Sólo quien lidera su corazón, su emoción y su imaginación debería aspirar a liderar su nación.
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Amar es, siempre, decidirse a amar. Muchas parejas fracasan porque llegan a confundir la presencia del amor con el movimiento pendular de sus emociones. Y el amor no es un asunto de sentimientos, sino de voluntad.
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A esos hombres y mujeres que viven martirizando a sus cónyuges con la frase: “Ya no me haces sentir como antes”, habría que explicarles que nadie es capaz de pasarse sintiendo las mismas cosas toda la vida, así como nadie es capaz, en consecuencia, de «hacerlas sentir».
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Los que se unen bajo el vínculo matrimonial están diciéndole a la sociedad varias cosas, pero la más importante es, quizá, que aceptan libremente la necesidad de comprometerse a dejar de ser egoístas.
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El matrimonio es una escuela de amor en la que conviene matricularse con el deseo y la voluntad de ser alumnos a tiempo completo, en cualquier circunstancia y para toda la vida.
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Asegurar que los amparos constitucionales del matrimonio heterosexual discriminan a los homosexuales es llevar las cosas fuera de borda. Esa postura equivaldría a afirmar que la existencia de semáforos atenta contra la dignidad de los ciudadanos que no tienen vehículo. Si nos hemos puesto de acuerdo en proteger el orden del tráfico, reportándonos ello un bien social indiscutible, ¿quién creería “justo”, dado que existen personas que no manejan, imponer a la totalidad de los conductores que vayan a pie?
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Los marcos legales pueden ser de papel, de vidrio o de hormigón. Lo importante es saber que una ley no vale porque lo decida una mayoría accidental (como la que hace la mitad más uno de diputados en un congreso), sino porque la gente decide que valga. Consecuentemente, la ley más efectiva no es la que se acepta, sino la que se necesita.
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Como postura intelectual frente a la realidad de un mundo caótico, el pesimismo ha tenido férreos y hasta brillantes defensores en todas las épocas. Personalmente sigo creyendo, sin embargo, que los pesimistas más coherentes son los que no llegan a peinar canas: el suicidio viene a ser su argumento final. Otros han preferido vivir con la duda para no llegar a dudar de la vida.
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La ambición intelectual de alguien puede ser grande, pero invariablemente se enfrentará a las posibilidades, ya no sólo del intelecto como herramienta, sino de todos los ámbitos humanos en su conjunto. Los hombres de ciencia, por ejemplo, utilizan una fórmula infalible para ubicarse en los umbrales de un misterio: se colocan exactamente en los límites del misterio que acaban de resolver. Así se van congregando (lo quieran o no) a las puertas del infinito.
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Generalmente, la única diferencia entre un burócrata activo y un burócrata potencial es el origen del dinero que se usó para comprar su escritorio. La actitud, sin embargo, es la misma, porque quien cree que el trabajo lo hizo Dios como castigo se sentirá castigado donde quiera que trabaje.
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El funcionario público que incumple su labor no merece el salario que recibe; está, literalmente, robándole al Estado. Es ésta una dañosa forma de corrupción, porque está muy enquistada en la burocracia cotidiana, y quienes la ejercen no creen estar cometiendo una falta grave.
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Hacer comunión de enemigos es la afición permanente de los malos líderes.
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El llanto de un recién nacido está anunciando siempre el fracaso final del odio. Basta aguzar un poco el oído.
