A diferencia de mis columnas anteriores, para escribir esta me ha movido un propósito y una tesitura personalísimos, o quizás menos técnicos, si se quiere ver así. El Foro Centroamericano de Periodismo 2011 me agarra fuera del país, por lo que con estas líneas quisiera expresar mi pena debido a que no podré participar en él. Con suerte, es posible que esto ayude a promover la asistencia masiva a este homenaje al debate público de altura.
El Foro representa para El Salvador ser la sede de un espacio privilegiado de diálogo regional, el cual hay que agradecer al equipo de El Faro que con denodado esfuerzo lo ha organizado. En cierto modo lo siento como propio, al haber contribuido humildemente a su desarrollo.
Conseguir establecer, durante 6 días, un genuino centro del debate regional sobre seguridad pública en la región no es cuestión de “échale más salsa a mis tacos” (permítaseme el mexicanismo en honor al país invitado). Hacer posible la presencia de periodistas con trayectorias como las de Carmen Aristegui y Alma Guillermoprieto, así como de expertos del calibre de Rubén Aguilar y Marco Lara Klahr, no es cosa fácil. Supone capacidad de gestión y cierto prestigio como medio de comunicación, sin lo cual sería imposible haber alcanzado la convocatoria que ha mostrado El Faro en esta ocasión.
Se sabe que el Foro ha definido cuatro temas a tratar: 1) Urgencias del periodismo; 2) Seguridad en la región; 3) El periodismo y el cine, y 4) La radio, el fotoperiodismo y el multimedia. A partir de ahí, es evidente que hay una notoria agenda concerniente a los medios y a las mejores estrategias de cobertura periodística. Sin embargo, el plato fuerte es el análisis de la inseguridad regional. Esa es la base de mi nostalgia, aunque no su explicación completa.
Son varias razones las que dan cuenta de por qué siento mucho no estar en las actividades del Foro. Por ejemplo, lamento no escuchar de viva voz las opiniones calificadas de figuras como la de Marco Lara Klahr. Después de leer su libro Hoy te toca la muerte. El imperio de las Maras visto desde dentro quedé impresionado de su capacidad para internarse y describirnos ese fenómeno que tanto nos preocupa a los centroamericanos. En su momento, lo consiguió como ningún otro investigador local. Y como dirían algunos comunicadores, tuvo ese talento de hacer interesante lo importante.
De manera muy especial, lamento enormemente no coincidir con mi buen amigo Edgardo Buscaglia, a quien considero un referente internacional obligado para cualquier persona interesada en el examen serio del crimen organizado. Recuerdo que la primera vez que supe de Edgardo fue a través de uno de sus textos. El libro se llama Terrorismo y delincuencia organizada: Un enfoque de derecho y economía, del cual es compilador junto con Andrés Roemer. En esa publicación aparecen ensayos de Edgardo de gran calidad, entre los que destacan: Deficiencias principales en los sistemas de justicia: propuestas de medidas correctoras, y Causas y consecuencias del vínculo entre la delincuencia organizada y la corrupción a altos niveles del Estado: mejores prácticas para su combate.
Tiempo después vi a Edgardo por televisión, en una entrevista con Carmen Aristegui (otra participante del Foro), quien con frecuencia lo recibe en su programa televisivo. Semanas después de aquella entrevista le envié un correo electrónico, con la finalidad de abrir comunicación con él y compartir información e ideas sobre la seguridad en la región. Desde el inicio me llamó la atención su incondicional cordialidad. Desde entonces, para beneficio mío más que suyo, mantenemos un asiduo intercambio epistolar. De hecho, esa ha sido mi pequeña contribución a este evento: haber facilitado el contacto entre el equipo organizador del Foro y Edgardo. Y en eso, sin discusión, el gusto me lo he llevado yo.
Con todo, lo que más lamento es no poder estar en un espacio que podría ayudarnos a pasar de la elucubración teórica sobre la criminalidad al análisis de la evidencia empírica de la misma. La experiencia internacional es, en todos los ámbitos de política pública, una de las fuentes más importantes de conocimiento acerca de lo que ha funcionado y no ha funcionado a la hora de intervenir en la realidad. Como referencia, por lo tanto, esta es indispensable.
En el país abundan los “opinólogos” sobre la seguridad ciudadana, que elaboran planteamientos de acuerdo a lo que buenamente les parece lógico, pero sin suficiente basamento técnico y probatorio. A estos se les puede encontrar por igual al interior de las estructuras del Estado y de las instituciones de la sociedad civil, en la Empresa Privada y en los medios de comunicación. No obstante, contrario a lo que sucede con los expertos, a la hora de hablar de experiencias concretas en detalle, de respaldos empíricos válidos, de experimentos reales que sustenten sus “pareceres”, los “opinólogos” empiezan a guardar silencio y a levantarse de la mesa.
Por ello, el Foro debería poner las condiciones para revisar teorías, si así se desea, pero sobre todo debiera servir para analizar prácticas específicas desarrolladas con éxito en otros países. Con esos insumos, entre otros, habría que diseñar las estrategias de abordaje que sean viables en El Salvador, las cuales siempre deberían ser sometidas al rigor de la verificación empírica, en particular en cuanto a la gestión de procesos y la consecución de resultados.
Hace unos días leí una corta entrevista con Abhijit V. Banerjee, fundador del Laboratorio de Acción contra la Pobreza, publicada por La Vanguardia. El sugerente titular de la entrevista era “Contra la pobreza nos sobran teorías y faltan experimentos”. Pienso que algo parecido puede decirse con respecto a varias áreas de política pública, y la seguridad ciudadana no es la excepción. Bien puede afirmarse que contra la inseguridad ciudadana nos sobran teorías y faltan experimentos. Espero que el Foro constituya la oportunidad para comenzar a corregir esto de forma sistemática.
Mis mejores augurios.