El Salvador / Cultura

“Yo descubrí el sitio arqueológico del río Las Cañas”

En un país donde no se ha excavado entre el 80 % - 90 % del territorio, encontrar vestigios arqueológicos es más común que reportar a las autoridades el hallazgo. En septiembre 2022, un profesor de secundaria descubrió, casi que por accidente, un sitio arqueológico que el agua había dejado al descubierto en las cercanías del río Las Cañas. El descubrimiento, curiosamente, también está ligado al régimen de excepción. El hallazgo y su estudio han abierto una nueva página en la historia de El Salvador, y Miguel Ángel Sales se aseguró –y se precia– de aparecer nombrado en ella.

Víctor Peña
Víctor Peña

Jueves, 3 de noviembre de 2022
María Luz Nóchez

El 6 de septiembre de 2022, Miguel Ángel Sales dejó de sentirse ordinario por un evento fortuito, pero trascendental: descubrió un sitio arqueológico. No fue el primero que lo vio (un vecino le dio el aviso), pero sí el primero que supo nombrar lo que ahí había y el primero en mostrárselo al mundo. El descubrimiento lanzó a este profesor de secundaria a la fama, efímera –como todo lo que se vuelve viral en redes sociales–, primero en Tiktok y luego en radio y televisión. El descubrimiento que hizo es tan importante que hasta lo contactó un arqueólogo que estudia su doctorado en la Universidad de Yale para confirmárselo. Sus videos y acceso privilegiado a la zona lo convirtieron en guía de periodistas de medios de comunicación y ha sido reconocido oficialmente por los diputados de Nuevas Ideas, a quienes presume haber estrechado la mano.

Para él es un punto de honor que su nombre quede registrado y haberse convertido, en los últimos dos meses, en una persona de cierta relevancia pública gracias al descubrimiento. “Yo sé que no le van a poner nunca ‘Las ruinas de Sales’–bromea–, pero me queda la satisfacción de que mi nombre va a quedar inmortalizado en la historia”, dice entusiasmado mientras atardece en la comunidad Las Cañas, en Tonacatepeque.

Miguel Ángel Sales, maestro y habitante de la comunidad Río Las Cañas, es quien se apropia el hallazgo del sitio arqueológico cerca de la ribera del río Las Cañas, en septiembre de 2022. Foto de El Faro: Víctor Peña. 
Miguel Ángel Sales, maestro y habitante de la comunidad Río Las Cañas, es quien se apropia el hallazgo del sitio arqueológico cerca de la ribera del río Las Cañas, en septiembre de 2022. Foto de El Faro: Víctor Peña. 

Miguel Ángel tiene 35 años y ha trabajado como profesor de Lenguaje y Sociales en los últimos diez años. Se inscribió en la universidad de El Salvador en 2009 a cursar el profesorado en Lenguaje y Literatura.  Cuenta que para poder pagarla trabajaba a medio tiempo paleando arena que vendía a los camiones. “Me venía a las 4 de la mañana al río y a las 12 del mediodía podía haber ganado $10. Pero no todos los días se vende, entonces la situación económica no me permitió seguir estudiando”, recuerda. Tuvo que frenar sus estudios por tres años y en 2012 los retomó. Fue así como inició sus prácticas que lo llevaron impartir clases en el INFRAMEN, –instituto nacional al que asisten jóvenes en riesgo de violencia pandilleril–.  A partir de entonces su trabajo en las aulas se mantuvo perenne, hasta la llegada de la pandemia en marzo de 2020, cuando tuvo que acomodar su manera de dar clases a la virtualidad.

Ser docente en El Salvador no equivale a tener un buen salario y la pandemia por covid-19 evidenció la precariedad en la que viven algunos docentes. “Yo di lástima como profesor acá en el 2020”, explica. El internet residencial no servía y para dar clases tuvo que gastar extra en recargas para hacerlo desde su celular. Durante los meses más álgidos de la pandemia, agrega, el director les comunicó que solo podía depositarles $50 de su salario. Fue entonces que Miguel Ángel decidió empezar a hablarle a la cámara sin interlocutores directos: grababa sus clases y dejaba guías a sus estudiantes. 

El 6 septiembre su rutina de profesor se rompió:  “Un vecino me vino a avisar que la lluvia había lavado la parte de atrás del río y habían quedado al descubierto unas estructuras”, recuerda. Eso que él llama estructuras son unos montículos que sirvieron de base a lo que en algún momento fueron casas de los habitantes de la zona, entre los años 400 y 600 después de cristo. “Me avisó a mí porque sabe que soy curioso del tema y porque conocen mi trayectoria como maestro”, explica para contextualizar cómo terminó siendo él el descubridor del sitio arqueológico”. 

Ante el aviso, el primer instinto de Miguel Ángel fue armar excursión familiar y caminó con sus primos, su hija y sus dos perros hacia el lugar del descubrimiento. “Hola, hola. Nos encontramos en el municipio de Tonacatepeque y hemos venido a un lugar donde aparentemente hubo un asentamiento precolombino que pudo haber quedado soterrado cuando fue la erupción de la caldera de Ilopango, allá por el año 500 después de Cristo”. Así inició Miguel Ángel el primer video (de un total de cinco) del descubrimiento que está a punto de mostrarle al mundo.

Los videos de Miguel Ángel en TikTok se hicieron tan virales que su número de seguidores creció en miles y los comentarios en cientos. El algoritmo, la estrategia de posicionamiento que alinea las coincidencias en los gustos de los usuarios para mantenerlos más tiempo en la plataforma, hizo lo suyo. Uno de los videos del profesor se coló en la página de inicio de Carlos Flores Manzano, un salvadoreño que está estudiando su doctorado en Arqueología en la Universidad de Yale. “Es increíble ese hallazgo”, cuenta a El Faro vía llamada telefónica. “Le escribí para decirle que fue muy importante que diera el aviso de ese hallazgo fortuito y afortunado”, recuerda.

 

 

El área de estudio de Flores Manzano ha sido el sur del Área Metropolitana de San Salvador y aunque la sospecha de que la zona más cerca al Lago de Ilopango podía tener bajo sus capas vestigios arqueológicos importantes ha estado presente siempre entre los arqueólogos locales y algunos extranjeros, no deja de sorprenderle el hallazgo. “Es increíble cómo el calor y la presión lograron conservar esas estructuras y, sobre todo, el material orgánico. Ahora sabemos cuál es el grado de conservación de la erupción de la zona”.

Miguel Ángel no es arqueólogo, ni profesional ni aficionado, pero sus palabras dejan claro que no es un ignorante del tema. “Nosotros ya sospechábamos que algo como esto podía existir, aquí es común encontrarse pedacitos de barro ahumados a la orilla del río. Una vez encontramos la carita de un ‘muñequito’ de esos que se ven en el museo”, dijo en una visita en la que guió a El Faro mientras recoge una fracción de lo que parece ser la oreja de una taza de barro.

Miguel Ángel Sales muestra los fragmentos de las piezas piezas que se encuentran a lo largo del río que conecta con el sitio arqueológico que él descubrió en septiembre. Foto de El Faro: Víctor Peña. 
Miguel Ángel Sales muestra los fragmentos de las piezas piezas que se encuentran a lo largo del río que conecta con el sitio arqueológico que él descubrió en septiembre. Foto de El Faro: Víctor Peña. 

Las sospechas de Miguel Ángel estaban basadas en algo más que los trozos de barro regados que ha coleccionado a lo largo de los años. “Viviendo tan cerca del Lago de Ilopango, siempre me ha llamado mucho la atención el tema”, cuenta. Esa curiosidad lo llevó hasta un documental del Smithsonian Channel, producido por Robert Dull y Paul Amaroli, en el que se narra la erupción del volcán de Ilopango a partir de la historia de una familia que habita los alrededores del lago y que huye de la explosión. El documental nutrió su curiosidad y lo hizo navegar entre una serie de artículos que, sumado al material de sus clases, construyeron el bagaje de conocimientos que le permitieron hablar sobre el descubrimiento de manera natural, sin forzar ninguna pose intelectual. 

“El Pacún es el primer sitio arqueológico que se encuentra debajo del Ilopango. Con estructuras y con un contexto bien definido. No existe registrado otro sitio arqueológico de esa época cerca del volcán. Sí hay otros asentamientos mesoamericanos, pero que pertenecen a otros períodos posteriores a la erupción de Ilopango”, explica Hugo Díaz, arqueólogo independiente y exjefe de Arqueología del Ministerio de Cultura. Sin parafernalias ni otro instrumento más que su celular, Miguel Ángel abrió una nueva página para la historia de este país.

Una vez que Miguel Ángel terminó su scouting y recogió la información necesaria en fotos y videos, regresó a su casa dar el aviso oficial a las autoridades. Hizo un correo electrónico en el que detalló lo que vio y adjuntó cinco fotos y capturas de otras. “No pude mandar videos porque son demasiado pesados y no me iban a alcanzar los datos para mandarlos”, cuenta. “No sabía si me iban a responder siquiera, pero yo cumplí con mi deber”. 

Una hora después, Óscar Camacho, jefe del departamento de Arqueología respondió su correo y le preguntó cuándo podía llegar un equipo de arqueólogos al lugar para que él los acompañara. Miguel Ángel le dijo que él podía recibirlos ese mismo día. Pero al explicar las características del lugar, Camacho le dijo que por el tipo de zona necesitaban un vehículo de doble tracción que los arqueólogos no tienen a su disposición. La falta de transporte es uno de los principales problemas que ha enfrentado esta dependencia desde siempre y en ocasiones los arqueólogos han usado sus vehículos para hacer trabajo de campo.

Aunque en términos prácticos Miguel Ángel es vecino del asentamiento, llegar hasta ahí no es tan sencillo como suena. Para empezar hay que caminar cuesta abajo por una calle improvisada de tierra, piedras y, básicamente, cualquier otro material que sirva para compactar la tierra que hace las veces de pavimento. Llamarle calle a ese camino es premiar el desinterés de las autoridades por la comunidad que se instaló desde mediados de los 80. Según cuenta Miguel Ángel (a El Faro y en otros medios que lo han entrevistado), la alcaldía ha dicho que el dueño pide firmar un comodato por 25 años. Posterior a los videos del descubrimiento, Miguel Ángel también hizo uno sobre el estado de la calle, a la espera de que también llame la atención de las autoridades del Ministerio de Obras Públicas.

Al llegar a lo plano, en la ribera del río, hay que caminar unos cinco minutos sobre arena o lodo, esquivando la basura, las piedras, las heces de mascotas y ganado, y algunos vidrios. Una vez en la orilla, uno se remanga el pantalón y se descalza para cruzar la corriente de agua que fluye de oeste a este que, cuando no llueve, el caudal tiene un diámetro de unos 5 metros, aproximadamente. El río Las cañas es una microcuenca que atraviesa los municipios de Soyapango, Ilopango, San Martín, Tonacatepeque, Ciudad Delgado y Apopa, que conecta con el río Acelhuate. El agua es turbia y despide un hedor producto de la liberación de aguas negras que se vierten en él. En el área que colinda con la comunidad y con el recién descubierto sitio arqueológico, la actividad comercial principal que se da en la ribera es la extracción de arena para vender a camiones. Ese fue, de hecho, el primer trabajo de Miguel Ángel cuando adolescente.

Del otro lado de la orilla, uno se adentra en la quebrada Pacún entre colinas compuestas de ceniza volcánica donde, a diferencia del río, corre agua limpia proveniente de un nacimiento de agua que baja de lo alto. Esa fuente de agua pura ha permitido cosechar maíz y frijoles, el pastaje de ganado y hasta el desarrollo de un ramo de renacuajos que nadan en uno de los hilos de agua que vienen de la colina.

Miguel Ángel Sales cruza el río Las Cañas, un cauce de cinco metros de ancho donde corren las aguas negras que provienen del oriente de San Salvador. Aquí es el límite de Soyapango y Tonacatepeque y donde se ha encontrado un nuevo sitio arqueológico. 
Miguel Ángel Sales cruza el río Las Cañas, un cauce de cinco metros de ancho donde corren las aguas negras que provienen del oriente de San Salvador. Aquí es el límite de Soyapango y Tonacatepeque y donde se ha encontrado un nuevo sitio arqueológico. 

La visita de los arqueólogos del ministerio se concretó finalmente el jueves 8 de septiembre por la mañana. Miguel Ángel se ausentó ese día del aula para servir de guía a Manuel Guerra y Shione Shibata, quienes llegaron a identificar la zona y a analizar los vestigios para corroborar técnicamente el descubrimiento de Miguel Ángel. “Estuvimos toda la mañana aquí, hasta como la 1, pero al nomás llegar ellos coincidieron en que se trataba de un asentamiento precolombino”, recuerda.

Ahora el sitio está custodiado por dos puestos de seguridad: uno del Cuerpo de Agentes Metropolitanos de Tonacatepeque y otro de la Policía Nacional Civil. Pero eso pasó hasta el 23 de septiembre, diez días después de que el Ministerio de Cultura emitiera la declaratoria de sitio de interés cultural. Al Estado le tomó una semana después del aviso del descubrimiento hacerlo oficial, pero aún sin ningún papel que lo decretara, Miguel Ángel estuvo siempre convencido de que su descubrimiento era algo valioso.

El Faro habló con distintas fuentes especializadas para corroborar lo descrito por Miguel Ángel, pero no se pudo obtener ningún tipo de declaración de parte de las fuentes oficiales. Los arqueólogos asignados al descubrimiento por el Ministerio de Cultura dijeron no estar autorizados para hacerlo. Cuando se buscó una declaración oficial por la vía institucional, Katherine Huezo, la encargada de atender las gestiones con los medios, no respondió llamadas ni mensajes enviados por este periódico. 

La declaratoria de sitio de interés emitida por el Ministerio de Cultura el pasado 13 de septiembre da cuenta de un asentamiento prehispánico correspondiente al período clásico (400 al 600 d.C.) con tres estructuras visibles de forma rectangular, construidas a base de un sistema de tierra y otras de bahareque y techo de zacate; y dos estructuras más, aún bajo tierra, en las cuales se observa parte de un techo y la presencia de vigas y postes. Además, en el sitio se encontraron restos de maíz calcinados y una variedad de semillas (no determinadas) que dan cuenta de la dieta de las personas que habitaron previamente ese lugar. Régimen temporal de protección.

Según la Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural de El Salvador y su reglamento, la emisión de esta resolución, además de legitimar el descubrimiento, daba luz verde para que el Ministerio emitiera medidas de protección al sitio en conjunto con la municipalidad. Según lo relatado por Miguel Ángel, los arqueólogos visitaron la alcaldía de Tonacatepeque el día después que él los guió hacia el sitio para poner en marcha el plan de resguardo de la zona. Ninguna institución de seguridad pública se hizo presente si no hasta el 23 de septiembre, luego de que Miguel Ángel notificara del intento de hurto.

Apenas dos días antes, la Asamblea Legislativa había aprobado la declaratoria de “zona de interés cultural” y en su intervención, la diputada Suecy Callejas, quien promovió el decreto, hacía un llamado a que se respetara la zona. Pidió a los interesados y curiosos abstenerse de visitar el lugar, por ser un área propensa a los deslaves, y advirtió que cualquiera que hiciera daño o extranjera material arqueológico del lugar estaría cometiendo un delito. La prevención cayó en saco roto.

“Uno de los señores que pasta su ganado en la zona me mandó un mensaje diciendo que cuando pasó por ahí vio rastros de destrucción en el sitio”, recuerda. Se apresuró a cruzar el río para verificar que todo estuviera bien y cuando llegó se encontró con una bolsa negra llena pedazos de cerámica despedazadas, partes desenterradas de las estructuras y tierra volcada sobre los rastros de maíz calcinado. Miguel Ángel empezó a grabar lo que encontró y sentenció “las personas que han hecho esto sepan que han cometido un delito”. En su voz hay indignación y molestia, y en su monólogo insiste en la importancia de proteger lugares como este. “Esto no es cualquier cosa, no es como que usted encuentre tirados dos mangos debajo de un palo. Acá ya es una zona protegida por una ley […] Acá se acaba de cometer un grave delito”.

Cuando se reportó el hecho, la alcaldía de Tonacatepeque, para desvincularse de no haber dado la protección al lugar, dijo a La Prensa Gráfica que ellos estaban listos para instalar un puesto de vigilancia, pero que la Policía Nacional Civil se los impidió porque en la semana en la que ocurrió el supuesto hurto realizarían un operativo de captura de pandilleros que, se presumía, estaban escondiéndose en la zona. El Ministerio de Cultura condenó el hecho, pero no amplió en detalles.

Unos días después del hallazgo del sitio arqueológico del río Las Cañas, la Policía y el Ministerio de Cultura cubrieron la zona para proteger las estructuras. Esto ocurrió un día después que se reportó el intento de hurto de algunas piezas. Foto de El Faro: Víctor Peña. 
Unos días después del hallazgo del sitio arqueológico del río Las Cañas, la Policía y el Ministerio de Cultura cubrieron la zona para proteger las estructuras. Esto ocurrió un día después que se reportó el intento de hurto de algunas piezas. Foto de El Faro: Víctor Peña. 

“Si no hubiese régimen de excepción yo no hago esto”

Desde el 6 de septiembre que Miguel Ángel publicitó el descubrimiento en TikTok se ha convertido en el educador público sobre este. Una suerte de juglar cibernético que puso por encima la importancia de lo que había descubierto sobre el costo de comprar internet para su teléfono hasta cuatro veces por semana para subir los videos. “Yo no cabía de la emoción, mis redes sociales nunca han sido serias. Je, je, je. Soy el típico docente que el alumno mira mis estados y mis publicaciones y dice ‘profe, que es eso que está subiendo’”.

Convertirse en el descubridor del sitio fue la suma de sus aficiones y de estar en el lugar correcto en el momento preciso. Pero ni sus estudios ni su curiosidad por el tema ni ser habitante de la comunidad Las Cañas hubieran servido de mucho, asegura, sin la implementación de lo que el llama Plan Control Territorial. “Hace seis meses –dice mientras cruza el río de regreso al atardecer– ni loco hubiera hecho esto de venirme a meter hasta aquí. Toda la atención que ha generado este lugar hubiera hecho que mi vida estuviera en peligro por los pandilleros que dominaban en ambas zonas'. Desde hace ocho meses El Salvador está bajo régimen de excepción, una medida que fue prorrogada por séptima vez el 14 de octubre. Esta suspensión indefinida de algunos derechos, que ha generado críticas al oficialismo por la violación sistemática de derechos humanos justificadas como “guerra contra las pandillas”, fue el elemento principal por el que el descubrimiento se hizo público. Miguel Ángel reconoce que si la comunidad no estuviera “limpia” quizá él no habría dado aviso a las autoridades. 'Es el régimen el que se ha llevado a todos los pandilleros y colaboradores de esta zona'.

En un país en donde el descubrimiento de vestigios arqueológicos generalmente acaba en secreto y destrucción, el hallazgo y la difusión que se ha hecho del sitio en el río Las Cañas  son sumamente valiosos. Uno de los últimos reportes de vestigios arqueológicos que llamó la atención de los medios fue el de Tacuscalco, en Sonsonate, que pese a los litigios legales y las declaraciones de bien cultural terminó en la destrucción del lugar, bajo la mirada cómplice de los gobiernos de Sánchez Cerén, y la impunidad para la empresa involucrada, bajo el gobierno de Nayib Bukele.

Los arqueólogos salvadoreños han insistido en distintas ocasiones que entre el 80 % y 90 % del territorio aún no ha sido excavado y que bajo las cenizas de las erupciones aún hay mucho patrimonio arqueológico enterrado. El descubrimiento de Miguel Ángel abona a esa teoría y permitirá estudiar una zona que por sus características es comparable únicamente a Joya de Cerén, descubierto en 1993 y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

En la sesión plenaria del 21 de septiembre de 2022, los diputados oficialistas se comprometieron a trabajar por la protección al patrimonio cultural. “Ha llegado el momento de hacer un plan nacional de rescate al patrimonio que tenemos”, dijo la diputada Suecy Callejas, quien entre 2019 y 2021 ejerció como ministra de Cultura.

El sitio permanecerá bajo estudio y análisis durante un tiempo indefinido y de las excavaciones arqueológicas dependerá los pasos que el Estado debe dar si lo que se pretende es, por ejemplo, abrirlo al público. Miguel Ángel sueña con que su descubrimiento traerá mejoras a su comunidad, una donde la calidad de la calle para llegar hasta ahí es apenas la cara más visible del abandono estatal. En Las cañas no hay agua potable y acceder a este recurso implica jalar agua desde el pozo comunitario o que cada hogar excave su propio pozo. La contaminación del río ha traído, además, problemas de salud para los habitantes. Un artículo publicado en la revista Entorno de la Universidad Tecnológica relaciona la incidencia del consumo de agua del río con las afectaciones de insuficiencia renal crónica.

En esta comunidad, aunque hay servicio de energía eléctrica, no hay suficientes postes de iluminación pública. De noche, para moverse en el interior de la comunidad, los habitantes tienen que alumbrar con una linterna o la lámpara de su celular para evitar caer en un bache o golpearse con una piedra. “Yo a lo que aspiro es a que este descubrimiento traiga un cambio para mi comunidad ahora que somos conocidos por algo bueno”, dice Miguel Ángel, quien confía en que el acercamiento que tuvo con diputados oficialistas se materialice en obras.

Por ahora, el cambio más perceptible es el de la vida de Miguel Ángel. Desde el descubrimiento, ese se ha vuelto el tema más recurrente en sus conversaciones, tanto presenciales como virtuales. Él mismo siente que no puede volver a producir el tipo de contenido de antes en sus redes sociales. “El último video que subí antes del descubrimiento era yo bromeando con que me iba a hacer stripper por el alto costo de la vida, ahora siento que ya no puedo volver a lo de antes”. Luego, se confiesa: “No persigo ningún beneficio personal, pero si me ofrecen dinero, tampoco me voy a negar”.

Los pobladores de las comunidadees cercanas al río cruzan esta zona para realizar sus rutinas de trabajo. Algunos pastorean a sus vacas y cabras y muchos otros se dedican  a la extracción de arena blanca para la construcción. Foto de El Faro: Víctor Peña. 
Los pobladores de las comunidadees cercanas al río cruzan esta zona para realizar sus rutinas de trabajo. Algunos pastorean a sus vacas y cabras y muchos otros se dedican  a la extracción de arena blanca para la construcción. Foto de El Faro: Víctor Peña. 

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