Hablando a nombre del Estado salvadoreño, el canciller Hugo Martínez pidió el sábado pasado 'perdón' por la masacre perpetrada hace 30 años en El Mozote y otros caseríos aledaños por soldados del Batallón Atlacátl, en la que perecieron casi mil personas, la mitad de ellas menores de edad.
Se trata de la peor masacre perpetrada en el Siglo XX en América Latina, y una que sigue conmocionando al mundo entero por los grados de horror vividos por las víctimas. Las mujeres fueron sistemáticamente violadas antes de ser asesinadas, y los niños fueron atravesados por bayonetas y decapitados por los soldados.
En San Miguel, a pocos kilómetros de El Mozote, el lugar donde el canciller pidió su perdón, se encuentra la Tercera Brigada de Infantería, que lleva orgullosamente el nombre del teniente coronel Domingo Monterrosa, el hombre que comandó al Atlacátl en aquella carnicería hace 30 años.
Apenas hace un mes y medio, oficiales del Ejército salvadoreño recibieron en estas instalaciones a los agregados militares de varios países, y el Ejército le sigue rindiendo homenaje a Monterrosa, quien murió años después de esta masacre, en plena guerra, en un atentado cometido por la guerrilla del FMLN.
El alcalde de San Miguel, Will Salgado, tiene en su oficina un mural en el que rinde homenaje al jefe militar, bajo cuyas órdenes él mismo sirvió.
Bien haría el Estado, además de pedir disculpas, en borrar el nombre de Monterrosa de todas las instalaciones militares y cualquier otra institución del Estado, y de saldar las muchas cuentas pendientes con la historia.
Pocos días después de la masacre, en Washington, el cuerpo diplomático seguía negando El Mozote, acusando a la guerrilla de montar una propaganda para culpar al Ejército de atrocidades que nunca cometieron. El Mozote tuvo que esperar a que periodistas extranjeros que llegaron al lugar informaran al mundo del horror que ahí se vivió, y que una sobreviviente, Rufina Amaya, relató.
Ahora conocemos el relato de otros sobrevivientes que confirman los niveles de sadismo de que fueron capaces las tropas comandadas por el teniente coronel Domingo Monterrosa.
Permitir que el Ejército siga rindiendo homenaje a los militares que participaron en esta barbarie es un insulto a las víctimas de la peor masacre cometida en América Latina en el Siglo XX. Veinte años después de la firma de los Acuerdos de Paz, el Ejército tiene que reconocer su propia historia, sin concesiones, para adaptarse de verdad a la nueva nación, que requiere necesariamente de una nueva Fuerza Armada que declare sin matices su condena a este tipo de hechos. Si esto no se hace, el perdón expresado por el canciller no se habrá hecho en representación de todo el Estado, sino apenas de una parte.