El Salvador / Violencia

El Salvador firma el inicio de año menos violento desde la Tregua

Salvo el paréntesis que supuso la llamada Tregua, hay que remontarse 15 años –a enero y febrero de 2004– para encontrar una cifra de asesinatos más baja que los 491 registrados en los dos primeros meses de 2019. “Hay una tendencia a la reducción de homicidios desde hace casi tres años”, dice Howard Cotto, director de la Policía Nacional Civil. El Salvador sigue siendo una de las sociedades más violentas del mundo, pero menos.


Viernes, 1 de marzo de 2019
Roberto Valencia

Dos miembros de la Sección Táctica Operativa de la PNC custodian el portón de ingreso a la comunidad Colfer, en el barrio San Jacinto de San Salvador. Si se mantuviera la tendencia, el país terminaría el año 2019 con una tasa de 45 homicidios por cada 100 000 habitantes. Foto Roberto Valencia (El Faro).
Dos miembros de la Sección Táctica Operativa de la PNC custodian el portón de ingreso a la comunidad Colfer, en el barrio San Jacinto de San Salvador. Si se mantuviera la tendencia, el país terminaría el año 2019 con una tasa de 45 homicidios por cada 100 000 habitantes. Foto Roberto Valencia (El Faro).

En enero y febrero de 2019 se registraron 491 asesinatos en El Salvador; en enero y febrero de 2016 hubo 1,404. En términos de violencia homicida, el inicio del año en curso es el menos negro desde 2004 –aún gobernaba el finado Francisco Flores–, con la única excepción de lo ocurrido en los arranques de 2013 y 2014, cuando estaba vigorosa la Tregua, nombre con el que se conoció la negociación entre el gobierno del expresidente Mauricio Funes y las pandillas Mara Salvatrucha (MS-13), 18-Sureños y 18-Revolucionarios.

“Toda disminución de los hechos delictivos es importante verla siempre con optimismo”, dice Howard Cotto, el director general de la Policía Nacional Civil (PNC) desde enero de 2016.

La PNC registró en enero y febrero 285 y 206 asesinatos respectivamente. En 2019 se han cometido en promedio 8 asesinatos cada día, en el mismo país que promedió 18 diarios en todo el año 2015, 14 en 2016, 11 en 2017, y 9 en 2018.

El buen comportamiento de las cifras de violencia homicida (siempre en función de los parámetros salvadoreños, que sigue siendo una sociedad violenta como pocas en el mundo) se da a pesar del repunte de violencia que hubo entre el 9 y el 18 de enero. En esos días, varias clicas de la MS-13 realizaron una serie de atentados contra las fuerzas de seguridad, saldados con la muerte de ocho agentes y un soldado, la mayoría en los departamentos de San Miguel y La Paz. A su vez, estos ataques generaron la muerte de pandilleros en supuestos enfrentamientos con la PNC, y de familiares de estos en presuntas acciones de exterminio.

Muy en sintonía con las del último trimestre de 2018, los números de enero y febrero desmienten –una vez más– el chambre que asegura que en los meses previos a unas elecciones presidenciales los homicidios en El Salvador se disparan. Un rumor que se dispara en redes sociales previo a los comicios.

“Y la reducción que estamos teniendo ahora no es sólo en los homicidios –dice Howard Cotto–, sino también en otros rubros delictivos importantes”.

La valoración de Cotto

El director general de la PNC atribuye la disminución a las acciones desarrolladas desde el gabinete de seguridad. “Se han hecho cosas positivas que han tenido un impacto en la reducción de la violencia”, dice.

Cotto habla sin matices de una tendencia consolidada a la baja en el tema de la violencia homicida en El Salvador, con abril de 2016 como punto de arranque: “Esto sí marca una tendencia a la reducción, porque ya estamos hablando de una valoración de casi tres años, y sin duda esto tiene un impacto en la sociedad salvadoreña, porque modifica sustantivamente lo que habíamos tenido”.

En febrero de 2019, por ejemplo, no se registró ni un solo homicidio en el departamento de Morazán. Hay que regresar de nuevo a la Tregua para hallar casos de cero homicidios en todo un departamento durante un mes entero: ocurrió en San Vicente en enero de 2014, y en Morazán en mayo de 2013.

A escala departamental, el arranque de año más tranquilo lo han tenido Chalatenango, La Libertad, Cuscatlán y Santa Ana. Por otro lado, la violencia homicida sí ha presentado números preocupantes en los departamentos orientales de La Unión, Usulután y San Miguel, así como en La Paz, lugares en los que se concentró el referido repunte violento de mediados de enero.

Si se pone la lupa sobre los municipios salvadoreños más populosos, sorprende positivamente el buen comportamiento de la mayoría de las ciudades del área metropolitana de la capital: Soyapango, Cuscatancingo, Tonacatepeque, San Martín, Mejicanos, Ayutuxtepeque, Ciudad Delgado e Ilopango. Mientras que los cinco municipios arriba de 50 000 habitantes que en enero y febrero presentaron tasas de violencia más altas son Nahuizalco, San Miguel, San Salvador, Usulután y Quezaltepeque.

Si se mantuviera la tendencia para el resto de 2019, El Salvador terminaría con una tasa de 45 homicidios por cada 100 000 habitantes, la más baja desde 2003 excluidos los años de la Tregua.

“Esto tiene dos ópticas; se puede ver desde la óptica de que una tasa de 45 homicidios por cada 100 000 habitantes sigue siendo alta, y ciertamente lo es; pero tampoco hay que ignorar que se ha reducido más de la mitad desde el año 2015 [la tasa fue de 103 por 100 000]. Yo creo que las dos perspectivas son válidas: tanto ver lo que falta por hacer, como fijarse en los esfuerzos que se han hecho para disminuirla”, dice Howard Cotto.

Incluso con el notable descenso en la tasa en los últimos tres años, El Salvador está aún muy lejos de los parámetros que el Sistema de Naciones Unidas fija para considerar que un país no tiene epidemia de violencia. Para que El Salvador tuviera una tasa de violencia homicida similar a la de Chile, por ejemplo, debería ocurrir un asesinato cada dos días, unos 15 al mes. Las mejoras en los indicadores ahí están, son innegables, pero aún falta un mundo por hacer.

Mención aparte merece el tema de las personas desaparecidas, que desde finales de los noventa es una variable excepcionalmente alta en El Salvador. La PNC no ha hecho públicas cifras recientes sobre este fenómeno, pero lo observado en la última década –cuando más y mejor se ha monitoreado este flagelo– indica que la violencia homicida y las desapariciones, por lo general, van de la mano: sus números suben o bajan de forma simultánea.

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