Tegucigalpa, HONDURAS. La tasa de homicidios de Honduras es la más alta del mundo, con 85.5 asesinatos por cada 100,000 habitantes, pese a la “política de seguridad” implementada por el gobierno de Porfirio Lobo, que incluye el envío de militares a patrullar las calles. Los otros dos países que conforman el Triángulo Norte –El Salvador y Guatemala– tuvieron en 2012 significativos descensos en sus tasas, que se quedaron en 41 y 32 respectivamente.
Si bien en Honduras la tasa de homicidios de 2012 fue ligeramente inferior a la del año precedente (cuando hubo 86.5 por cada 100.000), esto se debe al aumento poblacional, ya que los asesinatos subieron de 7,104 a 7,172.
Para dimensionar la crisis social y delincuencial que atraviesa el país –y toda la región– basta señalar que, según Naciones Unidas, la tasa promedio de homicidios por cada 100,000 habitantes es 8.8. A partir de 10 se considera que un país tiene una epidemia de violencia.
Recientemente, el presidente Lobo mandó a 2,000 efectivos militares a patrullar las calles de las ciudades más violentas del país, en apoyo a una fuerza policial de 14,500 agentes que no ha sido capaz de contener la desbocada ola de delincuencia que atenaza al país. La presencia policial y militar se hace sentir no sólo en los centros urbanos, sino también en las barriadas y en las unidades de transporte público.
Una ley promovida por el gobierno prohíbe que dos hombres puedan viajar juntos en una misma motocicleta, con el fin de dificultar el accionar de los sicarios o asesinos a sueldo. Al mismo tiempo, se han aprobado las intervenciones telefónicas, se instalaron cámaras en las calles de las principales ciudades y se estableció un sistema de denuncias mediante la línea del 911.
Pero la medida más dura del gobernante ha sido la depuración de la Policía Nacional, tras revelarse que sedes enteras estaban comprometidas en actividades de crimen organizado: narcotráfico, secuestro, robo de autos, sicariato y extorsiones, entre otros delitos. Según estimaciones del ministro de Seguridad, Pompeyo Bonilla, unos 4,000 miembros de la Policía deberían ser separados de sus cargos por diversas faltas y delitos.
Algo más que represión
Para la rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Julieta Castellanos, quien personalmente presentó el informe del Observatorio de la Violencia que tiene la institución, el gobierno de Lobo carece de una adecuada política de seguridad y, por lo tanto, es lógico que los resultados sigan siendo los mismos.
Castellanos reconoció que el año pasado se detuvo la tendencia al crecimiento de la tasa de homicidios, que se incrementaba anualmente a razón de 7 a 8 muertes por cada 100,000, pero expresó que es “insuficiente” y en nada modifica el triste papel que hace Honduras como líder mundial en número de muertes violentas.
Según explicó, durante 2012 el promedio de homicidios por mes se mantuvo en unos 500, pero esa cifra se disparó en diciembre a 738, por lo que habría que esperar a ver la evolución del fenómeno.
Josué Murillo, miembro de la oenegé Alianza por la Paz y la Justicia, dijo que el reforzamiento de la acción policial no garantiza una merma de la criminalidad: “La gente tiene más miedo a la policía y a los militares que a los delincuentes, por eso es que se exige una verdadera depuración de los órganos de seguridad del Estado”.
La organización emplazó a Lobo en un manifiesto –difundido durante la presentación del informe–, para que a más tardar el 30 de marzo “presente un plan de seguridad ciudadana que permita articular acciones efectivas de combate de la delincuencia común y organizada”.
El problema de la seguridad, aseguró la Alianza, está vinculado a una serie de factores que deben ser considerados al momento de elaborar un plan integral. Entre esos factores están “las actividades del narcotráfico y el crimen organizado que van en continuo aumento, el desempleo juvenil que promueve la asociación con pandillas, y otros como la pobreza, conflictos por los recursos y la injusticia social en general”, señaló Alianza.
Honduras es uno de los países más pobres del continente americano, con un 70% de sus 8.2 millones de habitantes en la pobreza y un 45% de su población económicamente activa desempleada.
Además, el país se encuentra en una posición geográfica a medio camino entre los países productores de cocaína de Suramérica y el mercado final de la droga, Estados Unidos. Según las autoridades norteamericanas, el 90% de la droga que entra a Estados Unidos llega por México y Centroamérica y, de esta región, especialmente por Honduras y Guatemala.
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