La encuesta publicada la semana pasada en este medio de comunicación refleja la débil cultura democrática que prevalece en el país. En El Salvador existe una cultura pragmática orientada a la solución de los problemas inmediatos, como la satisfacción de las necesidades económicas y la seguridad social, pero no hay una visión de futuro o esta visión de futuro es muy débil. Eso se nota en las respuestas de los entrevistados, pues un 45.6% de los encuestados estaría dispuesto a apoyar a un gobierno de corte militar, antidemocrático, por el simple hecho de que le resuelva sus problemas económicos y de seguridad social. Esto se refuerza en el gráfico 3, en el cual el 72.3% de los encuestados declara que no les importa el tipo de gobierno que dirija el país siempre y cuando resuelva los problemas de la población.
Este tipo de respuestas tiene que ver con una cultura de la supervivencia, la cual predomina en el país, sobre todo en los sectores populares. De acuerdo con este sistema cultural, lo fundamental es satisfacer las necesidades básicas e inmediatas de la familia, antes que construir una sociedad que a largo plazo sea satisfactoria para todos los ciudadanos.
En El Salvador nunca ha predominado el valor de la democracia, más bien tenemos una larga historia de cultura autoritaria. Es por ello, que no extrañan las respuestas de la población: “no importa el tipo de gobierno sino que ayude a resolver los problemas de la gente (72.3%)”. En esta misma línea, se nota una clara valoración positiva hacia los militares (gráficos 1 y 2). Esto demuestra que la cultura militarista no es una cuestión del pasado, sino que está presente en la mente de los salvadoreños a principios del siglo XXI. Los mismos rituales religiosos y políticos, con sus bandas de guerra (aunque ahora les llamen bandas de paz), transmiten este contenido militarista en la cultura popular. Asimismo, el hecho de que el gobierno actual esté sacando al ejército a las calles refuerza el contenido militarista de nuestra cultura, pues reafirma el uso de la violencia como medio de control social. Esto alienta las soluciones autoritarias y basadas en la violencia física.
Sin embargo, es alentador observar que, a pesar de esta cultura de la supervivencia y del contenido militarista de la cultura nacional, los salvadoreños ven a un gobierno de civiles académicos (18.8%) y con visión empresarial (17.0%) como las alternativas más viable. Esto demuestra que una cultura más racional está avanzando en el país. La educación es valorada positivamente por la gran mayoría de los salvadoreños y la utilización del conocimiento científico y especializado es visto como factible para la solución de los grandes problemas de la nación.
En esta misma línea, es alentador que el 59.99% de la población perciba a las elecciones como un mecanismo que puede ser útil para resolver sus problemas. Esto quiere decir que la cultura democrática ha avanzado. Al parecer el valor del autoritarismo está cediendo ante el valor de la democracia.
Además, el 32% votó en las últimas elecciones para “ver un cambio” y el 13% “para mejorar”, esto demuestra que en los salvadoreños hay esperanza, que creen en la posibilidad de un cambio social que mejore su calidad de vida. En este sentido, podemos afirmar que al menos en un sector de la población se está superando la cultura fatalista que de acuerdo a Ignacio Martín Baró (1987) caracteriza a la cultura nacional salvadoreña.
En conclusión, la encuesta de El Faro muestra elementos esenciales de la cultura política de El Salvador: por una parte, el predominio de los valores pragmáticos de una cultura de la supervivencia y de la preferencia por el autoritarismo para resolver los grandes problemas nacionales, por el otro, el avance de una cultura más racional y democrática así como la esperanza en un cambio social que mejore la calidad de vida de los salvadoreños.
*El autor es director de la carrera de Antropología en la Universidad de El Salvador
