La familia Ramos no ten&iacute;a mucho cuando ocurri&oacute; la tragedia de noviembre. La tormenta Ida, parad&oacute;jicamente, termin&oacute; d&aacute;ndole esperanza. Tanto que ahora, a sus 74 a&ntilde;os, el patriarca, Mauricio Ramos, se siente aliviado al pensar en el futuro de sus hijos.

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Mauricio tiene 74 a&amp;ntilde;os y en noviembre pasado, con la tormenta Ida, perdi&amp;oacute; las escasas posesiones que ten&amp;iacute;a. Desde la tragedia en Verapaz tuvo que vivir en un campo de refugiados. En esta foto, disfruta con su hijo, Cristian, de 9 a&amp;ntilde;os, el pollo que fue la cena de fin de a&amp;ntilde;o, el 31 de diciembre.

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El PNUD y la embajada de Panam&amp;aacute; facilitaron la construcci&amp;oacute;n de casas temporales para los damnificados por el deslave en Verapaz. El d&amp;iacute;a de la entrega oficial, la familia Ramos Zepeda decor&amp;oacute; la entrada del hogar temporal. Mauricio Ramos ha vivido, a lo largo de su vida, en 10 casas distintas, pero esta es la primera a la que puede llamar suya.

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Sandra Yamileth Ramos, nieta de Mauricio, posa dentro de su antigua casa. El d&amp;iacute;a de la tormenta el lodo la cubri&amp;oacute; hasta la mitad y tuvieron que ser evacuados. A Mauricio se le ha prohibido regresar a habitar esta casa, pues est&amp;aacute; expuesta a otro deslave. Las casas vecinas fueron destruidas por rocas de dos metros de di&amp;aacute;metro que bajaron del Chichontepec.

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El pen&amp;uacute;ltimo hijo de Mauricio, Manuel, tira piedras para bajar mangos, en la zona donde habitualmente jugaban antes del deslave. Al fondo se observa el agrietado Chichontepec, que la noche del 7 de noviembre mat&amp;oacute; a 12 personas y provoc&amp;oacute; la desaparici&amp;oacute;n de 36 en el barrio San Antonio, de Verapaz.&lt;br /&gt;

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Manuel Ramos entra en una de las casas vecinas destruidas por el deslave. Ac&amp;aacute; viv&amp;iacute;an tres amigas de Manuel -Bessy, Daniela y Liliana-, que murieron la noche del 7 de noviembre.&lt;br /&gt;

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Cuatro hijos de Mauricio Ramos juegan a las peleas en la champa que era su vivienda hasta la noche del 7 de noviembre, cuando Ida la inund&amp;oacute; de lodo. Al fondo, la &amp;uacute;ltima hija de Mauricio, Milagro de Jes&amp;uacute;s, los observa.

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&lt;p&gt;En su gestión, Francisco Flores defendió que llegó a cambiar la realidad del país gracias a la inversión en infraestructura. Su falta de apuesta le salió cara, y hasta su partido le criticó haber dejado la atención para los más necesitados. &lt;/p&gt;

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La esposa de Mauricio, Irma Yanira Zepeda, y una de sus hijas, Diana Cristina, preparan el almuerzo, en una improvisada cocina afuera de su hogar. A pesar de que estas casas son provisionales, la gente ha tratado de extenderlas, pues resultan peque&amp;ntilde;as para una familia de ocho personas, como los Ramos Zepeda.

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Cuando fueron trasladados a este sitio, se les asegur&amp;oacute; que esta zona est&amp;aacute; protegida contra deslaves.  La comunidad Nueva Verapaz se encuentra a 2 kil&amp;oacute;metros del sitio del deslave.

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Mauricio lleva a su casa un huacal con ropa acabada de lavar. Al fondo, se observan los primeros ba&amp;ntilde;os p&amp;uacute;blicos de la comunidad de 163 viviendas.&lt;br /&gt;

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Una semana despu&amp;eacute;s de la inauguraci&amp;oacute;n formal, el gobierno volvi&amp;oacute; a hacer un acto, prometiendo la construcci&amp;oacute;n de nuevas casas y con t&amp;iacute;tulo de propiedad. Mauricio Ramos fue invitado a dar las palabras de agradecimiento.&lt;br /&gt;

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Junto a las casas provisionales, la ONU y otras instituciones entregaron a algunas familias un paquete de camas y utensilios de cocina. Los Ramos Zepeda no estaban en la lista de beneficiarios.

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Aunque las casas son todas id&amp;eacute;nticas y temporales, algunos vecinos han utilizado las mismas piedras que destruyeron sus antiguas viviendas para darles un toque personal.

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La comunidad ha recibido, tentativamente, el nombre de Nueva Verapaz, y fue instalada en un predio abandonado de una antigua hacienda, Santa Rosa. Ah&amp;iacute; se albergan las 163 familias de las comunidades destruidas de San Antonio,  San Jos&amp;eacute; y parte del barrio Las Mercedes.

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Un oso reci&amp;eacute;n lavado descansa sobre una ventana en la comunidad. Los habitantes de Nueva Verapaz han tratado de llevar una vida normal, incluso han abierto ya pupuser&amp;iacute;as y tiendas.

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Vista &amp;aacute;rea de la comunidad, en el valle de Jiboa, al pie del Chichontepec. En un predio contiguo estar&amp;aacute;n las casas definitivas, seg&amp;uacute;n ha anunciado el gobierno.

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Esperanza e iniciativa en Verapaz