En los últimos dos años, la Unión Europea (UE) ha vivido una situación sin precedentes en sus cincuenta años de historia (efeméride celebrada en 2007).
Esta experiencia única de integración entre países, la única en la cual los gobiernos le han cedido a la Unión partes de su soberanía, había sido siempre considerada un gran éxito en lo económico (la economía integrada europea es el primer mercado del mundo, más grande incluso que el norteamericano, y la UE aún representa 20% del comercio mundial a pesar de la emergencia de nuevos actores de indudable importancia), pero la UE era vista como un actor político de escasa envergadura.
Cuando la UE, a través de su Tratado de Lisboa, entrado en vigor el 1 de diciembre de 2009, había llegado finalmente a completar su proceso de fortalecimiento político e institucional, que ha incluido la experiencia totalmente novedosa de una diplomacia común (Servicio de Acción Exterior de la Unión Europea), se ha visto sorpresivamente envuelta en una crisis económica que ha sacudido sus cimientos más allá de lo que se hubiera podido imaginar. Así que en lugar de completar en lo político lo que habíamos conseguido en lo económico, prevalece ahora la visión contraria que los europeos tenemos problemas hasta en nuestra área más fuerte, la económica.
Hay que recordar que los principales logros de la integración europea desde 1957 hasta hoy fueron: 1. la eliminación permanente de toda perspectiva de conflictos entre países europeos semejantes a los dos vividos en el siglo XX; 2. el espectacular proceso de crecimiento económico mediante la integración, que se ha traducido en una mejora sin igual del nivel de vida de los europeos; 3. la atracción constante que estos logros han ejercido sobre los países del continente, que han progresivamente pedido acceder a la UE, que de 6 en 1957 pasará a contar con 28 miembros en 2013; 4. el fuerte compromiso hacía los países en desarrollo, que ha hecho de la Unión Europea el primer proveedor mundial de cooperación al desarrollo (la UE y sus Estados Miembros representan 60% de los flujos de cooperación en el mundo).
En este sentido, es legítimo preguntarse cómo la actual crisis de bajo crecimiento y endeudamiento de la zona euro (compuesta por 17 de los 27 países de la UE) se traducirá en términos de este compromiso de cooperación con el mundo en desarrollo.
Sin duda, el mundo ha cambiado mucho en los últimos años, y la UE no podía no tener en cuenta los nuevos escenarios mundiales.
Las orientaciones actuales, plasmadas en las recientes propuestas de la Comisión Europea, prevén mantener para el período 2014 – 2020 unos montos de cooperación semejantes a los actuales, introduciendo sin embargo una mayor selectividad (graduación) en la determinación de los países que se beneficiarían de dichas ayudas. En concreto, los países emergentes o de mayor crecimiento ya no recibirían fondos de cooperación, que quedarían reservados para regiones y países con mayores dificultades de crecimiento económico.
El respeto de la democracia, de los derechos humanos, de la transparencia y del buen gobierno (good governance) serían elementos ineludibles en la atribución de esos fondos de cooperación. En el caso de Latinoamérica, la orientación actual es la de mantener lazos de cooperación con algunos países de Centroamérica, entre ellos El Salvador, y solo dos de Suramérica (Bolivia y Paraguay).
En el caso de El Salvador, la Unión Europea se ha consolidado en la última década como uno de los principales socios de cooperación, siendo los otros principales España, como cooperante bilateral, Estados Unidos y Japón.
De 1998 a 2008, la Unión Europea y sus Estados miembros desembolsaron el 51% de la cooperación otorgada a El Salvador ($809 millones de $1592 recibidos por el país). De estos 809 millones de dólares, 174 provinieron de la Comisión Europea, 304 de España, 93 de Alemania, 49 de Luxemburgo, 41 de Suecia, 39 de Holanda, 109 de otros países de la UE.
De 2008 a 2013, la ayuda vehiculada por la Comisión Europea, entidad ejecutiva de la UE, se fortaleció, pasando a un total de 121 millones de euros (€) solo en cooperación bilateral canalizada a través del gobierno de El Salvador: en la práctica, los montos para El Salvador doblaron. A parte de esos montos, El Salvador también se ha beneficiado de programas dirigidos a las entidades no estatales (ONGs y municipios), de programas de naturaleza regional, por ejemplo en materia de seguridad alimentaria y prevención de catástrofes y programas para el conjunto de América Latina (sobre todo cooperación académica y empresarial).
Los sectores prioritarios para dicha cooperación fueron 1) la promoción de la cohesión social y seguridad ciudadana y 2) el crecimiento económico, la integración regional y el comercio.
La estrategia de la Unión Europea es ayudar a facilitar la cohesión social y seguridad ciudadana a través de la inversión social y el apoyo al Estado de Derecho; así como favorecer un crecimiento económico sostenido por la creación de empleos, la integración regional y la promoción del comercio.
El primer objetivo se ha concretado en los programas:
PROJOVENES II: (11,3 millones €, 2009-2015) en apoyo a los municipios salvadoreños para la prevención de la violencia juvenil;
Pro-EDUCA: (25 millones €, 2009-2014), con el objetivo de fomentar la cohesión social en el sector de la educación de El Salvador, en apoyo al Ministerio de la Educación y centrado en la educación secundaria;
PACSES: (47.5 millones €, 2011-2015) de apoyo a la lucha contra la pobreza (contribución al programa de gobierno Comunidades Solidarias), que ha dado continuidad al anterior programa PAPES (37 millones €, 2006 – 2010).
El segundo objetivo se ha concretado en los programas:
PARE-ES: programa de apoyo a la recuperación económica de El Salvador (24.2 millones €, 2010-2013), centrado en la modernización del sistema fiscal salvadoreño en apoyo al Ministerio de Hacienda;
PROCALIDAD: programa de fortalecimiento del Sistema Nacional de Calidad en El Salvador, en apoyo al Ministerio de Economía (12,1 millones €, 2010-2014).
Estos programas están todos en ejecución y están dando resultados importantes. Ha de notarse que la Unión Europea privilegia en sus relaciones con El Salvador la modalidad de apoyo presupuestario: los fondos otorgados entran en el presupuesto nacional como donación y son administrados por el gobierno nacional persiguiendo el cumplimiento de unos indicadores. De esta forma, se asegura el buen uso de los fondos, que se ejecutan en el marco de políticas nacionales, sin resultar en contribuciones extemporáneas, desvinculadas de las políticas de gobierno.
Otro punto digno de mención en la evaluación de los últimos años de cooperación de la UE con El Salvador ha sido que las prioridades definidas con el gobierno anterior han sido mantenidas por el gobierno elegido en 2009, permitiendo dar continuidad al esfuerzo de cooperación y evitar pérdidas de recursos o la interrupción de esfuerzos en curso.
El gobierno de El Salvador ha demostrado en los últimos años un particular activismo en coordinar la ayuda internacional recibida, insertarla en un marco estratégico (el Plan Quinquenal) y ejercer el liderazgo necesario en la definición de las prioridades operativas. En este sentido, El Salvador se ha colocado a la vanguardia en lo que se refiere a coordinación de donantes, como reflejado también en la reciente Conferencia Internacional de Busan (Corea del Sur).
Como dicho, la Unión Europea seguirá acompañando el esfuerzo de cooperación con El Salvador durante unos años más, y es incluso posible que los montos otorgados aumenten, al haberse decidido concentrarlos a favor de unos pocos países. La coordinación con los otros donantes, especialmente los europeos, es especialmente intensa en El Salvador, y la UE no deja de seguir con mucho interés otros recientes desarrollos como el Asocio para el Crecimiento con los EE.UU. y la reciente decisión positiva de Fomilenio de atribución de un nuevo 'compacto' de ayuda a El Salvador.
Todos estos elementos hacen ver cómo El Salvador se ha sabido situar muy bien de cara a la cooperación internacional, que evalúa positivamente el impacto de los programas llevados a cabo en el país.
Aún así, tiene que quedar claro que el compromiso con el desarrollo es en primer lugar del país, de su gobierno y de sus ciudadanos: la comunidad internacional no puede ejercer más que un rol subordinado al protagonizado por los salvadoreños en su conjunto.
En este sentido, la Unión Europea, que ha estado cerca de los salvadoreños desde los tiempos de la guerra civil, seguirá estándolo ahora que han pasado veinte años del fin del conflicto.
Lo que deseamos es que el camino emprendido con la firma de los acuerdos de paz se consolide en los próximos años: la Unión Europea empezará en breve las gestiones relativas a la definición de las prioridades de cooperación para los próximos años, un ejercicio en el cual el principal interlocutor será el gobierno, pero en el cual también se verán implicadas las diferentes expresiones de la sociedad civil.
Seguir con nuestra cooperación es un desafío para Europa en un momento en el cual nos cuesta volver a encontrar nuestros equilibrios internos y la senda del crecimiento económico: pero la crisis que estamos viviendo nos está obligando a definir un mejor modelo de integración entre nosotros, y nuestras relaciones con el resto del mundo no se verán sacrificadas ante nuestras actuales dificultades: en efecto, en un mundo global eso sería incluso contraproducente, porque solo en el fortalecimiento de las relaciones internacionales se pueden encontrar respuestas a las crisis.
*El autor es representante de la Unión Europea en El Salvador