Columnas / Política

Siete razones por las que esta campaña apesta

La campaña 2019 ha sido larga, saturada, falsa, trol, bélica, vacía y poco creativa. ¿Peor que las de antes? Sí, y sin falsas melancolías generacionales, la de hoy es la más apestosa de las últimas tres décadas.

Jueves, 24 de enero de 2019
Willian Carballo

Pasa con las campañas electorales lo mismo que con las tendencias musicales: uno suele creer que las de antes eran mejores. Aferrados a esa cuestionable premisa, es casi natural pensar que la presente propaganda es la más enlodada de la historia, así como creemos que la rubia Shakira de hoy es peor que la roquera pelinegra de los noventa o que el trap del nuevo siglo es basura a la par de nuestro viejo Big Boy. Esta vez, sin embargo, y más allá de esas debatibles melancolías generacionales, considero que hay elementos suficientes para encasillar la campaña de las elecciones presidenciales de El Salvador 2019 como una de las más apestosas de las últimas tres décadas. A continuación, explico en siete puntos por qué.

1 . Insufriblemente larga. Arrancó allá por 2015 cuando el número de páginas dedicadas a Calleja complementaban a las de ofertas del súper, en un descarado intento por construir la imagen mediática del que luego sería el candidato derechista. Después entró en calor cuando el Frente echó a Nayib. Una vez soltero, el hoy de Gana y próximo papá se vio libre para coquetear vía redes sociales con la presidencia y pudo empezar a quemar cuetes. Además, en el medio, se atravesaron las municipales y las legislativas. El resultado: cuatro años en campaña de un tirón.

2. Hasta en las pupusas. Desayunamos y cenamos candidatos. Por un lado, porque por primera vez desde 1994, cuando el PDC arrancó varios votos al Frente y a Arena, tenemos tres fuerzas con músculos electorales bien tonificados que vuelven la contienda una de esas peleas de la WWE de todos contra todos o todos contra uno. Y por otro, porque vivimos en una era de hiperinformación. Nunca habíamos tenido tantos medios –serios, paródicos, porristas– ni tantas redes sociales como hoy. Tampoco tantos mensajes zumbándonos como balas por la cabeza, sin tregua ni silenciador.

3 . Fake news. Los días se escurren entre mentiras y medias verdades. A un personaje público, por ejemplo, le escribe una usurpadora de la exdiputada Lorena Peña para intentar “comprarlo”. Este lo publica y, de inmediato, una orquesta de medios digitales empieza a tocar alrededor de su denuncia un reggaetón de notas con una sola fuente y sin una pizca de investigación. Así hay veinte ejemplos. Verdad y mentira, pues, empiezan a juntarse en un solo plato ante un comensal que se atraganta sin saber qué se lleva a la boca (Lea acá cómo detectar noticias falsas electorales).

4. Troles y cegados. Estos seres se lanzan como zombis tras cualquier cerebro enemigo. Alguien, por ejemplo, graba al candidato a la vicepresidencia de Gana declarándose “topado” y pronto decenas de cuentas de derecha lo crucifican con memes en el monte Calvario de Internet. Más tarde circula lo que parece un cheque emitido durante el gobierno de Saca a nombre de la candidata arenera y un grupo de seguidores celestes va sobre el cadáver filtrado para desgarrarlo. Es un troleo intenso. Uno que hace pasar por caricias a las arenillas, aquellas caricaturas burlescas publicadas por partidos en los periódicos de los ochenta

5. Vacía, pero bélica. Ataques ha habido siempre. Pero la suma de troles, cegados, fake news y candidatos incendiarios que se sienten más cómodos creando fantasmas que debatiendo planes de gobierno ha convertido esta campaña en una luna eclipsada por la propaganda negra y enrojecida por los ataques viscerales. Publicar spots anónimos difamando sale más barato que exponer proyectos; hacerse la víctima cotiza más que proponer; ahuevar genera más likes que consensuar.

6. Los no debates. Por un lado, un candidato solo le entra a la argumentación si es en Twitter o si el rival lo reta a preparar comida en la feria. Por el otro, los restantes se enfrascan en una monótona exposición de promesas de campaña en un evento descafeinado más parecido a un té para tres que a una discusión de ideas. Y aunque no se trata de copiar los agarrones entre Eugenio Calderón y Beltrán Bonilla en la KL –Dios nos guarde–, los debates televisados no pasaron de frases rellenas de silicona.

7. Producción gris. Lejos quedaron aquellos pegadizos jingles del FMLN en 2014 que parecían picks de Radio Femenina. Las vallas con golondrinas no mencionan a Gana, los spots de Arena insisten en despertar al d’Aubuisson que su gente lleva dentro y los candidatos areneros y efemelenistas siguen empecinados en abrazar abuelitas para el Facebook, como si al frotarles la espalda fuera aparecer el genio de los votos. Por lo demás, lo de Hugo saltando es un chascarrillo; lo de Josué, una toy story; lo de Nayib, una atracción de Play Land Park; y el cantadito de Carlos, un comercial de remesas.

En resumen, la campaña 2019 ha sido larga, saturada, falsa, trol, bélica, vacía y poco creativa. ¿Peor que las de antes? Pues la campaña de Saca en 2004 fue un guion de terror con el que Arena pretendió convencernos de que el Frente se comería a los niños; la de Funes en 2009 posando con la Biblia fue una patraña; la de Quijano en 2014 fue literalmente para llorar; y la de Cerén ese mismo año fue tan insípida como serían sus cadenas de radio y televisión después. De acuerdo con todo. Pero es que la actual, la de esta elección, es un poco de todo eso y más. Es también veinte seudomedios, varios cientos de cuentas falsas y tres contrincantes todos dentro del ring a la vez. Sí, esta rubia y rabiosa campaña –como canción de Shakira– es peor que las brutas, ciegas, sordomudas del pasado. Sí, y sin falsas melancolías generacionales, la de hoy es la más apestosa de las últimas tres décadas.

 

 

Willian Carballo ( @WillianConN )  es investigador, catedrático y consultor especializado en medios, cultura popular, jóvenes y violencia. Coordinador de investigación en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera.
Willian Carballo ( @WillianConN )  es investigador, catedrático y consultor especializado en medios, cultura popular, jóvenes y violencia. Coordinador de investigación en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera.

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