Opinión /

La caída del muro árabe


Lunes, 7 de febrero de 2011
Luis Fernando Valero

Cuando en 1989 cayó el muro del comunismo, todo el mundo celebró que millones de ciudadanos tuvieran opción de elegir libremente a sus gobernantes, en un estado de derecho para todos. Lo curioso fue que aquello ocurrió de la noche a la mañana y ni los propios gobernantes de los países afectados se dieron cuenta de la ola que arrolló el muro. Lo mismo acaba de ocurrir con los levantamientos árabes.

Jacques Monod, premio Nobel de Medicina en 1965, escribió un libro que sigue siendo la llave para interpretar muchas cosas: “El azar y la necesidad”. En él sostiene que el azar es un elemento para modelar la realidad del día a día.

Nadie podía figurarse en estos momentos la que se ha montado en los países del norte de África: el azar conjugado con la necesidad ha hecho que esos pueblos, muchos de ellos en países con una impresionante riqueza, estallaran al ver minorías gubernamentales de sátrapas y corruptos que les mantienen en una pobreza pavorosa y que no tienen perspectivas de salir de ella, no tienen esperanza y eso en un mundo global es peligroso, pues la gente ve cómo viven los demás.

La juventud de esos países ve a través de los medios masivos de comunicación y el internet cómo viven los jóvenes de su edad, cómo viven las mujeres de su edad y al final se levantan dispuestos a todo, pues nada tienen que perder más que la vida, y ésta es tan miserable que no merece la pena vivirla y el ejemplo es el joven tunecino que se inmoló. Se inmoló no porque viviera mal, ni porque no tuviera trabajo, se inmoló porque la policía de su país lo humilló, le cerró la tienda de verduras, su único sustento, él que era diplomado en informática y un joven estudioso, la policía se rió de él mientras le cerraba los cuatro estantes donde vendía unas hortalizas para poder dar de comer a toda su familia. La humillación fue el detonante, la policía del sátrapa Ben Alí llego al último escalón de la dignidad humana del pobre de solemnidad y  prefirió quemarse vivo a seguir aceptando que ni tener unos estantes de verduras para subsistir le deja tener el régimen.

Las democracias occidentales no están a la altura de las circunstancias, en estos momentos les preocupa más ver qué va a pasar con la revuelta y si de ella puede ocurrir que los islámicos radicales pesquen en el río revuelto y por ello se limitan a decir que la democracia es necesaria, ¡pero ojo! el pueblo debe elegir bien, es decir elegir lo que le gusta a los países occidentales que hasta ahora han apoyado, y siguen aun apoyando, a regímenes tiránicos, teocráticos, corruptos, pero... que hacen negocios con ellos.

Recordemos la historia. En 1991. en Argelia se celebraron elecciones democráticas, que nunca se habían hecho desde la independencia, en 1962, por el Frente de Liberación Nacional tras la sangrienta rebelión contra Francia, en esas elecciones  se impusieron, democráticamente, los islamistas. La segunda vuelta electoral nunca llegó a celebrarse.

Cayó en Irán el Sha de Persia, llegó la revolución de Jomeni, hoy se tiene miedo que se repita esa historia.

Los países occidentales se debaten en un dilema en el trato con los países árabes, exportando la idea de democracia pero con temor de sus resultados; recordemos como está Hamas en Palestina. El problema es complejo, occidente apoya a democracias que luego resultan que son corruptas, impopulares y además no solucionan ninguno de los problema que tienen, esos países no redistribuyen la riqueza y a la larga se convierten en dictaduras corruptas y sátrapas, conviene recordar que el partido del dictador tunecino pertenecía a la Internacional Socialista, ésta nunca dijo nada.

Las democracias occidentales tienen un problema y es que demasiadas veces han apoyado o apoyan regímenes corruptos que conllevan la simiente del terrorismo islámico pues no hay mejor aliado para ese terrorismo que los regímenes corruptos que apoyan, en demasiadas ocasiones, las democracias occidentales.

Y ante esa situación da la impresión de que los occidentales, por aquello del mal menor prefieren a éstos, a que la democracia derive hacia el islamismo radical. La ecuación es perversa pero es real.

El discurso que dio Obama en la Universidad de El Cairo abrió la esperanza de que las relaciones de EE.UU. con el mundo árabe serían distintas, la realidad ha demostrado que no pudo embridar a los israelíes y que éstos no están por la labor, con lo cual aquel discurso se ha quedado en bellas palabras.

Ahora vuelve a ocurrir lo mismo: Mubarak habla con Obama y dice que no se marcha e inmediatamente sus partidarios irrumpen contra los manifestantes pacíficos que piden su marcha. (Cuando estas líneas se escriben los norteamericanos lamentan, el empecinamiento de Mubarak y ello ha obligado a varios países europeos: Italia, Francia, España, Alemania y Reino Unido a decir que las reformas deben ser inmediatas pues la violencia es ya imparable y obligará muy posiblemente a que los norteamericanos pacten una salida “razonable” para su aliado pero...)

Se ha abierto una impresionante brecha en el muro de unos regímenes cuyo desenlace es aún desconocido pero se sabe que no pueden continuar así:. Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Jordania, Líbano, los Emiratos, Kuwait, Arabia Saudita, Siria y Yemen, el quid de la cuestión está en saber si los laicos de esos países o los islámicos moderados serán capaces de imponer una democracia real sin necesidad de que esa democracia cambie cuando ganen los islámicos a una democracia religiosa y teocrática que pervierte las esencias del juego, cosa que no ocurre sólo con el islamismo, observemos lo que está haciendo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia o Correa en Ecuador, llegan a las urnas democráticamente pero luego por aquello de que ellos ganan democráticamente, imponen a los demás, “democráticamente” sus reglas de juego y cada vez la democracia es menos democracia y más socialista bolivariana, indigenista o en el caso que nos ocupa islámica teocrática.

La verdad es que la realidad que nos espera a todos es preocupante, pues el efecto mariposa funciona y abrir la Caja de Pandora no es sencillo, pero una vez abierta cuesta cerrarla y más en una zona donde el 80% del flujo  energético de occidente pasa por el Canal de Suez.

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