Opinión /

El dominó en Oriente Medio y África del Norte


Lunes, 28 de marzo de 2011
José Arnoldo Sermeño

Una ola de manifestaciones populares sacude al Oriente Medio y al Norte de África desde inicios de este año. Las manifestaciones en Túnez, Egipto, Argelia, Yemen, Jordania, Siria, Libia y Baréin son las que más han hecho titulares en la prensa internacional; aunque también es importante lo que está ocurriendo en el mismo sentido en Irán, Iraq, Sudán y Palestina. En este artículo se describe el fenómeno en su conjunto, haciendo referencia puntual a lo ocurrido en algunos de esos países.

De ellos, los mandatarios de Túnez y Egipto ya fueron removidos. La prensa occidental ahora los señala como déspotas, a pesar de que hasta hace pocos meses para sus gobiernos y ella misma eran aliados estratégicos. Como muestra un botón: el alcalde de París  -Bertrand Delanoé-  y la recientemente dimisionaria canciller francesa   –Michèle Alliot-Marie-   vieron normal aceptar la invitación oficial de pasar las pasadas navidades en Túnez con sus respectivas familias, no obstante que decenas de ciudadanos de ese país habían sido asesinados por las balas de las tropas de Ben Ali las semanas precedentes a su estadía.

En el otro lado del espectro político, el comandante Daniel Ortega da su respaldo a Gadafi, quien llegó al poder en Libia en 1969, diez años antes de que el primero tomara el poder en Nicaragua. Es decir, el libio lleva 42 años dirigiendo a su país, cifra coincidente con lo que duró toda la dinastía de los Somoza, si se incluye a los prestanombres: desde 1937 hasta 1979. Irónicamente debe recordarse que uno de los motivos principales del alzamiento sandinista contra esa tiranía fue su permanencia en el poder durante todo ese período.

Es imposible alejar de la mente dos paralelismos históricos que despierta esta epidemia actual de manifestaciones.

En primer lugar los alzamientos europeos de 1848, con un basamento común en recesión económica e incremento en el precio de los alimentos; además de la corrupción y egoísmo de las élites respectivas. Es común también que se experimentan revoluciones tecnológicas, antes como consecuencia de la revolución industrial y la aceleración de la difusión del pensamiento por la prensa escrita; ahora con la televisión por cable, Internet y sus derivados en las redes sociales.

En segundo lugar los movimientos estudiantiles de 1968, que iniciando en París se difundieron por toda Europa, norte y Latinoamérica especialmente, azuzados no sólo por las protestas contra la guerra en Vietnam, sino que también por una juventud que enfrentaba un futuro lleno de interrogantes.

Juventud y nueva tecnología pareciera ser el común denominador de esos tres momentos del siglo y medio transcurrido, enmarcado en polarizaciones socioeconómicas y ceguera elitista.

El artículo consta de cuatro partes: en la primera se resume los antecedentes de algunos de los líderes cuestionados en esa región; mientras que en la segunda se identifican los procesos históricos generales en el último siglo en esa área del mundo; la tercera trata sobre el caso de Libia y su dirigencia, por su relevancia en las noticias actuales; y se concluye reflexionando sobre los paradigmas que se están rompiendo con los presentes movimientos de masas.

I

Los Líderes Cuestionados

Zine El Abidine Ben Ali fue nombrado jefe de seguridad por el presidente tunesino  Habib Burguiba en 1958. En 1970 dirigió la represión de protestas sindicales, y le depuso en 1987 ejerciendo la presidencia hasta el 14 de enero último por medio de “contundentes victorias” electorales, como las de 1989 (99.3% de los votos) ó  1994 (99.9%). En 2002 cambió la constitución para que el pueblo siguiera contando con su iluminación… La última vez que fue “electo” fue en octubre de 2009 (89.6% de sufragios), previa ilegalización tanto de los partidos de izquierda como de los islamistas.  Con sólo un poco más de un año después de esa reelección, en diciembre de 2010 estallaron protestas por el incremento del precio de los alimentos básicos, dejando 66 muertos y al presidente y su familia exiliados en Arabia Saudita, después de entregar el poder en manos del ejército. Él y su esposa habían sido señalados de cometer múltiples actos de corrupción.

Antes que él había llegado al poder Muhammad Hosni Sayyid Mubarak en 1981, seis días después que integristas asesinaron al presidente Anwar el-Sadat, convirtiéndose además en presidente del Partido Nacional Democrático. Piloto de combate graduado en el Kirguistán soviético, Sadat le había designado desde 1975 como su vicepresidente tanto del país como del partido. Fue reelecto en 1987, 1993, 1999 y 2005. En las elecciones parlamentarias de diciembre de 2010 su partido “arrasó” nuevamente en las urnas, dejando fuera al principal grupo islamista, los Hermanos Musulmanes: de los 508 escaños, 420 fueron “ganados” por el PND, más 53 militantes de ese partido que se presentaron como independientes. Según la prensa internacional, los actos de corrupción habían permitido que su capital personal, así como el de su esposa Suzanne e hijos Alaa y Gamal ascendiera a decenas de miles de millones de dólares. Este último estaba designado para sucederle. El 11 de febrero último se vio obligado a entregar el poder, también a los militares, después de 18 días de protestas pacíficas de la población.

Incluso antes de los dos anteriores llegó al poder en Libia Muamar al Gadafi, quien desde 1969 lidera el país sin cargo público oficial. En ese año accedió de facto al derrocar al rey Idris, prohibiendo de inmediato los partidos políticos. Como otros países africanos, Libia fue confeccionado artificialmente por la colonización italiana al fundir tres regiones: Tripolitania, vinculada a Túnez; Cirenaica, con Egipto; y Fezzan, con Argelia. En 1951 le dieron la independencia, entronizando a Idris, quien era el emir de Cirenaica.

En 1970 Gadafi  obtuvo el retiro de las bases militares británicas y estadunidenses.  Aumentó la igualdad de la mujer. En 1977 proclamó la Jamahiriya Árabe Libia Popular y Socialista, consagrando un Congreso General Popular y un Comité General Popular, aunque él ejerce realmente el poder. Ha sido señalado como intervencionista en África e implicado en diversos actos de terrorismo internacional, incluyendo atentados a los aeropuertos de Viena y Roma (1985); una discoteca en Berlín (1986), el atentado contra el vuelo 103 de Panam que cayó en Lockerbie (1988) y del vuelo UTA 772 que estalló sobre Níger (1989). Bajo la administración Reagan su hija Jana resultó muerta en un bombardeo a su palacio (1986). En 1993 militares libios intentaron derrocarle tres veces, y en 1996 hubo sangrientos alzamientos. En 2006 hubo levantamientos en la segunda ciudad, Bengasi  - ahora controlada por la oposición-  los que según organismos defensores de derechos humanos también fueron entonces aplastados violando tales derechos. En 2009 el presidente Chávez le condecoró con la Orden del Libertador y le entregó la réplica de la espada de Bolívar. Él y su familia han sido implicados en múltiples actos de corrupción. En las últimas décadas disminuyó su retórica anti occidental y anti Israel. A inicio de este siglo la prensa a penas reportó su represión a los islamistas, cuando buscaba reconciliarse con las potencias occidentales. En los actuales enfrentamientos ha acusado a Osama Bin Laden de “endrogar” a las masas que le cuestionan, en un intento de congraciarse con occidente. Su hijo, El-Sa’adi es el jefe de las fuerzas armadas, mientras que otro hijo fue designado en 2009 como su sucesor: Sayf al-Islam, cuyo nombre en árabe significa “Espada del Islam”.

Después de Gadafi  el líder árabe que más tiempo ha permanecido en el poder es Ali Abdullah Saleh, que accedió a la presidencia de Yemen del Norte en 1978, en seguimiento al magnicidio de Ahmed Husayn al-Ghashmi. En 1990 pasó a presidir el Yemen unificado  tras librar una guerra contra el sur. En 1999 se convirtió en el primer presidente electo en el país, con 96% de los votos, aunque debe agregarse que el congreso dominado por su gobierno impidió la inscripción de 28 candidatos. Su última reelección fue en 2006, en comicios señalados como fraudulentos interna e internacionalmente.

Luego deben señalarse a los herederos de otros líderes en la región: en primer lugar, Abdalá II bin al-Hussein de Jordania, quien en 1999 sucedió a su padre,  Hussein bin Talal, que había heredado el trono en 1952 cuando sólo tenía 16 años. En segundo lugar se tiene a Mohamed VI, quien reina en Marruecos también desde 1999, al morir su padre Hassan II que estuvo en el poder desde 1961. Según la constitución, también es el líder religioso del país. En los documentos de Estados Unidos filtrados por Wikileaks a fines de 2010 se indica que durante su régimen se ha incrementado la corrupción que ya campeaba en tiempos de su padre. Se estima que 10% de la población ha emigrado. Cuatro personas se han inmolado a lo bonzo hasta la fecha, y la prensa ha hecho poco caso a las revueltas en Tánger, Fez y Rabat. Otro líder a mencionar es  Bashar al-Assad, presidente de Siria desde 2000; también reemplazando a su padre después de haber sido designado candidato único por el Partido Árabe Socialista Baaz, que es partido único en el país. Su padre,  Hafez al-Assad, había tomado el poder por medio de un golpe en 1971, después de participar en gobiernos militares desde 1963.

II

Los Procesos Generales en la Historia Reciente de la Región

En culturas milenarias como las existentes en el oriente medio y África del norte, el último siglo viene a ser historia reciente. Nos centraremos en ese período.

Al término de la primera guerra mundial, Francia e Inglaterra distribuyeron su influencia en el Oriente Medio: la primera sobre lo que se convertiría en Líbano y Siria; mientras que la segunda en Palestina, Transjordania e Irak. En los años 30 y después de la segunda guerra mundial, en esos países surgieron movimientos nacionalistas que  -por ejemplo-  tomaron el poder en Egipto (1952); lucharon por la independencia  de Argelia, Marruecos y Túnez; se manifestaron contra las monarquías en Jordania y Arabia Saudita; Egipto y Siria se agruparon en la República Árabe Unida (1958), efectuaron revoluciones en Irak (1958) y Yemen (1962), intensificándose la lucha contra los ingleses en Aden, que se convertiría posteriormente en Yemen del Sur. Este período estuvo marcado por sacudidas políticas y demandas para recuperar sus riquezas naturales y estratégicas, como la nacionalización de la Compañía del canal de Suez (1956) y el intento fallido de Irán por controlar su petróleo (1953), aunque fue una reivindicación que se expandió por toda la región.

Estos movimientos nacionalistas se enfrentaron a la oposición de las dos potencias mencionadas,   y  -por su rechazo a participar en pactos antisoviéticos-  también a la de Estados Unidos. En esa época occidente no sólo se enfrentó a las corrientes nacionalistas  -incluso con intervenciones  militares, como la de Estados Unidos en Líbano o Inglaterra en Jordania-, sino que además fortaleció a los movimientos islamistas más conservadores.

Esta etapa se cierra con el fracaso militar árabe frente a Israel en 1967. Es un período en el que la historia de la región fue signada por las maniobras de occidente y por la incapacidad de los gobiernos que se establecieron en esa época para encontrar una vía hacia el desarrollo, mientras fortalecieron un autoritarismo a nombre del pueblo estableciendo partidos únicos o casi únicos en cada país, reprimiendo al movimiento sindical y los derechos universales.

Esa etapa fue seguida por una nueva, en la cual se consolidaron regímenes tanto de izquierdas como de derechas en la región: por un lado, Baas tomó el poder en Iraq (1968); Gadafi en Libia, Nemeiry en Sudán y el ala marxista del Frente de Liberación Nacional en Yemen del Sur (1969); mientras Hafez el-Assad lo hizo en Siria (1970). Por otra parte los sectores conservadores se fortalecieron en otros países, como Arabia Saudita y Marruecos.

Posteriormente la región se abrió económicamente y abandonó gradualmente la búsqueda de la vía socialista. En el nuevo período los países fueron recuperando sus riquezas petrolíferas.  Asimismo se fortalecieron los poderes autoritarios  -fuesen republicanos o monárquicos, con orientaciones de derechas o de izquierdas-, estableciendo regímenes caracterizados por agudas desigualdades económicas, corrupción incontestable y continuaron violando los derechos universales.

En lo relativo a la situación con Israel y los palestinos, esta nueva etapa iniciada en 1967 se caracterizó también por una gradual aceptación tácita del status quo  por parte de los gobiernos árabes; cambiando paulatinamente el discurso unificador que antes tenían contra Israel en cada país, lo que muchas veces fue utilizado para distraer la atención de las graves contradicciones internas.

La región conoció también una transición demográfica que anualmente hace que millones de jóvenes demanden un nuevo puesto de trabajo, así como también  -al combinarse con condiciones socioeconómicas polarizadas-  mandó y manda al exilio económico anualmente a una elevada cantidad de desempleados. En una zona de millones de habitantes, un porcentaje importante de esos jóvenes desempleados, subempleados o mal pagados cuenta con estudios universitarios que no son retribuidos como ellos esperaban. A eso se agrega el hecho que los países han entrado a la mundialización de la información  -especialmente con cadenas satelitales e Internet- y a las redes sociales que se derivan de ella.

Este ya es un nuevo momento, en el que la desesperación de esas masas educadas y desempleadas se ha venido expresando de múltiples maneras. Una de las más dramáticas fue la inmolación estilo bonzo el 17 de diciembre de 2010 de un estudiante universitario tunecino de 26 años, Mohammed Bouazizi, quien ante la imposibilidad de encontrar un trabajo calificado había abierto un negocio ambulante de venta de frutas y verduras para mantener a su familia, pero que fue confiscado esa fecha por la policía por falta de permiso, habiéndolo previamente humillado y golpeado, todo lo cual fue ignorado por la autoridad judicial cuando él presentó la denuncia. Después de semanas de agonía por las quemaduras, su fallecimiento el 4 de enero de este año fue la chispa que incendió ese polvorín.

O en un joven egipcio de 30 años, ingeniero en computadoras y gerente de mercadeo de Google para el Oriente Medio y África del Norte, Wael Ghonim, residente en Dubai y que llegó al Cairo el 25 de enero después de haber convocado a la manifestación gigantesca de esa fecha en su página en Facebook “Todos somos Khaled Said”, en referencia al joven torturado y asesinado por policías en Alejandría el 6 de junio de 2010. Esa página contribuyó a la toma de conciencia de los jóvenes, y fue vital para organizar las manifestaciones que culminaron con el derrocamiento de Moubarak, antes y después de la detención arbitraria de Ghonim, que estuvo desaparecido  12 días saliendo de prisión por la presión de las masas.

Los nuevos medios son un nuevo elemento no sólo por el potencial organizativo que facilita a los contestatarios, sino que también para superar los controles de los viejos métodos represivos. Los jóvenes tunecinos y egipcios lograron sortear el uso que sus respectivos gobiernos trataron de hacer de esos medios modernos llamando a la delación o convocando a manifestaciones de apoyo a los regímenes correspondientes.

La articulación entre los nuevos y viejos medios de comunicación es importante, como lo demuestra un reciente estudio español que muestra que 80% de las noticias que circulan por Internet provienen de ediciones en línea de la prensa convencional. Situación semejante se encuentra con la televisión tradicional, que dinamiza su información transmitiendo imágenes tomadas por teléfonos celulares.

Lo que sí aportan los nuevos medios es su agilidad para transformar la información en participación, y que a diferencia de los medios de comunicación anteriores  -que transmitían “de uno a muchos”-  los actuales permiten comunicar  “de muchos a muchos”. Todos estamos conectados pero nadie tiene control, y así es difícil para un déspota controlar la información. Incluso cuando pueda hacerlo durante un período, no puede sostenerlo por mucho tiempo pues afectarían intereses principalmente financieros  -como las transacciones bancarias o las tarjetas de crédito-,  además que tampoco podrían actualmente justificar cerrarse al ojo de los medios internacionales.

Sin embargo, no puede considerarse que sean los nuevos o los antiguos medios de comunicación los que están haciendo estos cambios. Ellos sólo son canales de transmisión de las expresiones de desesperanza; sean éstas manifestaciones, ocupación de plazas o inmolaciones.

III

Libia y los Gadafi

Como fue señalado en la primera sección de este artículo, Muamar el Gadafi es el decano de los autócratas en la región, habiéndose instalado en el poder desde el 1 de septiembre de 1969 al derrocar al rey Idris. Nacido en 1942, es el líder incontestable del país a pesar de no ostentar ningún cargo oficial.

Libia es el país más rico del norte de África por sus yacimientos petrolíferos, lo que ha atraído la proporción más alta de inmigrantes africanos  -más de un millón-, pero es el menos poblado. 95% de su territorio es desierto. Es uno de los cuatro mayores productores de petróleo en África  -junto a Nigeria, Angola y Argelia-, por lo que el conflicto ahí ha producido un incremento en el precio de los derivados desde mediados de febrero. Sin embargo, los analistas energéticos europeos consideran que actualmente cuentan con qué remplazar el petróleo libio en caso que el conflicto se prolongara, considerando los excedentes en la producción de los miembros de la OPEP, especialmente de Arabia Saudita. No obstante, ellos mismos señalan que una mayor prolongación del conflicto tendría como consecuencia un alza más importante en el precio del crudo.

La marcha política de Gadafi ha sido inconstante. En los años setenta impulsó el panarabismo socialista, logró el retiro de las bases militares extranjeras y nacionalizó empresas petroleras, proclamó la Jamahiriya Árabe Libia Popular y Socialista. Impulsó avances sustantivos para la equidad de género. En los años ochenta se le vinculó alentando al terrorismo con los atentados mencionados en la primera sección; e intervino militarmente en África, especialmente en la guerra con Chad. A partir de los años noventa se acercó a occidente.

Los señalamientos de corrupción para Gadafi y su familia son abundantes. Su imagen se identifica con extravagancias que van desde las amazonas vírgenes expertas en artes marciales y uso de armas de fuego que conforman su seguridad hasta la tienda beduina donde recibe a sus invitados. Sus hijos Mutasim y Haníbal hacen noticia en la prensa con sus escándalos.

Otro hijo, El-Sa’adi es el jefe de las fuerzas armadas, manteniendo buenas relaciones con Muhammad VI de Marruecos y Abdalá II de Jordania. Desde octubre de 2009 Gadafi designó como sucesor a su hijo Saif el Islam  -la “espada del Islam”, por su traducción del árabe-; quien había sido la imagen amable del régimen pacificando y arreglando contenciosos, hasta que el 20 de febrero amenazó a los manifestantes con combatirles “hasta la última bala”. Él es propietario de medios, incluyendo televisión por satélite y periódicos de capital privado. Se le considera abierto a occidente.

Saif fue quien había logrado la normalización de relaciones entre Libia, los Estados Unidos y Europa, incluyendo las consecuencias por los actos terroristas de los años 80 atribuidos a Trípoli. Pagó tres mil millones de dólares a los deudos de esos atentados, reconociendo no la “culpabilidad” del régimen sino que su “responsabilidad” en los hechos. También como una muestra de buena voluntad hacia occidente pagó 25 millones de dólares por la liberación de seis de sus ciudadanos secuestrados en Filipinas por el grupo Abu Sayyaf. Sus gestiones permitieron el regreso a Libia de compañías petroleras como Exxon Mobil, British Petroleum y ENI. Denunció algunos hechos de violación de derechos universales y torturas, así como a la “mafia de funcionarios” en el gobierno de su padre; lo que algunas veces provocó el malestar público de éste. En diciembre de 2010 anunció que se retiraba del trabajo político para dedicarse a acciones humanitarias en pro del desarrollo del África subsahariana.

Sin embargo, en su juventud Saif fue un estudiante playboy que viajaba por el mundo con dos panteras, le retiraron la visa francesa en los años 90 y cuando estudió en Austria se hizo amigo personal de Jörg Haider, jefe de la derecha populista.

Al día siguiente de amenazar con continuar la represión, el 21 de febrero, en un nuevo discurso Saif hizo un llamado a un debate nacional, antes de regresar a las amenazas. Argumentando que su país es diferente a sus vecinos Túnez y Egipto, donde sí existen partidos políticos, recordó que Libia está formada por tribus, por lo que consideró que de continuar el conflicto conduciría a una guerra civil y al caos, tras lo que vendría el dominio de occidente.

A diferencia de esos dos países, en Libia Saif sí había iniciado una reflexión pública sobre la necesidad de introducir reformas y aumentar el proceso democrático, incluyendo una revisión de la constitución en el cual participaba la oposición. Aparentemente su interés era una salida gradual de su familia de la escena política, mientras salvaba sus intereses financieros. Pero las manifestaciones y el alzamiento no le dieron el tiempo que requería.

Mientras tanto los ataques del ejército libio a los rebeldes y a la población en general continúan. En respuesta a ello, el 2 de marzo la Asamblea General de Naciones Unidas decidió por consenso suspender a Libia del Consejo de los Derechos del Hombre, por la violenta represión cometida. Asimismo, la Corte Penal Internacional abrió el 3 de marzo una investigación por crímenes contra la humanidad cometidos desde el 15 de febrero por Gadafi, sus hijos y altos responsables libios. Esto fue en seguimiento a resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas del 26 de febrero. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y la Organización Internacional para las Migraciones han mostrado su preocupación por las decenas de miles de refugiados en Túnez.

La Liga de Estados Árabes, la Unión Africana y la Conferencia Islámica condenaron las graves violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario en Libia. Basándose en parte en ello, el 17 de marzo el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 1973 por diez votos y cinco abstenciones, para –entre otras cosas- proteger a la población civil, establecer una zona de exclusión aérea, aplicar embargo de armas, prohibir vuelos de las empresas aéreas libias y congelación de activos de la cúpula gobernante.

Una coalición de países formada por Francia, Inglaterra, los Estados Unidos, Bélgica, Dinamarca, España, Grecia e Italia participan en ataques aéreos a Libia desde el 19 de marzo. Los tres primeros han estado al mando de las operaciones. Sin embargo, el conjunto del grupo parece tener disensiones importantes: mientras Francia aboga por mantener el control “político” de los acontecimientos, Inglaterra y Estados Unidos prefieren que la OTAN asuma mayores responsabilidades. Ésta empezó a patrullar las costas libias el 23 de marzo. La mayor parte de los otros países estuvieron promoviendo que la Alianza dirija la ofensiva.

El 24 de marzo las fuerzas coaligadas llegaron finalmente al acuerdo que la OTAN administre el embargo marítimo y la zona de exclusión aérea, pero que el bombardeo continúe al mando de la coalición de países. Se conformó un grupo para la coordinación política, que se reunirá por primera vez en Londres el 29 de marzo, al que ya confirmó su asistencia Hillary Clinton.

Mientras tanto, el 23 de marzo la Unión Europea había anunciado el cuarto paquete de sanciones contra Libia, que incluye el bloqueo de los activos de la compañía petrolera nacional y la ampliación de sanciones contra la cúpula del régimen, reforzando también el embargo de armas y prohibición de los vuelos de empresas libias en territorio europeo.

A pesar de los ataques de las fuerzas coaligadas, expertos militares –como los estadunidenses general Carter Ham, actual jefe del mando unificado para África; y el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Interarmas; o el almirante Jacques Lanxade, exjefe del Estado Mayor de la Defensa de Francia- reconocen que es una situación “estancada” por la falta de capacidad de las fuerzas anti Gadafi, por más ayuda militar que reciban.

Los intentos por definir la situación se hacen por varios medios: el 25 de marzo por un lado los ataques militares se incrementaron; y los Emiratos Árabes Unidos se unieron a Catar –único país árabe que participaba en la coalición- para colaborar en la zona de exclusión aérea sobre Libia. Por otro lado, a nivel político inició una reunión en la sede de la Unión Africana (UA) en Addis Abeba para intentar encontrar una solución negociada a la crisis, en la que participan representantes de la Unión Europea, la Liga Árabe y los cancilleres de los países de la UA que han sido encomendados para buscar una salida: África del Sur, Congo, Mauritania, Mali y Uganda. Están presentes también delegados del gobierno libio, pero no representantes de los rebeldes.

Estudiosos del mundo árabe y mediterráneo consideran que Gadafi podría acomodarse a una partición del territorio más que a una capitulación; como hizo Sadam Hussein en 1991, que prefirió renunciar a tres provincias kurdas y logró mantenerse en el poder 12 años más. Ellos estiman que las actuales plazas fuertes del régimen y de los rebeldes coinciden aproximadamente con los límites de las antiguas Tripolitania y Cirenaica. Libia es rica en petróleo al este y en gas al oeste.

Si bien las violaciones a los derechos fundamentales cometidas por el régimen libio son flagrantes, salta la duda sobre la particularización hecha por occidente en este caso pues otras autocracias de la región también se distinguen por hacerlo. La cantidad y proporción más elevada de las violaciones en Libia no son la explicación, si se considera que una sola ya es excesiva.

Los regímenes de Bahrein, Yemen, Birmania o el Sáhara Occidental  -entre otros-  son reportados violando los derechos humanos, y no hay acuerdos internacionales para bombardearlos o aislarlos…  Una respuesta a dar seguimiento es lo que ocurre en el mercado de armamentos. Por ejemplo, Francia, Estados Unidos y España son los mayores exportadores de armas a Bahrein. Por otra parte, Rusia y Francia han incrementado su rol en el mercado mundial en el último quinquenio; el primero dirigiendo sus exportaciones especialmente hacia África y América Latina, y el segundo principalmente al Asia. Recordemos que Rusia no apoyó la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad contra el régimen libio.

Pero, ¿quiénes armaron a Gadafi? Desde que en 2004 se levantó la prohibición para exportar armas hacia Libia, ese mercado había crecido para los países occidentales, incluyendo al gobierno Sarkozy, que en 2007 la prensa y la oposición francesa revelaron con caracteres de escándalo una multimillonaria venta de armamento a Gadafi. Es decir, el régimen usa hoy contra su población las armas que ayer le vendieron quienes actualmente le atacan y lo acusan de masacrar a dicha población…

y  IV

Rompiendo Paradigmas

Los  movimientos en los países árabes han puesto en evidencia la manipulación de los medios occidentales que había estampado falsamente la imagen de radicalidad a todos los habitantes de la región, y atribuido a cada musulmán los condenables actos terroristas de algunos grupos extremistas. La prensa occidental se refería a ellos además como muchedumbres ignorantes, sumisas a gobernantes corruptos.

Ni lo uno ni lo otro. Exceptuando la situación en Libia  -donde los actores ya no son autóctonos- en el resto de países estos movimientos se han caracterizado por su pacifismo, por una parte; y por la otra, como usuarios de tecnología moderna para convocarse y organizarse.

Han mostrado que les mueve el deseo por tener democracia en un país sin corrupción, con imperio de la ley,  y que ofrezca empleo a una juventud numerosa que  -si tuviera los recursos económicos- dinamizaría la economía al consumir productos elaborados localmente. Son poblaciones a quien resultan insuficientes los subsidios que les lanzan como migajas las elites que se aprovechan de las riquezas naturales del país respectivo.

También han demostrado que son movimientos libres de sellos ideológicos, raciales o religiosos, sino que se alzan contra cleptocracias; independientemente que ellas sean de determinado signo político, religioso o de origen monárquico o republicano. Las temibles masas fanatizadas por el islam  -según la prensa occidental-   no aparecieron por ningún lado. En ninguno de esos países alguien pidió la desaparición de Israel, ni quemaron banderas occidentales, o vivaron a Al Qaeda. Todo era un estereotipo mediático.

Para tomar el caso de Egipto  -por haber sido más difundido- el factor religioso no fue la brújula de estos movimientos, y los fieles no sólo se alzaron contra el régimen, sino que también desobedecieron a sus respectivas autoridades religiosas que estaban ligadas al sistema, tanto en el lado musulmán  -al Azhar  y  Dar al Fatwa-  como en la iglesia cristiana copta. Los manifestantes coptos en la plaza desobedecieron los mandatos de su papa Shenouda; así como los musulmanes abuchearon en la oración de los viernes a los imanes que defendían al régimen que pagaba sus salarios. Fue relevante la renuncia del portavoz de Al-Azhar, Mohamed Rifai al-Tahtawi, quien se fue a la plaza a apoyar a los manifestantes. La televisión internacional mostró a sacerdotes e imanes orando juntos en la plaza Tahrir, rodeados por jóvenes que les protegían.

Por su parte, los Hermanos Musulmanes indicaron oficialmente el 16 de febrero que no buscarán obtener la mayoría parlamentaria en las próximas elecciones. Mahmud Ezzat, número dos de la confraternidad, indicó que no presentarán candidatos al parlamento en todas las circunscripciones y que no se presentarán a la elección presidencial, además de no estar a favor de un Estado religioso. Sin embargo, debe tenerse presente que vienen siendo la única fuerza organizada en un país que va quedando sin estructuras políticas instituidas, pues el Partido Nacional Democrático del Faraón está acabado, los partidos de oposición están desacreditados y las nuevas fuerzas emergentes no sólo son todavía amorfas sino que carecen de experiencia política. Las figuras como Mohamed el Baradei no goza de credibilidad generalizada, y el sector empresarial permanece a la expectativa sobre el camino a tomar.

Quienes se alzaron contra los poderes constituidos resultaron ser profesionales subempleados o mal pagados que junto con los desempleados se alzaron contra regímenes autocráticos, podridos y longevos; usando para ello tecnología de punta. Son movimientos sin líderes mesiánicos ni programa, lo que deja en muchos la interrogante del riesgo que sean “gattopardizados” por los habilidosos poderes supranacionales, con más capacidad que las viejas dictaduras para que todo cambie con el fin de que todo siga igual…

Deberá observarse con atención el desarrollo de los acontecimientos.

Hay señalas positivas. En Egipto y Túnez se ha solicitado la congelación de las cuentas en el exterior de los líderes derrocados y los de su respectiva familia y círculo íntimo. El presidente interino de Túnez, Fued Mebazaa, anunció el 3 de marzo que para redactar una nueva constitución se convoca a elecciones para Asamblea Constituyente, que se llevarán a cabo el 24 de julio. En Egipto se arrestó, mientras se les investiga por apropiarse de fondos públicos, al ministro de turismo  -Zoheir Garranah-, al ex ministro de Vivienda  -Ahmed al-Maghrabi-,  y al empresario Ahmed Ezz. También fue detenido el ex ministro del Interior, Habib Al-Adli, por blanqueo de dinero.

El 13 de febrero el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, formado por 18 miembros,  se reunió con ocho portavoces del movimiento de jóvenes que organizaron las protestas, incluyendo a Wael Ghonim. Se reunieron con ellos antes de que hubieran pasado 48 horas después de la salida de Mubarak, y antes de hacerlo con la oposición política organizada.

Ese mismo día dicho Consejo anunció la disolución del Parlamento electo mañosamente en diciembre de 2010, así como la modificación de la constitución. Ambos requerimientos habían sido presentados por los jóvenes, en el marco de 15 puntos que son sus reivindicaciones que incluyen además la liberación de los presos políticos, la anulación de la “Ley de Emergencia”, la formación de un gobierno de tecnócratas que faciliten la transición y que ninguno de ellos pueda presentarse a las próximas elecciones presidenciales ni parlamentarias.

La constitución había sido modificada por Mubarak con 34 enmiendas aprobadas en un referéndum efectuado en 2007, convocado con sólo seis días de anticipación. Además los manifestantes piden limitar a dos mandatos la actual reelección ilimitada, restablecer el control judicial, eliminar la prohibición de partidos con base religiosa y la ley antiterrorista en la que se basa el estado de excepción vigente desde 1981.

El 15 de febrero ese Consejo nombró al comité que deberá modificarla, formado por ocho expertos en derecho constitucional que tiene a la cabeza a Tarik el Bishri, un juez jubilado que mantuvo tensas relaciones con el régimen y que en 2004 publicó un llamado a la desobediencia civil. Por otra parte, el 3 de marzo presentó su “renuncia” Ahmed Shafiq, nombrado primer ministro por Mubarak el 29 de enero en medio de la revuelta.

A pesar de los cambios positivos que están ocurriendo, habrá que ver si los antiguos regímenes verdaderamente son desarticulados y, más importante aún, si se toman las medidas para cambiar la situación de la mayoría de la población.

Por ejemplo, si bien el régimen egipcio fue removido, el alto mando de las fuerzas armadas permanece en su lugar, y él estuvo ligado por décadas al general Mubarak. Considérese que está jefeado por el Mariscal de Campo Mohamed  Hussein Tantawi, Ministro de la Defensa desde 1991. El resto de miembros de ese Consejo son generales que también fueron nombrados por el depuesto Faraón, y la mayoría asociados tanto a la represión contra la oposición como a la corrupción. Debe tenerse presente que el 11 de febrero, antes de la oración del mediodía  -es decir, sólo pocas horas antes que el Vicepresidente comunicara la dimisión de Mubarak-   el Consejo de las Fuerzas Armadas había leído por televisión un comunicado indicando que eran la garantía de las reformas prometidas por el Mubarak la víspera, cuando éste todavía se aferraba al poder.

Las fuerzas armadas son además una importante fuerza económica, dirigiendo industrias civiles y militares. Debe reconocerse que hay divisiones en su interior  -como reflejo que son de la sociedad-, pues la fuerza aérea es de la línea del piloto Mubarak, mientras que la infantería y la artillería son reportadas como más cercanas a la población. Los blindados y la marina juegan un oscuro rol después de la derrota frente a Israel. Hasta la fecha esas divisiones han sido sorteadas, logrando mantenerse unidas; pero si las muchedumbres no fuesen satisfechas en los cambios que han solicitado, esos fraccionamientos en las líneas militares podrían agudizarse.

Occidente por su parte tuvo que modificar su política de salvar a los dictadores del “mal menor”; es decir, su justificación de funcionar con déspotas a condición de que sean “de ellos”, según la célebre frase atribuida en 1939 a Franklin D. Roosevelt con respecto a Somoza; o a la tesis de Jean Kirkpatrick en 1979 que los regímenes autoritarios pro occidentales eran preferibles a los que pretendían remplazarlos.

El cambio posiblemente se deba al hecho justamente que los acontecimientos les han mostrado el nulo rol del islamismo en estos movimientos, que ha sido satanizado por gobiernos y medios occidentales; además de la innegable polarización socioeconómica, corrupción y violaciones a derechos humanos que exacerbó los ánimos de las poblaciones de los países ahora en movimiento.

Además, el rol clave que están jugando las fuerzas armadas en la transición puede darles cierta confianza, dado que es una institución sobre la cual tienen gran influencia. Los Estados Unidos les otorgan anualmente 1,200 millones de dólares, además de venderles equipo y formar a sus cuadros superiores.

Rompiendo más paradigmas, el 1 de marzo volvieron los manifestantes a la plaza Tahrir del Cairo, pareciendo entonces que no son movimientos fácilmente engañables. Lo hacen a pesar de las señales positivas antes indicadas, y que para sustituir al dimisionario primer ministro Shafiq fue escogido a Esam Sharaf, propuesto por los jóvenes. Éste fue ministro de Transporte que renunció a Mubarak denunciando la corrupción del régimen; y en enero pasado se presentó a la plaza Tahrir en solidaridad con quienes ahí se manifestaban entonces.

Todo está por ver en esa región del mundo. Nadie puede garantizar que no prevalezca la gattopardización del movimiento. Sin embargo, los jóvenes que han usado la nueva tecnología para organizarse han demostrado al mundo que pueden transformarlo a pesar de los estereotipos mediáticos, del excesivo dinero concentrado en muy pocas manos y de las armas de los ejércitos.

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