Columnas / Desigualdad

Calidad docente, infraestructura y seguridad: tres claves para salvar la educación


Lunes, 14 de enero de 2019
Carolina Rovira

El sistema escolar salvadoreño está dividido entre público y privado. El privado tiene algunos colegios de élite, la mayoría bilingües y/o religiosos y el resto es un mosaico de opciones variopintas en calidad. Este sistema alberga a una minoría de alumnos a nivel nacional. Por otro lado, 9 de cada 10 salvadoreños ha sido o es parte del sistema público. Por esto, la escuela pública de El Salvador es no solo “el lugar común” de formación de capacidades cognitivas sino el espacio en el que aprenderán a socializar y a ser ciudadanos una amplia mayoría de salvadoreños. Sin dudas un lugar privilegiado por su potencial rol para construir un país desarrollado, un Estado de derecho y con oportunidades reales para la felicidad de su gente. A pesar de esto, lo hemos abandonado.

Listar los desafíos del sistema educativo público puede ser un ejercicio frustrante y poco productivo. Hay tantas áreas donde los resultados son alarmantes que al final de la lista nos quedamos con la sensación de que no hay “salida” al laberinto o, peor aún, decidimos simplificar el problema y caer en la fantasía de que con la tecnología y el bilingüismo lo solucionaremos todo y en el corto plazo. Lo cierto es que el país se encuentra en una situación educativa grave y que en educación no hay ni atajos ni opciones baratas.

Solo para los curiosos, los principales desafíos están en la calidad de los aprendizajes, idoneidad de los docentes, liderazgo directivo, infraestructura, seguridad en las escuelas, cobertura en el nivel inicial y medio, información para la toma de decisiones institucionales, falta de pertinencia de la educación, por nombrar algunos de los problemas a nivel más macro. Dentro de la escuela esto se traduce en niños que no aprenden a leer ni a escribir y no comprenden el mundo, maestros que dictan clases de materias para las que no fueron formados, un aula pobre y desvencijada que recibe a los niños recordándoles que la sociedad los ha dejado al margen.

He leído las propuestas en educación de los diferentes partidos en contienda electoral y creo que se perdieron en el laberinto. Las propuestas no contienen preocupación presupuestaria, son amplias y sin prioridades claras. En muchos casos caen en la ilusión de creer que medidas “light” resolverán problemas estructurales que requieren sudor e impopularidad para resolverse; y en otros, las propuestas no son realistas y parece que nadie está pensando en el tamaño del sistema que alberga más de 5,000 escuelas, de 45,000 profesores en servicio y alrededor de 1.5 millones de estudiantes.

Antes de proponer, el primer paso es ordenarse, diferenciar los problemas de sus causas y sus consecuencias. El segundo paso es priorizar los problemas más urgentes, entendiendo por urgencia resolver aquello que frena la posibilidad de que los Niños, Niñas y Adolescentes (NNA) y juventudes desarrollen su potencial para alcanzar proyectos de vida individuales y comunitarios que los hagan felices. Tercero, asignar el presupuesto y buscar alinear los recursos privados y de cooperación cuyo objetivo es impactar en educación alrededor de esas prioridades.

Resueltos los tres pasos anterior, un plan para la educación pública debería estar construido alrededor de un objetivo claro e innegociable: garantizar a los NNA salvadoreños una educación que les permita desarrollar su máximo potencial en la vida a nivel emocional, ciudadano y productivo.

Manteniendo este objetivo en mente, elegiría enfrentar tres problemas en este quinquenio, pues una vuelta de timón en estos temas sería el inicio de una transformación real.

Docentes de calidad

El primer problema para potenciar el aprendizaje de los alumnos es la limitada capacidad docente, que implica límites en manejo de contenidos específicos, habilidades socioemocionales y conocimientos culturales. Este es un problema grande y hay que hacer intervenciones inmediatas para iniciar un cambio de largo plazo.

Lo primero es que los docentes en servicio tengan las competencias para dar sus clases con calidad, pero como son más de 40,000 docentes, es necesario priorizar dónde formaremos con más agresividad. Dado los resultados de las pruebas nacionales, el país debe garantizar que sus NNA aprendan a leer comprendiendo y a escribir expresándose correctamente. Para ello hay que capacitar a los docentes en servicio -de parvularia a tercer grado-, las herramientas necesarias para que enseñen a leer comprensivamente y escribir creativamente de manera exitosa. Al final del quinquenio todos los docentes de esos niveles deberían de haber pasado por un proceso de formación centrado en este tema crucial. Si no garantizamos el manejo eficiente del lenguaje, estamos limitando no el desempeño escolar sino la comprensión del mundo de nuestros NNA. También estaremos ampliando la brecha de desigualdad, pues los más pobres no tienen manera de adquirir lenguaje en casa. Los niños formados correctamente en estos años, aprenderán de manera más autónoma en los años siguientes.

Para empezar a cerrar la terrible brecha de desarrollo entre lo rural y lo urbano, es urgente asegurar que todos los docentes que enfrentan el desafío del aula multigrado (mayoritariamente rural) tengan la formación pedagógica necesaria, el apoyo y supervisión cercana del MINED y materiales ad hoc.

Las medidas anteriores deben ser agresivas y certeras. Con miras a resultados de mediano plazo, es fundamental asignar presupuesto y capacidad técnica para fortalecer el Instituto de Formación Docente y transformarlo en un verdadero ejemplo de formación continua docente en las áreas clave de formación: lenguaje, matemáticas, ciencias, arte e historia. Este proceso ya ha iniciado y debe potenciarse y mejorarse a partir de la evaluación seria de los resultados. Es fundamental no retroceder en lo avanzado, pues es uno de los grandes logros de la gestión actual.

También es urgente asegurar la calidad de los docentes en formación y esto implica que el Estado defina estándares de calidad nacionales para la formación inicial docente y establezca la obligatoriedad de acreditar todos los programas de formación (esto incluye eliminar la formación en línea y exigir perfiles de ingreso de postulantes). Mirando a futuro y a las necesidades de cobertura, es necesario asignar becas para los estudiantes de educación inicial y de párvulos, de matemáticas, ciencias y arte pues urge tener el capital humano para cubrir las necesidades en estas áreas.

Poco valdrá todo lo que se haga en formación inicial docente si no se consigue el apoyo político y ciudadano para reformar, modernizar y dar coherencia interna a las leyes de educación. En particular es urgente terminar con el hecho que establece que la antigüedad y no el mérito y la idoneidad en la formación lo que determina el ingreso al magisterio público. Una vez logrado esto (¡no antes!), iniciaría un proceso de retiro voluntario para renovar la planta docente con los mejores perfiles disponibles en el mercado.

Infraestructura de calidad

El segundo problema urgente son condiciones de infraestructura escolar que no garantizan un ambiente seguro para el aprendizaje. Se han construido modernos institutos con dinero de la cooperación (Banco Mundial, FOMILENIO II) pero esto supone grandes inversiones y se logra hacer muy poco en escala. Es necesario garantizar adecuaciones básicas y mínimas de infraestructura para las 5000 escuelas del país. Al final del quinquenio, todas las escuelas deben tener techo y paredes en buen estado, baños limpios, cocina digna para el refrigerio saludable y aulas con pupitres y pizarra. Es urgente iniciar un proceso para que toda escuela tenga una biblioteca o una relación estrecha con la biblioteca municipal que permita tener libros en cada aula (con colecciones propias o itinerantes), además de una cancha o al menos un patio.

Deben hacerse nuevas construcciones, pero para la cobertura de parvularia y de bachillerato de centro escolares y escuelas que no tienen estos niveles y tienen demanda.

Me encantaría que cada aula tuviese una computadora, un proyector y conexión a internet pues la tecnología es equivalente a un “teletransportador” que puede llevarnos a recorrer el mundo estando sentados. La tecnología utilizada así, por un profesor formado para ello, daría alas a nuestros niños… Siempre y cuando ya entiendan lo que ven en la pantalla y para eso la prioridad es el lenguaje. Puedo vivir sin computadoras e internet un quinquenio más.

Aulas seguras

Un tercer problema es que las escuelas no son lugares seguros para nuestros NNA: discriminación y pandillas son para mí los dos enemigos más peligrosos. La educación inclusiva es un tema urgente y se ha quedado en políticas y papeles. Toda escuela debe ser capaz de acoger a los NNA en su diversidad de identidad de género, de raza, de condición social, de capacidades físicas y cognitivas o estado físico (embarazo, por ejemplo). Esto implica preparar personal exclusivamente para ello, por lo que cada escuela con más de ocho grados debe tener personal docente formado en la inclusión en el corto plazo o tener a distancia accesible el apoyo requerido si se trata de escuelas muy pequeñas. A mediano plazo, las instituciones formadoras de docentes deben incluir obligatoriamente en la curricula de todas las especialidades el desarrollo de ciertas competencias mínimas para favorecer la inclusión en todos los docentes.

El fenómeno de las pandillas es un desafío mayor que se vincula al ámbito de la seguridad más que de la educación, pero la escuela lo sufre. Sin embargo, la escuela debe ser un lugar de paz, debemos darles herramientas para “negociar” y convertirse en espacios de tregua. A partir de lo que he aprendido en nuestras escuelas, en esta “negociación” es clave el liderazgo directivo, su empatía, su capacidad de conciliar y abrir espacios a los jóvenes vinculados a pandillas o en conflicto con la ley para que sientan y acepten que hay otros caminos. Profesionalizar y formar a los directores en estas áreas y no solo en lo administrativo debe ser prioridad.

Coincidencias en primera infancia

Las propuestas de los candidatos ponen en la mesa la prioridad que debe darse a la primera infancia. Se trata de un periodo central en el desarrollo de las habilidades del ser humano y, además, las inversiones en esta edad reditúan con creces. Estoy totalmente de acuerdo. Discrepo con el hecho de que la atención a la primera infancia recaiga en el MINED. No creo que sea potestad de esta cartera. Creo que la primera infancia requiere al menos de una secretaría que aborde lo vinculado con este grupo que resulta ser el semillero de ciudadanos de nuestra nación. Esta secretaría debiese tener una junta colegiada en la que participarían, entre otros miembros, los ministros de Educación y Salud. La secretaría de la primera infancia debería de velar por la adecuada ejecución de un sistema de protección y atención integral a este grupo y tener un presupuesto independiente.

Todo esto requiere dinero. Creo que es posible reasignar recursos que no están utilizados de manera eficiente en educación y recuperar 50 o tal vez 100 millones de dólares anuales, pero se necesita más. Si hay una buena razón a mi juicio para subir el IVA de 13% a 15% es esta: 1% para educación y 1% para la secretaría de la primera infancia; serían alrededor de 180 millones de dólares para cada prioridad al año.

Frente a los problemas planteados, estas ideas para el quinquenio pueden parecer pocas, pero estoy segura que sentarían las bases para un cambio certero siempre y cuando se profundicen y mantengan en el tiempo. La continuidad no está en manos de un presidente o un ministro, está en manos de un país comprometido con el presente y el futuro de sus NNA. ¿Lo estamos?

Carolina Rovira es doctora en Ciencias de la Educación. Es coordinadora e investigadora de la  Fundación para la Educación Superior . De 2012 a 2016 trabajó como coordinadora de la Unidad de Política Pública y Gestión del Conocimiento para el Programa de las Naciones Unidas para El Desarrollo. Fue coordinadora del Informe de Desarrollo Humano de El Salvador (IDHES).
Carolina Rovira es doctora en Ciencias de la Educación. Es coordinadora e investigadora de la  Fundación para la Educación Superior . De 2012 a 2016 trabajó como coordinadora de la Unidad de Política Pública y Gestión del Conocimiento para el Programa de las Naciones Unidas para El Desarrollo. Fue coordinadora del Informe de Desarrollo Humano de El Salvador (IDHES).

 

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