Los presidentes centroamericanos estaban reunidos para abordar los problemas de seguridad en la región cuando José Natividad Luna Pereira, alias Chepe Luna, estaba siendo liberado en Honduras. Difícilmente podría haberse planificado un día mejor para ilustrar el estado de la seguridad centroamericana.
Las políticas de Estado en los países del istmo no tienen ningún efecto en la rápida penetración del narcotráfico y el crimen organizado en las instituciones. Es por eso que no importa cuántas veces en el último año haya dicho el presidente salvadoreño, Mauricio Funes, que estaba al tanto de las investigaciones sobre el Cártel de Texis, porque no ha pasado nada.
Es por eso que mientras los jefes de protocolo ajustaban las sillas de los mandatarios, en Tegucigalpa un hombre acusado de lavado de dinero y narcotráfico, amigo de policías salvadoreños y hondureños, salía caminando libre apenas un día después de haber sido detenido en un operativo conjunto entre Honduras y El Salvador.
José Natividad Luna tenía una orden de captura de Interpol cuando departía en fiestas con un ex director de la policía salvadoreña y varios comisionados activos, a los que luego se les abrieron expedientes por ello. El presidente Funes le ha llamado delincuente, pero en El Salvador no tiene orden de captura y sus amigos policías, de hecho, ocupan hoy cargos de alta responsabilidad en la policía, por reacomodos orquestados por el jefe policial que Funes sacó del ejército para traerlo a la PNC.
El crimen organizado tiene penetrada la policía, la fiscalía, el ejército y los juzgados al menos en los tres países del triángulo norte centroamericano; y ni siquiera ante su alarmante penetración hay una reacción oficial para fortalecer las instituciones encargadas de ejercer contraloría e inspectorías de las fuerzas de seguridad, o leyes de financiamiento de campañas políticas o depuración del sistema judicial o interpelaciones a los fiscales o siquiera debate sobre la idoneidad de los candidatos a servir en esos cargos.
Los mandatarios de la región pueden reunirse muchas veces más para hablar de seguridad, pero mientras los Estados que gobiernan no tomen medidas contundentes, los criminales los seguirán burlando, mientras avanzan en la toma de las instituciones.
