Opinión /

El plan de seguridad necesita líderes


Lunes, 15 de febrero de 2010
Valmte. Marco Antonio Palacios Luna

Algunas personas que asistieron a la presentación del nuevo plan de Seguridad del Gobierno, me comentaban en tono de broma que las principales partes del plan eran tan secretas que ninguno de los miembros del gobierno sabían lo que iban a hacer. Divertido si era un sarcasmo, pero muy preocupante la posibilidad de que sea cierto.

Aparentemente el plan no revela nada nuevo. Es evidente que algunos funcionarios han empezado a entender que los que se fueron algo habían aprendido y que los nuevos, aunque quisieron comenzar de cero, deben y han vuelto a retomar las ideas de sus antecesores.

Algunos de los  “nuevos grandes descubrimientos” del gobierno son los siguientes: se necesita mano dura, la prevención es necesaria pero no debe ser privilegiada, hay que comprar más equipo en vez de repartir el dinero en proyectos populistas, la Fuerza Armada no es efectiva, únicamente en misiones de patrullajes en las calles. Lamentable, pero finalmente y después de miles de vidas perdidas, se pide ayuda y se reconoce la verdadera gravedad del asunto.

Ya diferentes instancias, tales como la empresa privada, partidos políticos han presentado con mucha amplitud diferentes variables de una posible estrategia nacional contra el delito. No pretendo ser repetitivo en sus importantes planteamientos.

Es evidente que el gobierno aún no tiene ningún plan coherente. Cada vez que sube la presión de la opinión pública, la receta es la misma que usaron todas las administraciones anteriores:

-Llamar a la Unidad Nacional.

-Anunciar un nuevo plan.

-Ofrecer más recursos a la PNC.

-Anunciar mayor participación de la Fuerza Armada

Por ello, los planes presentados son en esencia más de lo mismo. El problema no es la falta de ideas, sino la efectividad en su aplicación. Cuando por ejemplo se habla de cambio de prioridades entre prevención y represión, las estructuras de los presupuestos y los programas de formación policial no reflejan la retórica presidencial.

Hasta hoy, los anuncios, planes y promesas gubernamentales han fracasado y seguirán fracasando si no se toman medidas audaces y no precisamente en contra de los delincuentes, sino al interior del gobierno, en contra de los intereses mezquinos que impiden la derrota de la delincuencia.

Todos los anuncios e intenciones mencionadas son correctos, el problema es que no se cumplen pues se ahogan al caer en medio de una jungla de recelos, resquemores, ideología y otros intereses mezquinos.

Lamentablemente para apartar los obstáculos se requiere de un liderazgo superior que presuponga de una gran estatura moral, un conocimiento superior del tema de la seguridad y un verdadero compromiso con los objetivos nacionales.

Si ese líder existiera y decidiera erradicar la delicada situación de seguridad, además de todas las tareas de prevención y rehabilitación, debería realizar las siguientes:

1.-Despolitizar las organizaciones responsables de la Seguridad Pública 

2.-Asignar misiones adecuadas a la Fuerza Armada y dotarla con mejores recursos.

Las muertes violentas de salvadoreños se han convertido erróneamente en el parámetro de medición de la efectividad del gobierno en el combate a la delincuencia. Tanto el gobierno como la oposición se sienten tentados a jugar con las estadísticas. Me parece que en la medida en que se den pasos para cumplir las tareas planteadas en materia del combate a la delincuencia, podrían surgir mejores parámetros para la medición de la efectividad del gobierno.

La despolitización de la seguridad pública es la cuestión más difícil. El señor Presidente debe hacer a un lado al FMLN. El Presidente debe ser dejado en libertad para hacer los nombramientos de los titulares de Seguridad Pública con criterios de idoneidad.

Los actuales dirigentes de las fuerzas policiales deben ser reconsiderados y deben ser nombrados funcionarios con la preparación, experiencia, estatura moral que cohesione al cuerpo policial y a la sociedad, alrededor de un proyecto desideologizado y técnicamente correcto.

La limpieza al interior de la PNC que ha prometido la Presidencia,  debe ser orientada también a evitar compromisos partidarios de cualquier tendencia, para lograr mayor efectividad en su trabajo.

La Fuerza Armada ha sido exitosa en sus funciones precisamente por su apoliticidad. Pues ha estado siempre por encima de intereses partidarios. Ni siquiera podríamos imaginarnos lo que pasaría si la Fuerza Armada fuera administrada con criterios ideológicos partidarios.

Durante los años en que servimos en la Fuerza Armada, siempre resentimos la falta de colaboración de la inteligencia policial y el consentimiento de la PNC de acciones ideológicas del FMLN, como el indoctrinamiento de niños en El Paisnal, Chalatenango.   

En el caso de las escuchas telefónicas, nunca fueron aprobadas por el FMLN en administraciones anteriores. Ahora en el gobierno, el FMLN quiere aprobarlas con la condición de tenerlas bajo el control de la PNC, lo cual sería inconstitucional y obviamente por razones ideológicas.

Mientras el FMLN anteponga su proyecto revolucionario socialista a la solución del problema de seguridad pública, el Sr. Presidente de la República seguirá llamando a la unidad, presentando planes, sacando a la FA a la calle, y ofreciendo recursos a la PNC, como en años anteriores, sin obtener los resultados que necesita la población.

El empleo de la Fuerza Armada es algo sumamente delicado y hasta el momento no se ha hecho el uso adecuado de la misma por las siguientes razones:

1.- Se ha usado el prestigio y la presencia masiva para dar un impacto propagandístico,  con muy pobres resultados a nivel nacional.

2.- Se han atomizado las capacidades operativas.

3.- Se ha anulado el elemento más valioso que posee la FA: su liderazgo.

Los sistemas operativos militares son efectivos cuando se usan respetando su integridad táctica; y cuando los dirigen mandos experimentados.

La Fuerza Armada debe ser empleada de acuerdo a su naturaleza, con la debida confidencialidad, con misiones y reglas de enfrentamiento claramente definidas, permitiendo que los mandos desarrollen el proceso científico para la toma de decisiones. Especialmente importante es crearles un marco legal de actuación en situaciones excepcionales, para evitar daños a su imagen o abusos contra ellos de parte de sus detractores.

En la actualidad se pulverizan las unidades, se fragmenta la unidad táctica, se anulan los mandos y se lanzan a la calle, sin objetivo claro, sin leyes que los protejan y sin recursos adicionales.

Es necesario que la Fuerza Armada colabore, tal como lo hecho en los últimos años, al margen de toda ideología partidaria, presentando  propuestas correctas sobre el uso de sus unidades, no para prestarse a un show publicitario, sino apuntando su accionar al corazón del problema: neutralizar la delincuencia. Su colaboración es importante, pero de la manera correcta y cuando lo haga, el objetivo no debe ser bajarle la presión mediática al gobierno, sino subirle la presión real a la delincuencia.

La Fuerza Armada no debe ser un simple colaborador de la PNC. En el desarrollo de sus misiones, debe ejercer su liderazgo, tal como lo ha hecho en el manejo de Desastres, en misiones de paz y otras operaciones, explotando sus capacidades únicas, desarrollando las acciones que complementen las limitaciones orgánicas de la PNC, bajo el control político del gobierno, pero con independencia operativa.

Finalmente, si el gobierno reconoce que el uso a plenitud, de la Fuerza Armada,  debe ser un  último recurso (lo cual es lo correcto), debe garantizarse que, al momento de tomarse la decisión, la Institución castrense esté en las mejores condiciones operativas, para que sus resultados sean contundentes y decisivos. Esto solo será posible con una inversión racional para su equipamiento, a la mayor brevedad posible.

De nuevo el llamado a todos los partidos políticos y a las fuerzas vivas del país a no politizar el tema de la seguridad pública. Eso equivale a lucrarse con el dolor de nuestro pueblo. La derrota a la delincuencia es posible, pero siempre y cuando pongamos todas las cartas sobre la mesa y juguemos con honestidad y con conciencia nacional.

*El autor fue viceministro de Defensa en la administración Saca. Actualmente es vicepresidente de organización del partido Arena. 

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