Fernando Llort y la Iglesia Católica desean abandonar la controversia alrededor de la destrucción del mural de Catedral.
La Iglesia argumenta para ello que 'todos los bienes temporales que pertenecen a la Iglesia...son bienes eclesiásticos, y se rigen por los cánones (de la Iglesia)..' y reitera de nuevo la única razón que tuvo para destruir el mural ('seguridad personal').
Fernando, un hombre de Dios, un hombre bueno, de gran corazón, opta por 'apartarse de todo asomo de controversia....que está robando la paz y la armonía' y pide que 'aportemos dignidad y contribuyamos a la convivencia pacífica'. Abandonar la controversia no sería correcto pues lograría, como varios casos de nuestra historia nos lo han enseñado, lo contrario de lo que pide LLort; sería lograr una paz falsa y temporal; es perder una oportunidad para dejar claros entre nosotros los roles institucionales que le corresponden a organismos claves de nuestra sociedad; es no ocupar un caso insignia para resolver, a través del diálogo, nuestras diferencias; es no sentar ejemplo en un caso público relevante.
La explicación de la Iglesia, a través de los comunicados del Arzobispo y el de los Vicarios, deja varios vacíos importantes y plantea varios asuntos críticos. La explicación del Arzobispo está basada en el informe técnico que le hicieron y consultas con sus colaboradores y consiste en que tuvo que destruir el mural por razones de 'seguridad personal.. pues si una o varias piezas se desprendieran...y cayesen sobre cualquier persona...'
Esa explicación es válida aunque contradice muchas otras opiniones de expertos. Pero también levanta muchas preguntas: ¿Por qué la urgencia y el sigilo en destruirlo? Si el peligro era tal y tan eminente, ¿cómo es que no se había caído un solo azulejo antes y por qué hubo que ocupar martillo y pico para arrancarlos? ¿Por qué destruir la obra y no restaurarla? ¿Por qué no consultar con otros fuera de la Iglesia y directamente involucrados, sobre cómo proceder?
Más grave aún es lo que se insinúa en el comunicado de los Vicarios cuando dicen que todos los bienes temporales que pertenecen a la Iglesia se rigen por sus cánones, sugiriendo que la Iglesia puede actuar como desea con sus bienes, incluso destruirlos. Ello no es así. Hay bienes de la Iglesia que son patrimonio nacional, que son obras de arte de relevancia nacional y/o que son parte de nuestra historia; en cualquiera de esos casos - y peor aún cuando aplican varios de ellos como en el caso de Catedral- la Iglesia tiene obligación de consultar, seguir las leyes nacionales y respetar el derecho de otros, no solo actuar de acuerdo a sus propios criterios y leyes.
De no consensar y regular estos principios a nivel de país, la Iglesia puede seguir destruyendo nuestros legados históricos y patrimonio como lo hizo con la Catedral de San Vicente o como podría hacerlo, por ejemplo, con las iglesias de Suchitoto, Panchimalco o La Merced.
No es correcto, como lo señala Llort en su comunicado, irrespetar a la Iglesia u ocupar expresiones de violencia. Pero también la Iglesia tiene la obligación de dar una explicación creíble, para lo cual debe dar respuesta a las preguntas antes señaladas. La Iglesia debería también demostrar humildad, no argumentar que tiene derecho a hacerlo porque sus leyes lo permiten; debe aprovechar para reconocer errores, aclarar conceptos de interés nacional a través del diálogo, y de reparar daños.
Igual de cuestionable es el papel hasta ahora desempeñado por la Secretaría de la Cultura de La Presidencia (SEC), la responsable de velar por nuestro patrimonio artístico y nacional. Ella, después de reconocer que 'un error de esa naturaleza no puede ni debe pasar desapercibido', ha permanecido hasta ahora prácticamente callada. Ella, después de prometer 'una solución consensuada digna..', no ha podido cumplir esa promesa. La solución que hasta ahora se vislumbra, de publicar los comunicados de la Iglesia y Llort y devolverle los pedazos de azulejos a Fernando, puede ser aceptable – aunque 'con tristeza' – para el artista; por supuesto que lo es para la Iglesia - se salen fácil del enredo en que se metieron; pero no lo es para el país por los puntos planteados, porque no obtiene lo que pide LLort 'solidaridad, tolerancia y respeto..'.
No es solidaria con los artistas, no se tiene tolerancia hacia tantos otros y no respeta el arte, no respeta el patrimonio y la historia nacional.
SEC debería por lo menos iniciar una investigación que responda a las preguntas arriba formuladas para conocer la verdad, y discutirlo públicamente. La solución fácil es mal ejemplo. No aporta con dignidad o contribuye a la convivencia pacífica. Y, si se queda allí, la Iglesia y la SEC pierden autoridad moral y la SEC, al no ser voz y no contribuir al debate público, deja de cumplir, en este importante caso, su función principal para la cual fue creada.