El Salvador / Violencia

“¿Diálogo con las pandillas? ¡Ni debajo ni encima de la mesa!”

Los días de Howard Cotto como director general de la PNC parecen contados. Salvo sorpresa mayúscula, el 1º de junio finalizarán casi tres años y medio de una administración que puede presumir de un descenso notable en las cifras de violencia homicida, pero que también está manchada por las ejecuciones extrajudiciales. De lo uno y de lo otro se habla en esta entrevista en la que Cotto también explicita su deseo de que el gobierno de Nayib Bukele no se embarque en nada parecido a la Tregua: “Ese camino es absolutamente incorrecto”.


Jueves, 4 de abril de 2019
Roberto Valencia / Fotos Carlos Barrera

Howard Augusto Cotto Castaneda, director general de la Policía Nacional Civil. Foto Carlos Barrera.
Howard Augusto Cotto Castaneda, director general de la Policía Nacional Civil. Foto Carlos Barrera.

Pocos pueblos se asesinan tanto como lo hacemos los salvadoreños. En el primer trimestre de 2019, los cadáveres de ocho personas han sido levantados de calles, cunetas, negocios o quebradas. Cada día. Con ese promedio, El Salvador terminaría el año con una tasa en torno a 45 homicidios por cada 100 000 habitantes, cifra que garantiza un puesto destacado en la parte alta del listado de los países más violentos del mundo.

Eso así es. Sin embargo, también es cierto que El Salvador promedió 18 asesinatos diarios en 2015 y que la tasa de violencia homicida ha caído un 60 % en cuatro años. El director general de la Policía Nacional Civil (PNC) desde enero de 2016 es el comisionado Howard Augusto Cotto Castaneda (1965, 3 de diciembre). “En general, yo sí me siento satisfecho”, dice.

En palabras de Cotto, la caída en los asesinatos tiene tres razones principales: por un lado, un trabajo más coordinado con la Fiscalía, más profundo, plasmado en operativos como Jaque, Tecana o Cuscatlán, con investigaciones enfocadas en destapar tramas financieras de distintas clicas y programas, y con dedicatoria especial hacia la pandilla Mara Salvatrucha (MS-13); por otro, que el Estado haya hecho avances importantes en la recuperación del control de las cárceles; y por último, en el rol desempeñado por el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia –con el Plan El Salvador Seguro como hoja de ruta–, con una mayor preocupación en áreas como la prevención, la rehabilitación y la reinserción.

Cotto está convencido de que las maras “son hoy más débiles” que en los años inmediatamente posteriores a la Tregua, “aunque no tan débiles como quisiéramos”, matiza de inmediato.

¿Howard Cotto dejará de ser el director general de la PNC el 1º de junio?

Es lo más probable, aunque en este trabajo ya me acostumbré a nunca decir nunca.

¿Usted seguiría en la institución?

Mi vinculación con la Policía Nacional Civil es más fuerte, y lo más seguro es que sí, que me quede en la institución. Los miembros de la PNC, como cualquier otro trabajador del Estado, para jubilarnos debemos acumular 30 años de servicio y tener 60 de edad. Y yo tengo 53 años.

¿Se ve como consultor o en qué rol?

Ahora no se sabe quién será el nuevo director general, y el nombramiento de consultores es algo que decidirá esa persona. Hay varias alternativas para seguir trabajando dentro de la PNC pero, para ser sincero, no he considerado ninguna aún.

Usted asumió como director general en enero de 2016.

El día 23.

Aquel mes el país promedió 24 asesinatos diarios y, en la actualidad, El Salvador está promediando 8. Así, fríos, los números avalan su gestión. ¿Se siente satisfecho?

En general, sí, pero estas son instituciones muy... no sé si es la palabra correcta, pero muy retadas. Los retos en la PNC son tantos que siempre habrá pendientes, pero yo sí me siento satisfecho, sinceramente, y no sólo por esos datos, sino también porque hay cosas al interior de la PNC, a nivel administrativo, que siempre consideré que debían ordenarse, y hubo logros importantes en esa línea. Como digo, es una institución muy retada, de casi 30 000 personas, pero se han dado pasos importantes.

¿Las maras son más débiles hoy que cuando usted asumió las riendas?

Yo sí creo que son más débiles, aunque aún no tan débiles como quisiéramos.

Si alguien de Las Margaritas leyera esto, seguramente arquearía la ceja.

Ahí está la deuda pendiente. Sigue habiendo comunidades y lugares en los que la gente, con justa razón, dirá que no han sentido ese debilitamiento de las estructuras criminales, porque los pandilleros siguen teniendo control, porque ellos siguen tomando las decisiones. Pero hay también otro conjunto de comunidades donde sí se han visto cambios, y la misma gente te lo dice. En Chalatenango, en Suchitoto, en San Vicente, en Usulután... en muchos lugares que yo mismo he visitado. Ahora, si me preguntas: ¿es en todo el país? No, no es en todo el país.

¿Las pandillas son un problema de seguridad pública o de seguridad nacional?

Es difícil responder, pero mi primer impulso es a decir que se trata de un problema de seguridad pública. Nunca me han gustado que conviertan esto en un problema de seguridad nacional, por las implicaciones. A veces siento que son respuestas que quieren justificar el uso masivo de la fuerzas armadas para atender el problema de la violencia.

Pero es precisamente este segundo gobierno del FMLN el que elevó a más de 14 000 los militares involucrados en la seguridad pública.

Yo puedo darte la visión de la Policía, no la de la Fuerza Armada, y nosotros siempre hemos luchado por generar condiciones que nos permitan algún día no necesitar de la Fuerza Armada. ¿Cuándo se va a lograr? No sé decirte, pero aspiramos a que así sea.

¿Por qué cientos de niños y jóvenes aún anhelan integrarse en la pandilla de su colonia?

Yo percibo que las pandillas han bajado el nivel de presión y de reclutamiento sobre los jóvenes. Pero, respondiendo a tu pregunta, yo creo que parte de una visión de poder. La pandilla genera al joven una sensación de poder inmediato, que no tienes que luchar por él. Si eres parte de una estructura criminal, en el fondo lo que tienes es poder: decides quién vive y quién muere; decides quién se va de tu comunidad y quién se queda; decides qué chica puede ser tu novia; decides quién te da dinero y cuánto; tienes a tu alcance drogas, armas… El mensaje implícito de la pandilla al joven es: ¿tú qué prefieres, ir a la escuela y luego al bachillerato; y si logras ser bachiller, tratar de ir a la universidad; y si logras ir a la universidad, conseguir graduarte; y después de todo ese tiempo, ir a hacer fila a ver si alguien te da trabajo y tal vez ganes un salario mínimo? ¿Prefieres eso o tener poder ya?

¿No cree que la reducción de la violencia homicida desde 2016 pueda ser nomás consecuencia de que los pandilleros ahora se matan menos entre ellos?

Las pandillas es un fenómeno bien complejo, por eso no me gusta mucho dar respuestas únicas y mecánicas. Y ese factor que mencionas hay que tomarlo en cuenta.

Foto Carlos Barrera.
Foto Carlos Barrera.

Eso debilitaría esa posición de que las pandillas están más débiles.

Los ataques entre las pandillas han disminuido, pero sigue habiendo rachas en las cuales ves incrementos momentáneos. Ahorita me viene a la mente el problema que tuvimos en enero, marcado por la muerte de policías, pero en medio de esa muerte de agentes también tuvimos un incremento sustantivo en los homicidios. Cuando los analizamos, vimos que muchos eran acciones de pandilla contra pandilla.

¿Por qué ese breve pero fuerte repunte de mediados de enero dentro de un arranque del año 2019 relativamente tranquilo?

Yo creo que estuvo marcado por la coyuntura electoral.

¿El repunte fue algo decidido por la Mara Salvatrucha en su conjunto o una decisión de determinadas clicas o programas?

Más que algo nacional, fue un problema con ciertas estructuras de la MS-13. Y qué bueno que me señalas esto porque es algo que empieza a verse con mayor frecuencia. Se ha desdibujado un poco el mando único de la pandilla, ¿verdad? En las dos direcciones: tanto cuando desde la estructura de mando piden incrementar ciertos hechos delictivos, a lo que algunas estructuras se niegan; y luego, por otro lado, hay estructuras que están actuando por libre. En el repunte de enero, la actividad más que todo fue en el oriente del país, en San Miguel sobre todo.

Usted asumió con 24 asesinatos diarios, decíamos, y ahora son 8. Pero El Salvador ya estaría en lo que la ONU considera niveles epidémicos de violencia con 2 al día. ¿No se peca con demasiada frecuencia de triunfalismo en los discursos oficiales?

Yo procuro no tener un discurso triunfalista. Y lo que dices es real. Te lo dibujo de la siguiente forma: cerramos 2015 con 103 homicidios por cada 100 000 habitantes, y, si las cosas siguen así, 2019 podría cerrar con unos 45 por cada 100 000. ¿Es importante una reducción así en cuatro años? ¡Sí lo es! Ahora, si nos comparamos con Chile, que tiene entre 3 y 4 homicidios por cada 100 000 habitantes, pues seguimos con una cantidad exorbitante de homicidios; por eso es que no hay que tener un discurso triunfalista, porque el fenómeno de la violencia homicida en nuestro país es bien complicado. Hay que reconocer los esfuerzos que se han hecho de parte de todos, también de la Policía, pero ¿es suficiente? Yo creo que no.

Usted está en la PNC desde la fundación. ¿Diría que sus años como director han sido la etapa de mayor confrontación abierta con estructuras criminales?

Supongo que cada director mencionaría un momento difícil, y yo puedo mencionar los que me han tocado vivir a mí. Por ejemplo, la cantidad de homicidios de 2015 la viví como subdirector general, pero fue un momento bien difícil; y otro factor complicado fue hacer frente a la decisión de las pandillas de atacar a los policías.

De enero de 2016 a marzo de 2019 suman 226 policías y militares asesinados, y ahí no están los heridos, los familiares fallecidos...

Nunca en la historia de la Policía habíamos vivido una coyuntura en la que una estructura criminal decidiera atacarnos con tanta fuerza.

Y va más allá de los asesinatos. Miles de hijos de policías o soldados no pueden jugar un partido en la cancha de la colonia, por ejemplo.

Lidiar con eso es muy difícil, pero como institución hemos creado los mecanismos de protección más importantes que ha habido en la historia de la Policía.

¿Autodefensa?

Exacto. Y no han sido efectivos siempre, lamentablemente, pero sí en muchas ocasiones. Tenemos datos, que no vamos a revelar por razones obvias, de hechos en los que, gracias al engranaje que construimos, logramos evitar que miembros de la Policía o sus familiares fallecieran. También miembros de la Fuerza Armada, de Centros Penales, de cuerpos de agentes municipales, etcétera, pero sobre todo de la PNC. Y eso es algo que debe fortalecerse.

Como las monedas, esa confrontación tiene otra cara: la Policía mató entre 2014 y 2017 a 1,513 personas en supuestos enfrentamientos.

Fuerte.

Sus subordinados quitaron la vida a 1,513 personas en cuatro años, algunos menores de edad.

En 2015, con la cifra de homicidios que tuvimos y con la cifra de ataques que la Policía sufrió, tomamos la decisión de ir a la búsqueda de aquellas estructuras criminales que permanecían armadas en los territorios. Y los encontramos, ¿no? Eso es lo que pasó. Habría mucho que hablar sobre este tema, pero en resumen es eso.

¿Usted cree que esos 1,500 salvadoreños murieron en enfrentamientos reales?

Sí, yo estoy seguro de que sí. Son agresiones que la Policía ha sufrido y que la Policía ha respondido, y por eso hubo tantas personas fallecidas, sobre todo de pandillas, e incautaciones de armas. Ahora, ¿que entre todos esos enfrentamientos pudiera haber alguno en el cual los procedimientos no hayan sido los adecuados? Nosotros siempre hemos estado abiertos a que se investigue. Incluso hice una petición formal al fiscal general Douglas Meléndez de integrar un esfuerzo entre Policía y Fiscalía para investigar todos los hechos, de forma que esto se descartara o se confirmara, pero que no quedaran en el limbo.

*

Un agente de la PNC custodia el portón de la comunidad Colfer, en el barrio San Jacinto de San Salvador. Foto Roberto Valencia.
Un agente de la PNC custodia el portón de la comunidad Colfer, en el barrio San Jacinto de San Salvador. Foto Roberto Valencia.

[Howard Cotto cree que durante su administración no ha habido ejecuciones extrajudiciales. Oenegés como el Instituto de Derechos Humanos de la UCA (Idhuca) y el Servicio Social Pasionista creen que sí, al punto que en 2017 sentaron al Estado salvadoreño en el banquillo de los acusados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Pero hace tiempo que este dejó de ser un tema de creencias, de opiniones o de casos puntuales. Las ejecuciones al margen de la ley son una cuestión muy sensible para la comunidad internacional, por eso desde hace décadas se analiza en todo el mundo el abuso de las fuerzas de seguridad y se han consensuado indicadores de alerta. Así, cuando hay enfrentamientos reales entre policías y grupos delincuenciales, el número de heridos debería ser mayor que el de fallecidos; y otro indicador, la relación de fallecidos en las fuerzas de seguridad versus las infligidas a las estructuras que combaten debería ser, máximo, de 1 propia por cada 10. Es decir, que los enfrentamientos generen más muertos que heridos o que apenas haya bajas entre las fuerzas policiales son indicadores de abusos, de ejecuciones. Pues bien, en los 407 hechos que la PNC presentó como enfrentamientos en 2016 hubo tres supuestos delincuentes fallecidos por cada uno herido; y la relación en esos supuestos enfrentamientos de bajas propias contra las provocadas fue de 1 a 59. Una investigación de la Sala Negra de El Faro denunció estas prácticas en octubre de 2016.]

¿Usted duerme tranquilo?

Yo duermo tranquilo. Ante esos parámetros que usted me ha mencionado haría un señalamiento: que sólo toman en cuenta aquellos intercambios de disparos o enfrentamientos o agresiones, o como las quiera llamar, donde alguna persona resulta muerta o herida. Hubo un montón de intervenciones policiales con grupos armados de este tipo donde no hubo personas fallecidas aunque sí intercambio de disparos, y otras en las que ni siquiera hubo disparos aunque el escenario era para que los hubiera, pero no se dio. Esos casos están invisibilizados.

También cuando se analizan los abusos en México o en Brasil sólo se cuenta como enfrentamiento cuando hay enfrentamiento. Si no lo hay...

Primera consideración: hay muchos casos en los que la Policía terminó deteniendo a individuos armados con armas largas en campamentos sin un sólo rasguño, y esos casos no están metidos en el universo de hechos. En segundo lugar, yo apelaría a que todos los casos se investiguen. Siempre hemos dicho que estamos en toda la disposición de colaborar; nosotros como Policía pedimos a la Fiscalía que acelerara los procesos para determinar si hubo un mal procedimiento. ¡Nosotros hemos promovido esa acción!

Pero en la hipótesis de un Estado permisivo con las ejecuciones extrajudiciales la Fiscalía no podría ser garante de nada; más bien serían los cómplices.

Yo no creo que haya connivencia. Yo no recuerdo ningún caso en el que la Fiscalía haya dicho: miren, aquí, como se trata de policías, vamos a ver cómo les ayudamos para que no tengan responsabilidad penal. No recuerdo un caso así.

En la actualidad, la sociedad salvadoreña, en general, tolera las ejecuciones extrajudiciales, pero ¿no teme que dentro de 10 o 20 años se investigue a fondo lo ocurrido estos años?

Como posibilidad no la descarto. ¿Cómo la voy a descartar? Lo que sí te digo es que la Fiscalía y la Policía tenemos la obligación de concluir procesos de investigación que determinen si hay o no responsabilidad; es decir, no es un asunto de dentro de 10 o 20 años. Y luego hay otro elemento, y en eso sí quiero ser bien enfático: que desde la dirección de la Policía no hemos aspirado a que el problema de la violencia y la delincuencia en este país se solucione por esa vía.

A pesar de que una parte de la sociedad de alguna manera lo reclama.

Eso a mí no me importa y además no comparto esa visión. Una institución del Estado no puede compartir esa visión. Aquí todos los días en redes sociales ves a gente diciendo que a todos los pandilleros hay que matarlos, pero yo personalmente no comparto esa visión, además de que no estoy aquí para dar una visión personal. La visión y la actitud de la Policía Nacional Civil, de quienes dirigimos la Policía, del mando estratégico de la Policía, no es apostar a solventar el problema de violencia matando a pandilleros.

Yo he hablado con diferentes policías de los niveles básico y ejecutivo que admiten estas prácticas.

Habría que ver si es cierto que las reconocen, pero nosotros, como institución, no le hemos apostado a eso.

El 1º de junio habrá cambios. ¿Usted teme que el diálogo con las maras resucite como una opción, como en su día fue la Tregua?

Esperaría que no. Yo creo que este país aprende de las lecciones; eso creo, eso espero, y la Tregua nos dejó claro que ese camino es absolutamente incorrecto. Es decir, esta no es una cuestión de tipo ideológico ni nada. En la práctica, la experiencia de la Tregua no sólo no dio resultados para solucionar el problema de la violencia y la delincuencia, sino que terminó por fortalecer y por dar una nueva visión del crimen a las estructuras criminales.

La Tregua se hizo bajo la mesa, a oscuras, de espaldas a la sociedad. ¿Usted también rechaza el diálogo con luz y taquígrafos?

¿Diálogo con las estructuras criminales? ¡Ni debajo ni encima de la mesa! Bajo ninguna circunstancia.

Pero el diálogo con las maras se hace a ciertas escalas: alcaldías, oenegés, empresas...

La Policía no interviene en ese trabajo porque estamos hablando de una etapa que no nos corresponde, que es la rehabilitación. Pero una cosa es hablar de la rehabilitación de pandilleros y otra cosa es negociar con estructuras criminales; es una cuestión totalmente diferente.

Usted está al frente de la llamada inteligencia policial. ¿Tiene elementos para presuponer que el gobierno de Nayib Bukele vaya a explorar la vía del diálogo?

No tengo elementos para suponer que eso vaya a pasar, y yo tengo plena convicción de que la experiencia de la Tregua nos ha enseñado lo suficiente como para entender que esa vía no daría resultados.

Foto Carlos Barrera.
Foto Carlos Barrera.

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