No comprendo la algarabía que se ha desatado por los 72 migrantes asesinados en México por Los Zetas. Supongo que se debe a la cantidad de cuerpos apiñados, a lo explícito de la imagen del rancho en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, casi en la frontera con Brownsville, Texas. Es un gusano de cadáveres que se enrolla recostado en la pared del galerón descascarado de ese monte en medio de la nada, allá por donde llega el caminito de tierra. Algunos cadáveres estaban atados de manos por la espalda. Otros yacen apiñados, unos sobre otros, en las partes donde el gusano se engorda. No comprendo la algarabía que se ha desatado por la masacre de tantos migrantes.
Los grandes medios de comunicación mexicanos, los salvadoreños, los hondureños, los guatemaltecos, hasta los estadounidenses, españoles y sudamericanos han utilizado sus portadas, sus páginas principales, sus noticiarios estelares para hablar de la masacre de migrantes en México. No comprendo la algarabía de tanto medio tan grande.
Los políticos, los de México, de Centroamérica, de Brasil, de Ecuador, han salido urgidos a sentarse en sus sillas de conferencia de prensa, ante aquellos medios, para luego salir en portada. Eso sí, no cualquier político. Son jefes de departamentos, de institutos, de organismos. Son, incluso, los mismísimos presidentes de esos países los que han dicho, como dijo el de México, que los autores de la masacre de San Fernando son unas “bestias”. No comprendo tanta algarabía de tanto político tan importante.
No lo comprendo porque las algarabías suelen explotar tras la sorpresa. No lo comprendo, y si me obligaran a intentarlo diría que fingen. Se están inventando esas caras serias, ese gesto seco. Están haciendo ostento de su tinta, de su tecnología, de su capacidad de contratar un servicio de noticias por cable.
La masacre de San Fernando, Tamaulipas, cerca, muy, muy cerca de Estados Unidos, allá por donde los indocumentados casi han llegado, no es sorprendente. La masacre de San Fernando, allá a donde un migrante centroamericano llega tras más de 20 días de viaje, es solo un hecho más, uno impactante, pero nada más. La masacre de San Fernando, allá a donde un centroamericano llega tras haber abordado como polizón más de ocho trenes, era previsible. La masacre de los indocumentados en México empezó a principios de 2007.
Lo que empezó esta semana una vez más son las conferencias de prensa de los funcionarios compungidos. Lo que empezó esta semana son los grandes titulares de los medios que ni sabían dónde queda Tamaulipas ni qué diablos hace por aquellos lados un indocumentado centroamericano. Lo que empezó esta semana es el circo. Pero ese se acaba pronto. Ese no dura muchos años, ni muchos meses, ni siquiera muchas semanas.
Es mentira lo que dijo ayer Alejandro Poiré, el secretario del Consejo de Seguridad Nacional de México, el vocero en temas de crimen organizado. Dijo que en los últimos meses han recibido información de que algunas organizaciones de delincuentes participan en secuestros y extorsión de migrantes. Es mentira. Lo sabe hace mucho. Lo dijo el FBI a finales de 2007. Lo dijo la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México a mediados del año pasado. Lo dijo bien claro. Su informe se titulaba “Informe Especial Sobre Secuestro de Migrantes en México”. Decía que cerca de 10 mil indocumentados, principalmente centroamericanos, habían sido secuestrados solo en los últimos seis meses. Decía también el nombre y apellido de esa “organización de delincuentes”. Se llaman Los Zetas, son una banda organizada que existe desde 1997, que fundó el Cártel del Golfo, que nació con militares de élite reclutados para entrenar sicarios. Decía también que las autoridades de municipios y estados mexicanos participaban en esos secuestros. Decía que ocurrían a la luz del día en municipios y estados que también tienen nombre: Tenosique, Tabasco, Coatzacoalcos, Medias Aguas, Tierra Blanca, Veracruz, Ixtepec, Oaxaca, Saltillo, Coahuila, Reynosa, Nuevo Laredo, Tamaulipas. TAMAULIPAS. Es mentira que Poiré y aquellos de los que él es vocero lo sepan 'hace unos meses'. Unos pinches meses, diría un mexicano.
Es mentira, como dijo ayer Antonio Díaz, el coordinador de asesores del Instituto Nacional de Migración de México que en lo que va de 2010 han detectado alrededor de siete secuestros de migrantes por parte de organizaciones criminales. Es mentira, porque compartimos mesa el lunes 5 de julio a las 6 de la tarde en la Comisión de Derechos Humanos de la capital mexicana. En esa mesa dijimos que mientras dábamos esa charla había migrantes secuestrados, y no siete, dijimos cientos. CIENTOS. Y él asintió.
Es mentira que estén consternados los funcionarios centroamericanos que se han pasado el día dando conferencias de prensa sobre la masacre. Y si esa consternación es verdadera, importa muy poco. Ellos también lo saben desde hace mucho. Ellos nos han citado a los miembros de El Faro que hicimos la cobertura de migración en México a reuniones con Cancillería de El Salvador y Guatemala, con funcionarios del Sistema de Integración Centroamericana y de otras dependencias. Y nosotros dijimos y presentamos documentos que hablan de cientos de secuestros que ocurren desde hace años en esos lugares que tienen nombre por esa organización de delincuentes que tienen nombre. LOS ZETAS. Les dijimos que era una crisis humanitaria, que era una masacre, que había que pronunciarse al más alto nivel y ellos, cuando nos estrecharon las manos y se despidieron, dijeron que nos creían, que de verdad nos creían y que estaban rabiosos, horrorizados.
Y ahora dirán, los de El Salvador al menos, que han instalado dos nuevos consulados. Eso sí es verdad. Uno está en Arriaga y el otro en Acayucan. Pero es mentira que crean que esa es la solución. No lo creen o fue mentira lo que nos dijeron. Dijeron que sí, que entendían nuestro argumento de que un consulado es más una oficina administrativa que una oficina para esos otros casos, los casos de masacre, de secuestros, de violaciones. Dijeron que también creían que era al más alto nivel que tenían que levantarse las voces, que esto no requería el grito de un vicecanciller de salvadoreños en el exterior, sino de un presidente, de varios presidentes que ven cómo sus migrantes son asesinados en el intento de llegar a Estados Unidos.
Es mentira tanto titular en tanto medio importante, porque no han enviado a nadie a poner sus ojos de forma permanente en esa masacre constante. Es mentira, porque siguen creyendo que la señora exitosa que abrió una pupusería en Los Ángeles merece el mismo espacio en sus páginas de migración que el que le dan a un secuestro, a unas violaciones, a unas mutilaciones. O más bien, a las conferencias de prensa donde se habla de esos secuestros, de esas violaciones, de esas mutilaciones. Porque cuando se trata de embarrar solo embarran de tinta sus portadas, nunca sus botas ni a sus reporteros, porque no quieren embarrar sus billeteras.
Si se embarraran, si salieran de sus conferencias, si dejaran de asentir cuando dicen que creen algo para luego no hacer nada. Si dejaran de mentir. Supieran que desde Tamaulipas Los Zetas controlan todo un sistema de secuestro de centroamericanos. Supieran que Los Zetas infiltran a centroamericanos en el tren para detectar a los migrantes que tienen familia en Estados Unidos, a esos a los que le sacan a tablazos los 500, 800, mil o hasta 5 mil dólares en secuestro exprés. Supieran que en cada estaca (y supieran que estaca se le llama a los comandos de Los Zetas) hay un carnicero (y supieran que los carniceros son esos hombres que cortan en trocitos a los migrantes por los que nadie responde y que después los meten en un barril y los queman). Supieran que ranchos como el rancho de San Fernando hay decenas en México y que en muchos hay cadáveres enterrados. Supieran que en San Fernando no hay periodistas que hablen de Los Zetas (ni en Tenosique, ni en Medias Aguas, ni en Orizaba, ni en Tierra Blanca, ni en Saltillo, y supieran también dónde quedan estos lugares) porque los matan. Supieran que desde 2007 Los Zetas controlan desde Tamaulipas la ruta de los coyotes. Supieran que el que no paga muere y que aunque no se vean los cadáveres ahí están.
Ustedes no están sorprendidos, nadie de ustedes. Ustedes han montado esta algarabía para parecer sorprendidos. Ustedes son unos mentirosos. A ustedes ya se les va a volver a olvidar una masacre que empezó en 2007. A ustedes solo hay una manera de despedirlos: nos vemos en la próxima masacre.
* Cronista de la sección En el camino, autor del libro “Los migrantes que no importan”