Columnas / Política

El rezago trumpista en Latinoamérica

Ahora que Trump se ha ido, ¿qué pasará con aquellos que siguieron sus recetas de violencia, mentiras absolutas, autoritarismo y militarización de la política, y se legitiman a través de ella?

Martes, 27 de abril de 2021
Federico Finchelstein

Al convertirse en el líder del país más poderoso del mundo, Donald Trump habilitó y dio legitimidad a los autoritarios de todo el mundo. Lo hizo a través de un uso mediático de la mentira y la práctica autocrática cuyo pasado es claramente otro, el de las democracias en crisis de los años de entreguerras del siglo pasado. 

Pero ahora que Trump se ha ido, ¿qué pasará con aquellos que siguieron sus recetas de violencia, mentiras absolutas y a granel, racismo, autoritarismo y militarización de la política al pie de la letra y se legitiman a través de ella?

En América Latina los seguidores de una política llanamente trumpista no piensan cambiar de rumbo. Es más, son cada vez más explícitos en su defensa de modelos autocráticos a través de la gran mentira de que son democráticos.

El caso más reciente es Keiko Fujimori, en Perú, quien en clave bolsonarista y trumpista combina su idea de establecer una “democradura” en su país con la prédica contra un enemigo inexistente: “la ideología de genero”. Al igual que Trump y Bolsonaro, Fujimori se presenta como la candidata de la mano dura, pero dudosamente como la del combate a la corrupción, ya que está procesada por ese mismo delito. De más está decir que tiene una clara tendencia al nepotismo.

Fujimori explicó que “mano dura significa restablecer el principio de autoridad para poner orden. Significa que las cosas se hagan. De ninguna manera autoritarismo”. Sin embargo, su historia personal y familiar demuestran que es difícil encuadrar sus ideas de “democraduras” y represiones con la tradición democrática. 

Al igual que Fujimori, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele comparte una impaciencia autocrática con el funcionamiento de la democracia, pero también la disfraza con ropajes democráticos. Es más, Bukele precedió a Trump en un intento de ocupar el Congreso. En febrero de 2020, el caudillo salvadoreño usurpó junto a tropas de militares y policías el edificio y, cuando entró en él, como más tarde harían los seguidores de Trump, oró sentado en la silla que normalmente ocupa el presidente del órgano Legislativo. Antes de salir del edificio, Bukele dio a los legisladores una semana para aprobar un préstamo.

Después de asaltar el Congreso, justificó sus acciones afirmando que no era un dictador. Como Trump, Bukele equiparó la libertad y lo sagrado con su capacidad para asaltar instituciones a pedido del pueblo. Incluso identificó sus ataques a la democracia y la prensa independiente con su defensa de la 'libertad de expresión' y la democracia.

Está claro que el presidente de El Salvador ha seguido, y con frecuencia, anticipado la receta de Trump. Y al igual que él, usó y abusó de las redes sociales para anunciar decisiones gubernamentales desde Twitter e incluso comunicarse con miembros de su gabinete.

Bukele también ha declado en su cuenta de Twitter que es 'oficialmente el presidente más genial del mundo'. Y en otra ocasión, en un tuit publicado a las 2:46 a.m. 'ordenó' a los ciudadanos que se fueran a dormir. En lugar de ser idiosincrásico, este uso novedoso del panorama mediático siguió el patrón trumpista y presentó (y sigue haciéndolo) al país realidades alternativas que se combinaron con ataques planificados a la legitimidad de la prensa libre.

Bolsonaro en Brasil, por su parte, tosió cerca de periodistas cuando era positivo de covid-19, y también usó, y continúa usando, insultos violentos, homofóbicos y misóginos cuando se dirige a periodistas o se refiere a medios independientes. Dos informes de organizaciones de libertad de prensa concluyeron que 2020 fue el año más peligroso para el periodismo profesional en la historia reciente de Brasil y que el Gobierno de Bolsonaro fue la principal fuente de los ataques.

El uso de la violencia contra los disidentes se presenta en el contexto de los llamados reaccionarios de Bolsonaro para intentar moldear al pueblo brasileño de acuerdo a ciertos preceptos religiosos tradicionales, así como armar a la población para evitar el peligro de fantasía de una dictadura de izquierda. Todo esto a pesar de que es el propio Bolsonaro quien está llevando a Brasil a un camino dictatorial. 

Este tipo de distorsión del autoritarismo, que se presenta asimismo como un defensor de la democracia tiene una triste y vieja historia que va desde Hitler, Franco y Pinochet a Bolsonaro y Trump. En 2019, Bolsonaro celebró el golpe de 1964 que condujo a la dictadura militar más asesina en la historia de Brasil.

Afirmó, de forma falsa, que esta dictadura había establecido la democracia en Brasil, incluso argumentando de que en realidad no había sido una dictadura. Este intento no fue diferente de la clásica mentira fascista de que las dictaduras fascistas eran verdaderas formas de democracia.

El plan dictatorial de Trump para revertir los resultados de las elecciones presidenciales a través de la violencia de ciudadanos armados también se presentó como una defensa de la democracia.

En el marco del descalabro de las élites latinoamericanas tradicionales, estos nuevos liderazgos convierten a las elecciones en plebiscitos basados en mentiras sobre el funcionamiento de la democracia. Como argumentó la filósofa Hannah Arendt, la política y las mentiras siempre van juntas, pero en el fascismo las mentiras aumentan tanto cuantitativamente (los fascistas mienten descaradamente) como cualitativamente (los fascistas creen sus mentiras e intentan transformar la realidad para que se parezca a sus mentiras).

En este sentido, líderes como Bolsonaro, Bukele y Fujimori dan vida a la herencia trumpista en Latinoamérica y convierten sus mentiras en un grave peligro para la democracia.

Federico Finchelstein es profesor de historia en The New School en Nueva York. Doctorado en la Cornell University y enseñó en Brown University. Es autor de varios libros sobre fascismo, populismo, el holocausto y las dictaduras. Su último libro se titula
Federico Finchelstein es profesor de historia en The New School en Nueva York. Doctorado en la Cornell University y enseñó en Brown University. Es autor de varios libros sobre fascismo, populismo, el holocausto y las dictaduras. Su último libro se titula 'A Brief History of Fascist Lies'

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