La empresa privada y el país se necesitan mutuamente. Sin un país estable y productivo la empresa privada no logrará su objetivo de maximizar sus ganancias; y sin la empresa privada el país no logrará su reactivación económica y generar los empleos que necesita. La empresa privada, y hablamos aquí sobre todo de la gran empresa privada, puede mover su capital a otros países o guardarlo transitoriamente, pero ello le hace perder algunas de sus ventajas comparativas y efectividad y, por tanto, disminuir sus ganancias. Esas empresas perderán sus mercados que serán tomados por otras. Para otras empresas no es tan fácil mover su capital por las inversiones y tecnologías que tienen acá; otras no querrán hacerlo pues este es su país. El país necesita el conocimiento y la institucionalidad del sector empresarial. La efectividad que logra la empresa privada no la puede sustituir el estado, especialmente en el área productiva. Lo mejor para todos es pues lograr un acuerdo que permita al país y al empresariado desarrollar al máximo sus potencialidades.
Lograr ese acuerdo no es fácil, pero es urgente. Para lograrlo hay varios principios o realidades básicas que se deben observar. El primero es el principio que en toda negociación ninguno de los dos lados puede ejercer todo su poder, ambos deben hacer concesiones, sino ello no es una negociación, es la imposición de un lado sobre el otro, y ello solo se da cuando uno no necesita del otro o lo puede subyugar. Ese no es nuestro caso. Ello nos lleva al segundo punto, el acuerdo es necesario porque estamos ante una nueva realidad que necesita de nuevas reglas del juego; se está construyendo un nuevo país. Las reglas y procedimientos que existían antes de la llegada al poder del Presidente Funes y el FMLN ya no son válidas. La población aprobó con su voto el cambio, las campañas de ambos partidos, Arena y el FMLN, proponían el cambio, un cambio que ahora se está definiendo. Un cambio que necesita de un consenso, por lo menos en sus reglas básicas.
Ese cambio lleva hacia una separación de poderes, las gremiales empresariales no pueden jugar el papel de partidos políticos; las gremiales de trabajadores no pueden ocuparse para fines partidistas. A Arena no le conviene ser herramienta de la gran empresa. El estado y sus funcionarios públicos deben también desvincularse de la acción partidaria. Los partidos políticos deben priorizar los intereses de nación y lo deben hacer ahora, antes de que el próximo periodo electoral lo haga más difícil. Ello debe ser la base de un acuerdo de nación específico, transparente, y que defina las principales prioridades de programas de estado y sus inversiones y unas reglas del juego claras, acompañadas de la promesa de respetarlas. Ello permitiría enfrentar el nuevo proceso electoral a un nivel diferente de lo tradicional y otorgaría mucho respaldo político a los partidos que lo lideren y firmen. Paso clave en este sentido para la empresa privada es una definición por parte del FMLN de que no se buscarán los extremos que se han dado en otros países y que son la mayor fuente de inseguridad del sector empresarial.
Base del cambio, y del país estable y productivo, es el priorizar la lucha contra la pobreza. Ello implica invertir más, bastante más de lo que veníamos haciendo hasta ahora, en las áreas sociales y los más desprotegidos. Ello conlleva un costo, un precio que todos debemos pagar de manera proporcional a nuestras riquezas. Parece haber consenso también en que hay que cambiar el modelo económico a uno cuya base es la producción y no el consumo, ello requiere de los esfuerzos combinados de ambos: el Estado y el sector privado. El Estado debe invertir en ciencia y tecnología y crear los incentivos correctos para esa transformación. La empresa privada debe ser creativa, tomar los riesgos que corresponden, invertir en nuevas áreas y actualizar su tecnología. Se debe también reconocer que el cambio solo puede ser gradual, no se puede dar todo a todos; por más que se quiera y que sea un derecho, la deuda social acumulada es muy alta.
Por último, un acuerdo solo se logra si existe un respeto mínimo entre ambas partes. Ello es una de las grandes lecciones de los Acuerdos de Paz, los que solo fueron posibles cuando ambas partes se fueron ganando confianza y respeto. Por ello, es muy necesario bajar el tono confrontativo y respetar la institucionalidad del país.