Opinión /

En sus propias palabras


Lunes, 11 de enero de 2010
El Faro

Mauricio Funes se convirtió en presidente gracias al voto mayoritario de una ciudadanía movilizada por su discurso de cambio. Logró despertar la ilusión de un país mejor, más incluyente, más solidario y más equitativo, y prometió una nueva manera de ejercer la administración del Estado: menos corrupta, más transparente, ética y abierta.

En su discurso inaugural, el 1 de junio, el presidente Funes reiteró su compromiso con una administración más transparente.

Siete meses ya de su presidencia, y comenzamos a detectar signos contrarios a sus palabras. Las estrategias de comunicación de la presidencia comienzan a parecerse a las viciadas prácticas de los gobiernos anteriores, de las que se beneficiaron sin escrúpulos  medios de comunicación, casas productoras, agencias de publicidad, charlatanes y allegados al mandatario de turno.

Hasta el cierre de esta edición, ni el presidente ni nadie del Ejecutivo ha respondido a las dudas planteadas por El Faro con respecto a los gastos y las estrategias de publicidad; una actitud, también, similar a la de anteriores administraciones.

Polistepeque, una agencia de publicidad creada recientemente por los asesores de campaña de Funes y consolidada por decreto como la única empresa responsable de la propaganda del gobierno, se erige hoy como epicentro de la estrategia de comunicación del gobierno; por ser la única agencia que “cumple con lo requerido” por la presidencia; es decir, con lo establecido por las mismas personas a las que asesora desde hace más de un año.

Todo el entramado de la estrategia propagandística de la presidencia ha sido diseñado por los mismos asesores, algunos de los cuales siguen a sueldo en Casa Presidencial. Han establecido un mecanismo similar al de la administración Saca: la propaganda sustituye a la información, y la propaganda está en manos de un pequeño grupo. 

Volvemos al discurso inaugural del presidente Funes, aquel 1 de junio: “Precisamos hacer una revolución ética. El bien público no puede ser confundido con el bien personal y la ética de los favores tiene que ser sustituida por la ética de la competencia sana y democrática. Transparencia, combate a la corrupción y a todas las formas de despilfarro y desvío del dinero público serán cosas sagradas en nuestro gobierno”.

Estas palabras, que resumen parte de una campaña de promesas de un verdadero cambio, inspiraron a la ciudadanía a tal grado que perpetró un acto histórico en El Salvador: la elección del primer gobierno de izquierda. Ahora Funes necesita respaldar con hechos las premisas de su oferta al pueblo salvadoreño. Transparencia, ética y combate a la corrupción. O las promesas de cambio seguirán siendo promesas. “No tenemos derecho a equivocarnos”, reiteró Funes el 1 de junio, minutos después de haber recibido la banda presidencial. Eso significa, también, que no tiene derecho a la demagogia ni a las artimañas de las que se han valido otros gobiernos. 

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