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Un río de excretas en un paraíso

La laguna de Olomega y sus alrededores constituyen desde el 2 de febrero el cuarto sitio Ramsar de Importancia Internacional en el país. El nombramiento obliga al Estado salvadoreño a garantizar la protección de un sitio que durante años ha estado expuesto a la contaminación y depredación. Sin estudios que digan el nivel de contaminación del agua, Medio Ambiente adelantó que iniciará un monitoreo en este año.


Viernes, 5 de febrero de 2010
Rodrigo Baires Quezada

El jacinto de agua crece en las orillas de la laguna de Olomega sin control por la gran cantidad de contaminación con heces fecales y residuos orgánicos. Al podrirse estas plantas, provocan sedimiento y aceleran el proceso de disminución de agua.
El jacinto de agua crece en las orillas de la laguna de Olomega sin control por la gran cantidad de contaminación con heces fecales y residuos orgánicos. Al podrirse estas plantas, provocan sedimiento y aceleran el proceso de disminución de agua.

“A partir de hoy este paisaje que tenemos detrás de nosotros, este humedal, es un sitio Ramsar”, dice la viceministra del Ambiente, Lina Pohl, y la gente aplaude. Luego lo repiten los alcaldes de Chirilagua y El Carmen y la gente repite los aplausos. La fiesta es por ella, por la laguna de Olomega. Desde donde están sentadas las autoridades, en el cantón Olomega, la laguna no es visible, pues la tapa un cartel sobre el Día Mundial de los Humedales. Desde donde están tampoco es visible el río de aguas negras que desemboca en la laguna.

El viejo desagüe de las aguas servidas a unos 15 mil habitantes está cubierto por un rancho con cinco locales donde se vende pescado fresco recién sacado de la laguna.

Pero no importa que no se vea el desagüe. El discurso de la viceministra no entrará en detalles tan específicos. “Es una responsabilidad del gobierno proteger este ecosistema que, en este momento, es un ecosistema fundamental para la zona oriental y para el país en general”, dijo Pohl. Remarcaría que la laguna es el cuarto sitio Ramsar de Importancia Internacional que existe en el país, y que el gobierno está comprometido con su protección, que así lo obliga la convención con las 7 mil 557 hectáreas de extensión del humedal, y que estos sitios están dentro de los indicadores que Fomilenio le exige al gobierno para un nuevo financiamiento.

El 2 de febrero de 1971, en la ciudad de Ramsar, Irán, se realizó la Convención relativa a los Humedales de Importancia Internacional. Cuatro años después, cuando entró en vigor el tratado, siete países se acogieron a sus disposiciones. En la actualidad, 159 naciones albergan 1 mil 886 humedales de importancia internacional. El Salvador, firmante desde 1999, tiene cuatro y está obligado a garantizar la conservación y el uso racional de ellos en su territorio.

Conservar significa proteger, usar racionalmente, lograr compaginar las actividades humanas que se realizan en el área –agricultura, ganadería, pesca, vivienda...- con la protección de la misma y de las especies de animales y plantas que hay en ella. Miguel Machuca, el presidente de la Asociación de Desarrollo Comunal de la zona, es de las pocas personas en el cantón que entienden esos términos. En sus palabras, la declaratoria es una garantía más para la laguna. “Esto de ser sitio Ramsar es un garantía más y las instituciones pueden voltearnos a ver porque ahorita estamos abandonados”, dice.
 
Sin tratados ni convenciones internacionales, él y un grupo reducido de lugareños tienen 18 años protegiendo la laguna de Olomega, intentando que se use racionalmente lo que ella brinda. “Somos miles los que vivimos de la laguna… se trata de cuidarla… pero tiene que ayudarnos la autoridad porque solos no podemos”, dice. Por eso sonríe este 2 de febrero de 2010, cuando aplaude junto a los alumnos de la escuela, junto a la viceministra y los alcaldes.

Pero el día es soleado y, desde tierra, el contraste de colores que rodean a la laguna invita a tomarle fotografías. Una garza blanca, el verde y café de los cerros que la circundan, un cielo celeste con nubes esporádicas, y una docena y media de lanchas multicolores encalladas entre un banco de jacintos sobre un agua turbia, con tonos café.  

Un fotógrafo hace lo suyo. Su lente sigue el vuelo de la garza hasta que se posa sobre los jacintos que lo invaden todo 30 metros hacia el occidente de la laguna. Ahí, al lado del pequeño atracadero de cemento y hierro, detrás de los comedores del turicentro, la garza reposa. Se oye el click metálico del obturador. Una, dos, cinco, 10 veces. Una ráfaga entera. La garza no se mueve. El fotógrafo sonríe satisfecho.

El encuadre da cuenta del plumaje blanco de la garza -una de las 119 especies de aves locales y migratorias que hay en la laguna- sobre las hojas verdes de los jacintos. La foto sería perfecta si no fuera porque las plantas nacen justo donde termina el canal de aguas servidas de la comunidad y se apoderan de toda la orilla de la laguna donde hay población.

“Generalmente los humedales, por su biodiversidad, tienen albergados a cientos de pobladores a sus alrededores. Hay que evaluar de qué forma las poblaciones pueden integrarse a este humedal de manera de lograr un equilibrio. Protegerlo pero, al mismo tiempo, servir de medio de vida”, dice la viceministra. En Olomega, una población que no tiene ordenanzas ambientales, el equilibrio se va por el drenaje.

Día a día, 15 mil personas dejan caer sus aguas negras por las cañerías de sus casas. El agua corre por las tuberías y baja por las empinadas calles de los cantones y comunidades alrededor del mayor cuerpo de agua dulce de la zona oriental, el cuarto más grande del país. Es un agua espesa, maloliente, gris y con espuma.

Y el jacinto se aprovecha de esa agua contaminada con residuos orgánicos, con heces humanas y animales, se nutre de ellos y crece a placer en grandes cantidades. Cuando las plantas mueren generan una capa espesa de podredumbre –“natón”, le dicen los pescadores- sobre el espejo de agua, no dejan pasar la luz del sol, el fitoplancton –organismos microscópicos que son la base de la cadena alimenticia de los peces- muere. Sin alimento, los peces también mueren. También se podría hablar del azolvamiento, de cómo año con año el nivel del agua baja más al llegar la época seca y de la contaminación con químicos y metales pesados. Pero todavía no hay estudios. Así que de eso no se habla.

“Hay que hacer una línea base de la contaminación, saber de cuánta contaminación estamos hablando. No podemos comprometernos a iniciar procesos de descontaminación si no establecemos antes cuál es esta línea base”, dice Pohl. Para ello tienen un fondo de 1 mil 500 dólares para el muestreo, el recién equipado laboratorio de calidad de agua de Ambiente hará los análisis y luego se tomarán decisiones. “Estamos haciendo nuestro papel, nuestra labor científica técnica de monitorear, de definir cuáles son las medidas que los otro actores tienen que llevar a cabo”.

¿Y el desagüe? No, con eso no se puede hacer nada inmediato; eso no corresponde a Ambiente, eso es responsabilidad de ANDA o de la alcaldía de El Carmen, aclara Pohl a los periodistas. El alcalde Francisco Zelaya ha hecho números. Necesita 400 mil dólares para hacer obras de saneamiento en el cantón. Es un dinero que no tiene, que está viendo cómo gestiona con la Agencia Española de Cooperación Internacional, la misma que donó la construcción del turicentro. En todo caso, el proyecto es a mediano plazo y, por lo tanto, el excremento seguirá bajando por la tubería.

¿Y el resto? Nada, en un municipio donde solo el 15.5% de su población rural tiene acceso a saneamiento y solo un 6.2% a servicios de recolección de basura. “Todo eso va a parar a la laguna”, decía en 2004 el poblador Miguel Machuca a un grupo de periodistas. Desde entonces pocas cosas han cambiado. Si a ello se suma que el 57% de la población utiliza leña para cocinar, el equilibrio del humedal del que habla la viceministra es fácil de romper.

La laguna de Olomega en sí sola es una parte de todo el humedal Ramsar. Junto a ella hay lagunas de menor tamaño, La Dávila y El Coco; pequeñas zonas pantanosas, El Amador y La Esperanza; y el bosque La Chiricana, el reducto más grande de mangle dulce del país. De esa parte no sabrán nada los periodistas que han viajado hasta ahí para el acto especial. Como tampoco sabrán que a las primeras les hacen zanjas para llevar agua a los terrenos de sembrado y en ellas el agua se llena de agroquímicos; que a las segundas las tratan de secar para tener mayor espacio para pastorear ganado. Al mangle, lo talan, lo hacen leña.

Eso lo sabe Miguel Machuca. Hasta cinchazos dice haberse ganado por decirle a la gente que colabore con la laguna, que es por el bien de todos. Él está sentado al fondo escuchando las palabras de la viceministra. Es un hombre de baja estatura, regordete y de tez blanca requemada por el sol. Minutos atrás había dicho un discurso con palabras sencillas y cargado de bromas. Entre risa y risa, reclamó la falta de acción de ministerios y alcaldías, recordó que poco se había hecho por proteger a Olomega y hasta sacó a relucir los compromisos públicos previos de autoridades de buscar fondos para hacer bordas y repoblar de peces a la laguna. “Tengo más de 60 años, 18 de ellos peleando con las autoridades para que vean que si no se cuida ese poco de agua, aquí se pasará hambre… Y solo así, dando planazos, atienden”, dice.

Él tiene sus propias ideas de cosas que hay que hacer, cosas inmediatas y las empieza a listar apoyando el conteo con los dedos de sus manos. Habla de pesca controlada, de uso de trasmallos que respeten a los peces pequeños, de presencia constante de la división del Ambiente de la Policía Nacional Civil, del apoyo técnico de Cendepesca, de hacer bordas para evitar la  erosión, de educación ambiental a agricultores y ganaderos, de concienciar a los pobladores de la zona, de prohibir la tala... Y sigue hablando y los dedos se le acaban.

“Ahí está el jacinto… ahí está el natón… ahí está la basura y el agua de las casas… si no cuidamos la laguna, no hay pescados, no hay agua para la siembra ni para el ganado, ni el turismo que se quiere traer”, dice Miguel Machuca. Ya no hace bromas, el tono de su voz es serio y tajante: “Y si pasa eso, aquí la gente se va a morir de hambre… Es así de sencillo, aunque mucha gente no lo entienda aún.'

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