El Ágora /

'A mí no me copian porque copian a los que más venden'

El pintor salvadoreño a cuya obra la caracteriza lo grotesco nos lleva a su pasado desde las orillas del entonces limpio río Acelhuate hasta los cafés del centro de San Salvador donde se gestaba la revolución. A sus 15 años, ya participaba en tertulias con artistas mucho mayores que él. Este fin de semana terminó una retrospectiva de su obra en la Sala Nacional de Exposiciones.


Lunes, 31 de enero de 2011
Jimena Aguilar y Mauro Arias

Desde siempre ha vivido de la pintura, a veces con épocas de bonanza, a veces en épocas de crisis. Todo depende de la producción, pero esta no es constante. Ha vivido entre bares y periodistas, viejos cuando era joven, y jóvenes ahora que es mayor, pero siempre pintando. Y desde que empezó a pintar, dice, ha tratado temas sociales en sus obras.

Antonio Bonilla.
Antonio Bonilla.

Empecemos con su pintura. ¿Cómo empezó? ¿Era de esos niños que andan pintando por todas partes?
Empecé a pintar desde bien joven. Desde secundaria me empecé a interesar en el arte. Creo que mi primera exposición debe de haber sido en el Colegio Alemán en 1969. En 1970, cuando se hizo el primer festival este de las artes en El Salvador, me gané tres primeros lugares en pintura como estudiante no de arte. Estaban los estudiantes de arte, había categorías, y yo me gano el primero y tercero sin ser estudiante de arte.

¿En ese momento cómo era su pintura?
Yo creo que básicamente respondía a la época. En ese momento, el 60, 65, 66, estaba de moda el arte abstracto. Entonces, lógicamente, uno responde a su momento y mis temas se relacionan con eso. Pero sobre todo, siempre tuve un carácter social. Mi mamá se extrañaba que en lugar de pintar paisajitos, pintaba gente sufriendo afuera de un cementerio, ¿no? Y se los ponía y pensaba que estaba loco ja, ja, ja.

¿Dónde creció?
Yo crecí en un barrio en San Jacinto. Mi niñez la pasé en San Jacinto hasta el 66.

¿Qué hacían sus papás?
No, yo me crie solo con mi mamá. Mi papá... fue fuera del matrimonio, mi papá... lo miraba y todo, y me pagó todas las cuestiones. En general vivía en San Jacinto. Mi mamá es ama de casa, pero tenía un salón de belleza, ¡un salón de belleza ca'ón!, crecí rodeado de mujeres, además. Era hijo único.

Entonces su niñez, ¿con quién la pasaba?
Con amigos. Acordate que los barrios en aquella época eran casi pueblos. Nosotros pasábamos en el parque este Venustiano Carranza, el cerro de San Jacinto, las riberas del Acelhuate. No era tan sucio entonces. Fijate que nos íbamos a bañar en el nacimiento del Acelhuate porque había pescados de colores, unas piscinas.

¿Y dónde estudió?
Estudié en el Salvadoreño Alemán desde quinto grado hasta que no me admitieron en el 69.

¿Y por qué no lo admitieron?
Ja, ja, ja. Es que éramos un grupo de amigos bien raros porque nosotros nos interesábamos bastante en la cultura. Éramos de los tremendos del colegio y en ese momento también nos interesaban las cuestiones políticas y si nos escapábamos era para ir a la sala nacional, a la casa del arte, ahí conocí a uno de estos pintores.

Entonces lo echaron por no llegar al colegio.
Por eso y también éramos terribles.

¿Pero cuál era su inspiración para el arte, había un profesor en particular?
Fijate que no, el profesor que teníamos era un profesor de matemática, Francisco Pacheco, que si nosotros ya estábamos interesados en la cultura, él terminó en interesarnos, de definirnos el camino. Siempre íbamos a la Universidad Nacional los sábados. Las tertulias del café porque también íbamos a los cafés los sábados, de 14, 15 años.

¿Las tertulias dónde las hacían?
Las tertulias las hacíamos en cafés del centro. Pero no eran tertulias preparadas, sino que era... íbamos a los cafés, al café Corona, el Nápoles, el Central. Era donde más nos reuníamos. Éramos diferentes, bueno que yo también estaba metido en esta cuestión que me gustaba el arte plástico, que era el menor. Por eso me decían el Boni.

Si era el menor, ¿quiénes eran los mayores?
Los más viejitos eran Camilo Minero o gente así por el estilo. Camilo Minero ya murió como de 85 años. Yo era el menor. El que seguía era unos tres años mayor que yo.

¿Y entró a este grupo social a través de...?
No era ningún grupo. Era informal. Entré a través de otro profesor, un profesor de Letras de la Universiad Nacional. Pero ya antes, cuando tenía 15 años, pertenecí a un grupo de la Universidad Nacional, que éramos de bachillerato. Ahí estaba Eduardo Sancho, Pedro Portillo, Roberto Huezo. Estaban ellos, que era el grupo de la Masacuata. Entonces yo participaba en ese grupo, no tan activamente como ellos porque ellos eran mayores. Yo estaba en secundaria y ellos estaban en la universidad.

¿Cómo fue evolucionando hasta que llegaste a decir “esto es lo que quiero hacer”?
Ya en el bachillerato yo ya estaba seguro de lo que quería ser, o sea ser artista, pero no quería estudiar. No quería la cuestión académica, entonces yo soy totalmente autodidacta. O sea, iba donde Miguel Orellana a dibujar desnudos, pero solo me corregía un poco. No se metía mucho conmigo. Él nos daba clases en el Alemán de pintura, pero realmente era de dibujo libre. Carlos Cañas me miraba también algunas veces la obra.

¿Pero por qué no quería estudiar arte?
No quería estudiar, fijate, nunca se me ocurrió estudiar arte.

¿Pero porque no le gustaba estar fijado a un sistema académico o porque...?
No, no me gustan mucho las cuestiones académicas. Entonces estudié arquitectura como un año y medio y de ahí decidí, ya había participado en exposiciones en la calle, en el Jardín del Arte, ahí en el Parque Cuscatlán arriba, los domingos en las mañanas teníamos exposiciones.

Antes había una cosa como más academicista que tal vez era un pecado que el que no pasara por una academia no era artista. Pero ahora como que ese mito ya no existe.
No, a mí nunca se me ocurrió eso. Pero todos mis compañeros básicamente habían estudiado con Valero Lecha. Una generación con Valero Lecha, los otros en la Escuela de Artes y Oficios. Pero a mí no se me ocurrió. Aprendía por mí mismo, leyendo porque siempre me gustó la literatura y también leyendo textos de técnicas pictóricas y viendo obras.

¿Cuál fue su primera gran exposición?
Fijate que la primera exposición que tuve fue en el 74, una exposición individual. Tenía como veinte y pico de años. En el 74. En el 75 tuve otra individual hasta que me fui para México con el agregado cultural mexicano. Con la esposa me invitó a ir a México a final de año, entonces me fui. Yo estaba trabajando en el Centa de dibujante, que nunca hice nada, pero...

Ja, ja, ja, ja, ja.
En la editorial del Ministerio de Agricultura y Ganadería. Me fui para allá y me quedé como seis meses. Tuve una exposición en México en la Alianza Francesa. Regresé aquí, vendí unas obras. Con ese dinero y un dinero que me dio mi papá me fui otra vez para México. Supuestamente iba para Francia, pero me quedé je, je, je me quedé varado ahí en México. Y ahí estuve. Creo que la experiencia de México para mí fue muy buena. Tuve algunas exposiciones. Participé en exposiciones colectivas. También viví en una sierra en México. Viví como un año en una sierra al norte de Puebla. Una parte era indígena Nahuas y la otra Otomí. Me gustó el pueblo.

¿Fue de turista y después se quedó?
Sí, fui de turista y me gustó y de repente alquilé una casa y después me prestaban una casa gratis. No pagaba casa, era más barato que el DF y además, es la montaña, muy lindo.

Antonio Bonilla en su bar favorito
Antonio Bonilla en su bar favorito 'El Langostino' en la calle Constitución. Foto Luis Velásquez

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