Opinión /

Corinto: una universidad prehistórica en Morazán

 

 


Viernes, 1 de julio de 2011
Por Ricardo Lindo

Figuras en los megalitos de Corinto, Morazán / Foto José Luna
Figuras en los megalitos de Corinto, Morazán / Foto José Luna

 

Hay, en la pequeña localidad de Corinto, en el departamento de Morazán, un extraño tesoro. Hay una inmensa cueva, una ola de piedra de treinta metros de altura, con pinturas en los muros que vienen de un tiempo inmemorial. Y hay, cerca de ahí, una congregación de megalitos, inmensas piedras depositadas sobre inmensas piedras a manera de mesas.

Si bien este breve artículo quiere referirse más bien a los megalitos deseo referirme primero a lo que me llevó a ellos, esas pinturas enigmáticas. Me acerqué como miembro de la Dirección de Investigaciones de la Secretaría de Cultura guiado por una idea: otras artes están ahí representadas. Figuras de danzantes, lo cual implica música. Figuras enmascaradas, lo cual implica teatro. Sabemos o creemos saber que fue un centro ceremonial. Añadamos entonces: oraciones, lo cual implica poesía. Como en las antiguas civilizaciones estas manifestaciones solían darse al unísono, podemos imaginar una suerte de ópera incipiente a la cual la cueva serviría a la vez de escenario y de concha acústica. Para más, hay cerca megalitos, lo cual implica los inicios de la escultura.

La idea era situar a Corinto en la conciencia de los salvadoreños como el primer centro de las artes en nuestro actual territorio. Pero, revisando la bibliografía, vi que los científicos no creen esos megalitos obra humana. Un científico inglés dijo que eran formaciones creadas por un lago desaparecido.

Otros lo repitieron. Pero el guía, don Argelio Álvarez, nos hizo observar que se apoyan en dos puntos y tienen un vano al centro. Hay, además, dos precisas alineaciones, una de tres megalitos y otra de cuatro. Dos megalitos tienen forma de hongos y son así llamados todos por extensión. Puse en duda la afirmación del científico inglés y logré hacer llegar a un astroarqueólogo, el profesor Jorge Colorado.

Este miró las formaciones con escepticismo. Se subió a uno de los megalitos de la formación más larga provisto de una brújula. Al descender, estaba reflexivo. “Están alineados estrictamente de norte a sur. Creo que estamos ante un observatorio astronómico”, dijo. Más tarde comprobó que hay un quinto elemento: la alineación parte de la boca de la cercana Cueva del Duende. Hizo mediciones y me llamó unos días después. Me comunicó que los megalitos que se sitúan entre los otros dos marcan el horizonte dentro del cual se oculta el sol a lo largo del año, mientras otro menos grande, un poco más atrás, señala el punto del crepúsculo vespertino durante los equinoccios. Pero, reservado, porque “la ciencia es fría”, me pidió guardar silencio mientras hacía llegar a un geofísico.

Unas semanas más tarde regresamos con un profesor en geofísica de la Universidad Nacional, el Máster en Ciencias, Luis Castillo. Él puso primero en duda el paleolago (el antiguo lago) y, aunque sin cerrar definitivamente el asunto, dijo que a su juicio los megalitos eran obra humana y que las bases habían sido trabajadas previamente. Sólo entonces el profesor Colorado le hizo parte de sus observaciones.

Ahora bien ¿quiénes crearon estas obras? El guía piensa que los gigantes, como las pinturas de la cueva, que llegan a gran altura. La creencia en los gigantes es generalizada en la zona, nos explica el antropólogo Ramón Rivas, y viene del mundo lenca. El mundo lenca se ha prácticamente borrado en nuestra tierra, donde ha dejado sin embargo una abundante toponimia, pero vive aún en Honduras. El Dr. Ramón Rivas oyó de labios de una campesina lenca, en el vecino país, esta expresión: “Eran grandes”, y esa grandeza implicaba no únicamente la estatura, sino asimismo la sabiduría y la bondad.

Si los lencas no se identifican con estos trabajos y los atribuyen a una raza mítica, es dable pensar que ya estaban ahí cuando ellos llegaron, en un pasado remoto.

Hay otras cuevas con pinturas en el departamento y otros megalitos, aunque no en tal cantidad hasta dónde sabemos. Pero sabemos ahora que estos megalitos no son naturales sino artefactos arqueológicos y que, en un caso al menos, implican conocimientos astronómicos. Así, a las diversas artes representadas en la cueva hemos de añadir el conocimiento científico: por ello, abusando del término hemos dado a este sitio el nombre de universidad. Ignoramos dónde se sitúa en el tiempo. A escasos kilómetros de ahí, en Honduras, en la Cueva del Gigante que posee asimismo pinturas, se han hallado vestigios de 11.000 años de antigüedad. Ignoramos si esta “universidad” se remonta tan lejos pero, si no la hubiésemos llamado además prehistórica ¿habría usted leído este artículo hasta el final?

Ricardo Lindo junto a uno de los Megalitos de Corinto, en Morazán.
Ricardo Lindo junto a uno de los Megalitos de Corinto, en Morazán.

* Ricardo Lindo es escritor, crítico de arte e investigador. Colaborador de El Faro. / Foto José Luna

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