Opinión /

El regreso de Tony


Lunes, 21 de enero de 2013
Álvaro Rivera Larios

Lo de los regresos, como título, da mucho juego literario. Sir Arthur Conan Doyle, sintiéndose atrapado por el personaje que le abrió las puertas de la fama, decidió matarlo. Pero, al parecer, se arrepintió. Los lectores le reprocharon aquella muerte imaginaria y no tuvo más remedio que escribir “El Regreso de Sherlock Holmes”.
 
Lo de los regresos también da mucho juego a quienes tienen escasa imaginación para titular las películas. Ahí tienen “El Regreso de la Pantera Rosa”, “El regreso de los Siete”,  “El regreso  del Jedi”, “El regreso del rey”, “El regreso de la momia”, etcétera, etcétera.
 
Todos estos regresos se han verificado en el mundo de la ficción literaria y cinematográfica, pero también hay regresos sonados en la historia: el de Napoleón fue apoteósico y trágico en la Francia del siglo XIX. Latinoamérica también tuvo retornos sonados en el Siglo XX, el de Perón a la Argentina, por ejemplo.
 
Creo que hay algo atávico, religioso, primitivo en la esperanza de que una  figura  perteneciente a un ayer idealizado regrese para salvarnos de un presente cargado de incertidumbres.

Nosotros somos más populacheros, nos gusta tratar a nuestros líderes como si fueran amigos de la familia. Los llamamos por su nombre de pila o por su apellido, como si dicho trato informal diluyera las jerarquías objetivas que existen entre ellos y nosotros. Es así esperamos el regreso de… Tony.
 
La figura de la que hablo no es Tony Manero, el personaje central de “Fiebre de sábado por la noche”; ni Tony Rome, el detective encarnado por Frank Sinatra. Y tampoco es, por supuesto, el Tony Montana que representó Al Pacino en “Scarface”.  No, aquí estamos hablando de otro Tony.
 
A mi, sinceramente, esto de los regresos que se venden como una esperanza me recuerda mucho a la estafa del billete premiado de la lotería. Todo el mundo conoce la historia del tonto que ha ganado un premio y busca un listo para que se lo cambie. Lo sorprendente del caso es que el mecanismo de la estafa continúa funcionando. En la vida política de las sociedades, todavía funciona el timo del billete premiado de la lotería. La primera vez que nos estafan, vivimos la situación como una tragedia humillante; la segunda vez, como diría Marx, uno se siente como el protagonista de una farsa.
 
Permítanme que dude de los retornos. Y les voy a exponer mis dudas con un argumento de Joaquín Villalobos. Él dice, con toda la razón, que hechos semejantes funcionan de diferente forma en contextos distintos. Por lo mismo, los partidos y sus líderes actúan dentro de ciertas coordenadas económicas, políticas e ideológicas que facilitan u obstaculizan la aplicación de sus proyectos. Las condiciones que permitieron los triunfos pasados de un viejo líder no regresan con él. Perón volvió, pero no volvieron con él las circunstancias que facilitaron sus “éxitos” iniciales, las que le dieron la leyenda. El retorno del viejo acabó en una farsa sangrienta.
 
En nuestra crónica política se han dado también los retornos. El mítico José Napoleón Duarte de mi niñez volvió del exilio a un país aciago, en plena guerra, con el ánimo de enderezar las cosas, pero lo que hizo fue torcer y dilapidar el prestigio de su propia leyenda. No está escrito fatalmente que las segundas partes sean malas, pero suelen serlo en la medida en que siempre se espera demasiado del líder que retorna.
 
Así que yo sería escéptico ante esos entusiasmos que agitan cíclicamente el corralito de la vida política salvadoreña. Dicho entusiasmo tiene hasta su veta folclórica. Un conocido periodista, sin querer, ha dado con el título de una ranchera a propósito del tan deseado. La ranchera se titula “¿Dónde estás, Tony?” Solo hace falta que alguien le ponga letra y música. Cosa que, dada nuestra falta de pudor intelectual, no me sorprendería.
 
Lo que me sorprende es el beneplácito de Joaquín Villalobos al posible regreso de Tony.

La verdad es que no debería sorprenderme. En la última campaña presidencial, Villalobos dio claros ejemplos de que a veces no sabe distinguir la frontera entre el análisis político, las fobias, los rechazos y la vulgar propaganda. De haberse cumplido algunas de sus “previsiones científicas”, El Salvador, a estas alturas del 2013, ya no existiría. Así de apocalípticos eran sus análisis. Un analista capaz de hacer aquellas evaluaciones puede ser capaz de justificarnos también el regreso…de Tony.
 
Villalobos se ha ganado un merecido prestigio como analista y consejero privado de algunos gobiernos; pero también se ha ganado un merecido desprestigio como político que ha cometido errores terribles. Estoy por creer, haciendo un par de salvedades, que Villalobos es un consejero eficaz y con la mente bien amueblada. Y, aunque soy analfabeto en temas militares, admito que pudo ser un hombre armado muy competente, pero ¿qué quieren que les diga? tengo mis dudas respecto a que sea un político talentoso. Era joven cuando se sumó al coro de los asesinos de Roque Dalton, pero la juventud no es una excusa. Hay jóvenes lúcidos y jóvenes que no lo son.
 
Llamar error juvenil a lo que pasó en mayo de 1975 es vergonzoso desde los puntos de vista de la inteligencia política y la conciencia moral. En una cultura más compleja y consciente que la nuestra, el asesinato de Dalton y de otros compañeros habría supuesto la muerte política definitiva para sus autores, fuesen jóvenes o viejos. Y no ha sido así, cosa que habla muy mal de nuestros valores. Y no solo no ha sido así, hemos visto cómo después se ha querido maquillar y atenuar  la turbiedad de aquella conducta política disfrazándola de proceso legal revolucionario.

Se puede decir que respecto a Dalton, Villalobos ha cometido dos errores graves: el primero, intervenir en su asesinato; el segundo, gestionar mal las consecuencias simbólicas que tuvo “aquel error juvenil”. Éticas aparte, podríamos decir que la inteligencia política de  Joaquín Villalobos no ha superado el difícil test Dalton y ese fracaso lo persigue. En el fondo, es el mito de Roque quien hace justicia.
 
Hablábamos del regreso de Tony y hemos terminado refiriéndonos al posible regreso de Joaquín. Así que quizás tengamos dos regresos por el precio de uno. Habrá que ver, pues, cómo nos venden “el viejo pescado” de estos posibles retornos. De momento, se promoverá la imagen de un Tony salvífico que regresa a interponerse entre “las  dos fuerzas que polarizan al país”, como si Tony y su gente no llevasen años formando parte activa de esta mala feria. ¿A cuenta de qué debemos confiar en transformaciones milagrosas?

En lo que respecta a vender figuras y proyectos de cambio, siempre hay plumas dispuestas a ofrecer publicidad disfrazada de análisis científico. No hay nada malo en ello, pero hemos visto tantas veces el timo del billete premiado de la lotería que nos hemos ganado el derecho a que ya no nos tomen el pelo. Ahora que las terceras vías hacen aguas en varios países del mundo, ahora que las terceras vías ponen de manifiesto su impotencia, ahora que las terceras vías son devoradas dramáticamente por la primera, nos vienen con el cuento de que Tony es el tercer camino, que Tony vuelve.
 
En mi opinión, y aquí hay que darle toda la razón a Heráclito el oscuro, nadie se baña dos veces en el mismo río; nadie retorna literalmente; quien vuelve es otro a otra situación.
 
¿Qué es la historia sino el reino de las transfiguraciones? El lenguaje que hicieron suyo los guerrilleros marxistas reconvertidos a políticos liberales está siendo golpeado profundamente por las mismas estructuras y dinámicas del capitalismo. Si desean darnos un mitin en el melancólico puerto de los regresos, allá ellos. Porque dicha sea la verdad, en las actuales circunstancias,  nadie vuelve, a no ser que lo haga de nuevo como una farsa.
 

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