¿Cuál es el principal problema de El Salvador? La falta de un entendimiento básico para aunar esfuerzos y sacar adelante al país. La vida institucional gira alrededor del calendario electoral, la aritmética legislativa y la voluntad presidencial. Este contexto refleja la débil institucionalidad democrática y explica la duda que tienen millones de salvadoreños acerca de la conveniencia de cambiar de régimen político, sistema económico o modelo de desarrollo. ¿Qué significan estos conceptos?
Régimen político se conceptualiza como la estructura organizativa del Estado que establece los pesos y contrapesos para el ejercicio del poder político. La ciudadanía aspira a que éste le garantice sus libertades y la vigencia del estado de derecho. El régimen autoritario es el que tradicionalmente ha limitado la construcción de ciudadanía en El Salvador y el régimen democrático es lo que la mayoría de connacionales desea construir en el país.
Sistema económico se conceptualiza como la forma en que se organiza la actividad económica en una sociedad y el ordenamiento institucional que se establece para la asignación, producción y consumo de bienes y servicios para satisfacer las necesidades de la población. Lo que marca la diferencia de un sistema a otro es el mayor o menor peso que tiene el mercado o el estado en la asignación de recursos. Los dos principales sistemas son: capitalista y socialista.
Modelo de desarrollo se conceptualiza como el conjunto de políticas, leyes e instituciones públicas orientadas al logro del bien común de las presentes y futuras generaciones. Por ello se destaca la conveniencia de cambiar hacia un modelo que posibilite que el desarrollo humano sea sostenible en El Salvador. Para muestra un botón: la participación de actores locales es vital para impulsar la descentralización, gestionar inteligentemente los recursos naturales y potenciar la generación de inversiones y empleos en el ámbito territorial.
Una cosa es clara: el actual gobierno no está operando para implantar un sistema socialista. Tampoco está promoviendo un modelo de desarrollo basado en el rebalse económico. Lo que está inquietando a la sociedad civil organizada es el potencial riesgo que el actual conflicto social conduzca a la instauración de un nuevo régimen autoritario. Esto es controversial por tratarse del primer gobierno de izquierda en la historia contemporánea salvadoreña.
¿Qué está en juego en El Salvador? Lo primero que habría que subrayar es que el sistema económico no está en discusión. La polémica está en dos aspectos: régimen político y modelo de desarrollo. Ambos están relacionados y se retroalimentan entre sí. La diferencia está en que el actual régimen político impide que se cambie de modelo de desarrollo. Es decir, el régimen político refleja los tratos e intereses que favorecen al presente modelo de desarrollo (centralista, asistencialista y consumista).
El laberinto salvadoreño se expresa en la dificultad que tienen miles de compatriotas de sentirse bien en su lugar de origen. Prueba de ello es que numerosos cuzcatlecos siguen abandonando su terruño y otros miles le dedican su esfuerzo diario a la tarea de llevar tortillas a la mesa. Adicionalmente, la masiva migración, paternidad irresponsable, impunidad y déficit de servicios públicos básicos son factores que generan descomposición sociofamiliar, la cual hace que miles de niños y jóvenes se estén “educando” en las calles y sean subyugados por la economía criminal (prostitución, venta de drogas, tráfico de personas, extorsiones y otras).
Consecuentemente y dado que las elecciones 2012 proveerán una nueva cartografía política, el gobierno, los partidos políticos y la sociedad civil deberían impulsar un esfuerzo de país para: (1) lograr la paz social sin implantar un régimen autoritario; y (2) ampliar las oportunidades de trabajo a nivel local.
