Pistolas, escopetas, subametralladoras, fusiles de guerra, una mina antipersona... La Mara Salvatrucha y el Barrio 18 entregaron el viernes a las autoridades, en una concurrida plaza de San Salvador y ante el secretario general de la OEA, una pequeña muestra de su armamento.
Lunes, 16 de julio de 2012
Carlos Martínez y José Luis Sanz
Probablemente nunca se habían reunido tantos pandilleros en la Plaza Barrios. Desde luego, no de las dos principales pandillas de El Salvador, que libran una sangrienta guerra desde la década de los 80. No sin atacarse entre ellos.
Este viernes 13 de julio, la Mara Salvatrucha-13 y el Barrio 18 entregaron a las autoridades 77 armas de fuego en cumplimiento del “simbólico desarme parcial” que habían anunciado 24 horas antes en un comunicado conjunto. La entrega es uno más de la serie de gestos y decisiones que ambas pandillas están sumando a la tregua entre ellas, iniciada el pasado 9 de marzo tras un pacto con el gobierno.
Para que esta fuera posible, la policía tuvo que hacer de la plaza una especie de área de despeje en la que circulaban con tranquilidad miembros de ambas pandillas, algunos de ellos tatuados en el rostro con los signos de su organización, acompañados de sus familias. Los numerosos agentes policiales desplegados en la zona se limitaron a merodear en los alrededores de la plaza.
Aunque el acto de entrega de las armas estaba programado para las 11 a.m., desde primera hora de la mañana fueron instalados una tarima y varios cobertizos con sillas en la Plaza Barrios, corazón del centro histórico salvadoreño y una de las plazas más transitadas de la ciudad. Antes de las 10 los cobertizos ya estaban repletos de madres, esposas, hermanos e hijos de pandilleros de ambos bandos, llegados en buses que las mismas pandillas habían contratado para la ocasión. A ellos se fueron uniendo poco a poco líderes religiosos de diversas religiones, invitados al acto, y miembros del cuerpo diplomático, que aguantaron estoicamente el calor y el retraso de los responsables de la ceremonia, los mediadores entre el gobierno y las pandillas -o entre las dos pandillas, según la versión oficial-, el ex diputado Raúl Mijango y el obispo Fabio Colindres. Al acto acudieron, entre otros, los embajadores de Brasil, Francia y Chile, y la recién llegada al país Mari Carmen Aponte, embajadora de Estados Unidos.
Cuando finalmente ocuparon sus puestos en la tarima Colindres y Mijango acompañados del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, decenas de transeúntes se arremolinaron junto a ella y pandilleros, familiares y curiosos se confundieron unos con otros. Luego de un breve acto ecuménico, acuerpado por los distintos representantes religiosos presentes, los mediadores pronunciaron palabras protocolarias entre las que deslizaron mensajes de optimismo sobre el futuro de la tregua: Mijango dijo que El Salvador vive desde el 9 de marzo “una revolución humanitaria”, y Colindres aseguró que la entrega de armas de ese día era “un gesto que solo es el principio de lo que vendrá con la gracia de Dios: un desarme”. Ambos han afirmado las últimas semanas que la tregua es solo la primera parte de un “proceso de paz” más amplio y ambicioso.
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