Opinión /

Gramática presidencial


Martes, 31 de enero de 2012
Ricardo Ribera

La decisión presidencial de poner un militar al frente de la policía está provocando numerosos análisis políticos, a los que de seguro seguirán reflexiones legales, técnicas, jurídicas y constitucionales. Espero aportar mi propio granito de arena proponiendo desde esta columna de opinión consideraciones de un tipo distinto: me propongo realizar su análisis gramatical.

La gramática, cosa que muchos tal vez no conocen, es expresión concentrada de la lógica y la racionalidad presentes en el idioma. De tal modo que las conclusiones a que aquí lleguemos reflejarán la racionalidad y lógica de la decisión adoptada, o la falta de las mismas. Más bien lo segundo, podemos adelantar desde ya. Y es que parece que el ciudadano presidente, posiblemente mal asesorado (es notable la inexistencia de una Secretaría de Asuntos Gramaticales en Casa Presidencial) confunde el ser con el estar.

Su argumento central consiste en decir: “es que el general Salinas ya no es militar, puesto que está de baja en la Fuerza Armada”. Con tal argumento – ¿o argucia? –  quedaría sorteado el aparente obstáculo para tal nombramiento, tanto frente lo que estipula el acuerdo de paz (de grata y reciente recordación) como de lo que taxativamente establece la Constitución (la que el presidente juró cumplir y hacer cumplir).

Una Secretaría de la Presidencia para Asuntos Sin Importancia, (que no la hay pero sería indispensable para complementar a la de Asuntos Estratégicos) hubiera podido advertirle al mandatario que en castellano una cosa es “lo que uno es” y cosa distinta es “el estado en que uno está”.

Por ejemplo o, para decirlo con mayor propiedad, verbigracia: él es licenciado en economía, pero está de vacación; él es ingeniero mas está de baja por enfermedad; él es profesor de la Matías y está gozando de un año sabático; él es catedrático de la Nacional pero está de permiso para asistir a un evento fuera del país.

En conclusión: si el general Salinas es militar, lo seguirá siendo no importa su estado, si de baja o de alta, si cansado o excitado, triste o alegre, jubilado o en activo. Lo mismo el coronel Ochoa: él sigue siendo un militar, esté o no retirado. Esta última parte sí parece haberla entendido el presidente, no así la primera.

¿Será el de Mauricio Funes problema de exceso de inteligencia? ¿Será por eso que a veces da la impresión de hacerse el que no entiende? ¿De pretender no entender qué problema hay en poner a un militar al frente de la Policía Nacional Civil? Él insiste en que si está de baja, entonces el general ya no es, ya dejó de ser,  ya se transformó en civil. La transmutación no parece tan fácil. No se trata de una profesión cualquiera. Es un estamento. Con su ideología y su identidad propias. Como el estamento eclesial, para el cual el mundo se divide en clérigos y laicos, para el castrense la sociedad se divide en militares y civiles. 

¿Será un problema de exceso de inteligencia? ¿Será por eso que a veces da la impresión de querer “pasarse de listo”? Como cuando decide dar de alta en la Fuerza Armada al coronel Ochoa que lo criticó duramente, sometido ahora al silencio y a la obediencia debida a su persona, en tanto en cuanto su Comandante en Jefe. ¿No es un abuso a su derecho de expresión, independientemente de las barrabasadas que el mencionado coronel pueda expresar en ciertos momentos?

¿No será un uso arbitrario de su facultad de nombrar en cargos oficiales? Hizo cambiar el reglamento de la comisión de asuntos limítrofes para introducir la figura de un representante de la Fuerza Armada. Después nombra en ese papel a quien el propio presidente removió de embajador en Honduras por “no gozar de su confianza”. ¿Será ese coronel, que simpatizó abiertamente con el golpe de estado en el vecino país y que ahora defiende como un héroe al genocida de El Mozote, una opción válida y creíble para integrar una comisión estatal?

Prefiero pensar que no se trata de exceso de inteligencia, pues el exceso es siempre nocivo. Espero que se trate de un problema de poca formación gramatical. La embajada de Estados Unidos no sabrá aconsejarlo en esto, por más interés que tenga en el tema de la seguridad. Para los gringos no hay diferencia entre ser y estar. En inglés todo es “to be” – como bien señaló el poeta.

En nuestra cultura, en cambio, lengua, gramática y política están llenas de matices. Por ejemplo: “ordenar” no siempre quiere decir “dar órdenes”; “ordenar” puede significar “poner orden”. Que el presidente lo haya entendido no termina de verse claro a la mitad de su período de gobierno. Ojalá la gramática lo acompañe.

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