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Cómo ser candidato independiente y no morir en el primer paso

Hasta la medianoche del miércoles, cuando venció el plazo para expresar interés en ser candidato a diputado no partidario, 19 salvadoreños se presentaron ante el TSE a iniciar el proceso de inscripción. Para algunos, que aspiran a derrotar el oligopolio de los partidos políticos, la novatez los domina y los pone en riesgo de caer antes de comenzar la carrera.

Lunes, 14 de noviembre de 2011
Gabriel Labrador

'Es que estos creen que es así no más'... José Heriberto Alvayero es un hombre entrado en carnes y algunas canas, de andar rápido, y que usa unos anteojos de aro delgado para leer todo lo que él, como secretario del Tribunal Supremo Electoral (TSE), debe leer. Es enérgico, sus movimientos son rápidos y ahora que sus medioachinados ojos se clavan en una hoja blanca que le han hecho llegar, su mente es una máquina a todo vapor. 'Es que jamás había visto algo así', comenta, mientras aprieta los labios, como reprimiendo palabras más fuertes.

En el fondo de su corazón, Alvayero simpatiza con los nuevos personajes paridos por el convulso sistema electoral salvadoreño: los candidatos no partidarios. 'Son un avance de la democracia, indudablemente', dice, pero quienes se han lanzado a desafiar el poder de los partidos políticos también lo dejan un poco inquieto y quizás hasta un poco decepcionado... Pero él no está ni para ser misericordioso ni complaciente, y sus visitantes habrán de probar su severidad. 'Les ha faltado tiempo para reflexionar, pues los que han venido hasta ahora vienen un poco... desorientados', comenta, refrenando un poco los términos. Por eso, esta tarde de noviembre, cuando recibe al séptimo aspirante a candidato, ya sabe más o menos qué esperar. Alvayero decide asumir el papel de un profesor estricto frente a un alumno despistado.

-¿Usted es el señor...? -pregunta al hombre que lo había estado esperando.

-Sí, Rafael, por el departamento de La Libertad.

-¿Cuántos libros dice que trae?

-150.

Unos minutos antes, cuando entró al edificio, Alvayero parecía un empleado más, de esos que gustan vestir camisas coloricas de botones. Entró aventando la puerta como hombre de mil prisas. Y sin mirar al aprendiz de político que lo esperaba desde las 2:20 rafagueó un “pase adelante”. Alvayero sabía desde antes de llegar que alguien lo estaba esperando, así que no perdió tiempo y en un tris ya estaba en su despacho, engalanándose con un saco color musgo, impecable, que suele colocar en un gancho. Hay días, como hoy, en los que el trabajo abunda en el Tribunal. Estamos en la víspera de la convocatoria de elecciones y del cierre del período para que todo el que quiera ser diputado presente sus documentos al Tribunal. 

El aprendiz de político se espantó con la intempestiva entrada de Alvayero. Se levantó de un salto de su asiento y con prisa levantó unos paquetes cuadrados que estaban acomodados en el suelo. Caminó encorvado por el peso hacia la oficina del secretario y, como pudo, abrió la puerta y entró. Treintañero, traje oscuro, corbata amarilla y pelo engomado: es un aspirante a candidato a diputado independiente llamado Rafael.  

Antes que él, otros seis candidatos habían llegado al TSE, ataviados con saco, corbata y vestidos formales y, por supuesto, cargados de paquetes parecidos a los que ahora traen Rafael y su acompañante, una caribonita y blanca señorita llamada Laura. Después de varios ires y venires, los libros ya están dentro de la oficina de Alvayero, como las ofrendas en un templo en espera de un dios. 

Esta oficina tiene paredes verdes y una corriente de aire acondicionado que refresca la atmósfera. Hay un olor a libros viejos que proviene de las actas oficiales de todas las elecciones salvadoreñas registradas en el TSE desde hace más de 20 años. Son libros azules o verdes, con pasta dura y letras doradas, ordenados por fecha, que yacen en los estantes que rodean el escritorio de Alvayero, su guardián.

Y ahora el dios de esta oficina ya llegó y es momento de presenciar la liturgia. Rafael estira su brazo hacia el secretario y entrega su solicitud de inscripción. Es una hoja con un texto en letra de computadora. La entrega con la actitud de quien se entrega a la policía después de un crimen. Alvayero, un abogado de más de 30 años de carrera, escruta con filo el papel. Silencio. 

-Les ha faltado un poquito de orientación aquí -lo reprende Alvayero, en tono severo, mientras tacha, anota y folia los documentos-. Lo importante es que ya están adentro, entran en el proceso... -añade, como tratando de suavizar el golpe. 

-Eso sí -responde Rafael, recuperando el color. 

-Lo complicado es esto que comienza ahorita, la recolección de firmas...

-No, pero nosotros tenemos el apoyo de la ciudadanía -responde Rafael, con un gesto de complacencia.

-Ja, así dicen los partidos y viera que a veces se tardan -ríe Alvayero, quien ha visto desfilar por su oficina centenares de aspirantes a candidatos a lo largo de los lustros que ha ocupado este cargo.

No pasa ni medio minuto cuando Alvayero ya ha encontrado el primer error. El texto va escrito en primera persona del singular, pero al pie del documento hay dos firmas, la de Rafael y Laura, quien se inscribirá como suplente. La incoherencia ha irritado al secretario. Está sentado pero mueve sus piernas levantando los talones, en ese tic que las personas tienen cuando están ansiosas. Y todo empeora cuando el secretario encuentra otro error... y después otro... su silencio no presagia nada bueno. De repente, el secretario se lleva la mano derecha a la quijada y hace un puchero. 

-¿Cuántos libros dice que trae? —pregunta, mientras escribe algo a ritmo frenético. 

-150.

-Aquí solo hay 120. 

-No puede ser. 

-Solo hay 120, ya lo contaron los ayudantes.

-Y otra cosa, ¿no me acaba de decir que usted correrá por La Libertad? 

-Así es, correcto. 

-¿Y por qué aquí en su solicitud dice que quiere ser diputado por Chalatenango? 

-¡¿Quéeee?! 

-Es que jamás había visto algo así -protesta él, exasperado.

Rafael, serio y con la mirada perdida, se levanta y sale de la oficina. Adentro queda Laura, a quien no le queda otro remedio que pedir un 'chelito' para borrar el error. 'Disculpe, licenciado, usted tiene toda la razón', dice la chica. Cuando Rafael entra de nuevo, dice que pensaba que en el pasillo podía haber quedado algún paquete, pero no. Tragándose la vergüenza, termina el trámite y antes de salir de la oficina, esboza una pregunta... aunque mejor hubiera sido que ni siquiera lo hubiera intentado para no sufrir otra bofetada. 

-Doctor Alvayero, solo tengo una pregunta: el plazo que tengo para... 

Ni acaba de terminar su pregunta porque el secretario lo interrumpe y le vuelve a dar una tunda:

-Mejor ni le respondo porque si usted pretende trabajar formulando leyes, debe al menos conocerla, ¿verdad?

Derrotado, ahora sí, Rafael sale de la oficina, aunque con la garantía de haber completado la primera fase. Una primera fase por la que le harán observaciones, pues debe enmendar los errores y completar los libros. Murmura que avisará a 'los demás' para que vengan bien preparados al Tribunal. Se refiere a los que, como él, fueron acobijados por el Movimiento Político Independiente de El Salvador (MPIES), una alianza de salvadoreños en el extranjero que hace unas semanas anunció que daría respaldo a por lo menos 21 candidatos no partidarios. Todos deberán pasar con el estricto Alvayero. 

Cuando finalmente, el secretario queda a solas en la oficina, susurra: 'Yo sabía que estos candidatos iban a venir hasta esta semana, y me siento muy bien, satisfecho, de que hayan venido siete hasta hora. Lo malo es que vienen un poco desorientados... es que estos creen que es así no más'. 

Hasta las 12 de la medianoche del miércoles, 19 salvadoreños solicitaron permiso al TSE para recolectar firmas en sus respectivos departamentos y buscar un puesto en el palacio legislativo. Estos son los nuevos personajes de la vida electoral, los que pretenden desplazar al oligopolio de los partidos políticos. Sobre todo después de que la Sala de lo Constitucional resolvió en los últimos 15 meses que en 2012 los salvadoreños podrán votar por candidatos no partidarios, marcar por personas y no por banderas, y que las listas de candidatos en un orden preestablecido para que sean nombrados diputados no valdrán.

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