Columnas / Política

Las trampas de leer el Presupuesto 2021 bajo la lupa político-electoral

Cuando se plantea que lo político-electoral debe ser el análisis dominante de la discusión del presupuesto, se arranca su dimensión económico-social y se corre el riesgo de que sea vista como un juego entre políticos.

Martes, 20 de octubre de 2020
Carmen Tatiana Marroquín

El Presupuesto General de la Nación es la ley con la cual se pretende ordenar los gastos y los ingresos que el Estado tendrá en un año. Es similar a cuando individualmente hacemos el ejercicio mental de cómo distribuiremos los ingresos del mes en alimentación, transporte, pago de servicios, etc. Pero a diferencia de nuestros presupuestos individuales, el Presupuesto General es un asunto de interés público, pues nos afecta a todos y a todas.

El análisis tiene muchos abordajes: el económico-social (apuestas de desarrollo del gobierno), el financiero (endeudamiento y política fiscal), el político y, por supuesto, el electoral. Nadie que discuta el presupuesto se puede abstraer de estas múltiples dimensiones de la discusión; hacerlo implicaría cercenar la realidad y mostrar un escenario incompleto de los efectos y consecuencias de las decisiones que se toman en el marco de aprobación y ejecución de este.

Si lo que buscamos economistas, políticos y analistas que hacemos planteamientos sobre el tema es proponer un debate enriquecedor, estamos en la obligación de presentar una perspectiva diversa y realista de lo que se hará con el dinero de la población en un año; en el caso particular, qué se hará con todo el dinero que el Estado planea gastarse en el 2021.

Cuando se plantea que lo político-electoral debe ser el análisis dominante de la discusión de aprobación del presupuesto se arranca su dimensión económico-social y se corre el riesgo de que, en el afán de presentar la política como una teoría de conspiración con réditos electorales, la discusión sea vista como “una trampa”, un juego entre políticos. Bajo esta idea se popularizan afirmaciones peligrosas y falsas; como que, si las proyecciones de ingresos que contienen el presupuesto se alejan mucho de la realidad es “problema del gobierno”, como afirmó en cadena nacional el pasado jueves 15 de octubre el presidente de la República, dejando de lado los diversos impactos que esto tendría en la vida de las personas.

Apelar a ver la realidad en términos de buenos o malos, como un partido de fútbol o como una pelea de gallos, es apelar a la polarización de situaciones complejas y a tener una mirada miope respecto de los verdaderos efectos que el presupuesto tiene en la población salvadoreña.

Es por eso que ahora quiero poner sobre la mesa tres ideas que pretenden deslegitimar la visión electorera del Presupuesto General de la Nación.

Algunos saldrán ganando, pero la mayoría perderemos. Las personas que únicamente analizan el éxito o fracaso electoral que traerá la discusión del presupuesto dejan de lado el hecho de que ninguna estrategia comunicacional es exitosa por sí misma, pues no cae en un vacío social. En el caso de El Salvador, estas formas discursivas polarizantes se siembran en una sociedad construida bajo el continuo conflicto. Una “estrategia” electoral que se quiera oponer al discurso oficial no debería girar en torno a las mismas prácticas demagógicas a las que se opone.

Caer en esta dinámica es el equivalente a entrar en una competencia por ver quién logra manipular mejor las carencias de conocimiento y la alta emotividad de la población en algunos temas. Esto solo contribuye a que el futuro de la sociedad salvadoreña continúe ahogado en ignorancia, mentiras y maniobras emocionales; y que quienes logren ganar la competencia de manipulación sean los que acumulen la mayor cantidad de poder.

Si continuamos entregando de forma ciega nuestra soberanía a quienes manifiestan no tener escrúpulos en la búsqueda y mantenimiento del poder político, seremos cada vez más vulnerables a los abusos y arranques autoritarios de estos. 

Nunca es únicamente un “problema del gobierno”. Las decisiones de Estado no afectan únicamente las encuestas de popularidad y las probabilidades de ganar una elección. Por ejemplo, en el tema de la proyección de ingresos para el Presupuesto 2021, el gobierno plantea recolectar $5169.9 millones en ingresos tributarios, un crecimiento del 7.1 % en relación con lo que se esperaba recibir en el 2020, sin pandemia. Si estos ingresos no alcanzan esa meta, el Ejecutivo tendrá que endeudarse para cubrir las obligaciones asumidas en el Presupuesto 2021, tal como lo hizo este año.

Esta deuda, al estar en el marco de problemas financieros del Estado, se consigue cada vez más cara. Y no, los intereses de deuda no los pagan el presidente de la República y su gabinete ni los diputados, los pagamos usted y yo, y toda la población salvadoreña. Las consecuencias de las decisiones políticas-económicas desatinadas son costeadas con sus impuestos, con ese IVA que usted paga cuando va al supermercado o con la renta que le deducen cada mes de su salario.

Si las proyecciones de ingresos y gastos son poco realistas y aceptamos la propuesta del presupuesto como una mera herramienta electoral o una propuesta para “soñar” y cumplir “milagros”, nos enfrentamos a una posibilidad alta de que el gobierno entre en problemas financieros y, por tanto, el Estado tenga problemas para cubrir sus obligaciones y comience a incumplir pagos. Dependiendo de la gravedad de la situación fiscal, los incumplimientos pueden pasar de no cumplir con el pago de FODES y salarios de otros órganos del Estado, a dificultades para suplir con medicamentos e insumos a la red de salud pública, para pagar las remuneraciones a docentes, personal de salud, sostenibilidad de subsidios a la población, etc.

Las personas no son solo votos. La narrativa electorera de la discusión de presupuesto coloca a la población como meros votantes y no como personas con derechos y diversas necesidades a las que el Estado tiene la obligación de dar respuesta.

El discurso polarizante crea la ilusión de que al defender un bando electoral estamos siendo parte de la discusión. Pero en realidad esta dinámica electoral y demagógica nos aleja más que nunca de la toma de decisiones. Mientras algunos se ahogan en la discusión de qué tan atinado sería electoralmente oponerse o no al Presupuesto 2021, otros están decidiendo en qué se va a gastar el dinero de la población. Esto solo contribuye a dejarnos fuera como parte activa de esa decisión político-financiera, que debe tener como único fin la satisfacción de nuestras necesidades como población salvadoreña y no la pelea electoral de unos pocos.

Hay quienes aún consideran ingenua la apuesta por lograr que la población entienda el efecto de una política pública en su vida cotidiana, sobre todo aquellos que creen que la popularidad de algunos políticos reside totalmente en su estrategia comunicacional. Sin embargo, cada vez es más urgente y necesario empoderar a la población, y, para ello, quien se quiera oponer a los juegos electorales y a las estrategias comunicacionales manipuladoras deberá encontrar formas de comunicar verdad a la gente, a fin de que se forme un criterio propio. Sí, es una tarea de largo plazo que supera coyunturas electorales, pero es la única con la capacidad de devolverle a la gente la soberanía sobre las decisiones del Estado.

Los efectos de la pandemia son una buena manera de medirlo. Por ejemplo, si usted está en situación de desempleo, pregúntese: ¿cuánto dinero está destinando el Gobierno para reactivar económicamente el país? ¿Puede usted acceder a estos programas y fondos? O usted, que es parte de los miles de padres que vieron desertar a sus hijos de la escuela por las dificultades de acceso a Internet para dar seguimiento a las clases: ¿conoce qué programa gubernamental le va a dar solución a ese problema? ¿Cuánto dinero se va a destinar? ¿Es financieramente viable? O usted, al que le suspendieron su contrato toda la pandemia y se tuvo que endeudar para sobrevivir: ¿qué soluciones plantea el Presupuesto 2021 para sus problemas financieros?

Es esta etapa de la discusión del presupuesto, lo que más deben abundar son dudas y voluntad de discusión; no llamados a cerrar los ojos y aprobar sin cuestionamiento una de las herramientas de política pública más importantes del Estado.

Es imperativo que comencemos a exigir a quienes toman las decisiones que nos vean como algo más que votantes; pero para esto va a ser necesario que primero la población comience a priorizar la solución a sus problemas del día a día por encima de conflictos vacíos en redes sociales y discursos electoreros en cadena nacional. Mientras usted siga aplaudiendo shows electorales, esto continuará siendo lo único que le ofrezcan.

Carmen Tatiana Marroquín es feminista. Licenciada en economía, con estudios de posgrado en finanzas. Posee experiencia  profesional en supervisión del sistema financiero. Se desempeñó como analista técnica  en temas fiscales para el Órgano Legislativo, con la fracción del FMLN en la legislatura 2018-2021.
Carmen Tatiana Marroquín es feminista. Licenciada en economía, con estudios de posgrado en finanzas. Posee experiencia  profesional en supervisión del sistema financiero. Se desempeñó como analista técnica  en temas fiscales para el Órgano Legislativo, con la fracción del FMLN en la legislatura 2018-2021.

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