Nacionales /

El ogro armado

¿Cuánto vale una vida? ¿Dos vidas? 'Yo sé que a morir a la cárcel voy', dice Julio, resignado. Mató a su vecino después de años de disputas por trivialidades. Mover un cono color naranja le costó la vida a Ricardo y a Julio su libertad. Esta es una historia de la sinrazón del país más violento del continente.

Domingo, 31 de octubre de 2010
Texto y fotos: Daniel Valencia Caravantes

 

Una de las tres mirillas en el portón de la casa de Julio Napoleón Rodríguez, en La Cima II.
Una de las tres mirillas en el portón de la casa de Julio Napoleón Rodríguez, en La Cima II.

Un ojo expectante observa ansioso a través de una mirilla. La pupila se dilata y el párpado se contrae. Apunta. El radar del lente logra enfocar a la presa: esta va caminando de perfil, de lado a lado, y la pupila la sigue.

Afuera, un hombre camina lento, sin prisa. El ojo lo identifica porque ese hombre lleva un machete. La señal de identificación altera el cerebro, que envía una señal eléctrica a la mano, y la mano golpea tres veces la lámina del portón:

—¡Tu-tu-tu! —se escucha.

La presa, sorprendida, brinca. Gira en todas direcciones hasta que identifica la fuente del sonido. Imagina al hombre detrás de la mirilla y le responde moviendo el brazo izquierdo de abajo hacia arriba. El puño va cerrado. Es un gesto de desaprobación.

—¡Bah! ¡Viejo loco! —grita al ojo que adivina detrás de la mirilla.

El cerebro se altera de nuevo, pero la presa se retira, caminando con tranquilidad.

Dos minutos después, la presa regresa por el mismo camino, y el ojo vigilante todavía sigue ahí.

—¡Tu-tu-tu! -suena de nuevo la lámina del portón.

***

Un año y cuatro meses después, un hombre apunta con su ojo a otro hombre. Esta vez, el ojo está al otro lado de la mirilla, del lado de la calle, y su dueño apunta no solo su mirada contra otro hombre, sino también un revólver Magnum .357.

—¡Bang! —ruge el arma, tras el primer disparo.

—¡Bang, bang! —el segundo y el tercero.

Más tarde, el hombre del ojo vigilante está dentro de su casa, pero solo unos minutos después tiene que salir a la fuerza. Va esposado, con las manos atrás.

Afuera, sus vecinos lo observan. Siguen incrédulos, pero hay algo que los convence. Es la información que compartían acerca del capturado: un tipo extraño, un anciano gruñón e iracundo. Un salvadoreño con mal genio que se enojaba cuando alguien pisaba “su” acera o parqueaban frente a su casa, sobre la calle. Entonces ya no hay conjeturas y las piezas caen por sí solas: algún día la olla tenía que explotar. También están incrédulos porque muy dentro suyo saben que en realidad quien va esposado casi pudo haber sido cualquiera de ellos. Eso los acongoja y enfurece. Cuando el hombre de la mirilla sube a la cama del pick up, deciden gritarle de todo.

—¡Jueputa! —aúlla uno.

Y luego un coro le sigue:

—¡Maldito! ¡Maldito!

***

Casa de Julio Napoleón Rodríguez con la entrada a la cochera marcada con pintura.
Casa de Julio Napoleón Rodríguez con la entrada a la cochera marcada con pintura.

Si no supiera que en la Senda 4 de La Cima II un hombre le disparó a otro por un parqueo, este estrecho callejón sería uno de tantos. No hay niños jugando en la calle ni en las aceras hay vecinas contándose historias. Si las madres y abuelas ven televisión o cocinan -o regañan a los hijos o a los nietos- nadie se entera. Aquí hay mucho silencio. Los portones siempre están cerrados, con doble llave, y la intimidad se resguarda tras la puerta principal. Una puerta prohibida a los visitantes. Los vecinos de la Senda 4 están dentro de casas de madera temiendo al soplido del lobo feroz, porque saben que la del lobo ya no es una historia de buenos y malos. Es una donde cualquiera le dispara a cualquiera. Ahora la Senda 4 es una hilera de celdas de máxima protección donde viven, angustiadas y encerradas, personas libres. Es una hilera de cuartos de pánico.

Aquí el movimiento aparece hasta cuando el pasaje se retuerce como gusano en su cotidianidad. Entonces la Senda 4 expulsa el desánimo porque pese a la tragedia y a la falta de tejido social hay vecinos que se conocen el rostro los unos con los otros. Y eso, reconocer al otro, pese a los disparos del sábado 21 de agosto, aún les da una especie de orgullo. Sobre todo a los que llevan más tiempo viviendo aquí. Solo ese reconocimiento los salva, ahora, de tenerle miedo a otro vecino. Solo eso evita la paranoia.

Aquí todos se conocieron en las mañanas. Se conocieron cuando los portones se abrieron y los motores calentaron. Todos aprendieron a saludarse en las mañanas, cuando hay más movimiento. Cuando no lo hay, la Senda se encoge y regresa al silencio. Las puertas vuelven a cerrarse.

Durante el día, el desfile de un taimado vigilante inunda la calle. Carlos El Vigilante recorre este callejón sin salida –cada 45 minutos- para cerciorarse de que el mutismo del lugar sigue como los dejó la última vez que pasó por aquí. 15 casas sordomudas le vigilan a él los pasos.

Los fines de semana, lo único que cambia es que las caras de los vecinos se cruzan menos. Los sábados no todos trabajan, y las horas de salida y de llegada desentonan porque responden a la necesidades de cada quien: visitar el mercado, lavar los carros, limpiar la cochera o podar el césped frente a sus casas.

El hombre detrás de la mirilla eso estaba haciendo, podando el césped frente a su casa, segundos antes de dispararle a un rostro que veía con regularidad, a otro hombre de su misma comunidad.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.