-¿Dónde está David? ¡Llámenme a David, por favor! -demandó el presidente con un tono impaciente, mientras secaba con un pañuelo el sudor que bajaba por su frente.
-Ya viene -respondió un hombre de bigote y con acento argentino, que caminaba a su lado. Frente a ellos, los periodistas se apilaban para abordar al mandatario ante una casa enlodada en el centro del municipio de Verapaz, San Vicente. Era el mediodía del lunes 9 de noviembre. El día anterior, un río de rocas y lodo había soterrado a la mitad del pueblo. Funes, que recién había hablado por celular con el ministro de Hacienda, tenía que dar un anuncio importante. Y David Rivas, el secretario de Comunicaciones por quien Funes preguntaba con insistencia, no aparecía.
Cuando las cámaras de televisión centraron el rostro de Funes, el hombre del acento argentino se apartó, como para pasar inadvertido, y se coló entre los periodistas. Cruzó los brazos y esperó. Solo al cabo de unos minutos, Rivas apareció corriendo sobre la lodosa 6a. Avenida. Sostenía un micrófono en la mano derecha y venía agitado y sudado. “Perdón”, le dijo al oído a su jefe, por haberlo hecho esperar. Rivas, entonces, dijo a la prensa que el presidente tenía que dar un mensaje importante.
Entonces Funes habló casi cinco minutos para anunciar estado de emergencia nacional y la reorganización de préstamos internacionales para enfrentar el desastre causado por las lluvias. Durante ese tiempo, detrás suyo escuchaba atento y de brazos cruzados, el hombre de bigote y acento argentino, y frente al presidente estaba Rivas, quien con la mano derecha se secaba el sudor y con la izquierda sostenía el micrófono de la Radio Nacional, que transmitía el mensaje en vivo.
Cuando el discurso y la conferencia terminaron, Funes siguió su recorrido por el pueblo. El hombre del acento argentino lo acompañó como parte del séquito, mientras Rivas se quedó atrás arreglando asuntos logísticos del mensaje presidencial. Unos 45 minutos después, en un descampado a la salida del pueblo, Funes abordó el helicóptero presidencial junto a su esposa y junto a una persona más: ese hombre misterioso que, huraño, si se le pregunta quién es, dice no ser nadie. David Rivas también llegó al helipuerto improvisado, pero solo para despedirse. El helicóptero partió y el secretario de Comunicaciones del Presidente se quedó en tierra preguntándose por un instante cómo se iría de ese pueblo en desgracia. En eso estaba cuando, desde la cabina del pick up con placas nacionales que lo había llevado hasta ese punto, salió un grito en su auxilio:
-¡Don David, véngase! Aquí todavía hay un espacio.
El señor nadie
El último spot de Casa Presidencial grabado y publicado en 2009 tuvo como protagonistas a la pareja presidencial. Él, con traje oscuro, colocaba un adorno navideño en una rama de un arbolito verde. El adorno era un casco de esos que se usan en la construcción, y mientras lo colgaba aseguraba que habría más y mejores empleos en el país. Ella, con vestido rojo, decía con un marcado acento portugués que deseaba paz para este 2010. El anuncio cerraba con Funes y Vanda Pignato colocando una estrella en la cúspide del arbolito. “Feliz Navidad”, decían. El mensaje, la producción y la finalización del spot fueron supervisados por ese hombre cincuentón de bigote gris que habla con acento argentino. Ese que, cuando se le pregunta, responde que él no es nadie.
En junio, cuando Funes asumió la presidencia, declaró que él no iba a hacer publicidad de su toma de posesión y que, gracias a esa decisión suya, los salvadoreños iban a ahorrarse unos millones de dólares. Pocas semanas pasaron para que la Presidencia comenzar a hacerse publicidad. El 8 de septiembre, El Faro solicitó a Casa Presidencial que le abriera sus cuentas de publicidad, pero aunque en cuestión de dos días verbalmente se respondió que la información pedida iba a entregarse, terminó 2009 y al final no hubo concreción de nada. El Faro envió dos solicitudes y gestionó con el subsecretario de Transparencia, Marcos Rodríguez, pero todo fue infructuoso.
Datos de la empresa Publisearch, que se dedica al monitoreo y control publicitario de medios, estiman que solo en pago de colocación en medios de comunicación la Presidencia invirtió unos 1.7 millones de dólares de junio a octubre.
El 21 de septiembre, en rueda de prensa, El Faro preguntó a Funes cuánto estaba gastando en publicidad y si iba a transparentar esos datos. El presidente que en su discurso de toma de posesión, el 1 de junio, declaró que la transparencia iba a ser algo sagrado en su gobierno, evitó dar datos y respondió que la cantidad era 'sustancialmente menor' a la que gastaba el gobierno anterior.
Del gasto del gobierno de Saca en publicidad nunca se supo nada certero. En 2008, sin embargo, El Faro reveló que entre 20 instituciones adscritas al Ejecutivo –incluida en la lista Casa Presidencial- habían gastado 33 millones 382 mil 728.25 de dólares en 62 campañas publicitarias diferentes, aunque nunca fue posible hallar un registro consolidado para el quinquenio. Otro hallazgo fue que mientras la Asamblea Legislativa aprobaba cierto presupuesto para la Secretaría de Comunicaciones, la Presidencia terminaba multiplicando hasta por tres el gasto.
De cara al nuevo quinquenio, tanto Funes como el ministro de Hacienda, Carlos Cáceres, aseguraban que venía una nueva política. “En otras oportunidades el discurso presidencial hubiera dado motivo de lanzar una campaña publicitaria millonaria y ustedes ven que no se ha hecho ningún esfuerzo publicitario por promover la personería del presidente”, dijo Cáceres en junio, pocos días después de la tomoa de posesión.
Funes, antes que su ministro, había dicho: “Se van a racionalizar los fondos públicos para gastos en publicidad, la cual deberá estar destinada en lo fundamental a divulgar o informar a la población en función del cumplimiento de metas estratégicas”. Un mes más tarde, sin embargo, todo comenzaría a cambiar. El 16 de julio, Casa Presidencial presentó el nuevo logotipo de la casa de gobierno con un despliegue en prensa y televisión. Un volcán verde, irradiado por un sol amarillo, rojo y naranja, y un “El Salvador” en tinta roja -que causó alarma en el partido Arena- fueron colocados en las principales páginas de los medios impresos. El rojo fue sustituido más adelante por un azul patrio. El eslogan que acompañaba el nombre del país era “unir, crecer, incluir”.
Tras ese primer asomo, lo que se vino semanas después alarmó incluso a aquellos que alguna vez dijeron que no había nada de malo en gastar tanta plata en publicidad, cuando el partido gobernante era Arena. “Son millones los que se están gastando. ¿Y que no estamos en tiempos de crisis?”, se preguntaba en agosto el diputado arenero Roberto d´Aubuisson.
D´Aubuisson se refería específicamente a un “Noticiero del Cambio” y a las cuñas radiales y al despliegue en prensa escrita de la publicidad del nuevo gobierno. Casa Presidencial, de nuevo, se metió en los medios con fuerza.
Los 1.7 millones que Publisearch estima que la presidencia pautó -sin contar el costo de la producción- entre junio y octubre bien podrían haber bastado para cubrir a más de 20 mil infantes con una dosis de la vacuna heptavalente antineumocócica, de difícil adquisición -según Salud- por lo elevado de su precio. En el mercado médico privado de El Salvador cuesta entre 80 y 90 dólares. Salud dice que el tratamiento completo cuesta tres dosis que pueden hacer la diferencia entre la vida o la muerte de los pacientes que sufren ese mal que atrofia los pulmones. Las principales víctimas son los menores de edad.
Pero el gobierno necesitaba nuevo eslogan y nuevo logotipo. Tres funcionarios del Ejecutivo que pidieron el anonimato revelaron a El Faro que detrás de esos mensajes publicitarios se encuentra también aquel hombre que en Verapaz escuchaba atento las palabras del presidente Funes la segunda semana de noviembre. Unos días más tarde, El Faro le pidió unos minutos para conversar, pero el hombre se negó.
-Yo no soy nadie -se excusó.
Y a juzgar por la información que da -o que no da- Casa Presidencial, es como si esta sombra del presidente Funes efectivamente fuera un invento. Pero no. Se llama Luis Verdi y hay quienes en el gabinete de gobierno lo conocen solo como 'el asesor del presidente'. Tiene una frugal oficina en Casa Presidencial, con un mapa en relieve de El Salvador en una de las paredes, y un pequeño mueble detrás de su escritorio con algunos libros y alguna fotografía. Su acento argentino se debe a que es argentino.
En Casa Presidencial, Verdi tiene un equipo paralelo al del secretario de comunicaciones, que también hace tareas de comunicaciones. Aunque los funcionarios que saben de él no saben precisar cargos y funciones del 'asesor', sí saben decir que es la mano derecha de otro asesor y “amigo” del presidente Funes que reside en Brasil y que dirigió la campaña electoral de Funes… apoyado por Verdi.