Dei El Salvador Fernando Armas (derecha), en el programa de El Faro Radio del jueves 11 de octubre de 2018.
El director de información del Opus Dei El Salvador, Alfredo Vela Cuéllar (izquierda), y sacerdote numerario del Opus Dei El Salvador Fernando Armas (derecha), en el programa de El Faro Radio del jueves 11 de octubre de 2018.

El propio Vaticano ha reconocido ahora que el arzobispo mártir fue abandonado por la Iglesia salvadoreña y que no eran pocos los embajadores que viajaron al Vaticano para quejarse de él, en vida; y para intentar bloquear su proceso de beatificación tras su muerte. Uno de los embajadores en el Vaticano fue el fundador del Opus Dei en El Salvador, el empresario Roberto Simán (ya fallecido). Consultado sobre si Simán se oponía a Romero o participó en este bloqueo, Vela Cuéllar responde que es un incierto. En las actividades personales de sus miembros, dice, el Opus Dei no se inmiscuye.

La congregación también habla con cautela sobre el papel de Sáenz Lacalle y su silencio frente a los ataques contra Romero. Cuéllar responde que de no haber sido por el ex arzobispo, la causa de la canonización nunca se hubiera realizado. Aunque plantea que “la parte política quizás la manejó mal, quizás debió haber hablado más (a favor de Romero)”.

Esta entrevista fue realizada en dos tiempos. La primera parte se concretó el jueves 11, en una emisión especial de El Faro Radio. Vela Cuéllar accedió a repreguntas el viernes 12 de octubre.

Monseñor Romero tenía una relación cercana con miembros del Opus Dei. ¿Esta cercanía era con las personas o con la institución?

Alfredo: En Roma tuvo una relación con don Joaquín Alonso, que es uno de los colaboradores principales de uno de los prelados del Opus Dei. Pero ya para ese entonces monseñor ya tenía contactos, y cuando regresa a El Salvador tiene un mayor contacto directo. Incluso comienza a participar en retiros, en convivencias, y comienza él a recomendarle a mucha gente que se acerque al Opus Dei.

Hace un par de años, El Faro publicó una entrevista de Carlos Dada con Fernando Sáenz Lacalle, miembro del Opus Dei y ex arzobispo de San Salvador. Él fue muy cercano a monseñor, pero dijo que la relación, más que con la institución, era con él.

Fernando: Por una parte hay que tener muy claro cuál es el mensaje que el Opus Dei y es la santidad en medio del mundo, que todos los profesionales pueden y deben ser santos en donde están. En el año 42, monseñor está a punto de terminar su licenciatura en la universidad Gregoriana en Roma. Para terminar la licenciatura tiene que terminar una tesis pequeña y el tema de investigación era la perfección de la vida cristiana en los diversos estados, según el padre Luis de la Puente. La santidad es un tema que él ya tenía en la cabeza. Y me imagino que, al haber encontrado la obra, teniendo este tema ya preconcebido, hace clic también con la idea de decir 'bueno, hay una institución que está promoviendo esa perfección en la vida cristiana'. Así lo deja manifiesto en alguna parte del diario. Él dice cómo la obra es una mina de santidad. No es solo la unión con el padre Fernando Sáenz, sino también una comunión de ideales con la institución.

Esa entrada es del 6 de septiembre de 1979. Romero decía: “Me parece que es una mina de riqueza para nuestra Iglesia la santidad del laico en su propia profesión”. Parece que en la interpretación de Romero, él jala agua para su molino, en el sentido de valorar la santidad del laico en la vida cotidiana, en la realidad. Romero era súper vocero de los derechos humanos, de la realidad nacional, leía los informes de la oficina de Socorro Jurídico. ¿El Opus Dei tenía más coincidencias o diferencias teológicas con Romero?

Alfredo: Yo creo que entre el Opus Dei y Romero no había ninguna diferencia porque, doctrinalmente hablando, ambos promueven la misma iglesia. Romero es un hombre de Dios como cualquier otra persona católica de cualquier diócesis, que es la manera más fácil de entender el Opus Dei, una diócesis aunque no tiene un territorio. Entonces, esta partecita de la iglesia que es el Opus Dei, como esta parte que es el arzobispado de San Salvador, sigue los mismos lineamientos de la Iglesia, la misma doctrina social. No es que tengan una doctrina particular específica. En eso coincidimos completamente. Y así como hay personas que son católicas que están en esta arquidiócesis -y en muchas cuestiones: quizá económicas, deportivas o de la realidad nacional-, tienen opiniones diferentes. Así puede ocurrir en el Opus Dei; tenemos opiniones diferentes. Y ¿en ese sentido no hay coincidencias con Romero? Pues sí, no hay coincidencias con Romero.

Primero, comentaban que había coincidencias completamente y luego remarcan el hecho de que puede haber puntos de vista diferentes.

Alfredo: Porque estoy hablando de dos niveles diferentes: uno es en la parte doctrinal, porque predicamos la misma iglesia, y luego en otras cuestiones que no están doctrinalmente fundamentadas, opinables.

¿En cuáles?

Alfredo: En la parte económica, política, deportiva, comercial, climática...

O sea, en todo lo que se sale del templo...

Alfredo: En todo lo que no es doctrina porque luego tú sos el que lleva a Cristo en cualquier lado donde tú estás.

Pero respecto a la figura de monseñor y a lo que promovía en su momento, ¿cuáles son esas visiones diferentes dentro de la institución?

Alfredo: Cuando monseñor Romero vivía y estaba en esos últimos tres años que fueron tan convulsivos, que todo mundo se quiere centrar ahí, creo que tenía, ante todo, la clara idea de que era Dios el que estaba detrás. En ese sentido, cualquiera que ahorita lee sus palabras de entonces cae en la cuenta de que si no tenía a monseñor Romero en los altares, ahora lo pone en los altares. Sus homilías son una maravilla, doctrinalmente hablando, desde la piedad, la piedad que le tenía a la virgen María, etc. Otra cosa es la realidad nacional, que es un punto muy del momento, de las circunstancias, porque él llega a ser la voz de los sin voz. Él era el que recibía a toda esta gente y luego comunicaba aquellas masacres, aquellas persecuciones y que son un porcentaje muy mínimo de sus homilías, aunque no lo he medido. En eso podías estar de acuerdo o no, porque eso no tiene nada que ver con la doctrina.

Pero en esos años no estaban de acuerdo.

Alfredo: Probablemente había gente que no estaba de acuerdo y había gente que sí estaba de acuerdo.

Fernando, ¿usted quería opinar sobre esto?

Fernando: Yo recuerdo haber conversado con una persona de la obra. Le dije: 'ahora mismo, 30 años después, se ve todo con gran claridad. ¿En ese momento tú que pensabas?' Y él me dijo: 'yo no sabía qué pensar, pero fui con don Juan Aznar, un sacerdote mayor, y él me dijo: cuando monseñor Romero habla como obispo, como pastor de la grey, tú eres una oveja más; cuando monseñor Romero habla de unas realidades que pueden ser opinables, él es un ciudadano más. Tú puedes estar de acuerdo o no en ese tema, pero como pastor tú tienes que obedecer'. Creo que él lo entendió bien. Me parece que eran palabras con mucha sabiduría.

¿Y eso ha cambiado desde ese entonces?

Fernando: Ahora mismo, que el Santo Padre le canoniza, yo creo que también tendría que cambiar eso porque ya es una declaración oficial de la Iglesia y ahora está en los altares.

¿Y eso significa que debería de haber reconocimientos por las equivocaciones de parte de miembros de la iglesia que en aquel momento no estaban de acuerdo con él?

Fernando: Volvemos a lo mismo: Tú podrías no estar de acuerdo con él. Alfredo ya lo explicaba: en temas económicos, políticos, sociales... Pero en temas doctrinales, monseñor Romero fue un hombre de Dios, un hombre de iglesia, un hombre muy leal al Papa. Y todo lo que decía lo tenía muy fundamentado. Es un gran conocedor del concilio Vaticano II. Monseñor Romero tenía muy bien agarrada la parte doctrinal y además, por su misma personalidad, conocía muy bien la realidad nacional. En la parte doctrinal le hemos seguido siempre.

'Hay que irse a la fuente principal para conocer a Romero', dice uno de los representantes del Opus Dei. 

¿En el Opus se debate si Monseñor pudo haberse equivocado en su lectura de la realidad nacional, aunque lo ven tan firme doctrinalmente?

Alfredo: No lo debatimos. Cada quien lo asimila y lo acepta o no lo acepta en esa parte de la realidad nacional. Ahora, cada vez que vas y lees la mayoría de textos que hay sobre la guerra que hemos vivido, la ha escrito gente ya con una ideología bien definida y tú podés aceptarla o no aceptarla. Los hechos están ahí. La mayoría, lamentablemente, hemos vivido una guerra y no la hemos leído después. Yo he venido a leerla casi 10 años después de que viví la guerra. Y entonces comienzo a interesarme por cosas. Me interesa ir a los museos, ir al de la Imagen y la Palabra, visitar Perquín y conocer a Santiago, y ver el transmisor de Radio Venceremos y todo aquello. Alguien me puede decir: estás loco. No, es que yo quiero entender lo que viví.

¿Y se lo dicen en el Opus?

Alfredo: Me lo dicen mis amigos, me lo dicen mis colegas y quizá alguien del Opus sí me dice: 'hey, qué loco estás'. Yo he llevado al tour de Romero a varios que se acercan por el Opus Dei para que conozcan, para que entiendan. Esa obra de arte que está puesta encima de ese lugar preferencial que se le da, a diferencia de los otros obispos de San Salvador, que están en sus nichos respectivos ¿quién se lo da? ¿En qué época?

(El mausoleo fue instalado en 2005, durante el periodo de Fernando Sáenz Lacalle, amigo de Romero y miembro del Opus Dei, como obispo de San Salvador).

Alfredo, el Cardenal Rosa Chávez denunció en Roma que desde 1989 los embajadores de El Salvador en Roma, de los cuatro gobiernos de Arena, se dedicaron a hablar mal de monseñor. Luego de la muerte de monseñor, el Opus Dei, con su máximo representante Fernando Sáenz Lacalle como arzobispo, explícitamente nunca mostró un rechazo a la forma en que los gobiernos de Arena minimizaron, ningunearon, la figura de monseñor. Y por otro lado, también cayó a la hora de denunciar lo que estaba pasando respecto a los embajadores en el Vaticano. ¿No crees que debe haber un acto de contrición de parte de la institución por haber omitido lo que estaba pasando?

En primer lugar, el máximo representante del Opus Dei siendo arzobispo Fernando Sáenz Lacalle, no era Fernando Sáenz Lacalle. Inmediatamente después de que es nombrado obispo auxiliar de Santa Ana, él comienza a actuar de manera independiente, autónoma y libre, como jerarca de la iglesia de esa porción en Santa Ana, en primer lugar; y luego, en la arquidiócesis de San Salvador.

¿Lo que me quieres decir es que él, al asumir ese cargo como arzobispo de San Salvador, se desprendía del Opus Dei?

Él asumió la representación de la iglesia en la jurisdicción que estaba presidiendo. Luego, él entra al arzobispado sucediendo a monseñor Rivera y Damas, a favor de monseñor Romero: lo primero que hace es continuar la causa de canonización e intentar que en la parte local no se tergiverse, no se manipule, cosa que al final no consigue hacerlo porque se seguía utilizando como bandera de ideologías.

Pero ¿no debía defender a monseñor, desde esa silla del arzobispado, del menosprecio político?

Cuando se trata de ir al Vaticano, la moneda en curso, lo que realmente vale es la causa de canonización. Porque eso es lo que va a llevar (a Romero) y que lo está llevando a los altares. Si el proceso no se hubiese concluido por falta de recursos, porque no se nombró un tribunal, donde hay un presidente y un vicepresidente y un secretario... Si esa fase en la arquidiócesis no hubiese concluido, no tendríamos santo el 14 de octubre. Lo que va haciendo Sáenz Lacalle para que el Vaticano canonice a Romero es difundiendo su devoción en El Salvador, que es de donde sale realmente el milagro años después. Tiene que concluir el proceso canónico que sólo puede hacer el arzobispo porque de él depende. De él no depende lo demás, de él no dependen los cancilleres, ni los embajadores, eso está fuera de su mano. Es la mano del nuncio apostólico en todo caso.

Okay, ¿pero crees que eso fue suficiente?

Él termina la catedral; mueve el cuerpo de monseñor Romero a un lugar prominente, al que ahorita todo el mundo visita, y donde todo mundo puede venerar a un hombre de Dios y que abogaba por la justicia. Y pone la obra de arte en bronce, dorado, muy bonita y con una visión de proyección de años. La parte política, pues no sé, quizás la manejó mal, quizás debió haber hablado más, pero eso no hubiese acelerado la canonización de monseñor. La causa canónica es así.

Mónica, ¿tú cómo ves esta relación del Opus Dei con Romero?

Para mí ha sido interesantísimo todo este tema porque yo pudiera llamarme una conversa de monseñor Romero en el sentido que, al igual que Alfredo, había vivido la guerra, pero nunca me había sentado a pensar, no me había sentado a analizar lo que había pasado de fondo. Tenía muchísimas ideas preconcebidas. Entre ellas, la persona de monseñor Romero. A mí, como psiquiatra, me ha interesado saber que era un hombre sumamente tímido y, sin embargo, el más valiente de los salvadoreños.

¿Y durante esa etapa cuál era tu imagen de monseñor?

Ahora que leo las homilías me doy cuenta que no era cierto eso que algunos pensábamos: que su tema era siempre girando alrededor de la política. Me doy cuenta que era un hombre sumamente espiritual, que llamaba a la oración, que llamaba a la unidad, que llamaba a la paz. Denuncia a la derecha tanto como a la izquierda. Esa unilateralidad que yo tenía muy fija en mi cabeza no es tan real. Ahora que leo sus homilías me doy cuenta que era un hombre de Dios.

¿Cuál fue la razón para comenzar a leerlo?

La canonización. El papa Francisco, un hombre admirable, santo, nos hace pensar en él.

¿Y crees que eso ha pasado con otras personas dentro de la obra?

Creo que sí, creo que es una oportunidad enorme para que reflexionemos, que nos demos cuenta también que tampoco se puede juzgar a la ligera a nadie, ni a las circunstancias y hay que enterarse antes de dar una opinión.

Según Mónica de Molina, la canonización de Romero le permitió redescubrir al personaje. 
Según Mónica de Molina, la canonización de Romero le permitió redescubrir al personaje. 

Imagino que también esa imagen de la que hablabas sigue existiendo, y seguramente sigue habiendo un debate en la institución respecto a la figura de monseñor.

Fernando: Puede haber gente del Opus Dei que le tengan devoción a monseñor Romero y otros no.. Ha sido un gran descubrimiento tener al Romero real, al pastor, nos lleva a todos a estar más unidos.

Yo entiendo el esfuerzo de decir que no hay debate, pero en realidad los escuchamos y son tres opiniones distintas.

Fernando: No se ha entendido tanto que la autonomía que existe dentro del Opus Dei es una cosa real. Esta autonomía cuesta un poco de entender. A veces quieren que todo mundo piense que es o blanco o negro, todos igual, uniformados y aquí venimos con zapatos lustrados y la camisa adentro.

Antes de iniciar esta entrevista, platicamos vía telefónica con el periodista Carlos Dada, que está en Roma, sobre si tendremos una homogeneización de la figura de monseñor Romero. La respuesta de Dada es: 'afortunadamente no'. Vemos mucha gente en este proceso de conversión, análogo a lo que le pasó a monseñor Romero en palabras de Jon Sobrino: ‘se le cayó la venda cuando sucedió el asesinato de Rutilio Grande’. ¿Dirían que esta es una tendencia fuerte en el Opus, una conversión de lo que se creía sobre monseñor Romero?

Alfredo: La conversión no de un menos a más, sino de más a más. Es pasar más de una suma a una multiplicación. Y así cada quien va a ser de manera diferente.

Hoy que ha cobrado fuerza la denuncia contra los embajadores que intentaron bloquear la canonización, sabemos que uno de esos embajadores ante el Vaticano fue Roberto Simán, fundador del Opus Dei en El Salvador (ya fallecido). ¿Él participó en este proceso? ¿No se discutió durante esos años, dentro de la institución, eso que ahora denuncia Rosa Chávez?

Alfredo: Yo me dedico a la robótica pedagógica y el Opus Dei no me va a decir absolutamente nada sobre qué hago con mi empresa, si vendo aquí o vendo allá, porque esta es una cuestión que depende de mí y ahí yo puedo hacer lo que me ronque en gana. No tiene absolutamente nada que ver con la vinculación de mi parte doctrinal, espiritual, con la Iglesia católica. Entonces, lo mismo ocurre con el ingeniero Roberto Simán y sus empresas. Si decidió hacer una carretera u otra, comprar una máquina u otra, era cuestión de él. Y de repente va al Vaticano y tiene un jefe que es el Estado y tiene que obedecer, seguir unos lineamientos de Estado que nunca los supe. El Opus Dei tampoco nunca los supo, porque era su trabajo profesional y en el ámbito de su profesión si lo hizo o si no lo hizo, cuál era la política de Estado o cuál no, ni idea. En esos ámbitos, el Opus Dei da total libertad y autonomía.

Al final no te puedes desligar, estamos hablando de que fue uno de los embajadores de El Salvador ante el Vaticano, y sobre esos embajadores hoy pesa una denuncia.

Alfredo: No me estoy desligando. Yo sé que el primer miembro del Opus Dei en El Salvador es Roberto Simán. Era un hombre de familia, muy piadoso, es probable que también haya sido muy amigo de Juan Pablo II, que también estaba bastante informado por el embajador, independientemente de cuál era la línea de la política estatal. Y nosotros no podemos influir en la línea estatal. Probablemente en lo privado Roberto Simán decía otra cosa, pero eso nadie lo dice, sino que era una política de Estado. En todo caso, hay que preguntarle al Estado, porque un embajador no puede decir lo contrario. En lo personal por supuesto que puede decirlo.

¿En los gobiernos de Arena, la congregación no discutía cómo las instituciones gubernamentales actuaban en referencia a la figura de monseñor tanto en El Salvador como en el Vaticano?

Alfredo: No se discutía la figura de monseñor, de lo que hacía un partido político o de lo que hacía un gobierno. No, eso no se discute, porque en lo político, en lo económico, en lo social, en cualquier otra área, los miembros del Opus Dei tienen total autonomía, cada quien puede opinar lo que desee. Nombre, si llega el embajador y dice algo que va en contra de la doctrina de la Iglesia, pues en todo caso que renuncie o al Opus Dei o a su trabajo de embajador. No puede llevar una vida doble, digamos. Con mi lengua voy a decir una cosa, pero en mi cabeza tengo otra. Eso es imposible de mantener. Entonces, aquí te daría la razón, pero el Opus Dei no se va a poner a discutir porque cada quien en estos campos tiene total autonomía.

Es difícil entender que el Opus Dei no discutiera la política de rechazo del Estado, en los gobiernos de Arena, contra un miembro de la Iglesia. Sobre todo cuando la congregación está vinculada a familias de un sector económico del país que tenía -y tiene- influencia en el sector político. ¿No hubo discusiones donde se plantearan: 'esto debe hacer Roberto Simán', por ejemplo?

Alfredo: No, porque lo que hacía Roberto Simán como embajador o como ingeniero o como padre de familia, dependía de él. Y como Margarita Argueta, empleada doméstica, ella lo que tiene que hacer, desde su trabajo de empleada doméstica, desde el cantón donde ella vive, ella puede hacer también lo que quiera. Ahí el Opus Dei no entra. Por supuesto que el proceso no ha sido fácil, porque monseñor Romero tenía un estilo pastoral que en algunas personas probablemente causaba cierta oposición. Si a eso se suma que recién ha sido asesinado, que se piensa a utilizar con fines políticos, empieza entonces a verse la imagen muy difuminada. 

¿Ahora se está leyendo diferente y alguien se plantea: la regamos en aquellos años por no haberlo entendido como lo entendemos ahora?

Alfredo: Bueno, te digo más. El mismo Papa Francisco ha dicho: es que Romero ha sido mártir en vida. Y no lo han estado matando con armas, lo mataron con su lengua y no estoy hablando... esas nos son palabras textuales del Papa, ¿verdad?. Lo estoy diciendo...

Pero sí lo dijo del episcopado y sus compañeros...

Alfredo: ¡Los obispos y sus compañeros! O sea, que más que eso. Que embajadores, ni que nada… Y esto ha sido una constante en la Iglesia católica. Es decir, todos los que han llegado a los altares han tenido oposición, persecución, han tenido una cruz que ir superando y llevando a cuesta. Si muchas veces, cuando llegan a los altares, es cuando muchos reconocen o reconocemos toda esta maravilla, toda esta labor que ellos habían hecho porque eran hombres de Dios o mujeres de Dios.

Pero una cosa es que el Papa lo enuncie y sentencie y otra es que los acusados digan: sí, nos equivocamos.

Alfredo: Sí...

Eso no ha sucedido en la iglesia católica salvadoreña.

Alfredo: Bueno, no lo sé.

Fernando: Bueno, creo que también muchos de los protagonistas de ese momento ya no están con nosotros.

Claro, ¿pero no debería haber un acto institucional de decir: nos disculpamos por lo que pasó en aquel momento?

Fernando: Institucional, de parte de la Iglesia, no creo que tenga que haber. Pero la canonización de alguna manera puede leerla así. Bueno, si en algún momento se le tachó de cualquier cosa, ahora reconocemos que fue un profeta, fue un hombre muy valiente, un hombre de Dios. Un hombre que, además, como sacerdote, lo ponen en su biografía todo el tiempo, se dedicaba a Dios. No se queda únicamente con las homilías o con la realidad nacional. O con el típico extracto de homilía donde la gente le aplaude y tal....era un hombre que rezaba el breviario todos los días, hacía una hora de oración, celebraba la santa misa, se confesaba con mucha frecuencia, rezaba el rosario, un gran devoto de la virgen. Y en el artículo del señor Carlos dice que pasaba noches enteras en oración, y eso uno no se entera. Se entera de los aplausos en la Catedral, eso sí. Pero no se entera de todo lo que hay detrás.

¿A raíz de la canonización, el Opus como institución comenzó a promover, de alguna manera, que su gente comenzara a hacer lo mismo que Mónica (conocer al verdadero Romero)?

Alfredo: No, no lo hubo de esa manera. Pero la iglesia anglicana ya lo había canonizado antes en la Catedral de Westminster. Los organismos internacionales, la misma Organización de Naciones Unidas le había dado un nombramiento especial. Es decir, muchas instituciones fuera de El Salvador. ¿Dónde está el conflicto, el debate, las ideas encontradas, que cuesta reconocer que es un hombre de Dios?

En El Salvador.

Alfredo: Es en El Salvador. El Opus Dei es una iglesia católica de ámbito universal. Probablemente yo tengo gente muy devota de monseñor Romero, que son conocidos míos y que son del Opus Dei y no son salvadoreños, o que son salvadoreños que viven fuera, y que digo yo: Caramba, yo que lo tengo aquí, debería de, pues sí, tenerle más devoción a Óscar Romero. Y ahora sí, yo he empezado a tenerle más devoción.

¿Y en esa reflexión, siendo Romero tan cercano a algunos miembros del Opus Dei, han debatido por qué no lo acuerparon en ese momento? Romero estaba enfrentado casi con toda la conferencia episcopal, que antes lo había promovido para arzobispo.

Alfredo: Sí, exacto. Pues yo pienso que siempre estuvo acuerpado con gente del Opus Dei. Lo busca directamente en el último período de su vida Fernando Sáenz. Él llegaba a comer en los centros del Opus Dei, incluso le regaló una foto autografiada por sus manos 'para mis amigos del Opus Dei'. Pero es lo mismo que hemos venido hablando. No hace falta una cosa institucional porque no es lo propio.

Pero eso es personal. Por ejemplo, en la misa única después del asesinato de Rutilio Grande, no hubo un acuerpamiento institucional: “estamos con vos, no importa las consecuencias”.

Mónica: En el Opus Dei el acuerpamiento es personalísimo, de amistad, y ese es el que él ha tenido.

Entonces, el Opus no funciona como los jesuitas, que sí lo estaban respaldando.

Fernando: Los jesuitas... habría que pensarlo, porque también había jesuitas que no lo acuerpaban.

Al principio de su arzobispado, pero al final sí...

Fernando: Bueno, los de Santa Tecla me parece que lo acuerpaban espiritualmente. De hecho ese día se confiesa con Don Segundo Azcué. Pero ellos no estaban metidos en nada de lo que estaban metido algunos otros.

Ellacuría sí, tanto que fue uno de los que que le aconsejaba al momento de preparar la homilía del cese a la represión...

Alfredo: Por supuesto, ellos están ahí. Siempre en ese protagonismo. Pero, digamos, son instituciones de la iglesia bien diferentes, que cada una tiene su propio carisma, pero que ambos pensaban que era un hombre de Dios. Creo que eso está clarísimo y en el balance creo que al menos yo podría sacar y podría aportar que era un hombre de Dios, que quería paz, que llamaba a la justicia, que quería la unidad, ahora que tanto necesitamos esta unidad. Pero no uniformidad, eso no es parte del carisma del Opus Dei.

¿Hay algo que no compartan de lo que hizo monseñor?

Alfredo: A mí hay una cuestión que me ha costado entender y es cuando la guerrilla se toma la iglesia El Rosario. Ya se había tomado otras iglesias, y esto lo describe Giovanni Galeas desde otro ángulo, porque él estaba dentro de la iglesia. Era uno de los que se había tomado la iglesia, digamos. Y en la madrugada le avisan a monseñor Romero que el ejército los ha rodeado y que de alguna manera los tiene que rescatar. En ese momento me pongo en los zapatos de monseñor y digo: ¿y por qué va a ir a dar la cara por esa gente? Que está tomando una iglesia, que es propiedad privada, pero además es un lugar sagrado; y lo que Galeas describe, cuando están allá adentro, como católico me parece que está bastante mal.Y sin embargo, esa misericordia de monseñor Romero de ir a interceder por ellos, me cuesta entenderla. Y me hace pensar que tengo que ser más misericordioso con los demás. Luego él habla con el que está al mando de las fuerzas de seguridad, que están afuera esperándolos para llevarlos presos, intercede por ellos y consigue que los dejen ir libres. Y luego llega un alto mando que revoca la orden del que ha hablado con monseñor; y llega, además, pasado de alcohol y maltrata a Romero. Entonces, con quien me indigno es con ese militar. Y sin embargo, monseñor Romero mantiene esa misericordia. Digo yo: caramba, yo no sería capaz de aguantar tanto misericordia. A menos que sea un Romero, que sea un hombre de Dios.

Ustedes han hablado de sus disciplinas espirituales, su oración, su devoción a la virgen... Para los que no somos católicos, admiramos cosas del Romero histórico, real, el noticiero en la época en la que no se podía confiar en los medios, la voz de los sin voz, este Romero de derechos humanos reconocido internacionalmente. ¿Cuál es el Romero del que ustedes van a hablar en El Salvador: el espiritual o ese Romero que abarca también su dimensión mundana?

Mónica: Yo quisiera decir que a las personas no se les puede separar en partes.

Con Romero se ha tratado.

Mónica: Y eso es lo que es verdaderamente un santo, una persona coherente que hace lo que cree. Entonces él, si me permiten leer una parte de una de sus homilías, dice: 'los verdaderos protagonistas de la historia son los que están más unidos con Dios, porque desde Dios auscultan mejor los signos de los tiempos'. Entonces, ojalá que él sea esa unión entre los salvadoreños y esa cercanía a Dios. Porque no podemos ignorar que esa es la persona que él es de fondo. Si él ha logrado ser esa persona valiente de los noticieros y demás, es porque a quien tenía detrás era Dios. Porque lo que de fondo siempre tuvo fue esa caridad, esa misericordia, ese interés por los que de alguna manera iban con él, lloraban lo que estaba sucediendo.

Alfredo, ¿la institución concuerda con esa visión de hablar de ese Romero en su conjunto?

Probablemente sea quizás la mayor recomendación que yo le haría a cualquiera de la institución, que conozcan al Romero real, que lean a Romero directamente, que no lo estén leyendo a través de filtros, de gente que lo interpreta a su manera, lo relee de otra forma. Yo iría directamente a la fuente.

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