Durante muchos años se ha sostenido la tesis de que el náhuatl se extinguió aceleradamente a partir de la masacre de indígenas en 1932, pero la investigación del historiador estadounidense Jeffrey Gould aporta un matiz: para el año 1930 probablemente solo un 10 o 20% de la población indígena hablaba náhuatl debido a un proceso de mestizaje previo. 'El dominio económico tenía un aspecto negativo sobre el idioma. Por supuesto que la matanza tuvo que ver, pero el proceso ya estaba bastante avanzado', afirma el historiador.
El camino hacia estas nuevas hipótesis se inició hace más de una década. Desde 1998, durante cuatro años, Gould y Carlos Consalvi, director del MUPI, convivieron con la comunidad indígena de la zona occidental del país. Tuvieron de guía a Reynaldo Patriz, un joven líder indígena que favoreció el acercamiento con los ancianos para que compartieran sus memorias. La recolección de testimonios se materializó en el documental '1932, cicatriz de la memoria', y el libro '1932', de Gould y Aldo Lauria Santiago, los cuales se basan en documentación obtenida en otros países y en 200 entrevistas con los sobrevivientes de la masacre.
Posterior al lanzamiento del documental en 2005 y la publicación del libro, el MUPI se interesó en conocer el nivel de impacto que tuvo en la vida cultural de los pueblos la masacre del 32. Para ello realizaron un estudio etnográfico comparativo entre lo que encontró el antropólogo sueco Carl V. Hartman entre 1897 y 1899, y lo que encontraron las antropólogas Ana Mata Parducci y Georgina Hernández Rivas en 2005. Las fotografías y la investigación de Hartman y los hallazgos de las antropólogas salvadoreñas forman parte de la exposición itinerante 'Memoria de los Izalcos' y del segundo número de la revista Trasmallo que se publicó en agosto del 2006.
El proceso de socialización de la investigación académica fue determinante para devolver esa memoria a las propias comunidades y que aquellos que habían decidido callar reaccionaran de una forma catártica para aportar su parte de la historia. A partir de los nuevos datos que los sobrevivientes compartieron se generó una reinterpretación pormenorizada para visibilizar la ruptura y hostilidad entre el sector indígena que existía en los cantones de Izalco concretamente, porque que en otros pueblos la cuestión indígena no tenía tanta importancia. Lo que se conocía de esta historia no contaba con la información testimonial de los habitantes de las comunidades afectadas, una ausencia que no permitía conocer algunos pormenores que ahora se incorporan y enriquecen la lectura histórica. 'Cuando comenzamos a aproximarnos a la historia había en la población un velo de miedo que les hacía difícil la comunicación de sus memorias orales', explica Consalvi respecto al logro de los cuatro años de convivencia que les permitieron romper la barrera de temor por parte de los sobrevivientes. La investigación también amplía sobre algunos detalles sobre los antecedentes de la insurrección indígena. Se conocía que la gran mayoría de los participantes dedicaba una parte del año a la corta del café. Ahora se conoce un poco más sobre algunos procesos económicos y políticos: fue a partir del inclumpimiento del presidente Arturo Araujo de ofrecerle tierras a los campesinos a cambio su apoyo electoral y de los desórdenes administrativos anteriores que dejaron al Estado con limitados recursos económicos para impulsar reformas sociales, que los indígenas se unieron al movimiento sindical que demandaba una reforma agraria. Con la represión aumentando progresivamente, los protestantes se aliaron a la organización Socorro Rojo, que en las comunidades de Nahuizalco, Izalco y Tacuba tuvo una coalición con el Partido Comunista con el afán de recuperar el poder local. Según Gould, otro factor que facilitó la apertura de los habitantes fue el hecho político de que el FMLN ganara las elecciones municipales en Nahuizalco y Tacuba: 'probablemente esa fue la señal de que la época de represión e intolerancia había terminado'. Consalvi destaca que esta información ha logrado llevarse a 3 mil jóvenes en los últimos dos años. Esta cifra resulta de la suma de los que visitan el MUPI y los que ven y escuchan las exposisiones en las distintas universidades y centros escolares. El objetivo lo tiene claro: 'Que una parte fundacional de nuestra historia sea conocida, ya que en el pasado fue manejada por los historiadores asalariados de quienes cometieron el etnocidio'. El director del MUPI se refiere a Joaquín Méndez y a Jorge Schlesinger, los autores de los documentos progubernamentales que reforzaban los discursos del General Maximiliano Hernández Martínez, responsable político de la masacre. A esta idea se suman los investigadores Héctor Lindo (Políticas de la memoria: el levantamiento de 1932 en El Salvador) y Georgina Hernández (El despertar de la memoria: experiencia comunicativa del documental 1932, Cicatriz de la Memoria), quienes describen estas versiones de la historia como textos cargados de un fuerte mensaje anticomunista que justificaba la masacre como una medida que previno un plan terrorista. Lindo detalla que en 'Los sucesos comunistas en El Salvador', Méndez cita las entrevistas realizadas a quienes habían participado en la represión y valiéndose de términos peyorativos, como 'la raza dominada', intentaba fortalecer los estereotipos rezagados del tiempo de la conquista. Por su parte, Schlesinger sostiene en su 'Revolución comunista' que 'fueron las cofradías religiosas las que abrieron la puerta y robustecieron las ideas comunistas entre las masas indígenas'. En este aniversario de la masacre, el MUPI abre con su propuesta un debate sobre uno de los hechos que se consideran fundamentales para entender la historia de El Salvador y su cultura. Ver notas relacionadas: - Las huellas de la muerte en el presente de los indígenas [22/01/2007] - 1932, las dos caras de una historia por contar [22/01/2007] Ver documental '1932, cicatriz de la memoria', de Carlos Consalvi, MUPI: