Opinión /

Recta final en Nicaragua


Lunes, 10 de octubre de 2011
Edmundo Jarquín*
Por su parte, la Alianza PLI ha venido estructurando un esfuerzo masivo para garantizar la defensa del voto sobre la base de un principio: cada nicaragüense será un fiscal ciudadano. Además de los fiscales electorales, en cada Junta Receptora de Votos, habrán centenares de miles de fiscales ciudadanos dispuestos a defender sus votos.

Se inicia octubre y entramos en la recta final de la campaña electoral.

¿Recuerdan cuál era el sentimiento más extendido hace tan solo tres meses? Daniel Ortega va a ganar, por las buenas o por las malas, pero va a ganar. En la versión aguda de ese pesimismo resignado estaba la afirmación: es inútil votar, no hay nada que hacer.

Hoy ese sentimiento de pesimismo resignado se ha desvanecido, y crece y crece el sentimiento que Ortega no va a ganar ni por las buenas  -que nunca tuvo esa posibilidad-   ni por las malas, que los nicaragüenses no se lo vamos a permitir.

El mejor indicador de ese cambio de sentimiento, o clima de opinión, es lo que revela la última encuesta CID Gallup que publicó el viernes pasado El Nuevo Diario: el 80% de los nicaragüenses dicen que van a votar. Y todos sabemos que entre más voten, más posibilidades que Ortega pierda.

¿Qué explica ese cambio de sentimiento? Son muchas razones, pero quiero compartir unas pocas.

Primero, está la conciencia y el conocimiento que siempre que la elección se ha polarizado, aunque haya varios candidatos, Ortega ha perdido. Ocurrió en 1990, 1996 y 2001. En 2006 la elección no se polarizó y Ortega ganó (¿?). Pero ahora la elección está polarizada, y cada vez más, entre Ortega y Fabio Gadea. Lo indica claramente la mencionada encuesta.

Segundo, crece el sentimiento del “Violetazo”. Hay mucha evidencia empírica de que hay voto oculto. La intención de voto varía entre la pregunta abierta, en que el encuestado se siente identificado, y Ortega por tanto sube en intención de voto, y la intención de voto que los encuestados manifiestan cuando se les da la boleta para que marquen en secreto y la depositen en una simulación del voto. En este caso, la intención de voto por Ortega baja dramáticamente. Y es más, aun en este segundo caso hay un margen probablemente no menor de 3 puntos en que hay ocultación de voto, pues el encuestado puede pensar que la boleta está con alguna señal y creer arriesga ser identificado. A este voto oculto apunta el “Violetazo”, en referencia a la elección de 1990 en que según todas las encuestas Ortega ganaba y Violeta Chamorro dio la gran sorpresa porque hasta miembros del ejército y policía, entonces todavía sandinistas, votaron por Violeta.

Tercero, la táctica Orteguista de andar censando, supuestamente para identificar necesidades (cuántos viven en esta casa, qué necesitan, a qué programas sociales acceden, cuántas láminas de zinc necesitan, etc), está resultando contraproducente, porque la gente se siente vigilada, controlada, y por tanto hay más y más ocultación de voto. Es como los empleados públicos llevados obligadamente a las plazas, rotondas y calles: ahí están, porque de lo contrario pierden el empleo, pero la humillación se la cobrarán al depositar, en secreto, su voto.  

Finalmente, se ha confirmado que Ortega, ahora en el gobierno, desde un inicio del proceso electoral arrancó con su techo histórico. Y no se ha movido del mismo, mientras Fabio, que arrancó desde abajo, no ha dejado de subir. Y así seguirá.

Pánico en el Orteguismo

El cambio de sentimiento no solamente se da en la opinión pública en general, sino también, y de manera más aguda en el Orteguismo. Es pánico el que hay en la cúpula del Orteguismo, me dijo una fuente cercana a esos círculos.

Fíjense bien. Hace pocas semanas decían haber puesto 600,000 personas en la Plaza La Fe, es decir, el imposible de casi 12 personas por metro cuadrado. Hasta ahí llegaba el desborde de optimismo entre los Orteguistas:  ver 12 personas por metro cuadrado cuando cualquiera sabe no alcanzan más de 3.

Después, a inicios de agosto, vieron a casi dos millones de personas verificándose en los centros de votación, pero no pudieron mostrar ninguna sola toma de televisión o fotografía que recogiera una, tan sola una cola, en algún centro de votación. Otra pretensión que se les desinfló.

Desde luego, atrás, bien atrás quedó aquella historia de que habían carnetizado a más de un millón de nicaragüenses como afiliados al Frente Sandinista. No volvieron a hablar ni una palabra al respecto, porque saben no es cierto, y también saben, mejor que nadie, que muchos de los carnetizados fueron obligados a agarrar el carnet del Frente para no perder el empleo o el acceso a algún beneficio social.

Finalmente, la promesa creíble de Fabio Gadea, que gobernará para todos los nicaragüenses, sin ninguna discriminación partidaria, y que ningún empleado público, debe temer por su empleo, porque como Fabio dijo, terminará con el ciclo perverso de nuestra historia, que cada gobierno es un nuevo comienzo, un empezar de cero, una escoba barriendo empleados y terminando programas, ha caído como una bomba expansiva tras las defensas del Orteguismo.

Nadie debe temer a un gobierno de Fabio, y son muchos los que temen a que Ortega siga gobernando. 

La visita de Insulza

La visita del Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, ha sido objeto de diversas interpretaciones. Pero hay un hecho incuestionable: firmó un Memorando de Entendimiento para la observación electoral que garantiza a esa Organización los mismos privilegios y derechos que en ocasiones anteriores en que ha realizado una observación electoral eficiente.

Como ese es el hecho más relevante asociado a la visita de Insulza, lo cual viene a sumarse a la observación de la Unión Europea, más y más nicaragüenses sienten que su voto tendrá valor, que su voto será respetado, y que atrás quedó el sentimiento de pesimismo resignado que es inútil votar.

*Este artículo fue pubicado originalmente en El Confidencial de Nicaragua

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