Cerramos esta semana el año más intenso y convulso del Siglo XXI en El Salvador. Con un cierre de campaña para el olvido, pero que difícilmente olvidaremos por su agresividad y su confirmación de los bajos niveles políticos en el país; con un presidente de izquierda electo en las urnas; con un cambio de gobierno ordenado y tranquilo; con el desmoronamiento del principal partido político salvadoreño de los últimos 20 años; con un nuevo desastre natural que confirmó que el sistema de emergencias no funciona; con el ejército en las calles por el aumento de la inseguridad y con una crisis económica, política y social que no tiene parangón en la historia contemporánea nacional.
El 2009 movió el país en mucha mayor forma de la que somos capaces aún de dimensionar y trajo, entre tanta dinámica, la confirmación de que la ciudadanía se ha movido también mucho más adelante de los poderes del Estado y las instituciones políticas. El gran desafío que deja este 2009 es justamente que las instituciones se modernicen y sean capaces de cumplir con las necesidades que el país demanda.
Les toca ahora a los políticos, a los legisladores, al Ejecutivo y al Órgano Judicial iniciar pronto una serie de reformas que permitan esto: una ley de Transparencia y Acceso a la Información; mayor claridad en los gastos de las instituciones del Estado; mayor eficacia en el combate a la corrupción; una total transformación de la Corte de Cuentas; la separación de las atribuciones jurídicas y administrativas tanto del Tribunal Supremo Electoral como de la Corte Suprema de Justicia; una ley de partidos políticos y de financiamientos de campaña; una reevaluación del gasto público y el sistema tributario; y una renovación urgente de las estrategias de combate a la violencia y el crimen organizado.
El Salvador cierra el año en pleno reacomodo del sistema político y los intentos de reactivación económica. Es un momento crucial que definirá nuestro futuro. Estos momentos son una enorme oportunidad para crecer en democracia y avanzar en la consecución de una mejor sociedad, más justa, más segura, más participativa, más solidaria, más feliz. Pero si no se aprovechan, pueden significar un retroceso en muchos sentidos: en democracia, en equidad, en seguridad. Las amenazas están a las puertas, y visibles, y solo pueden ser vencidas con la responsabilidad de quienes han sido encomendados para regir el destino del país de la mano con una ciudadanía más madura, mejor organizada y más exigente.
Despedimos hoy un 2009 del que seguiremos hablando por mucho tiempo, y damos la bienvenida a un 2010 difícil y lleno de retos. Hacemos votos para que, dentro de un año, podamos celebrar que estamos todos en mejores condiciones. Feliz año a todos.