Acierto 1: Poner fin al conflicto armado a través del diálogo y la negociación (1992). Las fuerzas beligerantes (guerrilla y gobierno), con los buenos oficios de la ONU y países amigos, fueron capaces de entender el contexto nacional (clamor social y correlación militar) y el entorno internacional (fin de la guerra fría). Fue así que se logró acordar una reforma institucional para silenciar los fusiles (creación de la Policía Nacional Civil, el Tribunal Supremo Electoral, la PPDDH y otras)
Desacierto 1: Desaprovechar la oportunidad de la firma del Acuerdo de Paz al favorecer un modelo de desarrollo excluyente y centralista. La “miopía” de los gobernantes les impidió ver los efectos psico-sociológicos del masivo desarraigo y caótico proceso de urbanización que se estaba generando. Haber creído en el rebalse económico y en la falacia que “a menos Estado, mayor desarrollo humano”, llevó a descuidar la inclusión social y la gestión territorial. El caso que ejemplifica la errática conducción de la post-guerra fue la decisión de adoptar la dolarización en lugar de potenciar el plan de nación (2000).
Acierto 2: Dar lugar a la primera alternabilidad en la presidencia de la República, por la vía electoral (2009). Este hecho es positivo para el proceso democrático y demuestra que los votos han sustituido a las balas. También es significativa la oportuna lectura realizada por las izquierdas salvadoreñas sobre las aspiraciones de la clase media y el nuevo papel de los centros urbanos en los eventos electorales.
Desacierto 2: Continuar aplicando un conjunto de políticas públicas y normativas similares al período post-Chapultepec (1992-2009). El reto sigue siendo frenar la violencia social y ampliar las oportunidades económicas (pérdida del espacio público, penetración del crimen organizado en el aparato estatal y falta de inversiones y empleos a nivel local). Es decir, a pesar de haber hecho un apropiado diagnóstico de la realidad nacional, el primer gobierno de izquierda (2009-2014) ha seguido impulsando un modelo centralista de desarrollo.
Acierto 3: Aprobar un conjunto relevante de normativas al final del siglo XX e inicio del siglo XXI. Tal es el caso, entre otras, de la ley de medio ambiente, la de protección del consumidor, la reforma del FODES, contra la discriminación de las mujeres, la de niñez y adolescencia (LEPINA), la de acceso a la información pública y la de ordenamiento y desarrollo territorial. Otro caso ejemplar de decisiones políticas fue el nombramiento de la primera Sala de lo Constitucional independiente (2009-2012).
Desacierto 3: Continuar gobernando sobre la base de la “aritmética legislativa” y no en función de prioridades y políticas de Estado. Ello explica que no se le asignen los recursos requeridos a la mayoría de leyes aprobadas. Este desatino también se refleja en el hecho de hacer girar la vida nacional alrededor del calendario electoral. Conducir los destinos del país sobre la base de la polarización ideológica y la contienda electoral es contraproducente, debido a que los ciudadanos son sometidos a una constante “guerra psicológica” entre lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro, la izquierda y la derecha. De esta forma se le esconden a la ciudadanía los problemas estructurales del país: pobreza, corrupción, impunidad, brecha tecnológica, desequilibrio fiscal y deterioro de las cuencas hidrográficas.
