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El Salvador / Memoria Histórica
Viernes 17 de septiembre de 2021
17/sep/2021
Bicentenario 2021: la Centroamérica que no fue
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Sueño y pesadilla

Una república de los pueblos del centro de América fue un sueño hace doscientos años. También ha sido una pesadilla. Desde la primera declaración hasta la última batalla quedó la ruta zigzagueante de un proceso que no produjo la unidad diversa, sino la fragmentación.

El sábado 15 de septiembre de 1821 fue la primera declaración de la Independencia:
“Siendo públicos e indudables los deseos de independencia del gobierno español que por escrito y de palabra ha manifestado el pueblo,” oído el clamor de viva la independencia que repetía de continuo el pueblo, se acordó: “Que siendo la independencia del gobierno español, la voluntad general del pueblo de Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el Congreso que debe formarse, el señor jefe político la mande publicar para prevenir las consecuencias que serían terribles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”.


Fue una declaración memorable con varias afirmaciones:

El pueblo ha manifestado los deseos de independencia del gobierno español.

Repitió el clamor de viva la independencia.

La independencia del gobierno español es la voluntad general del pueblo.

El jefe político mande publicar la independencia.

La publicación se hace sin perjuicio de lo que determine el Congreso que se formará.

La publicación es para prevenir las consecuencias que serían terribles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.


La proclama definía tres aspectos:

La independencia de la corona española.

Un congreso definiría la forma y el alcance de la nueva república.

Mientras tanto, el jefe que había comenzado el día como gobernante colonial lo terminaba como líder del nuevo Estado.

Aquel sábado hubo un gran cambio que dejó muchas cosas inalterables. El acuerdo rompió una forma de gobierno que tenía trescientos años de existencia. A la par, Gabino Gaínza, el jefe, el aparato administrativo y las provincias siguieron iguales. Los hechos del día eran dos: el rompimiento con la monarquía española y la indefinición sobre México. Allá hubo un acuerdo entre gobiernistas e insurgentes que combinaba, religión católica, independencia con monarquía –el imperio–, esperando la llegada de alguien de la familia real para hacerse cargo de esa corona nueva. Aquella fue una proclama de tres garantías. En Guatemala, los gobiernistas favorecieron una fórmula parecida.

Los hombres que firmaron el Acta del 15 ya sabían que una parte del Reino de Guatemala (Chiapas) se había separado para unirse a México, aunque no sabían qué decisión tomaría el congreso. Tampoco lo sabían el jefe Gaínza ni sus aliados, pero se dedicaron de inmediato a promover un acuerdo favorable a la anexión, el cual se consumó el 5 de enero de 1822. Otros gobiernos locales, como el de San Salvador, decidieron ponerse en contra del imperio mexicano y, en especial, de subordinarse a los poderes radicados en Guatemala, fueran económicos o religiosos.

En 1822, los ayuntamientos que habían formado parte de la Capitanía General eran un hervidero, porque estaban debatiendo su futuro. San Salvador adoptó varias decisiones, impulsó iniciativas y buscó aliados, y no se limitó a las cercanías, pues envió delegados hasta México y Washington. En esta última capital presentó el acuerdo de su Asamblea de federarse a los Estados Unidos; trataba de sustraerse a la corriente dominante mexicana y guatemalteca que contaba con el cuerpo militar más numeroso y mejor equipado que había estado en estos territorios.

En San Salvador se había constituido un bloque político con los líderes criollos conocidos, los dirigentes mestizos –algunos de ellos habían sido alcaldes de barrio–, los productores de añil, los curas, las mujeres y los artesanos. Los intereses de los productores subordinados a las poderosas firmas de Guatemala deben de haber funcionado como uno de los factores de cohesión salvadoreña. Durante 1822, la provincia de San Salvador dio señales de una firme defensa de su independencia ante Vicente Filísola, el jefe político militar mexicano, entonces la persona más poderosa en el centro de América. Resistieron el gobierno y la gente con negociaciones, conspiraciones, acuerdos solemnes, cambio de acuerdos y órdenes militares. El 11 de diciembre de 1822 comenzó el sitio sobre la ciudad y el 7 de febrero siguiente fue la batalla con la previsible victoria mexicana.

La victoria tuvo consecuencias pasajeras, porque cayó el Imperio de Iturbide. En junio de 1823 se reunió la Asamblea Constituyente centroamericana y el 1 de julio hizo una declaración contundente: las provincias “representadas en esta asamblea son libres e independientes de la antigua España, de México y de cualquier otra potencia, así del antiguo como del nuevo mundo; y que no son ni deben ser el patrimonio de persona ni familia alguna”.

El pronunciamiento fue como un acta fundacional del Estado que se constituía en el Centro de América, y las referencias en el nombre indicaban el orgullo de los representantes por la ubicación geográfica de su territorio.

En San Salvador, el 12 de junio de 1824 se aprobó la primera Constitución, aun antes de la Centroamericana. Los representantes de la Intendencia de San Salvador y de la Alcaldía Mayor de Sonsonate dijeron que lo hacían cumpliendo los deseos de los pueblos, en virtud de los plenos poderes recibidos y teniendo en consideración las “bases constitucionales” decretadas por la Asamblea de la Federación.

El artículo 1 de aquel texto salvadoreño fue una declaración de libertad e independencia: “El Estado es y será siempre libre e independiente de España y de México y de cualquiera otra potencia o gobierno extranjero, y no será jamás el patrimonio de ninguna familia ni persona”.

Mientras tanto, la asamblea centroamericana estuvo reunida diecisiete meses sin tener representaciones de dos mayorías: ni mujeres ni pueblos originarios asistieron con voz y, por supuesto, tampoco con voto. Cuando terminaron las sesiones, según los representantes indicaron, ellos creían haber encontrado la gran fórmula, y lo declararon con orgullo en el Preámbulo constitucional: “Congregados en Asamblea Nacional Constituyente, nosotros los representantes del pueblo de Centroamérica, cumpliendo con sus deseos y en uso de sus soberanos derechos, decretamos la siguiente Constitución para promover su felicidad; sostenerla en el mayor goce posible de sus facultades; afianzar los derechos del hombre, los principios inalterables de igualdad, seguridad y propiedad; establecer el orden público y formar una perfecta federación”.

Así fue el comienzo de la república centroamericana hace doscientos años. La “perfecta federación” fue un sueño que se transformó en pesadillas de guerra, sufrimientos y muertes. El Bicentenario presenta esos lados de sueño y de pesadilla, con más de lo último por la Centroamérica que no pudo ser entonces ni en las décadas siguientes. Hubo momentos en que crecieron los compromisos con los sueños de fundación, como en 1856, cuando los gobiernos y las sociedades se involucraron con la defensa de Nicaragua contra el invasor Walker y sus poderosos aliados en los Estados Unidos. Y triunfaron los centroamericanos, pero pronto florecieron de nuevo los intereses locales y los caudillos hasta enseñorearse por todos lados. Unos y otros tendieron a dominar el futuro, favoreciendo la inestabilidad política caudillista con sus recurrentes coyunturas de arbitrariedad y de violencia.

Hoy iniciamos la publicación de #EFBicentenario con el objetivo de presentarles informaciones, datos y documentos sobre los hechos que han sido fundamentales en la formación de la patria y que pueden ayudarnos a entender cómo somos hoy y porqué preferimos la hostilidad entre los conocidos en vez de la convivencia entre los diferentes.

Esta es la primera entrega de EF Bicentenario; haremos otras periódicas hasta el fin de año, y esperamos sus comentarios, así como sus críticas. Unos y otras serán bienvenidos; el insulto será recibido como una incapacidad de razonamiento.
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Coordinadora editorial :
María Luz Nóchez
Editor :
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Asesor de Historia :
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Historiador :
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Diseño y Desarrollo :
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Imagen de portada :
200 años de lucha por la emancipación en El Salvador (Antonio Bonilla)

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