Opinión /

Héctor y Guayo, sembradores de sueños


Lunes, 12 de diciembre de 2011
Juan Héctor Vidal

Dos buenos amigos, dos hombres de bien, dos salvadoreños extraordinarios partieron al más allá sin  llevarse, en palabras de San Francisco, nada de lo que recibieron en la tierra, solamente lo que dieron: “un corazón enriquecido por el servicio honesto, el amor, el sacrificio y el valor”.

Sí, Héctor Ricardo y Jorge Eduardo nos dejaron el jueves 8 de diciembre solamente con unas horas de diferencia, pero al partir a lo desconocido, seguramente ese tiempo se diluyó, uniendo a dos almas que en su paso por la tierra siempre pensaron en un país mejor. La búsqueda del bien común, la tolerancia, la lealtad, la  honestidad, la caballerosidad, la  ética, fueron valores compartidos que  irradiaron a sus  amigos y, no dudarlo, a sus  adversarios, porque la nobleza fue también parte esencial en su existencia. Más que eso, lucharon sin desmayo para arraigarlos y hacer de  ellos un credo, en una sociedad donde la memoria  histórica se torna con frecuencia indiferente.

El Tocayo y Guayito tuvieron ese don muy especial mantener vigentes las esperanzas de los demás en base a la solidaridad, la sensatez, la prudencia y la tolerancia. Así, su vida al servicio de la sociedad  estuvo marcada  por un comportamiento  que  dignificó la política e hizo del ejercicio  de la función pública,  un ejemplo de ética al servicio de la democracia.

Con Héctor Ricardo y unos amigos empresarios fuimos “cómplices” en un proyecto político que no fue. Estoy convencido de que si se hubiera materializado, El Salvador de hoy sería sensiblemente distinto. Y cuando desde la silla edilicia hacía hasta lo indecible para llevar alivio a los más necesitados, junto a  Mauricio –me lo recordaba éste durante la segunda visita que hice al lugar donde reposaban los restos de su querido hermano– casi subrepticiamente  empezamos una labor de acercamiento con  empresarios de la construcción para ayudar a familias que vivían  en condiciones infrahumanas a la orilla de esas quebradas que sirven de muros naturales entre modernas y bellas residenciales.

Pero –supongo que en exceso– me opuse en su  momento  a la reforma impositiva que Héctor impulsaba como jefe edilicio. Si hice bien o mal, es algo que no puedo remediar. En cambio, asumí una posición beligerante frente a aquellos que pretendieron desprestigiarlo, cuando con visión de futuro emprendió el proyecto que ha liberado al Gran San Salvador de la contaminación a cielo abierto. 

De Jorge Eduardo, igualmente solo conservo gratos recuerdos. Era un caballero andante, con la sonrisa siempre a flor de labios y una figura que como Héctor Ricardo, irradiaba simpatía, bondad,  optimismo. Pocos con él, han prestado tantos servicios a la Patria desde los más altos cargos de la administración pública y la academia. También traté a su familia y, al calor del hogar, pude constatar que era un ser humano  extraordinariamente auténtico.

Nunca olvidaré cuando, a propósito de uno de esos viajes  que hicimos en grupos a Alemania para aprender de su sistema político, económico y social, un amigo y ex funcionario de la GTZ me invitó a viajar por tierra a la República Checa, extendiendo su cortesía  a quienes yo considerara los dos mejores compañeros de viaje. Escogí a “Mingo” Méndez y a “Guayito” Tenorio, a la sazón Presidentes de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo Nacional  de la Judicatura. Cuando se los presenté a nuestro anfitrión, éste  me dijo más o menos lo siguiente: Juan Héctor, tú sí tienes como amigos a grandes  personalidades.

El viaje resultó de ensueño y lo anticipamos al nomás cruzar la frontera. Estoy seguro que con Mingo y mi amigo George Mull, recordaremos mientras vivamos el dulce despertar de Guayito. Puedo además   contar, que arropados por  el cielo esplendoroso de Praga y mientras nos degustábamos  una Pilsen, Mingo empezó a bromear (creo que lo decía en serio)  sobre su sucesor: los dos coincidimos en Jorge Eduardo y éste, impresionado por semejante privilegio, también bromeó y le sugirió empezaran “hacer ruido” para que yo llegara a la Corte de Cuentas.

Sin duda, por su ejemplar vida personal, su  trayectoria política y su compromiso social, ambos amigos y salvadoreños ilustres dejan un gran vacío, en un momento en que nuestra Patria clama por la paz social, la justicia, la solidaridad con los pobres, la honestidad y la transparencia. Empero, nos reconforta pensar que lo que en vida sembraron Héctor Ricardo y Jorge Eduardo, algún día habrá de germinar. Descansen en paz.  

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.