La semana pasada nos sorprendió con la captura del ex ministro de Salud, Guillermo Maza. No solo fue sorpresivo el hecho de que un ex ministro acusado de corrupción fuera capturado por la policía, sino que la Fiscalía hubiese ordenado su captura.
En un país como El Salvador, la corrupción es habitante permanente del sistema político y es asumida por todos. Pero la vida institucional salvadoreña indica precisamente lo contrario: a juzgar por las acciones de la Corte de Cuentas y de la Fiscalía, no hay casos de corrupción.
La excepción, la captura del ex ministro Maza, ha reanimado la esperanza de que las instituciones funcionen y hagan su papel. Esa esperanza está ahora en manos de la fiscalía. No se trata de ganar el caso por ganarlo, sino de que no se pierda por ineficiencias, por inexperiencias o por ignorancia, todas alegadas por el fiscal a cargo del caso, según La Prensa Gráfica.
Este caso se convertirá en un referente para la fiscalía, y de la impecabilidad de sus acciones dependerá también su prestigio y la credibilidad en la institución. El caso, si es maltratado, terminará de desilusionar a la ciudadanía y de enterrar las esperanzas de que la situación general va a mejorar.
No se trata de condenar al ex ministro antes de que pueda defenderse o de que se procure justicia. Se trata, eso sí, de que la institucionalidad del Estado funcione y determine las responsabilidades del ex ministro y de los otros acusados en actos de corrupción. Y que sea cual sea la conclusión judicial, esta se dé con todas las condiciones que requiere un juicio debido, con todos los procedimientos seguidos como manda el proceso y con todas las partes haciendo lo que les corresponde. Si así el ex ministro, o cualquier otro acusado, es considerado culpable o inocente, independientemente del resultado habrá ganado el país entero.
En cambio, si hay un proceso viciado, sea cual fuere el resultado, esto marcará un retroceso en el proceso democrático y de consolidación de las instituciones que juegan un rol en la administración de justicia.
Ahí, en la fiscalía, descansan decenas de expedientes más contra ex funcionarios acusados de corrupción por el actual gabinete. El señor Barahona tiene ahora la posibilidad de hacer su trabajo, y de sentar precedente en el combate a la corrupción. Su trabajo es atajar la impunidad. En materia de corrupción, hay una interminable tarea pendiente.
