Opinión /

Las izquierdas latinoamericanas


Lunes, 11 de enero de 2010
Luis Fernando Valero

Nunca en la historia de Latinoamérica ésta había tenido tantos gobiernos nominalmente de izquierda, aunque esas izquierdas, a pesar de tener ese común denominador, distan bastante de ser uniformes sobre todo porque a pesar de su “izquierdismo” las actitudes cesaristas y hasta dictatoriales de algunos de sus líderes cuestionan hasta la esencia misma de su elección democrática y el caso extremo ha sido Honduras en donde un presidente electo decidió violar la misma Constitución que le llevó al poder por elección popular.

Cierto que el remedio a esa enfermedad no ha sido la mejor medicina, pero ello debe llevarnos a cuestionar si la acción de ciertas izquierdas en Iberoamérica, en su acontecer, deja de ser democrática para convertirse en otra cosa.

Lo de Honduras ha sido un punto de inflexión pero ello podía haber ocurrido en cualquier otro país, quizás por las muy especiales condiciones de Honduras, allí el caldo de cultivo era más propenso, pero lo de Zelaya lo están haciendo otros presidentes en estos momentos en Latinoamérica y es que cambian las reglas del juego político e institucional a su favor en medio del partido, y con la excusa de que el pueblo los apoya, buscan  eternizarse en el poder y alterando el sistema de equilibrios y de poderes del sistema democrático que los ha elegido y apoyándose en ese poder “popular” según ellos “democrático” de pesos y contrapesos recortan derechos, restringen libertades o persiguen a los opositores, nacionalizan empresas privadas… con lo que el clima social se deteriora y la sociedad se enfrenta entre sí.

Las izquierdas latinoamericanas no son homogéneas en su acciones pero la actuación de algunos presidentes sí es mimética; no es igual el izquierdismo etnicista de Evo Morales que el todo vale del nicaragüense Ortega, que se alía con la extrema derecha, que el socialismo bolivariano marxista leninista de Chávez que desea llevar a Venezuela a ser la otra Cuba de Iberoamérica y quizás en su imaginario social desea crear un solo país, émulo del aquel panarabismo místico de Gadafi y por supuesto estos movimientos nada tienen que ver con el socialismo socialdemócrata de Lula o Bachelet o las declaraciones, por ahora, de José Mújica de Uruguay, que aunque por su historia se podía pensar que está en línea chavista y así se lo recordó éste, en la ultima reunión del ALBA, pero Mújica viejo zorro sabe muy bien el comunismo en un mundo globalizado es inviable y el mercado es necesario aunque haya que embridarlo al máximo.

La tendencia de este socialismo de nuevo cuño, ese izquierdismo populista expansivo, agresivo con los que no piensan como ellos, casa mal con el izquierdismo que acepta la reglas del juego y no cae en los cantos de sirena de los que le hacen creer a esos presidentes que ellos son los salvadores de la patria y los únicos lideres y adalides de una regeneración social que la realidad desmiente en el día a día pues los cortes de luz, de gas, de agua, las inmensas colas para conseguir gasolina, la violencia diaria impresionante en algunas ciudades, los pavorosos asfaltos de sus calles y carreteras no son ejemplos  que demuestren que el país va hacia delante, sino todo lo contrario, por más que sus líderes se monten impresionantes medios de comunicación social que les cantan loas día a día y haya pueblo que diga sí y amén a todo, pero lo dicen con tan poca convicción que nadie lo cree pues la realidad desmiente la loa en cuestión.

Como ha señalado una corresponsal de la zona:

“La hallaca es la medida de todas las cosas en Venezuela durante el fin de año. Es un tamal de harina de maíz, relleno con guiso de carne y envuelto en hoja de plátano, y es el plato típico de Venezuela en Navidad y un barómetro rudimentario que mide cómo ha marchado la economía en el año que termina. 'El precio de la hallaca subió 47,3%', informan los titulares de la prensa este diciembre, como consecuencia de que la inflación del país -del 23% en lo que llevamos de año- volverá a ser la más alta de América Latina en 2009.” Lo mismo se puede decir de Argentina, Nicaragua…

De Cuba, el modelo a seguir, según el socialismo bolivariano, ha escrito un corresponsal en ese país:

“Cuba se dirige aceleradamente hacia la bancarrota, pero su presidente asegura que no está dispuesto a correr riesgos de 'apresuramiento e improvisación' en la aplicación de las medidas económicas teóricamente encaminadas a evitarla. Raúl Castro acaba de decir al Parlamento que es preciso 'caminar hacia el futuro con paso firme y seguro'. La idea de futuro de la dictadura de La Habana consiste en volver a los planes quinquenales y la planificación centralizada, en aras del fortalecimiento de la sociedad socialista.”

Planes que, ya se vio en la URSS, sirvieron para la catástrofe final pues ellos generan falta de productividad e ineficiencia de la economía, pues producen falta de liquidez por la escasez de divisas, y en Cuba lo único que puede hacer el gobierno es el recorte de los gastos sociales con lo cual una sociedad subvencionada, como la cubana, cada día ve cómo ese Estado les lleva a más pobreza y peor calidad de vida.

Hay otro socialismo que vemos compite con éste y es el que declara como señaló Lula: nunca los empresarios habían ganado tanto dinero como con él; de todos es conocido que para hacer elevar el nivel de vida y sacar a las grandes masas de la pobreza hace falta mucho dinero. Brasil es el ejemplo contrario, lo que no entendemos es por qué hay tanta permisividad por parte de algunos para no comparar realidades y no llamar a las cosas por su nombre.

El ejemplo que ha dado Chile en las últimas elecciones, con total libertad para que el pueblo elija quién desea que sea su próximo presidente y que lo corroborará libremente  entre los candidatos en enero, es todo un ejemplo a seguir pues no ha habido persecución de lideres políticos, ni prevaricación de la justicia, ni otras exquisiteces que en otros países se hacen.

Se podrán disimular las cosas con citas y alegorías de Bolívar y Martí pero la realidad es terca y la historia clara cuando un régimen nacido o no por vía democrática se instala como partido único o movimiento aglutinador de todos, a la larga, colapsa.

Conviene no olvidar que actualmente el 34% de la población de América Latina está en los niveles de la pobreza. Ello representa unos 189 millones de personas y un 13,7%, otros 76 millones, viven en la más absoluta indigencia, sobre datos  ofrecidos por el CEPAL.

Nadie puede ignorar que estas masas son una inmensa fuente de votos para aquel que sepa darles subsidios y regalarles comida tres veces al día. Todos los votos son iguales, nadie lo niega, pues la dignidad de la persona es intransferible, pero la democracia requiere algunas condiciones para que sea de calidad, no sólo de nombre.

Desde Sierra Madre a la Patagonia, los gobiernos que se identifican con una izquierda son una realidad pero hay sensibilidades muy diferenciadas.

No acaba de entenderse muy bien hacia dónde van las izquierdas de Latinoamérica pues analistas señalan que por ejemplo la presidenta chilena Bachelet está más cerca del presidente de México que de Chávez u Ortega, aunque este último se diga izquierdista y no puede negarse sus actos inconsistentes y alianzas con personajes de la más extrema ultraderecha de su país, Nicaragua.

El verbalismo revolucionario del presidente Chávez no casa con el lenguaje de Lula, que sí fue obrero y mantuvo una coherencia sindical toda su vida.

Es peligroso para la historia que los pueblos se dejen seducir y reelijan “democráticamente” a sus gobernantes, Franco afirmaba que sus elecciones eran democráticamente orgánicas y Fidel estuvo siempre súper convencido de ser el presidente más democráticamente electo de todo Ibero América ya que su democracia, insiste, es mucho mejor que la podrida democracia burguesa de sus opositores.

Evidentemente el pensamiento es libre para todos, lo malo es cuando algunos están tan convencidos de su verdad que aquel que no piensa como ellos es traidor, enemigo de la patria y del pueblo y por ello un cáncer que hay que extirpar a cualquier precio.

Lo mismo afirmaba la iglesia católica con su Santa Inquisición, ella declaraba que Dios era la medida y ellos, sus ejecutores. La historia es nítida y cada cual que saque sus propias conclusiones.

Alain Touraine, gran conocedor del continente y sociólogo, nada sospechoso de contaminaciones imperialistas, afirma que la división entre izquierda y derecha pierde sentido en América Latina. Lo importante  para él es si los países logran que sus tensiones y diferencias, derivadas de los problemas sociales, si sus luchas sociales se pueden canalizar en un marco institucional y democrático. El debate no se da tanto entre izquierda y derecha, sino entre una izquierda socialdemócrata, que aglutina a la sociedad y combina la economía de mercado con las políticas sociales, y una izquierda (o derecha) populista, seducida por el autoritarismo, que acapara todos los poderes y se enquista en el poder.


Cierto es que estos movimientos populistas son consecuencia de la avaricia, la desidia, el abuso, la ignominia, en demasiados casos, de los partidos tradicionales de derecha que no fueron capaces de copiar la modernidad y la pluralidad efectiva de países que secularmente fueron pobres de solemnidad como Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia... pero que supieron en momento determinado elevar los niveles de educación de los pueblos y dentro de una pluralidad con mayorías adecuadas, pero respetando a las minorías hicieron avanzar a sus países a los niveles que están hoy.

Iberoamérica ha conseguido una democracia electoral. Hay elecciones y la sociedad va a las urnas, pero debe aceptarse que hay un serio peligro en cuidar y fortalecer a las instituciones que dan sentido a la democracia, que no es sólo el voto, negar el equilibrio de poderes como ha señalado Chávez no es un buen augurio pues al final  se gobierna contra la ley y se legisla en beneficio propio. Y al final la democracia se convierte en absoluta lo cual no es ni deseable ni conveniente, la democracia debe ser plural abierta y respetando a las minorías que son la piedra de toque de la democracia.

Los  liderazgos mesiánicos  que se observan en estos momentos en Hispanoamérica (Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Álvaro Uribe en Colombia, por citar algunos) están fomentando al presidente mesiánico y ello no es bueno, pues no se observa en esas  sociedades los pesos y contrapesos de otras; más mesiánico que Obama, al inicio de su presidencia, nadie, y en cambio ya vemos como una sociedad con claros contrapesos, libertad de información, de reunión, de prensa, libertad de crítica en ocasiones acérrima y hasta exagerada, pero no restringida hacen que la sociedad libremente vaya restando apoyo al líder mesiánico y este debe jugar de otra forma, y no persiguiendo a los que le pueden hacer sombra o interfiriendo en los procesos de legitimación institucional. Sino dialogando, transando, cediendo, argumentando y sabiendo que para poder conseguir lo que se desea hay que priorizar.

Esperemos a ver hacia dónde se encaminan estas izquierdas latinoamericanas y si es posible un diálogo creador entre las mismas para que al final de ese proceso, quien mejore sea la sociedad global latinoamericana, que buena falta le hace.

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