Fabricio Valdivieso
Conocí Joya de Cerén a mis 17 años. En aquel tiempo, bajo cubiertas de lámina y excavaciones distribuidas en sectores, yacía ahí una aldea sepultada por ceniza volcánica. Una estructura aquí, otra por allá, un escenario que si no me lo explican bien no lo hubiese entendido: el remanente de algo que un día fue el colapso súbito de un asentamiento rústico en la vida prehispánica doblegado por un pequeño volcán. Para los investigadores de la época, se trataba de un sitio arqueológico por excelencia. Para mí, entre los comunes, era un poco más que un extraño pueblo. Sus estructuras tenían funciones diferentes y ordenadas de manera irregular al ojo actual. Como visitante primerizo al sitio, en donde ponía la vista se me plantaba la duda: o era casa o era bodega; o era un sauna o era cocina, todas rodeadas de milpas al pie de paredones de escoria volcánica y cuadrículas de excavaciones arqueológicas.
Hoy día, Joya de Cerén dista mucho de lo que presencié aquellos años de muchacho curioso. El sitio es hoy un verdadero parque arqueológico muy bien explicado y protegido. Este lugar sigue siendo un escenario en donde se cuentan historias, todas muy buenas. Se tienen aquí al menos tres narrativas distintas, las cuales fascinan a turistas y estudiantes, y es también de la incumbencia de las autoridades y visitantes especiales.
La primera historia es su descubrimiento, en donde se incluye no sólo el hallazgo fortuito del sitio en 1976, sino también la lucha por la conservación del mismo, su paso a ser nominado como patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1993 y la proyección que otorga al país a nivel internacional. Es una historia dentro de los problemas de hoy, y la continuidad de preservarlo y estudiarlo es un deber social sin discusión.
El segundo relato importante se da en torno al volcán Loma Caldera a pocos metros del sitio. No puede dejar de hablarse de los estragos causados por la erupción volcánica sin dejar de pensar en lo que sería un evento similar en la actualidad: las consecuencias de este evento en las estructuras, la destrucción del paisaje, los más de 7 metros de ceniza sobre este asentamiento, los gases que debieron verse… ¿Hacia dónde huyeron sus habitantes? La imaginación y la realidad de lo que debió ser y de lo que puede llegar ser se juntan en este sitio. Su historia geológica es una aventura de la naturaleza en una época remota, una narración como si fuese ficción, la cual el niño goza y el adulto teme.
La tercera historia, y la más útil de todas, es la del asentamiento maya como tal, la vida en comunidad: vivieron, comieron, sembraron, durmieron e hicieron el amor en ese lugar… En el silvestre entorno de un Zapotitán prehispánico, en donde la luna, el sol, el río, la selva y el valle son también parte de la comunidad.
En resumen: la filosofía de un mundo desaparecido. Este sería el verdadero gran mensaje del sitio en nuestra actual sociedad violenta y complicada. Joya de Cerén tiene algo más que paredes erigidas, siembra, vasijas y granos conservados, un baño sauna, cocinas comunales, bodegas y más, sumado a mucha, pero mucha ceniza volcánica. Conocer un estilo de vida perdido en el tiempo es una historia que vale la pena que exista entre nosotros.
La filosofía de vida es una lección que la arqueología toma para solventar problemas del mundo moderno. El estudio de la vida en comunidad, como es el caso de Joya de Cerén en El Salvador, y el caso de Chan Noohol, un sitio maya localizado en Belice y excavado en 1996 y 1997, son dos grandes ejemplos de desarrollo comunitario remoto.
Lo han notado también otros investigadores, incluyendo el mismo Payson Sheets, principal descubridor de Joya de Cerén y director de las más relevantes investigaciones en el área desde los años 70. Coincido con él en que reflexionar sobre la filosofía de mundo dentro de estas habitaciones en Joya de Cerén puede ser una de las más importantes claves de este sitio. Este pensamiento en ocasiones nos remite a considerar nuestra situación humana actual. Se trata de una filosofía en donde los pensamientos de aquellos habitantes se perciben tras la existencia del modo constructivo y la distribución de espacios en cuatro simples paredes edificadas de bajareque, una banca para dormir y un acceso.
Es una vida que pertenece a los exteriores y no al interior de una construcción; el hogar es afuera, la cocina, las bodegas y el sauna son comunales, y la naturaleza lo es todo, no complemento. La vida no se condiciona al espacio cerrado, como en nuestras casas modernas, en donde se tiene una habitación para cada miembro de la familia, una sala y una cocina por casa.
En Joya de Cerén se mezcla la naturaleza con la forma de vivir. Esto último se percibe en la forma de las piezas recuperadas, ya sean animales, plantas o modelados sencillos. Una reverencia al ambiente, al ser humano y la ecología en unísono. En ocasiones parece que este estilo de vida ofrece una armonía social mejor que la de muchas comunidades actuales, en donde la propiedad, el consumo desmedido y la explotación del medio corrompen esta armonía.
Lo que se presenta en Joya de Cerén también es observado por la investigadora Cynthia Robin en las habitaciones y surcos de cultivo localizados en Chan Noohol, en Belice. Según la experta, el patrón de asentamiento arqueológico en ese sitio no sigue orientaciones uniformes, pero efectivamente sus estructuras y cultivos han sido alineados siguiendo nociones geométricas de orden y organización del espacio. Las evidencias en Chan Nohool indican que la producción de alimentos fue la actividad primaria de la villa. De acuerdo con la distribución de estructuras y campos de cultivo, la actividad agrícola se ve organizada en espacios selectos.
En este sitio, según Robin, los campesinos mayas transformaron la zona en un área para la producción agrícola a través de terrazas y añadiendo elementos fertilizantes al suelo. Asimismo, las edificaciones domésticas de Chan Nohool, al igual que en Joya de Cerén, utilizan bajareque, cuya arquitectura responde a las demandas prácticas de la vida común. Por ejemplo, la permeabilidad en cuanto a la filtración de sonido exterior en el interior de estas estructuras es un alcance en la construcción doméstica prehispánica.
La arquitectura es otro punto en común, una a base de columnas y techos de paja, lo cual produce sombra. Esta sombra es aprovechada para invisibilizar el interior de las habitaciones, separando las entradas principales de cada estructura mediante una terraza o porche creando un efecto de luz. Cuando el exterior tiene mayor luz, las personas de afuera no pueden ver adentro por el efecto de sombra, por lo menos durante el día. De este modo se creó privacidad doméstica sin la utilización de ventanas o puertas, más que el ingenio arquitectónico. Así como en Joya de Cerén, nuevamente la filosofía de vida se expone en los detalles de ambos asentamientos: el mundo ocurre en los exteriores y no en áreas cerradas, como las habitaciones.
Por otro lado, en Joya de Cerén, la mayoría de estructuras utilizan plataformas, las cuales parecen indicar una especie de sistemas antisísmicos. Se trata de construcciones planificadas, una arquitectura previamente evaluada de acuerdo a las condiciones de la zona. Las paredes de las estructuras se encuentran ancladas a dicha plataforma, de manera que al moverse con los temblores, se moverá la pieza completa sin golpear una pared con otra. Así, sus sistemas constructivos son nuevamente una respuesta al entorno.
Los arqueólogos, de hecho, se han encargado de difundir estas utilidades en el mundo. La arqueología ofrece la más importante información para el análisis del entorno y el manejo de ecosistemas, lo cual muchas veces predice consecuencias o resultados antes de los hechos.
Frecuentemente, los investigadores se preocupan por la reconstrucción de eventos naturales y su influencia en la vida de las comunidades del pasado, proporcionando alternativas para mitigar posibles daños y aprender de las lecciones otorgadas por la evidencia arqueológica y la naturaleza. En El Salvador y Centroamérica, los sitios arqueológicos exponen el impacto de terremotos, volcanes e inundaciones.
Si observamos bien, cualquier carretera en la zona central del país muestra al viajero la influencia de ceniza volcánica de la magna erupción de Ilopango en el 559 de nuestra era y sus efectos sobre campos agrícolas y otros sitios arqueológicos. Otra curiosa muestra viene del obraje de añil de San Andrés sepultado por el volcán El Playón en 1658 durante la colonia. Y, por supuesto, Joya de Cerén, sepultado por Loma Caldera en 660 d.C. es un ejemplo más.
La presencia de estos sitios bajo suelos volcánicos puede verse como un escalofriante mensaje del pasado para las generaciones actuales con relación al territorio que habitamos, y un claro llamado de alerta para la prevención de riesgos y sus consecuencias. Nos enseñan sobre una antigua forma de ver las cosas, actitud social y asuntos de la vida diaria.
Los sismos y terremotos en El Salvador son frecuentes. Los últimos dos grandes ocurrieron en 2001, ocasionando una destrucción considerable en construcciones modernas. No obstante, los daños que estos causaron a Joya de Cerén fueron leves. Es como una prueba de la sabiduría del pasado útil para la construcción moderna.
Joya de Cerén puede verse, pues, como una verdadera escuela de arquitectura nativa en diseños ecológicos y sociales, los cuales pueden aportar o adaptarse a la arquitectura moderna, contribuyendo a mitigar algunos de los problemas relacionados con el medioambiente y urbanismo. Y, sobre todo, el mensaje de este sitio incumbe en la armonía social y el desarrollo económico de los sectores más vulnerables de nuestra actual sociedad.
Rara vez este desarrollo percibido en la evidencia arqueológica de ambos sitios ha sido abordado por entidades actuales, siendo en verdad un recurso supremo para la educación, el desarrollo y las ciencias sociales. El desarrollo local depende de la forma en cómo cada comunidad imagina sus propios medios de subsistencia, creando a veces sistemas de desarrollo ideados por sus propios miembros.
Si vemos con detenimiento las evidencias de comunidades del pasado y las confrontamos con la vida moderna en las comunidades contemporáneas, podríamos obtener una lección que permita solventar dificultades actuales con recursos existentes al alcance de todos, y despejarnos un poco de la felicidad basada en bienes económicos o apegos materiales.