La poesía, lo poético, es un misterio que se esconde bajo un cúmulo de mitos y leyendas desde su origen. Hay técnica y técnicos, un saber hacer, decían los griegos; también un saber del mundo, una razón poética, decía María Zambrano. Hay comunicación y estética, y hay golpes de corazón y procesos cerebrales y hormonales que llevan al amor, o a la guerra, o a la paz, o a Dios, o la nada. La poesía es lenguaje, es ritmo, es sentido y palabras comunes en contextos inesperados, figuras retóricas, metáforas, licencias. Hay gustos y colores, lo relativo y lo absoluto, lo simple y lo imposible, lo impasible. Con poca gente alberga uno la esperanza de encontrar precisión y el dato para descifrar la esencia, lo entendible. Jesús García Sánchez es una de esas personas.
Renombrado como 'Chus Visor', editor y fundador de la editorial que se convirtió en su alias, y que es sin duda la más prestigiosa en materia de poesía publicada en lengua española desde hace 44 años, y que cuenta hasta la fecha a la fecha con 840 títulos en su catálogo exclusivamente en verso: Colección Visor de Poesía.
Llegué armado de preguntas simples, las más ingenuas que pude elaborar, y en 29 minutos pretendía llegar al fondo, ahí donde está la verdad, aún creyendo que tal cosa no existe en este caso.
Chus Visor habla grave y suave, y mira como un hombre cansado. Su rostro de 67 años se antoja como una obra de Egon Schiele, marcado por líneas duras en las que resaltan sus ojos caídos y una boca siempre a punto de la sonrisa, o de exhalar el humo de un cigarro, o de pronunciar algo a la fuerza. Nació en Madrid, en 1945, y desde los 23 años se propuso hacer libros con poesía que quería leer, pero que ninguna librería ofrecía. Cuenta aquello como los que cuentan algo ya muy contado. 'Si es que a mí lo que me gusta es leer poesía. Si yo empecé a editar poesía porque yo quería leer libros de poesía que no había. En España no estaba editado ni Rimbaud, ni Mallarmé, no había nada en España en el año 70, y ¡joder!, un día me dije ¡voy a editar este!, era 'Una temporada en el infierno' (de Rimbaud). Lo edité y tuvo muy buena acogida, y de ahí pa' lante…".
Se declara lector antes que cualquier otra cosa. Lector de poesía. Y con ese título aborda su trabajo de editor. Describe sus criterios para seleccionar autores y poesía de tal manera que resultan básicos e instintivos, no recurre a manifestarse como un alto académico o un crítico capaz de esgrimir sesudos postulados de la teoría literaria, tampoco habla de un don especial o una condición espiritual específica que le permite determinar qué es poesía y qué no lo es, o en el mejor de los casos qué es lo bueno y qué no lo es. Al preguntar por categorías, responde con una simpleza que pasma: 'Hay dos clases de poetas: los poetas que se les entiende y los poetas que no se les entiende. A mí me gusta la poesía que se entiende'. Redondea la cuestión del control de calidad con un silogismo: 'Me gusta lo bueno. Y la diferencia es pequeña para mí, para ti puede ser exactamente lo contrario opinando de mí.'
Picando la piedra:
—Pero no eres un lector cualquiera, tienes 44 años al frente de la editorial más importante para la poesía en español…
—Pues yo creo que sí soy un lector cualquiera que lee más poesía porque no me queda más remedio, pero por lo demás soy un lector como uno más, al que le gusta o no le gusta un poema…
—¿Y cómo te gusta un poema?
—Me gusta que se entienda.
—¿Qué es entender la poesía?
—Que un poema te transmita, la poesía es comunicación.
—¿Que te transmita emociones o ideas?
—Hay poesía que puede no ser emocionante, una poesía fría pero que se entiende, puede ser descriptiva, o te pueden emocionar ciertas sensaciones que resaltan en ti como lector…
—¿Es importante que haya ideas en la poesía?
—Las ideas son imprescindibles para todo.
—¿Y qué pasa con esas ideas con las que estás en desacuerdo? ¿Rechazas poesía por no estar de acuerdo con la idea que transmite?
—No, yo por eso no puedo rechazar nada. Puedo rechazar por motivos distintos, pero no por eso.
—¿Basta que te guste la poesía para que la publiques?
—Que me guste es muy importante, pero tomo en cuenta muchos otros aspectos. Hay libros de poesía que he editado que no me gustan, pero que considero que son buenos. Tampoco me puedo limitar exclusivamente a lo que me gusta, si me limitara a mi gusto, de 840 libros que he editado solo hubiera editado 200.
Otro misterio revelado que no tiene misterio: una empresa existe para vender. Y llegamos a un punto crucial, el de la industria editorial. La Colección Visor de Poesía en un empresa malabarista, se mantiene equilibrando lo bueno y lo que se vende. 'Cuando editas un libro depende de muchas cosas aparte de si te gusta o no, también tienes que considerar si lo vas a vender o no, siempre que sea bueno. Tampoco voy a editar a Paulo Coelho, aunque venda. Hay que tener un límite'. En este punto es difícil imaginar que el libro de un poeta se venda más que uno de Coelho, lo contrario es más realista. Pero las ventas no son lo más importante, no para este editor: 'Hay muchos que yo sé que son muy buenos pero que no voy a vender ningún libro. Por ejemplo, Eduardo Eielson, Jorge Enrique Adoum, Martín Adan, poetas muy buenos que yo sabía que no se iban a vender, que no se han vendido, pero que yo tenía mucho interés de tenerlos en mi catálogo y ahí están'. Y vuelve el tema del equilibrio, 'También he editado a otros que se venden mucho y con ese exceso de venta procuro editar libros que sé que no voy a vender. Siempre hago una especie de balance'.
El dato curioso es el destino de ese exceso de venta. Visor, eventualmente, se sale de la poesía pero no es para irse a un género más rentable, sino en sentido opuesto. 'De (las ganancias de la) poesía mantengo una colección de filología, estudios de literatura española, de lingüística… En narrativa solo publico ensayo'. Otro producto 'gourmet' es una colección de poesía en discos, lleva ya 41 títulos para gustos exquisitos.
Visor no es la única editorial que publica poesía, pero basta hacer un búsqueda entre las editoriales más grandes y no hay otra que se dedique exclusivamente a la poesía en la actualidad. 'Dedicadas exclusivamente a la poesía creo que no hay ninguna. Casi todas viven de las demás cosas que editan. Con Visor es al revés, las demás cosas se editan gracias a la poesía', precisa con cierto dejo de orgullo. Aparte de la persistencia, hay una visión del mercado bastante estratégica: 'Cuando tienes 840 títulos en el catálogo de los cuales hay como 200 vivos, en el sentido que se agotan y se reeditan, pues ya es una especie de colchón… Porque, claro, hay autores, como Bob Dylan, Leonard Cohen, Mallarmé, Apolinare, Breton, Benedetti que se venden siempre porque siempre hay gente que los va a leer'.
La gente los va a leer. La gente. El secreto es el gusto de la gente. Otro misterio por explorar.
—¿Qué es el gusto de la gente?
—Que lo entienda o que no lo entienda. Es que la poesía no es que tenga que ser didáctica, pero sí inteligible, eso es muy importante para que el poema pueda llegar a la gente. Y se puede ver claramente quién es un poeta cuando sin dejar la calidad es inteligible. Por ejemplo, Mario Benedetti. Siempre he pensado que los poetas que se ponen crípticos y herméticos son así porque no saben hacer otro tipo de poesía, y esos son los que no saben llegar a la gente.
—Hay poetas que hacen las dos cosas, a veces son llanos y a veces herméticos. Se me ocurre José Ángel Valente…
—Me has puesto un ejemplo muy curioso: hay dos Valentes, uno hasta 1990 o por ahí, que era un Valente que a mí me encantaba, cuando empezó a ponerse críptico y hermético dejó de gustarme. Yo a Valente no lo he editado nunca hasta ahora que Benjamín Prado está preparando una antología lo voy a editar, porque yo sé que es muy bueno, aunque ya no me guste. Claro que yo no voy a decirle a Benjamín qué poner y qué no, le haré recomendaciones como a todos a los que puedo decírselo, a Benjamín sí puedo.
—El criterio de la gente es para ti lo más importante entonces...
—Importantísimo.
—¿Es tu apuesta como editor de poesía?
—Claro. Para mí la gente es lo más importante: el público lector y los poetas.
—¿Cómo es ese público al que buscas?
—El público de poesía no es el público de otras cosas, se supone que es un público más culto.
—¿Qué hay de los que dicen que les gusta la poesía porque les gustan las frases románticas que sirven para conquistar una novia, pero que no tienen interés por la literatura en general?
—Ese es otro tipo de público. Esos yo creo que dicen que les gusta la poesía por decirlo, esos no cuentan como público de poesía. Esos son público del día de los enamorados, es un público distinto.
—Entonces ¿cómo es el público de la poesía?
—Digamos que es un público por lo menos culto, y suele ser muy lector. El público de la poesía no lee solo poesía. Lee de todo, ensayo, novela… un público cultivado, por decirlo de alguna manera. El público de novela por lo general solo lee novela.
Ahora vamos por los poetas. Por oficio y amistades, quién mejor que Chus Visor para responderme esta pregunta: ¿La locura es solo un mito romántico sobre los poetas? Se la hago así y responde con aplomo: 'Yo creo que la poesía no lleva a la locura, es otro de los mitos de toda la vida de los poetas. Parte de esa mitología que dice que el poeta es un borracho, que no duerme, que se pasa la noche en los cementerios, y eso es algo que mucha gente se lo cree'. Y sigue por el camino de la desmitificación: 'Los poetas son gente normal, son como nosotros… No hay que estar loco para ser poeta; poetas locos creo que no hay ninguno, y que se hayan vuelto locos por la poesía tampoco hay ninguno, que se hayan vuelto locos y que eran poetas sí…". Lo interrumpo para mencionarle a Leopoldo María Panero, un caso radical y fascinante. Resulta que Panero no era ningún extraño para él y sirve para restar más puntos al mito. 'Leopoldo es intimísimo amigo mío desde cuando no estaba loco, ahora simplemente es muy amigo… Bueno, Leopoldo estaba loco desde un principio, pero la locura de Leopoldo es muy distinta al inicio de la que tiene después que le metieron electroshock en la clínica López Ibor de Madrid… Lo habían metido en un manicomio a los 17 o 18 cuando era muy amigo mío y él ya se creyó que estaba loco, pero Leopoldo siempre ha podido estar en la calle. Si hubiera tenido alguien que cuidara de él hubiera podido tener una vida normal, como los demás, pero nunca tuvo a nadie que lo atendiera en casa… Ahora ya está loco, perdido, pero porque ya se lo ha creído'.
Trabajar con poetas y estar rodeado de poetas, amigos o no, supongo que les quita el halo de misterio y fascinación que nos creemos los que solo los leemos. Pero la cosa, precisa, es definitiva cuando son sus amigos del día a día: 'Cuando yo veo a García Montero, a Benjamín Prado, a Joaquín Sabina, como te decía antes, ya solo veo a mis amigos… Lo que escriben siempre lo miras con una manera distinta porque son poetas que escriben sobre su cotidianidad, y cuando estás leyendo el libro nuevo que te dejan parece que los estás viendo y oyendo antes de que los escriban. Pues sí, les quita un poco de misterio, pero solo es una cosa curiosa, no es importante… Igual yo tengo muy pocos amigos poetas, tengo los que te he dicho antes y un poco más, pero la mayoría de mis amigos se dedican a otras cosas…"
Cuando empezó a editar poesía, también ejerció la crítica de poesía durante cuatro años en un periódico de Madrid. Son oficios distintos y prefirió quedarse con el de editor. 'Son distintas miradas. Cuando digo que me considero un lector sé que la visión mía es distinta a la de otro lector, porque no puedo dejar de lado la mirada del editor, no puedo, aunque quisiera, y no me doy cuenta. Pero sí te digo que le das una mirada distinta a un libro que vas criticar que uno que vas a editar. Si los vas a editar los miras, los lees con interés, pero menos crítica, quizá'.
Lo que no acabó en mito fue la susceptibilidad de los poetas, que se ilustra en la relación con su editor. Así lo cuenta Chus Visor.
—¿Cómo es la relación de un editor con un poeta? Partiendo del 'prejuicio' de que la poesía es un producto medio místico y el poeta una especie de iluminado.
—Eso entra dentro de las relaciones humanas en general. De los poetas que yo edito hay algunos que son mis amigos de diario, de verlos todos los días; a Benedetti yo lo veía tres veces a la semana cuando vivía en Madrid, todos los viernes seguro… Entonces tienes una relación con algunos que ya no es cosa de la poesía, que empieza por la poesía pero que luego ya no es por la poesía. Luego hay otros que yo los edito y que no son amigos para nada.
—¿Y en esos casos en que no hay amistad? Quiero imaginarte editando el texto de un poeta. ¿Haces correcciones, sugieres cambios, cambias algo, lo devuelves para que lo vuelvan a hacer...?
—¿De manejar el texto de los poetas? Ja, ja, ja… Yo a los poetas en general les pongo pocas pegas, les comento cosas… Pero a los poetas es muy complicado decirles cosas, a los poetas no les puedes decir nada, se enfadan en seguida… ja, ja, ja...
—Si es posible generalizar, ¿cuál es el señalamiento más recurrente que te viene a la mente respecto a los poetas?
—El mayor defecto de los poetas es que se repiten mucho. Los lees y te dan ganas de decirle 'pero si este poema te lo he publicado hace dos años', igual y con distinto título y distinto algo, pero es el mismo poema... Eso pasa mucho y no se dan cuenta.
—Una vez escuché a Fernando Vallejo responder a esa crítica de una manera muy convincente…
—¿Qué decía Vallejo?
—'Es mejor que me repita a mí mismo a que empiece a repetir a otros'…
—Ja, ja, ja… Eso es verdad. Pero ese es el defecto más grande que tienen los poetas en general. Además, es de las pocas cosas que te pueden aceptar. También te pueden aceptar algunos, pero no todos, que cambies el orden de los poemas en un libro, cosas así… Aceptan pocas cosas los poetas.
—Entonces escoges para editar a poetas a los que sabes de antemano que no necesitas hacerles muchos cambios, que de entrada confías que son buenos…
—Depende de quién sea. Mira, ahora acabo de publicar a un chico español muy joven que tiene 30 años, y le convencí para que quitara una de las tres partes de su libro… Pero, claro, un poeta joven me hace más caso.
—¿Has perdido algún 'cliente' por emitir tu juicio de editor?
—Muchos. Y malas contestaciones he recibido también: '¡Y tú qué te has creído?' Ja, ja, ja… Es que tienen mucho ego los poetas.
—¿Tú escribes poesía?
—Escribí poesía cuando estudiaba, pero no se puede decir que haya escrito poesía.
Chus Visor ha recibido todos los premios importantes que un editor y un editor de poesía puede recibir. Los premios lo preceden. Los premios son relevantes en su quehacer. Su nombre y el de mucho de sus autores, amigos y no amigos, figuran en el mundillo de los premios literarios dedicados a la poesía, unos como premiados y otros como jurados, y algunos como las dos cosas, aunque, obvio, no simultáneamente. Muchos de los premios importantes de poesía incluyen una publicación en Visor. Este mundillo es pequeño, y uno de los premios de la poesía es la amistad entre poetas. En algunas fotos de grupo estas amistades quedan servidas. Para el caso, una foto con locales durante el Festival Internacional de Poesía que se llevó a cabo en octubre, dedicado tácitamente al clan Visor, deja ver a dos jóvenes poetas salvadoreños publicados por Visor: Roxana Méndez, quien ganó este año el premio del Festival de poesía de Granada, en Andalucía, organizado por Fernando Valverde y Daniel Rodríguez Moya. El jurado estuvo compuesto por Luis García Montero, Raquel Lanseros, Fernando Valverde, Daniel Rodríguez Moya, Javier Bozalongo y la venezolana Yolanda Pantin. Luis García Montero también fue jurado de los Premios del Tren de 2009, cuando Jorge Galán ganó con su obra 'Los trenes en la niebla'. Valverde ha sido el responsable de dos antologías que recogen la poesía regional: 'Poesía ante la incertidumbre' y 'Poesía del siglos XX en El Salvador'
Este tipo de fotos ha dado motivo a suspicacias. Chus Visor solo sonríe y responde:
—¿Qué piensas de los premios de poesía, de los importantes al menos?
—Los premios, si son de poesía, creo que son muy importantes. Creo que son la mejor manera de reconocer a muchos poetas.
—En México, por ejemplo, hay ahora mucha polémica por los premios importantes… En general se habla incluso hasta de 'mafias' y grupos que se promueven y combaten… ¿Crees que se da algo así?
—Yo te voy a decir una cosa, a los premios se presentan 400, y solo gana uno, de los 399 que no ganan por lo menos un 10% te va a decir que el premio estaba dado… Pero los premios de poesía, los de tradición, creo que son muy buenos. Yo edito en España como seis premios y te aseguro que de los que se han publicado en Visor no hay ninguno que haya estado dado.
Una de las razones por las que Chus Visor estuvo en El Salvador fue porque en el marco del Festival Internacional de Poesía se presentó la antología que Fernando Valverde realizó sobre 'La poesía salvadoreña del siglo XX en El Salvador', en la colección La estafeta del viento, dedicada a antologías de poesía de países latinoamericanos. Chus delegó completamente en Valverde la selección de los poetas, y confiesa no haberla leído detenidamente aún –lleva un mes recuperándose de una operación para remover cataratas de sus ojos y no puede leer por prescripción médica por el momento. Sin embargo, valida con su confianza el trabajo de Valverde, quien también es autor de la antología Poesía ante la incertidumbre, que Visor publicó el año pasado, y que incluye a Jorge Galán como el único salvadoreño.
—¿Tu interés por la poesía salvadoreña es porque sistemáticamente andas buscando en todos lados o hubo algo particular?
—Bueno, en principio es verdad que me interesa todo lo que se está escribiendo en América, pero que haya salido esta antología ahora es porque yo venía al país y todo esto. Pero es algo que quiero hacer en todos los países de Latinoamérica. Lo que sí es verdad es que yo antes de hacer una antología, yo sé muy bien a quién se la encargo, me preocupo muy bien de lo que va a hacer, luego cuando ya ha hecho el trabajo es muy difícil decirle quita esto y pon esto otro. Algunos lo hacen, pero también es muy difícil convencer a los antólogos…
—Hablemos del potencial de la poesía salvadoreña desde tu punto de vista, el comercial y el literario…
—Si te digo la verdad, no lo conozco bien. Me he fiado mucho de Fernando Valverde, que es el antologador… La poesía que conozco es la que yo he editado, pero no puedo juzgarla hasta que la lea más despacio...
—¿A qué salvadoreños has editado tú?
—A muy pocos, a Jorge Galán, que ganó un premio, y por eso lo conocí. Antes era un desconocido, como ejemplo de lo que hablábamos antes, a Roque Dalton, claro, porque se supo mucho de él, y a Claribel Alegría…
—¿A Roque y a Claribel cómo llegaste?
—A Claribel porque cuando ella iba a España se solía quedar en casa de Mario Benedetti, y como te dije antes, él era muy amigo mío y llegaba yo a menudo, y un día ahí la conocí, nos hicimos amigos, aún lo somos. A Roque no lo conocí personalmente, me llegó por otros poetas. Y a Jorge Galán, por cierto, siempre me lo recomendó mucho Claribel, ya sabes cómo es ella, me recomendaba mucha gente joven de por aquí. De todos los que me recomendó solo este chico me interesó.
Así llegamos a 29 minutos charlando en el patio afuera del salón de actos del Centro Cultural de España donde transcurría la presentación de la antología de poesía salvadoreña, donde Visor sería testigo de honor. El acto está por terminar y se oyen los aplausos y la gente que viene y que sin duda buscará también la charla, la foto, la copa con Visor. Antes, mi última pregunta:
—En 40 años editando poesía, ¿sigues buscando y reaccionando ante lo mismo, o han cambiado tus paradigmas?
—Cuando pasas de los 40 años haciendo una cosa ya es como una rueda que va rodando sola. Yo estoy suscrito a muchas revistas de literatura y procuro enterarme de lo que hay en otros países, en otros idiomas, en América, me preocupa enterarme de lo que pasa en todos lados con la poesía… Cuando ya tienes 44 años editando ya el interés no es el mismo que cuando empiezas con 23 años, que me comía el mundo. Ahora ya las ganas estas que tienes al principio ya no las tengo, pero eso no quiere decir que haya tirado la toalla, en lo absoluto. Sigo leyendo y estando al día en todo lo que puedo, pero no como antes, ¡Ley de vida, macho!
Nos despedimos. Me dejó un abrazo y la sensación de que, como un poeta, no dice todo lo que sabe. A saber. El misterio de la poesía es el misterio de lo mundano.
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