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La represión es un ingrediente esencial en la receta brasileña para recuperar las favelas

En 2014 Brasil acoge el Mundial de fútbol, y Río de Janeiro será la sede de los juegos olímpicos en 2016. Con la idea de restar espacios al crimen organizado, el Gobierno puso en marcha en 2008 una agresiva campaña para recuperar sus favelas, en la que la represión policial y militar cumple un papel fundamental, el paso previo para abordar los problemas sociales con un enfoque más integral.

Domingo, 3 de marzo de 2013
Javier Tovar (AFP) / El Faro

Río de Janeiro, BRASIL. El reloj no marca aún las 5 de la mañana del domingo cuando la favela de Cajú, en la zona portuaria de Rio de Janeiro, está repleta de policías de la tropa de élite, vestidos de negro y fuertemente armados. Ellos son los responsables de “imponer la paz” en las barriadas recuperadas por el Estado al narcotráfico.

En la oscuridad y en grupos de ocho, los efectivos del Batallón de Operaciones Especiales (BOPE) van revisando cada calle, cada rincón, con una agilidad y sincronía asombrosa que termina en una coreografía de sus armas que suben y bajan, sin descuidar nunca la guardia. “El primer paso es la imposición de la paz”, explica el mayor Iván Blaz, jefe de comunicaciones del BOPE.

Aún no sale el sol, y una casa parece sospechosa. Dos oficiales tocan la puerta. “Vivo aquí con mi esposa, esta casa es herencia de mi papá, aquí no hay nada”, responde un muchacho de unos 30 años con voz nerviosa.

Los policías piden entrar, y el hombre ofrece alguna resistencia. “Déjalos entrar por el amor de Dios, no tenemos nada que ocultar”, grita angustiada una mujer desde adentro. Los policías no hallaron nada en la vivienda.

Al frente era requisada otra casa que en la fachada tenía un grafiti en letras negras que decía ‘Vas a morir policía’. Y a pocos metros, cuando un anciano ve que abren su cochera sin su consentimiento, salta y protesta. “Ese carro no es robado. Aquí todo fue pagado, ¿qué, me va a robar el carro?”, fustiga el hombre mientras un policía trata de calmarlo.

“Errado, errado”, dice el anciano, quien se presentó ante el BOPE como Iván, señalando a los oficiales. Es de los que no cree en la “pacificación” de favelas, como llama el gobierno a estas operaciones, que arrancaron en 2008 para mejorar la seguridad en Río de cara al Mundial 2014 y a los Juegos Olímpicos 2016. “Porque luego se van (los policías) y uno queda” a la merced de los narcos, dijo a la AFP.

Terreno listo

La dinámica de estas ocupaciones es similar: la Marina hace una primera entrada en vehículos blindados para abrir el paso a cientos de policías. Solo en Cajú, clave por su cercanía –al aeropuerto internacional y por bordear los accesos a Río, trabajaron 1,300 policías –300 del BOPE–, apoyados por 17 blindados y dos helicópteros. “Parece impactante, pero minimiza muchos riesgos”, advierte Blaz “y así no damos oportunidad a que los criminales reaccionen”.

“Retirando armas, drogas y criminales, el terreno está listo para la policía comunitaria”, indica Blaz en relación a las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), formadas por agentes entrenados para lidiar especialmente con los problemas de las comunidades conquistadas.

En 25 minutos y sin disparar un solo tiro, el control de las favelas de Cajú fue asumido por las autoridades. Una bandera de Brasil ondeando en un lugar visible sella la “pacificación”.

La pacificación de Cajú y la vecina Barreira do Vasco es un primer paso para ocupar el violento Complexo da Maré, controlado por dos grupos rivales del narcotráfico y una milicia parapolicial.

“Contra la pared”

Dos adolescentes son requisados en la calle. “Manos contra la pared”, les ordena el policía. Uno de ellos, Mauricio, colabora pues considera que con la entrada de las autoridades “va a mejorar todo, porque ahora hay mucho miedo, el crimen está fuerte”, dice.

Mauricio y su amigo siguen su camino. En la operación del domingo, al menos cinco personas fueron detenidas.

En un contenedor instalado en una de las calles de Cajú, funcionará la sede local del BOPE, que se mantendrá en la favela hasta la instalación de la UPP, en una fecha aún a definir. El BOPE debe explicar en una próxima reunión con la comunidad “cómo va a ser la ocupación, qué personas serán requisadas, carros, casas, y oímos las demandas de los moradores”, indica Blaz.

Sale el sol y los vecinos comentan la ocupación. Unos a favor, otros en contra. Desde la ventana de una de las casuchas, una mujer ve con atención la instalación de la nueva base del BOPE, justo frente a su casa.

¿Se siente más segura con la policía aquí tan cerca? Levanta su pulgar derecho en señal de afirmación sin quitar la mirada al pequeño contenedor, sede de la nueva autoridad.

© Agence France-Presse

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